—No dirás que no he sido generoso —dijo Joesai con el rostro impasible de Noé—. Te he dado siete oportunidades para declinar la oferta.
Ella lo miró, perpleja. ¡Se estaba burlando! Buscó algo que decir, confundida por aquel juego. ¿Cómo se trataba a un monstruo amigable, conocido por su mal carácter?
—¿Es
ésta
tu Séptima Prueba? ¿El matrimonio? Creo que he mostrado mucha habilidad para evitarla. —De pronto se echó a reír.
—Esa risa parece indicar que
no
—dijo él.
—¡Joesai, estás loco! ¡Por supuesto que diré que no!
—Los Kaiel sabemos negociar. Te sugeriré un trato. Tú quieres kalothi para tus hijos. Parte de esa extraordinaria sustancia se encuentra más allá de toda negociación ya que proviene de ti. Otra parte proviene de su padre, y con Hoemei has hecho una sabia elección. Otra parte del kalothi se origina internamente, y eso también está más allá de la ayuda familiar o del clan. Pero algo de este elixir de la vida surge de crecer en un medio que ofrece sabiduría y protección, y eso es algo que
podemos
ofrecer. ¿Has visto lo frágil que era tu posición sola en el desierto? Los maran-Kaiel no están solos. Y necesitamos una esposa-tres. Tus hijos serán prósperos.
—¿Qué hay de Kathein?
—Ha vendido su cuerpo y su alma a Aesoe —respondió él en tono sombrío.
—A mí no me querían.
—La principal objeción era la mía. Los Kaiel somos personas de libre albedrío. Nos rebelamos cuando nos imponen algo desde arriba. La orden de Aesoe nos disgustó. Pero Teenae siempre te quiso, primero con su calma lógica y luego con el corazón. Y Gaet al menos estaba dispuesto a probarte en la cama.
—Mis pequeños se orinarán encima de mí si no los llevo afuera.
En la entrada de la tienda se detuvo, de espaldas a Joesai.
—He envejecido en el desierto. Tengo arrugas.
—Yo he envejecido esperándote.
—Mi voluntad se deshace ante tus palabras. ¿Te has habituado tanto a seducir mujeres?
—Me han presentado mujeres, y algunas han tratado de seducirme, pero creo haber sido yo quien ha llevado el peso de este cortejo. Me he comportado como un torpe.
—Sí —dijo ella, y desapareció. Joesai se preguntó si habría querido decir «sí, me casaré contigo» o «sí, eres un torpe».
Oelita permitió que Reia jugase con los mellizos y regresó junto a Joesai.
—Es agradable tener a un gigante como esclavo. Ya lo estoy disfrutando. ¿Harás cualquier cosa por mí?
—Dentro de lo razonable.
Su sonrisa mostró aún más las profundas arrugas del desierto.
—¡Ya tratas de echarte atrás! ¡Córtate la nariz por mí!
—Me gusta mi nariz.
—Haz algo menos drástico entonces. Bésame.
Joesai trató de acercarse, pero ella se lo impidió.
—¡Ahora no! —Al detenerlo su mano se cerró sobre la de él. Ambas manos, femenina y masculina, se sujetaron con fuerza—. Cuando era una niña asistí a una fiesta de compromiso en las colinas. Tuve que subirme sobre las piernas de mi padre para ver a los ebrios. Todavía recuerdo una de las canciones. La hambruna había pasado y las cosechas eran buenas. Un jovencito flaco y una niña habían decidido arriesgarse a dejar sus familias. A la gente le servía como excusa para volver a estar feliz... para reír y hacer cosas ridículas.
Cuando Stgi y Toe se elevan en el cielo
Cantamos las canciones que todos conocemos.
Si las rocas escarpadas entorpecen nuestra marcha
Danzamos las danzas que despiertan la esperanza.
—La uso como canción de cuna para mis bebés.
—He traído un poco de whisky —dijo Joesai.
Oelita dirigió una mirada furtiva al hombre cuya mano no soltaba.
—¿Podríamos celebrar una fiesta y hacer cosas ridículas? Somos diez adultos y dos bebés.
¡Entonces
te besaré!
Para cabalgar sobre las espaldas de un hombre debes ejercer un fuerte dominio sobre sus orejas.
Un proverbio de las Liethe
La nueva colmena Liethe de la ciudad de Kaiel-hontokae era el antiguo Templo de las Alabanzas a Dios, a pocos pasos del almacén de whisky de la vieja colmena, que todavía funcionaba como dependencia para las jovenzuelas Liethe. En la torre de las Alabanzas a Dios, la anciana madre conocida por la se-Tufi que Recoge Guijarros se sirvió el té en una taza o'ca color celeste que reposaba sobre la caja de madera lustrada de su propio aparato de voz por cable.
—Buscas mi consejo —declaró imperturbable.
Frente a ella estaba una mujer que mostraba el aplomo peculiar que aparece antes de descubrir que se ha madurado, pero después de haber perdido la inocencia.
—Es más de lo que puedo manejar —le rogó Humildad.
—Siempre es más de lo que podemos manejar.
—Necesito tomar una decisión sabia.
—Viviremos con cualquier decisión que tomes.
—¿Por qué me hace esto?
—Has sido bien adiestrada, y si fracasas también será nuestro fracaso. El tiempo pasa. Cuando en una tormenta el río desplaza un grano de arena, lo reemplaza por otro. Los viejos mueren y los jóvenes se vuelven viejos. Cuando éramos jóvenes, las ancianas madres no tomaban las decisiones importantes por nosotras. Así aprendimos a gobernar antes de que murieran nuestras maestras.
Antes de morir, quiero ver quién eres cuando trabajas por tu cuenta.
—Siempre he trabajado por mi cuenta —dijo Humildad con rebeldía.
—Has obedecido nuestras órdenes —respondió la anciana con firmeza.
Humildad cambió de táctica.
—Aesoe está violando las leyes Kaiel. Las predicciones deben ser verificadas y, automáticamente, el hombre con los mejores antecedentes se convierte en Primer Profeta, sean cuales fuesen sus creencias o alianzas políticas.
—No es tan simple. En nuestro papel parasitario, las Liethe hemos aprendido que la ley nunca es clara, no importa cuántas narices se injerten en el rostro público. Los o'Tghalie dicen que la ley es un mapa y que, según un teorema, en cada mapa falta por localizar al menos una piedra.
Humildad insistió.
—Yo misma he hecho las verificaciones con la ayuda de las jóvenes a quienes estoy adiestrando en política Kaiel. Hoemei debió haber sido declarado Primer Profeta, y las políticas de Aesoe deberían ser invalidadas.
—«Debería» es una palabra lo bastante amplia para describir lo infinito. Y recuerda algo importante: Tae ran-Kaiel redactó la actual constitución de los Kaiel. Él refinó las tradiciones orales de sucesión que ya no funcionaban. Sí, él especificó que debería efectuarse una verificación de los Archivos y que el mejor vidente sería elevado a la categoría de Primer Profeta. Pero ningún hombre desafío a Tae en vida. El mismo Aesoe, su mejor alumno, jamás se acercó a él. Aesoe fue declarado Primer Profeta sólo
después
de la verificación realizada cuando terminó el Banquete Funerario Inmortal. Por lo tanto, la tradición no está clara en las mentes de los hombres, por más que esté clara en el papel. La verificación que determina quién será el nuevo Primer Profeta, ¿debe realizarse antes o después de la muerte del Primer Profeta vigente? ¿Puede éste ser reemplazado por un rival, o el adversario debe esperar el momento de su muerte?
—La ley es clara —dijo Humildad.
—Y tú estás enamorada de Hoemei. Otras no lo están. La ley es lo que tú lees, no lo que está escrito.
—Se lo suplico, madre. Esta cuestión es importante. Las políticas de Aesoe tienen consecuencias drásticas para las Liethe y para todo Geta, y las de Hoemei conducirían a resultados muy distintos.
—En cien mil órbitas de Geta alrededor de Getasol, la diferencia será tan importante como la que existe entre las partículas rojas y azules de la arenisca en Huesos Secos.
Humildad se enfureció.
—¡Esto contradice la Palabra de Dios, como aparece en
La Fragua de la Guerra!
¿Debemos conformarnos con ser sólo otra estrella entre las estrellas? ¡Aesoe ha sucumbido a las tentaciones perversas! ¡Seguirá las políticas de los demonios Riethe y a eso lo llamará defensa! Apenas hace una semana adopté la personalidad de Cairnem y calenté la cama de dos sacerdotes de los kembri-Itraiel que habían venido a negociar con los Expansionistas de Aesoe. Antes de ser conquistados, estaban dispuestos a renunciar a su rango de sacerdotes para convertirse en un clan guerrero. Iban a aliarse con los Kaiel como brazo armado, unificando Geta por la fuerza en una sola generación. Hablamos toda la noche, y ellos codiciaban algo más que mi cuerpo. Querían todo Geta. Querían caminar por Luna Adusta. Querían las estrellas. Pude percibir su pasión en las profundidades de mi ser.
—El poder siempre estará con nosotros. Así es como se comportan los humanos.
—¡Pero es justamente el comportamiento sobre el cual Dios nos ha prevenido! ¡Existen muchos comportamientos! Yo prefiero el de Dios. ¡Necesito su ayuda!
—La decisión es tuya.
—Aesoe supera a Hoemei en una proporción de tres a uno en cantidad de aliados Kaiel, y posee el doble de votos. Protegida por la noche, Kathein se ha marchado a Congoja para casarse con los maran desafiando abiertamente la ley. Los maran serán destruidos. ¡No tengo tiempo para tomar una decisión sabia!
—Pero contemplas una decisión que consideras poco sabia, y me pides que te salve con una contraorden. Tú negarías a los Itraiel su marcha guerrera hacia las estrellas a cambio de una flor de cactus, recogida en toda su fragancia durante el nodo pleno, para obsequiársela a Hoemei.
—Sí, lo haría.
Los ojos de la anciana madre brillaron.
—La decisión correcta siempre es la mejor, por más dolorosa que sea.
—¡La decisión
correcta!
—estalló Humildad—. ¡La suya o la mía!
—Ninguna de las dos. Esto es una prueba para tu kalothi. Te otorgo una semana de poder sobre el destino de Geta en las próximas mil generaciones. Piénsalo bien. Te repito: la decisión es tuya.
—¡Usted y sus ilusiones de que nosotras, las expertas besa-penes, gobernamos Geta! —exclamó Humildad rebelándose, apuntando un dedo en dirección a la torre—. ¡Hoy ni siquiera funciona nuestro rayófono! ¡Fui a la biblioteca para averiguar cuál es la población de los Itraiel, pero nadie lo sabe! ¿Y quiere que, en un abrir y cerrar de ojos, tome una decisión sobre la que Dios ha meditado desde que usted nació?
—Siempre ha sido así.
—¿Y las ancianas madres aceptarán las
consecuencias
de mi decisión, cualquiera que ésta sea?
—Por supuesto.
—¡Bien! —replicó. Entonces giró sobre sus talones y se marchó.
Cuando las manos del mago distorsionan la realidad, los ojos de la audiencia deben observar al asistente.
Un proverbio de las Liethe
Humildad se detuvo en la escalera de la torre, observando los reflejos del atardecer a través de las ventanas que se asomaban sobre Kaiel-hontokae. Entonces continuó la marcha hacia las habitaciones de su joven amiga, la ru-Paie que Atrapa Moscas Rojas, una adepta al rayófono capaz de diseñar aparatos que ni siquiera eran conocidos en el Palacio Kaiel. Su linaje era joven —sólo seis unidades de las ru-Paie habían sido clonadas— y Moscas Rojas era la primera en abandonar la colmena natal. Todavía convivía con la anciana madre que la había traído a través de Njarae. Se la fastidiaba con su inocencia virginal más que a la mayoría de las jóvenes. Hacía unos días, sus compañeras del almacén de whisky aprovecharon una distracción de las ancianas para colocarle la imitación de un genital masculino en la sopa. Humildad la vigilaba.
—¡Eres la única de mis amigas que no le teme a esa escalera! —la saludó Moscas Rojas.
—¿Has logrado averiguar la población de la planicie Itraiel?
La joven esbozó una sonrisa que habría de hechizar a muchos varones.
—No creo que lo averigüemos. Ni siquiera tenemos un aparato de rayófono en la planicie. Seguiré intentándolo.
—No —decidió Humildad—. Tienes cosas mejores en que ocupar tu tiempo.
—Mi mesa está muy desordenada, ¿verdad?
Humildad sonrió cautivada.
—Yo solía comprender estos artefactos.
—Con esta malla obtendré mejor sensibilidad para acortar las antenas. Creo.
—¿Podrás dejarla para asistir a una fiesta en Palacio esta noche?
Moscas Rojas se volvió hacia ella con ansiedad.
—Tendré que pedirle permiso a mi anciana madre.
—Ya tengo permiso para llevarte dondequiera que te necesite. Tu anciana madre me ha dicho que estás lista.
—¡Pero los hombres son diferentes!
—En una semana harás una sopa de pene tan buena como la de cualquiera. —Ambas se echaron a reír.
—¿Tendré que servir bebidas y decir cosas ingeniosas?
—Eres muy buena en la Danza del Fuego. Había pensado en eso.
Moscas Rojas bajó la vista con modestia.
—Sólo he estado practicando. La Danza del Fuego es para mujeres apasionadas.
—O para una niña cuya pasión comienza a encenderse. Bailarás para una audiencia de doscientos, pero tus ojos estarán fijos en un solo hombre.
—¡Doscientos! ¡Me sentiré cohibida!
—La Mente Blanca hará desaparecer todo nerviosismo, y la Concentración Seductora en Círculos atraerá a Kasi mon-Kaiel hacia ti como el imán al hierro.
—¿Realmente funciona tan bien?
—Sí, pero para asegurarnos pasaré junto a él en el momento preciso y le susurraré que eres una virgen. Es un hombre maduro y romántico. Procura que su necedad no sea en vano. Quiero tener su nariz en el bolsillo de una mujer en quien pueda confiar.
—De una niña —le corrigió ella.
—Ya no lo serás cuando lo hayas conocido.
Aturdida, Moscas Rojas se volvió hacia su mesa atestada de componentes.
—¿Qué hay de mi malla?
Humildad sonrió.
—Puedes pensar en su trama de cobre y vidrio mientras preparas sopa entre sus piernas. Quedará admirado por la intensidad de tu interés.
—No eres muy romántica.
—Algunas veces lo soy. —Esbozó una sonrisa nostálgica.
—¿Él es como Hoemei? —preguntó la joven tímidamente.
Humildad se sintió invadida por unas punzadas de tristeza. El romance de Hoemei con Miel había languidecido mientras Humildad estaba en Soebo, y nunca había vuelto a florecer. A las otras Miel no les había importado. Con Noé de viaje y Teenae en la costa, él se concentraba en el desesperado cortejo de Kathein, la meretriz. ¡Malditos dolores del alma! El amor no correspondido era capaz de destrozar la cordura de cualquiera.