La movilización popular femenina no sólo englobaba a una elite minoritaria de mujeres politizadas con anterioridad sino —lo que todavía es más importante—, a miles de mujeres españolas, hasta entonces marginadas de las distintas dinámicas sociales y culturales de sociedad española, que se comprometieron en el empeño colectivo de combatir el fascismo. Esta movilización masiva estaba cuyo número de afiliadas aumentó espectacularmente a lo largo de los años de guerra. El activismo femenino se llevó a cabo a nivel colectivo y las organizaciones de mujeres diseñaban políticas para captar y canalizar su energía y su potencial hacia la lucha antifascista.
CAPÍTULO 3 LAS ORGANIZACIONES FEMENINAS DURANTE LA GUERRA
Durante la Guerra Civil, la movilización de las mujeres estaba canalizada a través de una serie de organizaciones femeninas que reflejaban el panorama político de la España republicana. Estas organizaciones encarnaban la polarización de clase y las divisiones políticas, cada vez mayores, de la sociedad y se caracterizaban por su heterogeneidad y sus estrechos lazos de unión con las fuerzas políticas del momento. Las fisuras entre las distintas tendencias políticas de las fuerzas republicanas se hicieron también patentes en estas organizaciones, que no lograron elaborar objetivos y acciones transversales de género entre sus distintas entidades.
En el escenario político, las propuestas de los anarquistas y los marxistas disidentes para unir la lucha antifascista a la revolucionaria chocaron con la oposición de los comunistas y socialistas que rechazaban todo cambio revolucionario y definían la política bélica exclusivamente desde la lucha antifascista y la defensa de las instituciones republicanas. En mayo de 1937, la abierta confrontación entre estos rivales políticos provocó en Barcelona una guerra civil dentro de la Guerra Civil con la consiguiente desaparición de los anarquistas y marxistas disidentes del ruedo político. Las organizaciones femeninas se resintieron intensamente de estas disputas y, a pesar de algunos intentos de colaboración transpolítica, la hostilidad y la discordia mutuas marcaron las relaciones entre comunistas y socialistas, por un lado, y anarquistas y marxistas disidentes, por otro.
Entre las distintas organizaciones femeninas existía una concordancia aparente de intereses sobre cuestiones fundamentales como el acceso a la educación, el trabajo remunerado y el compromiso con el esfuerzo bélico. Sin embargo, las mujeres de distintos ámbitos sociales no tenían un sentido de unidad transclasista y las de las diversas órbitas de la izquierda tampoco compartían un programa social o de género. Puesto que las organizaciones femeninas reflejaban la pluralidad y las agudas divergencias que distinguían a las diferentes fuerzas políticas, no se produjo una visión compartida de un programa en torno a las mujeres. Por esto, las activistas que se movilizaron en la causa antifascista nunca se aglutinaban en torno a un programa común aceptado por todas las organizaciones femeninas comprometidas en el esfuerzo bélico.
Hay que reconocer que los intereses de las mujeres republicanas durante la Guerra Civil eran heterogéneos. Lo cierto es que el pragmatismo político y las crecientes necesidades generadas por la guerra podrían haber reducido estas diferencias y, como consecuencia, producido la impresión de que las diversas organizaciones femeninas tenían una política común. No obstante, las bases teóricas, los objetivos y las estrategias de resistencia, tanto en los problemas sociales como de género, diferían entre las principales entidades femeninas. Durante aquellos años, la diversidad de las estrategias propuestas coincidían en gran medida con los patrones de confrontación que existían entre las fuerzas políticas. De hecho, la adhesión de una mujer a una u otra organización femenina se puede atribuir, en parte, a una previa identificación personal con una tendencia política antes que a factores de género.
Por supuesto, las mujeres se movilizaban desde una posición social distinta a la de los hombres y esta diferencia iba a conformar sus objetivos, sus programas y sus estrategias impregnándolas de un contenido de género diferenciador. Sin embargo, las organizaciones femeninas no siempre consideraban la perspectiva de género como primordial o decisiva a la hora de concebir sus programas. Además, hay que tener en cuenta la cronología y el ritmo del cambio durante la guerra. De este modo, se pueden observar sus efectos en el debilitamiento de las demandas específicas de las fuerzas republicanas en la contienda. Algunas organizaciones manifestaron desde el primer momento una política más coherente sobre las necesidades de las mujeres, mientras que, para otras, estas demandas eran puramente accesorias para el objetivo global de la lucha antifascista.
Los hombres no se movilizaban a través de organizaciones masculinas antifascistas, sino a través de los canales habituales de la afiliación política, la fuerza laboral y el reclutamiento militar. Los hombres ya participaban en el dominio público y, por lo tanto, no estaban marginados de los asuntos políticos como lo estaban las mujeres. Por ello no era necesario fomentar las organizaciones masculinas para reclutar hombres para la guerra, ya que las normas culturales de la época calificaban al ejército, e incluso a la milicia, como organizaciones masculinas. En contraste, para movilizar a las mujeres había que crear nuevos canales de organización, la mayor parte impulsados por éstas, tratando de integrarlas en la lucha antifascista y de fijar su función en el conflicto. En realidad, uno de los rasgos sobresalientes de la guerra fue descubrir esta nueva militancia femenina y su voluntad de integración en el movimiento de resistencia antifascista. La adhesión de las mujeres al antifascismo proporcionó el impulso para utilizar su energía en dicha causa, en tanto que para algunas el compromiso iba más allá de esos límites para abrazar el cambio revolucionario y la emancipación femenina.
El Frente Popular de las mujeres: la coalición de organizaciones antifascistas femeninas unitarias
Durante la guerra, un grupo de las organizaciones femeninas más importantes formaron un frente unido: La Agrupación de Mujeres Antifascistas (AMA); su equivalente catalán, la Unió de Dones de Catalunya (UDC); y las organizaciones juveniles Unión de Muchachas (UM) y la catalana Aliança Nacional de la Dona Jove (ANDJ). La AMA, de orientación comunista, existía antes del alzamiento militar, pero durante los años de la guerra adquirió un nuevo impulso. Creada en 1933 bajo los auspicios del Partido Comunista de España (PCE), la primera organización española de mujeres antifascistas, Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, se había vinculado ya en 1934 a la Tercera Internacional, la Internacional de tendencia comunista, dentro del cambio general de estrategia de dicha asociación para apoyar la política del Frente Popular. En agosto de 1934, la AMA participó en el Congreso Internacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo en París. Para entonces, la organización española había llevado a cabo actividades y manifestaciones contra la guerra y la política militar. Algunas militantes de la AMA tomaron parte activa en apoyo de las familias de los mineros que participaron en la revuelta asturiana de octubre de 1934,
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cuando la comunidad minera fracasó en su empeño de realizar una revolución social. Fue reprimida inmediatamente pero mantuvo su labor asistencial al amparo de otra organización, Pro Infancia Obrera.
Durante las elecciones de 1936 apoyó activamente a los candidatos del Frente Popular y aumentó su afiliación. Con el alzamiento militar en junio de 1936, la organización, conocida para entonces como la Agrupación de Mujeres Antifascistas, se extendió por toda la España republicana. Para el verano tenía más de 50.000 afiliados,
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y en febrero de 1937 se instituyó un segundo comité nacional en Bilbao para la zona del País Vasco.
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Durante los tres años que duró la guerra, se fundaron comités provinciales en Asturias, Toledo, Cuenca, Valencia, Madrid, Guadalajara, Castellón, Almería, Murcia y Córdoba, y se crearon más de 255 agrupaciones locales.
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El objetivo inmediato de la AMA era integrar a las españolas en la causa antifascista y promover el predominio del Partido Comunista de España (PCE) entre las mujeres.
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La estrategia de la AMA para derrotar a Franco se basaba en la creación de una alianza nacional de mujeres con el objetivo común de eliminar el fascismo.
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La AMA estaba de acuerdo con las estrategias del PCE en el escenario político; sus políticas tenían un fuerte parecido con las del movimiento de las juventudes comunistas, y desde el estallido de la guerra se propuso convertirse en un Frente Popular femenino y, así, en la única plataforma transpolítica legítima de mujeres antifascistas.
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Afirmaba estar abierta a las mujeres de todas las tendencias políticas así como a las no politizadas. Según un informe de la secretaria general de la AMA, Encarnación Fuyola, la unidad antifascista constituía la máxima prioridad de la organización:
El movimiento de mujeres antifascistas nació bajo el signo de la unidad, y con una unidad amplia y fuerte debe mantenerse siempre. Ninguna tendencia política debe predominar en él. En nuestros Comités no se hace una política particular. La unión de todas trabajando por el objetivo común garantiza una firme política antifascista.
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Aunque Fuyola reconocía que la unión de todas las mujeres era garantía de que no se impondrían las políticas y los programas partidistas a las mujeres independientes, admitía que el núcleo de la organización estaba compuesto por mujeres que pertenecían a partidos políticos.
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En realidad, aunque la propia Fuyola lo negaba categóricamente, la AMA constituía un Frente Popular femenino bajo el control comunista.
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La AMA estaba integrada por mujeres comunistas, socialistas y republicanas, así como por republicanas católicas vascas, si bien el grueso de la organización lo formaban las afiliadas a partidos políticos que hacían causa común con el Frente Popular. Concretamente, la Ama fomentaba la presencia de católicas republicanas en la organización antifascista del País Vasco como un indicador de su pluralidad y su carácter transpolítico. A nivel local, se podía observar que, a veces, sus militantes eran mujeres de diversas afiliaciones políticas. De este modo, a la pregunta de un grupo de mujeres de una pequeña localidad que quería llamar a su agrupación “Comité Antifascista Libertario”, el Comité Provincial de la Ama respondió dando instrucciones de que en su organización era inadmisible todo tipo de tendencia política concreta y, por lo tanto, ello no debía reflejarse en el nombre de una agrupación local.
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Además, la AMA era una organización nacional que imponía una política, una estructura organizativa y una disciplina de estricta uniformidad a la que debían atenerse las agrupaciones locales.
En muchas de éstas había militantes de diversa afiliación política, como era el caso de Godella, un pueblo de la región valenciana que tenía un total de 102 miembros, de las cuales 43 no pertenecían a ningún partido, 35 estaban afiliadas a la Unión General de Trabajadores (UGT), 12 eran comunistas del PCE, 7 militaban en el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), 2 pertenecían a la organización juvenil comunista Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), mientras que una era militante de Esquerra Republicana de Catalunya y otra del Partido Federal.
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No obstante, la documentación fragmentaria de la que se dispone apunta a un modelo más general de los grupos locales compuestos de forma mayoritaria por militantes de UGT y UGT-PCE.
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La Ama afirmaba ser una organización multipartidista que abarcaba tanto a mujeres politizadas como no politizadas, afirmación que era, hasta cierto punto, legítima ya que muchas de sus militantes estaban afiliadas a los partidos comunista, socialista y republicano. De hecho, el núcleo de la organización lo componían mujeres integradas en los partidos del Frente Popular. Pero la afirmación de ser una organización representativa exige, no obstante, una revisión crítica porque, aunque efectivamente las bases estaban constituidas por mujeres de diversa tendencia política, la AMA era el vehículo para la movilización comunista ortodoxa de las mujeres españolas, y tanto la dirección de la agrupación como sus programas y políticas indican un claro compromiso comunista.
A nivel local, la composición de los comités refleja la pluralidad política, pero con una presencia de comunistas y socialistas mucho mayor. Por ejemplo, en la región levantina había más socialistas entre las bases de la UGT que comunistas.
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Pero a nivel de dirección local, el análisis de una serie de comités en esta misma región indica un claro dominio de los militantes del PCE y de la organización juvenil comunista JSU en puestos de mando.
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Sin embargo, es más significativa la alta incidencia de mujeres comunistas en el comité nacional y en los provinciales, los cuales, dado el carácter jerárquico de la organización y el control estricto que ejercían, constituían órganos de poder tremendamente influyentes.
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Las agrupaciones locales no tenían autonomía; seguían los principios y las instrucciones políticas que provenían de las altas esferas de la organización y, además, estaban obligadas a enviar informes regulares y minuciosos a los comités superiores sobre sus actividades, militantes y programa.
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Dolores Ibárruri, la destacada dirigente comunista, presidía el Comité Nacional. Aunque en éste había una representación significativa de comunistas, socialistas filocomunistas y socialistas, así como unas cuantas delegadas republicanas, era evidente que la dirección de la AMA estaba en manos del Partido Comunista. Otro índice de la poderosa influencia de Ibárruri y su carisma, tan provechosos para los objetivos propagandísticos, es que uno de los periódicos publicados en Valencia en 1937 por mujeres antifascistas se llamaba
Pasionaria
. Las tres secretarias generales fueron también comunistas notables: Lina Odena, dirigente de la organización juvenil comunista JSU; Encarnación Fuyola, miembro del PCE; y Emilia Elías, miembro de la Comisión de Mujeres del Comité Central del Partido Comunistas. Elías y Fuyola fueron las que escribieron los dos folletos de propaganda sobre la AMA.
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