Durante la Guerra Civil el Partido Comunista centró sus principales actividades con las mujeres en promover la organización femenina antifascista. Contrariamente a su escasa sensibilidad habitual por las cuestiones de la mujer, el PCE le prestó una gran atención durante los años de la guerra.
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Sin embargo, no logró atraerlas a una afiliación masiva y, según fuentes oficiales, en 1938 sólo contaba con 4.203 mujeres militantes.
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No obstante, el partido se introdujo en la AMA y canalizó sus actividades para satisfacer sus propios objetivos de cara a la movilización femenina antifascista. La documentación interna de la AMA demuestra su estrecho vínculo con el PCE, en tanto que los informes comunistas reconocen claramente la manifiesta influencia que ejercían sobre dicha organización femenina.
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Un informe al Comité Provincial del Partido Comunista de Madrid explicaba que la sección de agitación y propaganda de su Comité de Mujeres había publicado más de 420.000 artículos propagandísticos (como carteles y panfletos) incitando a las mujeres a trabajar en las fábricas y las granjas. Terminaba diciendo: “Se han celebrado seis asambleas a las que han asistido 30.000 mujeres. Si bien el trabajo lo hizo el partido, fue realizado
bajo el nombre
de Mujeres Antifascistas.
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Junto a la Unió de Dones de Catalunya (UDC) y los organismos juveniles, la AMA se convirtió en la organización más importante del momento. Es imposible determinar el número exacto de mujeres afiliadas, aunque es probable que se situara entre las 60.000 y 65.000. Además, según una aproximación de la dirigente comunista catalana Dolors Piera, estrechamente ligada a la creación de la UDC, la organización antifascista catalana tenía, en 1938, entre 30.000 y 40.000 militantes.
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Es significativo el hecho de que las organizaciones femeninas antifascistas también movilizaban a muchos miles de mujeres que no se afiliaban forzosamente a la AMA pero que, bajo sus auspicios, participaban temporalmente en el activismo antifascista. A pesar de que en un primer momento las agrupaciones locales consiguieron hasta cierto punto atraer a mujeres apolíticas, sobre todo amas de casa, parece que la organización no logró que se comprometieran en sus actividades de manera permanente.
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No fue hasta diciembre de 1938 cuando el Comité Ejecutivo de la AMA admitió que la organización constaba principalmente de mujeres vinculadas a partidos políticos y reconoció que los esfuerzos de propaganda habían descuidado a mujeres no afiliadas, como trabajadoras, amas de casa e intelectuales.
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La heterogeneidad de la organización femenina antifascista provocaba a veces discrepancias en materia de política y prioridades. Un grupo de notables mujeres socialistas, en el que estaban las tres Matildes —Huici, Cantos y de la Torre—, era especialmente combativo. Cantos y de la Torre—, era especialmente combativo.
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Sin embargo, no cabe duda de que la debilidad del núcleo de mujeres socialistas, junto a la falta de una clara política socialista dirigida a las mujeres durante estos años, hizo decaer su posición en el seno de la AMA y dificultó su influencia en la dirección del movimiento.
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Por supuesto, las organizaciones de mujeres socialistas no desaparecieron durante la guerra; antes bien, grupos como la Estrella de la Civilización, creada en 1931 en la pequeña localidad jienense de Navas de San Juan para organizar a las trabajadoras y capacitar a las mujeres en sus deberes sociales,
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siguieron siendo activos en el transcurso de la Guerra Civil, si bien la documentación pocas actividades innovadoras que se dirigieran específicamente a las mujeres.
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Los datos también parecen indicar que algunos grupos de mujeres socialistas se disolvieron y fusionaron en organizaciones locales, pero no es posible determinar si esto llegó a ser una norma general.
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La prensa socialista había dedicado una atención escasa a las actividades femeninas pero en la primavera de 1937 el semanario
Claridad
inauguró su primera página semanal dedicada a las mujeres. No obstante, ni siquiera entonces las mujeres socialistas impulsaron de forma coordinada el diseño de nuevos programas y estrategias que respondieran a las necesidades específicas de la guerra.
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Así, en un momento en el que las mujeres del Partido Comunista ortodoxo de España (PCE), del partido comunista disidente, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y del movimiento anarquista promovían organizaciones femeninas, y las socialistas no impulsaron una iniciativa semejante.
Como el foro de expresión principal de las mujeres socialistas era la AMA, se encontraban en una indudable posición de la inferioridad dentro de la dirección de este movimiento. Su debilidad se puede atribuir a diversos factores, como el aumento de la polarización política dentro del movimiento socialista y la tendencia pro comunista de algunas socialistas significativas, como Margarita Nelken.
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Además, la falta de una definición feminista colectiva en las décadas precedentes hizo que el núcleo de mujeres socialistas tuviera dificultades para formular una alternativa política y de género para las españolas.
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La Unió de Dones de Catalunya (UDC), creada en noviembre de 1937, era la plataforma unitaria de las mujeres antifascistas de Cataluña cuyo patrón de formación fue similar al del movimiento femenino antifascista nacional. No obstante, la configuración política inicial de Mujeres Catalanas contra la Guerra y el Fascismo difería en cierto modo de las de su homólogo en el resto de España debido a que el partido nacionalista catalán, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), había jugado un papel decisivo en su creación y evolución durante los primeros años. María Dolors Bargalló, de ERC, era una de las figuras más importantes en esa etapa. Aunque la organización de mujeres antifascistas catalanas se desintegró al estallar la Guerra Civil, la política expresa del partido comunista catalán (PSUC) era promocionar en Cataluña, a comienzos de 1937, una alianza nacional que aglutinara a esas mujeres con el objetivo de consumar la creación de la UDC en noviembre de 1937. Sin embargo, a pesar de la iniciativa activa de las comunistas para crear la Unió de Dones de Catalunya, la organización desarrolló un mayor grado de autonomía con respecto a la intervención del PSUC.
En sus primeras etapas, la UDC se concibió como un frente unido transpolítico. El manifiesto de su congreso fundador estaba firmado por mujeres pertenecientes a un amplio abanico de tendencias políticas. En el Primer Congreso Nacional de noviembre de 1937, había delegadas de asociaciones, partidos y organizaciones comunistas, republicanas, socialistas, federales, sindicalistas, anarquistas, campesinas y antifascistas con representaciones del PSUC, UGT, CNT, Partido Socialista, Esquerra Republicana, Acció Catalana Republicana, Estat Catalá, Unió Rabassaires, Ajut Infantil de Reraguarda, Comité Nacional de la AMA, Socorro Rojo de Cataluña (sección del SRI), Dona a la Reraguarda, Aliança Nacional de la Dona Jove y el Partido Federal Ibérico. Así pues, parece ser que, durante los primeros meses de su existencia, la organización catalana poseía un alto grado de pluralidad política. La presidencia era María Dolors Bargalló, que también presidió el Primer Congreso Nacional.
No obstante, a medida que a partir de 1937 fue en aumento la consolidación de la hegemonía política del PSUC en Cataluña, también lo hizo la de la hegemonía comunista en la UDC, que se identificaba cada vez más con los programas y las políticas del PSUC. En realidad, este último tuvo una influencia decisiva sobre la UDC desde su misma creación, como lo demuestra el hecho de que, a pesar de que la republicana Bagalló presidiera el Primer Congreso Nacional y de la presencia de otras dos delegadas de ERC, Enriqueta Gallinat y Teresa Gispert, y dos de Estat Català, Reis Bertral y Angelina d’Ors, las comunistas Angelina Comte, Teresa Vallejos, Teresa Palau, María Palau, Dolors Piera y Llibertat Picornell eran mayoría en el Comité Presidencial.
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Además, el periódico de la UDC
Companya
estaba financiado por el PSUC y se utilizaba como vehículo para transmitir las políticas y los objetivos comunistas.
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Según una destacada dirigente comunista, el PSUC fue el que otorgó al periódico “su amplia perspectiva y su contenido político”
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.
El programa de la organización antifascista catalana, muy parecido al de la AMA, se centraba en la incorporación de las mujeres a la lucha antifascista; la igualdad laboral; la defensa de la retaguardia; la protección de la salud de las madres y los niños; la mejora de la educación, la cultura, la formación profesional y la asistencia social y la eliminación de la prostitución. Al principio, tenía tendencia a mostrar más empatía hacia los objetivos específicos de género que su homólogo nacional, lo que puede atribuirse, quizás, al mayor dinamismo del partido comunista catalán, al hecho de que hasta 1937 Cataluña no se hallaba cerca del frente y, lo que es más importante, a la presencia del movimiento de mujeres anarquistas, que representaba su rival para los comunistas y socialistas en el terreno político.
La influencia de los partidos comunistas sobre los movimientos juveniles era patente porque las dirigentes de la organización juvenil comunista estaban entre las dirigentes y militantes de la Unión de Muchachas (UM) y la Aliança Nacional de la Done Jove (ANDJ) que impulsaron la creación y promoción de las organizaciones juveniles femeninas antifascistas.
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Estas eran más radicales en sus demandas de acceso al trabajo, formación, educación, puestos de trabajo e igualdad de trato con los hombres que sus equivalentes adultas. También eran más claras al expresar la necesidad de cambiar los modelos culturales y las normas de conducta en su conjunto. Las conclusiones de la Conferencia de las Mujeres Jóvenes de Madrid, celebrada en mayo de 1937 bajo los auspicios de la UM, establecía como uno de sus objetivos primordiales la necesidad de “acabar de una vez por todas con la herencia espiritual del viejo régimen capitalista que nos ha sometido a sus prejuicios, sus hábitos arcaicos y a una terrible falta de cultura”
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. Además, la ANDJ exigía que las nuevas familias que se formaran durante la guerra se reconocieran como entidades legales aun cuando la pareja no estuviera legalmente casada.
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Los datos disponibles indican que la procedencia social mayoritaria de las organizaciones antifascistas era de clase obrera y media baja. Muchas afiliadas eran amas de casa, costureras, trabajadoras de fábricas, dependientas, criadas y oficinistas, y una cantidad más reducida de funcionarias, maestras, abogadas, farmacéuticas y otras profesiones.
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Las 800 delegadas que asistieron en Barcelona al Congreso Nacional de la UDC procedían de los siguientes medios laborales:
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Trabajadoras de fábricas y talleres..................
62.8%
Amas de casa.............................................
21.8%
Comercio....................................................
8.8%
Intelectuales................................................
6.0%
Campesinas................................................
0.6%
Las dirigentes de las organizaciones antifascistas eran muy conocidas y, en general, ellas o sus familias habían participado activamente en política. Esto lo pone de relieve un informe sobre la composición del Comité Nacional que salió de la Segunda Conferencia Nacional de la AMA en octubre de 1937. Diecisiete de los treinta y tres miembros del Comité Nacional, identificadas por el apellido, eran conocidas y activas en política o estaban relacionadas con personas que lo eran, como Dolores Ibárruri, Isabel de Palencia, Irene de Falcón, Matilde Cantos, Matilde Huici, Emilia Elías, Constancia Mora, L. Álvarez del Vayo, Margarita Nelken, Aurora Arnáiz, Victoria Kent o Gertrudis Araquistain. Los miembros no identificadas eran todas delegadas de fábricas.
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La importancia de la AMA procedía de su capacidad para atraer y canalizar las actividades de las mujeres en la retaguardia. Otro factor de su éxito y su fuerza es que era la única organización femenina respaldada oficialmente por el gobierno. En agosto de 1936, un decreto del gabinete del Primer Ministro encargó a la AMA la creación de una Comisión de Auxilio Femenino que ayudara a los ministerios de la guerra, industria y comercio en la tarea de organizar los suministros para los frentes y el trabajo de asistencia a los combatientes.
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Según este decreto, los ministerios debían delegar en la comisión la producción “de artículos para uso de los combatientes y cuya elaboración fuera adecuada para el elemento femenino”. En 1938 se reconoció el fracaso de esta iniciativa incluso en los círculos oficiales. Sin embargo, ese verano se formó una nueva comisión para intensificar el papel de las mujeres en el trabajo de apoyo auxiliar destinado a los heridos y a las familias de los soldados.
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Se le pidió que presentara propuestas en los siguientes temas:
1) Aumento del auxilio femenino directo en los talleres de todas las organizaciones vinculadas al Ministerio de la Guerra y la creación de otros nuevos dirigidos y atendidos por personal femenino.
2) Contacto con los Cuarteles de Suministros Militares para la distribución de artículos que no formaban parte del equipo habitual del combatiente.
3) Nombramiento de delegaciones femeninas para visitar hospitales y auxiliar a los heridos.
4) Creación de orfanatos para los hijos de los combatientes; y.
5)
Organización del auxilio oficial para las trabajadoras de las industrias especializadas en material de guerra y para sus hijos
.
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Las organizaciones femeninas antifascistas no lograron integrarse completamente en los servicios higiénicos, sanitarios, médicos y de suministros de los ministerios. A pesar de su condición oficial y del patrocinio estatal, el proyecto fracasó de nuevo. La falta de un liderazgo firme, el bajo estatus político de la organización femenina y las divisiones internas debilitaron la capacidad de la AMA para poner en práctica su política oficial. Como quiera que sea, lo más significativo es que este fracaso fue también fruto de la resistencia oficial a la presencia de las mujeres en las actividades militares y bélicas. La proverbial falta de confianza en la capacidad femenina así como una hostilidad profundamente arraigada, sobre todo en el Ministerio de la Guerra, a la presencia de las mujeres en un ámbito tradicionalmente masculino, obró en contra del curso de su colaboración, a pesar del nombramiento oficial de una comisión de mujeres. El patrocinio estatal no fue suficiente para modificar los valores de género y las normas de conducta tradicionales, no obstante las graves necesidades ocasionadas por la guerra. La infrautilización de las organizaciones femeninas antifascistas indica la tremenda falta de confianza y la inhibición con respecto al enorme potencial de la movilización femenina en la retaguardia y, sobre todo, en relación con las necesidades militares. Además, el concepto oficial del papel femenino en la lucha antifascista, como el del trabajo auxiliar de asistencia, pone claramente de manifiesto las ideas del gobierno sobre la función de las mujeres. Dicho concepto fija también la pauta de las actitudes no oficiales sobre el activismo femenino antifascista.