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Authors: Gilles Deleuze

Tags: #Filosofía

Spinoza: filosofía práctica (14 page)

BOOK: Spinoza: filosofía práctica
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1.° Los atributos son realmente distintos, o sea, la naturaleza de cada uno ha de concebirse sin referencia alguna con el otro. Cada uno es infinito en su género o su naturaleza, no puede ser limitado o determinado por algo de igual naturaleza. Ni siquiera podrá decirse que los atributos se definen por oposición recíproca, pues la lógica de la distinción real define cada naturaleza en sí misma, por su esencia positiva independiente. Toda naturaleza es positiva y, por lo tanto, ilimitada e indeterminada en su género, de tal manera que existe necesariamente (carta XXXVI, a Hudde).
A la positividad como esencia infinita corresponde la afirmación como existencia necesaria (Ética,
I, 7 y 8). Por esta razón, todos los atributos realmente distintos, precisamente en virtud de su distinción sin oposición, se afirman a la vez en una sola e igual substancia de la que expresan tanto la esencia como la existencia (I, 10, esc. 1, y 19). Los atributos son a la vez las formas positivas de la esencia de la substancia y las fuerzas afirmativas de su existencia. La lógica de la distinción real es una lógica de positividades coesenciales y de afirmaciones coexistentes.

2.° Por el contrario, lo finito está desde luego limitado y determinado: limitado en su naturaleza por otra cosa de igual naturaleza; determinado en su existencia por algo que le niega la existencia en tal lugar o en tal momento. La expresión spinozista
modo certo et determinato
significa precisamente, conforme a un modo limitado y determinado. El modo existente finito está tan limitado en su esencia como determinado en su existencia; son las dos figuras de lo negativo. Pero todo esto sólo es verdad en abstracto, es decir, cuando se considera al modo en sí mismo, separado de la causa que le hace ser en su esencia y en su existencia.

Pues la esencia del modo es un grado de potencia. Este grado en sí mismo no significa un límite o una acotación, una oposición a los otros grados, sino una distinción positiva intrínseca tal que todas las esencias o todos los grados encajan y forman un conjunto infinito en virtud de su causa común. En cuanto al modo existente, lo cierto es que está determinado a existir y a obrar, que se opone a los otros modos y que pasa a mayores o menores perfecciones. Pero, 1.° decir que está determinado a existir es decir que condiciones exteriores provocan que una infinidad de partes entren en la relación que caracteriza su esencia; estas partes extrínsecas son propias, pues, de su esencia, pero no la constituyen; nada le falta a esta esencia cuando todavía no existe el modo o cuando ya no existe (IV, fin del prefacio). Y, mientras existe, afirma su existencia mediante todas sus partes: su existencia es, pues, un nuevo tipo de distinción, distinción extrínseca por la cual la esencia se afirma en la duración (III, 7); 2.° el modo existente se opone a otros modos que amenazan con destruir sus partes, es afectado por otros modos nocivos o útiles. Y, según las afecciones de sus partes, aumenta su potencia de acción o pasa a una mayor perfección (alegría y tristeza). Pero, a cada instante, alcanza toda la perfección o potencia de acción posible en función de las afecciones que experimenta. De modo que su existencia no deja de ser una afirmación que varía tan sólo conforme a sus afecciones cualificadas (englobando éstas siempre algo que es positivo); el modo existente siempre afirma una fuerza de existir
(vis existendi
, def. general de los afectos).

La existencia de los modos es un sistema de afirmaciones variables, y la esencia de los modos, un sistema de positividades múltiples. El principio spinozista consiste en que la negación no es, porque nunca algo, sea lo que se quiera, falta a cosa alguna. La negación es un ser de razón, o más bien de comparación, que proviene de que agrupemos todo tipo de seres distintos en un concepto abstracto para referirlos a un mismo ideal ficticio, en nombre del cual afirmamos que unos u otros carecen de la perfección de este ideal (carta XIX, a Blyenbergh). Tanto da decir que la piedra no es un hombre, o un perro un caballo, o un círculo una esfera. Ninguna naturaleza carece de lo que constituye una naturaleza distinta o de lo que pertenece a otra naturaleza distinta. De este modo, un atributo no carece de la naturaleza de otro atributo distinto, siendo todo lo perfecto que pueda ser en función de lo que constituye su esencia; e incluso un modo existente, comparado consigo mismo en cuanto que pasa a una perfección menor (por ejemplo, quedarse ciego, o bien volverse triste y rencoroso), es siempre tan perfecto como puede serlo en función de las afecciones que le pertenecen actualmente a su esencia. La comparación consigo mismo no tiene más fundamento que la comparación con otra cosa (carta XXI, a Blyenbergh). En resumen, toda privación es una negación, y la negación no es. Para eliminar lo negativo basta con devolver a cada cosa el tipo de infinito que le corresponde (es falso que el infinito como tal no soporte la distinción).

La tesis conforme a la cual la negación no es (careciendo la nada de propiedades) es corriente en la filosofía llamada prekantiana. Pero Spinoza le otorga un sentido profundamente original y la renueva por completo volviéndola contra la hipótesis de la creación y mostrando cómo la nada o el no-ser jamás están incluidos en la naturaleza de cosa alguna. «Decir que la naturaleza exigía la limitación… no es decir nada, pues la naturaleza de una cosa nada puede exigir mientras ésta no es»
(Breve tratado,
I, cap. 2, 5, n. 2). Prácticamente, la eliminación de lo negativo pasa por la crítica radical de todas las pasiones basadas en la tristeza.

NOCIONES COMUNES: Las nociones comunes
(Ética,
II, 37-40) no son denominadas de este modo porque sean comunes a todos los espíritus, sino ante todo porque representan algo que es común a los cuerpos, bien a todos los cuerpos (la extensión, el movimiento y el reposo), bien a algunos cuerpos (dos como mínimo, el mío y otro distinto). En este sentido, las nociones comunes no son en absoluto ideas
abstractas,
sino ideas
generales
(no constituyen la esencia de una cosa singular, II, 37), y conforme a su extensión, según se apliquen a todos los cuerpos o solamente a algunos, son
más o menos generales (Tratado teológico-político
cap. 7).

Cada cuerpo existente se caracteriza por una determinada relación de movimiento y de reposo. Cuando las relaciones correspondientes a dos cuerpos se componen, ambos cuerpos forman un conjunto de potencia superior, un todo presente en sus partes (así el quilo y la linfa como partes de la sangre, cf. carta XXXII, a Oldenburg). En pocas palabras, la noción común es la representación de una composición entre dos o más cuerpos, y de la unidad de esta composición. Su sentido es más biológico que matemático; expresa las relaciones de conveniencia o de composición de los cuerpos existentes. Solamente en segundo lugar son comunes a los espíritus, y también entonces más o menos comunes, puesto que sólo son comunes a los espíritus a cuyos cuerpos conciernen por la composición y la unidad de composición consideradas.

Todos los cuerpos, incluso aquellos que no se convienen entre sí (por ejemplo, un veneno y el cuerpo envenenado), tienen algo que les es común: extensión, movimiento y reposo. Pues todos se componen desde el punto de vista del modo infinito mediato. Pero nunca son inconvenientes por lo que tienen en común (IV, 30). Al considerar las nociones comunes más generales se contempla además desde el interior dónde cesa una conveniencia, dónde empieza una inconveniencia, a qué nivel se forman las «diferencias y oposiciones» (II, 29, esc.).

Las nociones comunes son necesariamente ideas adecuadas; en efecto, representan una unidad de composición, están en la parte como en el todo y sólo pueden concebirse adecuadamente (II, 38 y 39). Pero todo el problema consiste en saber cómo conseguimos formarlas. Desde este punto de vista, tiene gran importancia la mayor o menor generalidad de la noción común. Pues en muchos lugares Spinoza escribe como si fuésemos de las más generales a las menos generales
(Tratado teológico-político
, cap. 7;
Ética,
II, 38 y 39). Pero se trata entonces de un orden de aplicación, en el que partimos de las más generales para comprender interiormente la aparición de las inconveniencias a niveles menos generales. Por lo tanto, se da por supuesto que las nociones comunes vienen dadas. Muy otro es su orden de formación. Pues, cuando nos encontramos con un cuerpo que conviene al nuestro, experimentamos un afecto de alegría-pasión aunque no conozcamos todavía adecuadamente lo que tiene en común con nosotros. Nunca la tristeza, que nace de nuestro encuentro con un cuerpo que no conviene al nuestro, originará en nosotros la formación de una noción común; pero la alegría-pasión, como aumento de la potencia de acción y de comprensión, la induce en nosotros; es causa ocasional de la noción común. Por eso la Razón se define de dos maneras que muestran que el hombre no
nace
racional, pero que muestran cómo llega a serlo: 1.° un esfuerzo para seleccionar y organizar los buenos encuentros, o sea, los encuentros con modos que se avienen a nosotros y nos inspiran pasiones alegres (sentimientos que
convienen
a la razón); 2.° la percepción y comprensión de las nociones comunes, o sea, de las relaciones que entran en esta composición, de donde se deducen otras relaciones (razonamiento) y a partir de las cuales se experimentan nuevos sentimientos ahora activos (sentimientos que
nacen
de la razón).

Es al comienzo del libro V donde Spinoza expone el orden de formación o la génesis de las nociones comunes, en oposición al libro II, que se atenía al orden de aplicación lógica: 1.° «Mientras
no seamos
dominados por afectos contrarios a nuestra naturaleza…», afectos de tristeza, tendremos el poder de formar nociones comunes (cf. V, 10, que invoca explícitamente las nociones comunes, así como las proposiciones precedentes).
Las primeras nociones comunes son por lo tanto las menos generales,
son las que representan algo común entre mi cuerpo y otro distinto que me produce alegría-pasión; 2.° de estas nociones comunes se siguen a su vez afectos alegres que ya no son pasiones, sino alegrías activas que, por un lado, duplican las primeras pasiones y, por otro, las sustituyen; 3.° estas primeras nociones comunes y los afectos activos que de ellas dependen nos dan la fuerza para formar nociones comunes más generales, que expresan lo que es común
incluso
a nuestro cuerpo y a cuerpos que no le convienen, que le son contrarios o le producen tristeza; 4.° y de estas nuevas nociones comunes derivan nuevos afectos de alegría activa que van a duplicar las tristezas y reemplazan las pasiones nacidas de la tristeza.
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La importancia de la teoría de las nociones comunes ha de valorarse desde muchos puntos de vista: 1.° esta teoría no aparece antes de la
Ética;
transforma toda la concepción spinozista de la Razón y fija el estatuto del segundo tipo de conocimiento; 2.° responde a la pregunta fundamental: ¿cómo conseguimos formarnos ideas adecuadas y en qué orden, cuando las condiciones naturales de nuestra percepción nos condenan a no tener más que ideas inadecuadas?; 3.° implica la más profunda reorganización del spinozismo: mientras que el
Tratado de la reforma
sólo alcanzaba lo adecuado a partir de las ideas geométricas todavía impregnadas de ficción, las nociones comunes conforman una matemática de lo real o de lo concreto gracias a la cual el método geométrico queda purificado de las ficciones y abstracciones que limitaban su ejercicio; 4.° ocurre que las nociones comunes son generalidades, en el sentido de que sólo conciernen a los modos existentes sin constituir en nada su esencia singular (II, 37). Pero no son en absoluto ficticias o abstractas; representan la composición de relaciones reales entre modos o individuos existentes. Mientras que la geometría no capta sino relaciones
in abstracto,
las nociones comunes nos las hacen captar tal como son, o sea, tal como se encarnan necesariamente en los seres vivos, en los términos variables y concretos entre los cuales se establecen. En este sentido, son las nociones comunes más biológicas que matemáticas, y componen una geometría natural que nos hace comprender la unidad de composición de la Naturaleza entera y los modos de variación de esta unidad.

El estatuto central de las nociones comunes está indicado con precisión por la expresión «segundo tipo de conocimiento», entre el primero y el tercero. Pero de dos maneras muy diferentes y asimétricas. La relación del segundo con el tercero se manifiesta de la siguiente forma: siendo ideas adecuadas, o sea, ideas que están en nosotros tal como son en Dios (II, 38 y 39), las nociones comunes nos conducen necesariamente a la idea de Dios (II, 45, 46 y 47). La idea de Dios
sirve
incluso como la noción común más general, puesto que expresa lo que es común a todos los modos existentes, a saber, que son en Dios y son producidos por Dios (II, 45, esc.; y sobre todo V, 36, esc., que reconoce que toda la
Ética
está escrita desde la perspectiva de las nociones comunes hasta las proposiciones del libro V que se refieren al tercer tipo). La idea de Dios, en su función de noción común, es incluso el objeto de un sentimiento y de una religión propios del segundo tipo (V, 14-20). Además, la idea de Dios no es
en sí misma
una noción común y Spinoza la distingue explícitamente de las nociones comunes (II, 47, esc.): es precisamente porque comprende la esencia de Dios, y no funciona como noción común sino en relación a la composición de los modos existentes. Así pues, cuando las nociones comunes nos conducen necesariamente a la idea de Dios, nos llevan a un punto en el que todo bascula, y en el que el tercer tipo nos descubrirá la correlación de la esencia de Dios y de las esencias singulares de los seres reales, junto con un nuevo sentido de la idea de Dios y nuevos sentimientos constitutivos de este tercer tipo (V, 21-37). No hay entonces ruptura entre el segundo y el tercer tipo, sino traspaso de uno vertiendo en el otro la idea de Dios (V, 28); vamos más allá de la Razón como facultad de las nociones comunes o sistema de las verdades eternas que conciernen a la existencia, y entramos en el
entendimiento intuitivo
como sistema de las verdades de esencia (a veces denominado
conciencia,
porque es allí solamente donde las ideas se desarrollan o se reflejan en nosotros tal como son en Dios, y nos hacen sentir que somos eternos).

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