«La capacidad intelectual de una persona crece hasta los 18años y se detiene»:
La inteligencia se amplía mientras se puedan establecer conexiones entre las neuronas y se sigan formando. A toda edad pueden abrirse nuevas vías de aprendizaje y por consiguiente aumentar los conocimientos y la inteligencia.
Otra cosa es que se vaya produciendo, junto a más aprendizaje, mayor olvido de lo más lejano, si no se actualiza convenientemente.
«A partir de cierta edad disminuye la capacidad intelectual por la muerte de las neuronas»:
El número de las neuronas que mueren por la edad es insignificante comparado con las que aún viven. Además, hay muchas neuronas que aún no se han llegado a utilizar y pueden ponerse en actividad.
La disminución de la actividad cerebral de una persona está más relacionada con su inactividad mental que con su potencialidad cerebral.
«Desde el nacimiento se está predestinado para estudiar ciencias o letras»:
No es cierto. La potencialidad del cerebro es tal que cualquier niño es apto para cualquier estudio.
La inclinación o adecuación futura a un determinado estudio, es decir, a un mayor uso del hemisferio izquierdo o derecho, depende de la ejercitación que el niño haya tenido desde pequeño.
«El fracaso escolar es consecuencia de una insuficiencia intelectual»:
Tampoco esto es cierto. Por mucha actividad cerebral que tuviera un cerebro, siempre guarda su mayor parte sin utilizar.
El fracaso escolar es consecuencia de no haberse utilizado la potencialidad innata intelectual o no haberlo hecho de manera adecuada. Nunca de no tener una capacidad adecuada.
«Se ha concedido poca importancia al desarrollo intelectual durante los primeros años de la infancia»:
Es cierto que, durante los cinco primeros años de vida, el niño debería haber aprendido mucho más. De cualquier materia pero esto no quiere decir que a partir de esta edad la capacidad de aprendizaje no sea importante e incluso determinante.
«Los periodos críticos»:
Los periodos críticos, sensitivostambién llamados según otros, existen y deben ser conocidos y tenidos en cuenta para la enseñanza. Pero resulta perjudicial la obsesión por seguir encorsetados periodos.
El conocimiento o la comprensión de una materia cualquiera, mas que en función de una edad, es consecuencia de la existencia de un aprendizaje previo que le sirva de cimiento.
«El aprendizaje es consecuencia de la inteligencia», dice otra falsa creencia:
Bien es cierto que no se puede aprender sin inteligencia. Pero la inteligencia como don genético es un bien potencial. Muy diferente es el cultivo de la misma, que es a lo que realmente debe llamarse inteligencia, medible y comparable.
Esta inteligencia es consecuencia del aprendizaje y no al revés. No se aprende porque se es inteligente, sino que se es inteligente porque se aprende.
Conclusión respecto a las falsas creencias
Por todo lo dicho, más que el potencial genético, nos ha de preocupar qué hacer con la capacidad de la inteligencia que se tiene, que siempre será mayor de la que uno se imagina.
Sin cultivo perseverante y dirigido, la inteligencia nunca dará el rendimiento que realmente satisface al ser humano y sobradamente puede. Así, podríamos decir que los superdotados, aquellos que tienen genéticamente una capacidad muy superior al resto, no pasan en todo el mundo de un par de docenas. Mientras que los genios, los sabios, los cultos, las mentes brillantes, las que resuelven los problemas de la humanidad y la hacen progresar, son aquellas que con una capacidad normal, su inteligencia sí ha tenido una ejercitación adecuada.
Un niño, con la capacidad de hablar, tampoco hablaría si no se le estimulara y enseñase a hacerlo pacientemente.
Qué pueden hacer la familia y la escuela, para favorecer el desarrollo de la inteligencia
Aunque a lo largo de los capítulos que siguen iremos, poco a poco, concretando más cómo estimular la inteligencia de un hijo o alumno, por ahora tengamos en cuenta que todo educador ha de cuidar principalmente la actitud frente al estudio y aprendizaje de los hijos:
— Los padres y profesores deben tener una actitud positiva ante el estudio de un hijo o un alumno. Esto no siempre es fácil, pero sí determinante. Lo fue para Einstein.
— Cuando un hijo no parece muy inteligente (práctico), si se le dice que es inteligente, se convierte en inteligente. Porque en realidad todo ser humano lo es. Solo ha de ponerse la capacidad en práctica.
— Ha de crearse en él una autoimagen positiva como estudiante.
— Si ya poseyera una autoimagen negativa, hay que emitirle mensajes positivos sobre algunas facetas del estudio (por ejemplo: si no saca buenas notas, resaltar en público la intensidad que tiene su trabajo y, si no es posible, la eficacia con lo poco que hace, o la habilidad que tiene en algún aspecto de alguna asignatura, etc.).
— Favorecer en todo momento el modo personal de resolver los problemas, más cuando ese modo sea distinto al que nosotros hubiésemos empleado. Es demasiado frecuente la intervención prematura de padres y profesores antes de que el niño o adolescente lo resuelva o intente resolverlo por sí solo. Es preferible siempre —salvo peligro de daño físico serio o moral— dejar que un hijo resuelva el problema con los medios que tiene a su alcance y siguiendo su propia intuición, con la menor ayuda posible por parte de un adulto o de un hermano mayor conocedor de la solución.
— Cuando un niño tiene un problema y sabe que un adulto cercano conoce la solución, su cerebro —inteligente— le dice que el camino más corto es preguntar y exigir la respuesta a un adulto, un compañero o un libro. Aunque sea dando pena. Si se hace, se priva al hijo o alumno de la oportunidad de hacer buscar a su cerebro otra vía y estrenar así un nuevo circuito en su cerebro que le permita aprender y adquirir mayor musculación. El niño que se habitúa a buscar las soluciones por sí mismo, confía más también en que las logrará: cimiento del buen estudiante y del niño con autoestima y personalidad. No quiere decir esto que no se pueda ayudar a los hijos en sus tareas de aprendizaje, sino que se debe estar a su lado, siguiendo el proceso y dejando que haga lo que puede hacer.
Pero veamos más acciones al alcance de los educadores, como potenciar la inteligencia:
Si son niños pequeños (menores de 5 años):
— Adelantar la lectura. Cuando un niño muy pequeño pronuncia por primera vez, defectuosamente aún, la palabra vaso, está leyendo abstractamente la forma del vaso: lee y pronuncia un concepto y una palabra. Este ejercicio, que se suele hacer con 1—2 años, es mucho más complejo que lo que conocemos por lectura escolar. El niño puede aprender a leer incluso antes de pronunciar. Adelantar en edad la enseñanza de la escritura también. Así como adelantar el cálculo matemático. Jugar con estructuras de madera o plástico. Jugar con piezas encajables.
A partir de los 4 años y hasta la adolescencia:
— Utilizar en su presencia, con propiedad, un vocabulario lo más rico posible, sobre todo en el ámbito del hogar, en el vecindario, durante los viajes.
— Con la máxima riqueza de matices de adjetivos y variedad de argumentos. Por ejemplo, no es lo mismo azul, que azul celeste o turquesa. No es lo mismo perro que husky siberiano o pastor alemán.
— Potenciar el desarrollo de sus siete sentidos: olfato, vista, tacto, oído, gusto, equilibrio e interior (sentir dolor interno e incluso ser capaz de localizarlo: es como el tacto pero interno).
Esto se puede hacer, por ejemplo, mediante:
— Frascos transparentes, rellenos de líquidos, para que el niño al verlos diga rápidamente si se trata de vinagre, aceite, jabón, agua, etc., por ejemplo.
— O rellenos de sólidos: garbanzos, lentejas, azúcar, sal, semillas de trigo, harina, cemento, etc.
— Así como con piezas de madera, sabiendo identificar el tipo (nogal, castaño, cerezo, pino...).
— Distinguir entre tipos de tela (lino, loneta, pana, crevillé...)
— O entre diferentes metales (hierro, acero, aluminio...).
— Cogiendo dos objetos, uno en cada mano, y calcular cuál pesa más.
— Tocando folios de diferente grosor y cartulinas, para tener que distinguir cuál es más gruesa o delgada.
— Jugar a distinguir un instrumento como piano, violín, platillos, tambor..., en una interpretación musical.
— Jugar a distinguir con los ojos vendados, sabores, empezando por definirlos como salados, sosos, ácidos, picantes, dulces...
— Jugar a describir con los ojos vendados y guiados por el tacto, entre superficies rugosas, lisas, ásperas, rayadas, abultadas...
— O calcular distancias a simple vista. Cortas y largas.
— Etc.
Recordemos que el niño cuando aprende se hace inteligente, no que aprende cuando lo es.
Las razones más frecuentes del fracaso y del éxito escolar
Llamamos fracaso escolar a la situación académica en la que se encuentra quien no logra resultados acordes a su capacidad intelectual. Siendo el éxito escolar su contrario. Por tanto, éxito escolar no es igual a una media de sobresaliente en las calificaciones, si el desarrollo de la inteligencia de un estudiante no corresponde con esa nota.
Aunque sí todos los alumnos deben al menos aprobar, ya que el sistema educativo actual contempla que alumnos con dificultades objetivas para desarrollar su inteligencia, obtengan igualmente el aprobado, si cumplen con unos procedimientos, actitud y conceptos mínimos que son adaptables curricularmente a todos los alumnos que lo necesiten. Esto, pese a ser así legal, pedagógica y moralmente, no siempre es tenido en cuenta en todas las ocasiones por padres, educadores ni estudiantes.
Pese a ello, la mayoría de los fracasos escolares de hoy se dan en alumnos no solo con perfecta capacidad intelectual para lograr el éxito escolar, sino entre alumnos con una capacidad superior a la media.
Así, entre los alumnos con tres suspensos de media por evaluación de una clase se encuentran muchos de los alumnos que en los tests de inteligencia sacarían los mejores coeficientes intelectuales.
Esto ocurre porque detrás de la mayoría de los fracasos escolares, está la falta de estimulación, motivación y baja autoestima del alumno como tal; así como tras el éxito escolar está su contrario.
Esta falta de estímulo, motivación y autoestima, a menudo son el fruto de las más comunes causas del fracaso escolar:
Causas del fracaso escolar más comunes:
— Una mal llevada adolescencia.
— Una mala adaptación al grupo.
— Mala adaptación por parte del alumno a un educador concreto, bien por la carencia de recursos educativos de este, o por la del alumno. Por la de ambos normalmente.
— Enfermedad, mental o física, temporal o crónica en el alumno o en el educador.
— Complejos. Timidez.
— Dificultades de adaptación cultural, en caso de desconocimiento del idioma o de las costumbres.
— Deseo de castigar a los padres con el fracaso como arma arrojadiza. Que se da, sobre todo, en caso de separaciones, divorcios, celos, superprotección y autoritarismo.
— Aprendizaje defectuoso de los conocimientos previos, básico para la enseñanza. Especialmente de la lectura.
— Malas experiencias educativas previas que influyen en la consideración del alumno ante la educación obligatoria.
— Exceso de emotividad.
— Causas afectivas y emocionales.
— Falta del aprendizaje mínimo de las técnicas de estudio que posibilitan la destreza de aprendizaje en el modo y tiempo que se exige.
— Falta de hábito de estudio, concentración y atención. Situaciones ambientales excesivamente adversas. Superdotación.
Las causas mas comunes del éxito escolar son:
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Una equilibrada personalidad.
·
Una adolescencia suave en sus manifestaciones de rebeldía, inseguridad y cambios.
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Aceptable adaptación al grupo.
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Adaptación sin conflicto por parte del alumno a cada educador en concreto, bien por la maestría de éste, la disposición y actitud del alumno o por la conjunción de ambas normalmente.
·
Salud mental y física del alumno y el educador.
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Alta autoestima por parte del alumno. Si no de ambos. Adaptación cultural, en caso de desconocimiento del idioma o de las costumbres.
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Buena relación paterno-filial.
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Ausencia de celos excesivos.
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Aprendizaje basado en conocimientos previos, básicos para la enseñanza. Especialmente en el aprendizaje de la lectura.
·
Buenas experiencias educativas previas que influyen en la consideración del alumno como tal.
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Equilibrada afectividad y emotividad Aprendizaje mínimo de las técnicas de estudio que posibilitan la destreza de aprendizaje en el modo y tiempo que se exige.
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Hábito de estudio, concentración y atención.
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Adaptación de las exigencias del educador a las cualidades del alumno concreto.
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Situaciones ambientales no adversas en exceso.