La creatividad
Crear es más humano que repetir. María llevó al colegio un dibujo de un paisaje. Estaba en Asturias y era el cielo visto desde abajo. Una gama de grises y blancos de resultado precioso. Al verlo al día siguiente la profesora le dijo. Pero un paisaje ha de tener casa, chimenea, camino, árboles...
Muchos fracasos escolares no se interpretarían como tales si la creatividad de un alumno fuera un valor en la escuela.
Pero los profesores que han logrado despertar en los alumnos el interés por aprender de forma creativa, raras veces han durado en el trabajo, porque suelen ser echados por no cumplir las expectativas que se tenían en él.
Curioso y real. John Steinbeck, otro ganador de un Premio Nobel, escribió sobre uno de los tres auténticos maestros que había encontrado en su vida:
«Insuflaba curiosidad a la clase y sus alumnos presentaban verdades atesoradas en sus manos como luciérnagas capturadas. Fué despedido porque no enseñaba las cosas importantes».
Si bien siempre ha sido difícil encontrarse con un profesor que inspire y guíe a los alumnos para que
«atesoren las verdades en sus manos como luciérnagas capturadas»
, más difícil resulta encontrar a uno que inspire a los estudiantes a
«capturar luciérnagas»
y al mismo tiempo aprender
«las cosas importantes»
.
Hoy, con el acceso a la información mundial a través del uso cotidiano de las nuevas tecnologías, es mucho más necesario que nunca encontrarse con algún profesor más preocupado por inculcarles la motivación y capacidad que le permitan seguir aprendiendo el resto de sus vidas.
La escuela de los últimos años y aún vigente de forma predominante ha sido una escuela impersonal, objetiva, fría, más o menos autoritaria según el caso, que ha valorado más la obediencia y autoridad y la organización por encima de todo. Mucho más que la auténtica libertad y la creatividad. Lo que ha generado alumnos incapaces de compromiso. Y para triunfar hay que comprometerse.
Los profesores son los primeros que no se comprometen con los alumnos. La razón: la entrega resulta molesta, implica tiempo, generosidad e incluso puede comprometer y poner en peligro su propio prestigio, si no les sale bien.
Cuando un profesor educa de una manera creativa, ha de sacrificarse, desplegar una gran cantidad de energía, incluso de sufrimiento.
Igual, los padres. Enseñar y educar creativamente es imposible para el profesor y padre que cree que entregarse al alumno o al hijo es rebajarse o ponerse en peligro.
No es creativo el profesor cuya labor principal es evaluativa. Se pone en el campo contrario del alumno, en lugar de en el mismo campo.
El profesor ha de preocuparse más por el alumno y decir menos que se preocupa. Ha de saber escuchar absorto, no menospreciar nunca, no ridiculizar, demostrarle al alumno que es merecedor de todo su empeño y su entrega continuada, por— que merecerá la pena.
El desarrollo creativo del niño y el adolescente tiene la particularidad de acrecentar la capacidad creativa del sujeto, pero también la de proporcionarle estímulo suficiente que se extienda a la enseñanza menos creativa.
De forma que quien se desarrolla mediante la creación halla fuerzas para aprender mejor y poner mayor esfuerzo en el resto de enseñanzas no creativas.
Se convierte, sencillamente, en un estudiante más eficaz. Siempre que encuentre un profesor o unos padres que no se estanquen en la creación y además, le enseñen
«las demás cosas importantes
»
.
Los padres y los profesores no son conscientes de las numerosas veces que minaron la creatividad de sus hijos o alumnos. Por ejemplo, cada vez que dijeron:
·
No me preguntes que ahora no puedo.
·
Pregúntale a otro y deja de molestarme.
·
Pero cómo se te ha ocurrido hacer esto así.
·
Olvídate de esto. No te interesa.
·
No te metas donde no te importa.
·
Etc.
Con demasiada frecuencia padres y profesores se contrarían cuando se les hace una pregunta que no saben contestar.
Muchos de los que dicen que ellos animan a los niños a hacer preguntas, exigen que se las hagan con corrección. Es decir, sobre lo que el profesor o padre sabe responder y de la forma en que ellos la entiendan. Es decir, preguntas que no sean demasiado creativas.
Que un hijo o un alumno haga preguntas cuya respuesta no conozca bien, debería ser lo normal. Signo de que se está estimulando la inteligencia del niño, su creatividad, autoestima y afán de descubrir.
A Thomas Alva Edison le castigaban en el rincón por las preguntas que hacía. Natural. Hasta que un día el profesor se enfadó tanto, que Thomas abandonó la escuela.
También a Einstein se le pidió que abandonara la escuela porque hacía muchas preguntas que sus profesores no sabían contestar.
Pero también ocurre esto hoy. Y ocurre igualmente en la familia. Con la diferencia que los niños no pueden abandonar ni ser expulsados del hogar.
Muchos ejercicios podrían hacerse para estimular la creatividad de un niño y de un adolescente. En los dos casos bueno es empezar por no decirles nunca lo que pueden averiguar por sí mismos. Sin posponer la respuesta, sino haciéndoles que reflexionen acompañándolos en su razonamiento hasta que den con la ella.
¿El desarrollo creativo hay que dejarlo al azar?
En absoluto. Sabemos que la creatividad se toma un descanso primero a los 5 años y otro descanso más a los 9 o 10 años. Y que en ocasiones desde este último, parece no volver nunca.
Algunos defienden que hay que dejar las puertas abiertas por si vuelve. Sin hacer nada para provocarlo. Pero esta postura es muy antigua.
Hoy se sabe que a los 10 años el niño renuncia a su creatividad, sacrificándola inútilmente, porque en el ambiente parece haber aprendido que ha de concentrarse en
«otras cosas más importantes
»
para la etapa que se les viene encima.
Pero hay niños que, estimulados en su componente creativo, no solo siguen siéndolo tras los 10 años, sino que aprovechan sustancialmente su poder creativo para resolver sus problemas de pubertad, adolescencia y madurez.
Osborn y Parnés y otros miembros de la Creative Education Foundation, desarrollaron uno de los métodos creativos para la solución de problemas más extendidos en el mundo, que se ha identificado con la
brain-storming
(tormenta de ideas), y que tiene los siguientes pasos:
1º Sentir como un desafío personal cada problema.
2° Reconocer el problema real.
3º Crear soluciones alternativas. Posibles soluciones. Las ideas tontas en esta fase pueden ser muy útiles. (Cuando un día expliqué esto en clase, un alumno me dijo:
«Ah, como en la serie de tv House»
).
En la tormenta de ideas, hay cuatro reglas básicas:
·
Se prohíbe la crítica.
·
Libertad absoluta de expresión.
·
Es deseable una gran cantidad de ideas.
·
Combinación y perfeccionamiento de ideas.
4º Evaluación de ideas.
5º Preparación para poner las ideas seleccionadas en práctica.
En definitiva, es seguir la siguiente secuencia:
EL PLANTEAMIENTO
LOS DATOS
EL PROBLEMA
LAS IDEAS
LAS SOLUCIONES
LA ACEPTACIÓN
EL NUEVO DESAFÍO
Lo que se necesita para potenciar la creatividad es
— Conocer a los niños.
— Confiar en ellos.
— Hacerles participar.
— Comenzar por preguntas de respuesta no establecidas.
— Comprometerse en las condiciones.
— Llegar hasta el final.
— Llevar las soluciones creativas hasta su ejecución para convertirlas en importantes por cuanto suponen una real disipación del problema.
— Gratificarles personalmente (no materialmente) por el hecho de ser capaces de utilizar lo que ya saben para llegar a lo que no sabían, sintiéndose a gusto explorando experiencias novedosas desconocidas.
En conclusión
La creatividad no solo es una opción de los alumnos que tienden a ella, sino una necesidad para todos.
La creatividad puede hacer que el niño o adolescente se motive por algo más que por buscar un resultado o un logro. Y siendo esto mucho, no lo es todo.
La creatividad, no solo desarrolla la inteligencia y hace al niño más valioso, más humano, sino que también le ayuda a encaminar su aportación al progreso del ser humano, dirigiendo sus capacidades, sus problemas y soluciones, a cuestiones de interés humano. Empleando para ello todo su potencial.
Hace por tanto del niño y adolescente, un ser necesario e importante para el resto de sus congéneres. Capaz de hazañas grandes. Independiente para ponerse al servicio de los demás. De competencia creciente. De creciente prestigio y aprecio. De mayor responsabilidad social. Capaces de lo mejor.
El estímulo
Pedro, de 10 años, estaba sin hacer nada sobre su mesa.
«¿No te pones a trabajar?»
, le dijo el profesor.
«Es que usted ha dicho que esto era muy fácil y cualquiera lo va hacer bien»
, le contestó Pedro. El estímulo es realmente poco conocido. Su importancia y los medios para lograrlo aún menos. Una de las claves en la vida de Albert Einstein fue el estímulo de su padre adoptivo y la motivación que encontró al final.
Cuanto menos autocrática y más democrática sea una sociedad, menos eficaces son en ella los premios y castigos, y más eficaz el estímulo.
Hoy es más difícil conseguir que un niño se comporte, estudie, se esfuerce, si decide no hacerlo. La presión del exterior tiene menos influencia cada día y es preciso sustituirla por estímulos internos, que son los duraderos.
Lo que un niño decide hacer depende del concepto que tenga de sí mismo, de los demás y de los medios que considera viables para encontrar su propio sitio.
Todos los niños y adolescentes experimentan la necesidad de estar convencidos de que valen, y que aquellas personas más importantes para ellos, así lo piensan también.
Cada niño necesita el estímulo, como el agua las plantas. Sin estímulo su crecimiento carecería del vigor necesario y su capacidad disminuiría. Los niños están expuestos a una serie de experiencias desanimantes. El estímulo es esencial para contrarrestarlas.
El niño se porta mal solo si está desanimado y no tiene fe en sus habilidades para obtener éxito por los medios adecuados. El estímulo implica fe en el niño. Que le obliga a creer en su fuerza y habilidad actual, no en sus posibilidades.
Se estimula cuando se cree de verdad que un niño es capaz de hacer lo que se espera de él. Tal y como es ahora, no como podría llegar a ser. Si no se confía en él, tal y como es en la actualidad, no se le puede estimular.
E. Neisser relaciona seis actitudes por las que los padres pueden convencer a un hijo o alumno, de que realmente tienen fe en él. Actitudes que podrían estar simbolizadas por las siguientes expresiones:
1. Tú eres de los que pueden hacerlo.
2. Es bueno que lo intentes. No conseguirlo no es ningún fracaso.
3. Pongamos algunas metas cortas, accesibles. Superables.
4. Has de estar satisfecho por el buen intento, seguro de tu capacidad de lograrlo.
5. Te acepto tal y como eres. Tú has de tener un buen concepto de ti mismo.
6. Te garantizo ciertos derechos y privilegios.
Necesitamos estimular, si queremos ser eficaces, en la dirección en la que no solo se obtenga éxito personal, sino también social.
Métodos para estimular
El niño no se limita simplemente a reaccionar ante los problemas que se le plantean, sino que es un participante activo en la solución de los mismos.
Aprende rápidamente a transformar en su propio beneficio las actitudes de aquellos que le rodean. Igual que un niño en su mal comportamiento siempre busca: atención, poder, venganza o demostrar imperfección, cuando encuentra el estímulo suficiente dirige todos sus actos al buen comportamiento. Que le llena más.
Por eso, en el buen comportamiento de todo niño o adolescente, siempre hay detrás una persona que supo estimularle. Que, como toda persona que estimula, supo:
— Animarle a preguntarse.
— Escucharle activamente.
— Hacerse acompañar por el niño para realizar tareas de adultos inteligentes.
— Valorar al niño tal y como es.
— Mostrar fe en el niño. Lo que hace que adquiera fe en sí mismo.
— Tener fe en su habilidad y ganar su confianza mientras se fomenta el respeto del niño a sí mismo.
— Reconocer una tarea bien hecha. Felicitarle por el esfuerzo llevado a cabo.
— Mover al resto de educadores a fomentar el desarrollo intelectual del niño.
— Asegurar que con nuestro comportamiento con él y con los demás de la familia o la clase, el niño se siente parte de esta.
— Ayudar a fructificar las habilidades y conocimientos ya adquiridos.
— Reconocer los valores positivos que el niño ya posee y se apoya en ellos.
— Valerse de los temas de interés del niño para estimular su deseo de aprender.
Lo más importante es, con todo, la valoración sincera por parte del padre o el educador.