Read Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
—Yo nunca traicionaría al círculo. Y nadie puede obligarme a hacer nada que yo no quiera hacer, Luke..., ni siquiera tú.
—Pero ahora me estás llevando allí, ¿no? —replicó Luke—. Y si se limitan a no perdernos de vista, entonces también les llevarás hasta allí. Les basta con seguirnos y con tener paciencia. Eso es lo que estoy buscando, ¿comprendes? Busco a alguien que pueda estar siguiéndonos. Si alguna de esas naves que están despegando de Teyr vuelve a aparecer..., vuelve a aparecer más tarde, entonces tendremos que hacer algo al respecto.
—El círculo puede protegerse a sí mismo.
—Estoy seguro de que los Jedi también pensaban que no corrían ningún peligro —dijo Luke—. Pero estaban equivocados.
—Los Jedi se enfrentaron a un enemigo terrible y a la traición de uno de los suyos —dijo Akanah.
—Oh, todavía quedan enemigos más que suficientes —dijo Luke—. Todos los dictadores y señores de la guerra de los sectores imperiales, por ejemplo..., incluida la almirante Daala, que no me parece probable haya encontrado alguna nueva afición en la que ocupar su tiempo. Después tenemos los cientos de miles de sistemas habitados de las Fronteras, el Sector Corporativo...
—Y también está la Nueva República.
Luke se volvió hacia ella.
—¿Qué has dicho?
—Ahora la Nueva República ocupa el lugar que antes estaba ocupado por el Imperio. Se ha convertido en el nuevo gran poder de la galaxia, ¿no? —dijo Akanah—. Los líderes de la Nueva República son los que más tendrían que perder si alguien consiguiera desafiar su poderío con éxito, y el poder de la Nueva República supone la mayor amenaza a la que han de enfrentarse quienes eligen mantenerse alejados de los demás y pensar de una manera distinta.
—¿Piensas que la Nueva República está persiguiendo a los fallanassis? Vamos, Akanah... ¿Cómo puedes pensar eso?
—¿Por qué no? —replicó Akanah sin inmutarse—. Fuiste tú quien decidió que esos hombres de Lucazec eran agentes imperiales. ¿Cómo sabes que no habían sido enviados por Coruscant? ¿Cómo sabes que no estaban trabajando para vuestra INR?
La sugerencia era absurda, risible..., pero aun así consiguió reducir a Luke al silencio. Volvió a clavar la mirada en los controles e intentó poner algo de orden en sus pensamientos. Por alguna razón inexplicable, se sentía incapaz de recordar por qué había estado tan seguro de que los hombres de laltra eran agentes imperiales que habían permanecido pacientemente ocultos esperando su oportunidad. Y la sugerencia de Akanah ofrecía una explicación a algo para lo que Luke carecía de explicaciones, ya que los principios morales de los elomines eran tan rígidos que la mera perspectiva de que uno de ellos estuviera trabajando para una red de espionaje imperial resultaba totalmente inimaginable. Pero la INR...
Extraviado, NR40-844033, propietario Tok-Foge Pokresh, registrado en Bothawui...
—Yo soy la única persona que podía proporcionarles esa información —acabó diciendo Luke, y meneó la cabeza—. Pero esa noche sólo hablé con Han y Leia. Y Leia ni siquiera me dio ocasión de que le contara lo poco que sabía. Nadie sabía que me iba, o por qué.
Akanah le rozó el hombro.
—Te ruego que no pienses que sospechaba de ti —dijo—. Los hombres de laltra no te esperaban..., y si el INR hubiera podido contar con tu ayuda, entonces no habrían tenido ninguna necesidad de seguir nuestro rastro.
—Bueno, en realidad ni siquiera sé si nos están siguiendo —dijo Luke—. Sólo quiero asegurarme de que nadie intenta hacerlo..., y, en el caso de que lo intenten, quiero asegurarme de que no se salgan con la suya. Si llega a ser necesario, ahora podemos saltar al hiperespacio en cualquier momento. Y antes de que hagamos nuestro último salto hipererespacial, voy a repasar toda esta nave desde el morro hasta las toberas y me aseguraré de que no hemos adquirido ningún sistema de seguimiento nuevo mientras estábamos estacionados en Teyr.
—Confío en que adoptarás todas las precauciones adecuadas. Sé que te juegas tanto en esto como yo —dijo Akanah—. ¿Te importaría que me acostara un rato? Cuando estábamos en el Aerotrén del Abismo no dormí demasiado bien.
Adela, NR32-000439, propietaria Refka Trell, registrado en Elom...
—Claro —dijo Luke—. Adelante, vete a dormir. Te avisaré si ocurre algo inesperado.
Akanah le apretó suavemente el hombro.
—Gracias —dijo, y empezó a girar sobre sus talones.
—Akanah...
—¿Sí?
—¿Qué sabes sobre nuestro destino?
—Sé que Atzerri es un mundo de los Comerciantes Libres, y muy poca cosa más.
—Pues yo ni siquiera sabía eso —dijo Luke, volviéndose hacia ella—. De hecho, creo que sería mejor que estableciera contacto con el atlas del Ministerio de Estado de Coruscant y solicitara un informe general a los bancos de datos diplomáticos.
—¿Puedes hacerlo?
—Creo que sí —dijo Luke—. Estaría utilizando un canal de punto a punto y no haría ninguna emisión, así que nadie se enteraría.
—Pero en Coruscant lo sabrían —dijo Akanah—. Sería como hacer un anuncio público de adónde vamos.
Luke meneó la cabeza.
—No he olvidado lo que acabas de decir, pero no puedo tratar a esas personas como si fueran enemigos nuestros —dijo—. Claro que... Siempre podría enviar varias solicitudes de información, de tal manera que la petición de datos sobre Atzerri sólo sería una más entre la multitud. ¿Te sentirías más tranquila de esa forma?
—Haz lo que creas necesario —replicó Akanah con una leve sonrisa—. La ignorancia también tiene sus riesgos. Sopesa esos riesgos, y compáralos con los que supone revelar nuestros planes. Si te parece que la balanza acaba inclinándose en favor de solicitar esa información, y si esperas hasta que hayamos saltado al hiperespacio antes de solicitarla, entonces no tendré nada que objetar a tu decisión.
Poco después de la reorganización del gobierno, Nanaod Engh había entregado a Luke códigos de acceso a la mayoría de los verdaderos tesoros de la Nueva República, entre los que las bibliotecas centrales de datos de las distintas ramas del Ministerio General ocupaban un lugar destacado.
Gracias a la intervención del almirante Ackbar, Luke también disponía del nivel de acceso de seguridad más elevado jamás concedido a un civil.
Esa combinación de códigos y nivel de seguridad hacía que Luke pudiera disponer de una gran cantidad de información en el momento en que lo deseara. Pero el acceso había sido concedido como una cortesía, y no como una necesidad. Las curiosidades más apremiantes de Luke estaban relacionadas con zonas que tenían muy poco interés para las burocracias, y hasta aquel momento nunca había encontrado una razón que le impulsara a hacer uso de los favores que le habían sido concedidos.
Pero de repente tenía una razón. Hasta el momento, su contribución a la expedición había sido tan modesta que casi rozaba la invisibilidad. Luke dependía completamente de Akanah en todo lo referente a la información, y resultaba bastante difícil ver qué necesitaba Akanah de él. Compañía, tal vez, y sus habilidades como piloto, pero ciertamente no protección; Akanah se había mostrado muy clara respecto a eso.
Akanah le había ofrecido un regalo de gran valor yendo a verle, y había tenido que superar bastantes obstáculos para poder hacerlo. Luke no sólo se sentía incómodamente dependiente de ella, sino que también tenía la sensación de haber contraído una deuda involuntaria...., y tenía muy poco que ofrecer a cambio para poder equilibrar la balanza.
Pero la información sobre el
Estrella de la Mañana
que había obtenido le daba una oportunidad de ser un poco más útil.
Si le hubieran interrogado al respecto, Luke habría dicho que la suspicacia no había jugado ningún papel en su decisión de establecer contacto con el Registro de Naves de la Nueva República mediante su código de acceso militar. Aunque Akanah hubiera extraído su nuevo destino de la Corriente, ya había transcurrido mucho tiempo desde que los fallanassis se fueron de Kell Plath. La perspectiva de otro Griann que les hiciera perder su pista era razón más que suficiente para tratar de explotar al máximo ese descubrimiento.
Aun así, y sin que ni él mismo entendiera muy bien por qué, Luke esperó hasta que Akanah estuvo dormida antes de establecer la conexión en el sistema de hipercomunicaciones. No quería que Akanah pensara que estaba intentando verificar la historia que le había contado y saber algo más sobre ella, desde luego; pero Luke también era consciente de que él tampoco quería permitirse llegar a pensar que estaba haciendo averiguaciones sobre Akanah porque no se fiaba de ella. Tenía que ser capaz de confiar en Akanah. Todo lo que había hecho hasta aquel momento, y su mismísima presencia junto a ella en esa cabina, dependían de eso.
—Registro de Naves.
La Aventurera Verpine no disponía de un teclado que permitiera llevar a cabo entradas de alta seguridad, por lo que Luke tuvo que transmitir los códigos vocales.
—Autorización verificada —dijo el encargado del registro—. Adelante.
—Necesito un informe sobre una nave particular.
—Sí, señor. ¿Rápido o completo?
—¿Qué diferencia hay?
—El informe completo incluye todo lo que haya registrado en las distintas bases de datos que están conectadas al sistema: tasas, transferencias, puertos visitados... Incluye todo aquello de lo que disponemos, sea lo que sea. Salvo en el caso de las naves recién salidas de fábrica, la cantidad de información puede llegar a ser realmente considerable.
—Completo —dijo Luke—. La nave es la
Estrella de la Mañana
, registrada en Teyr, propiedad de...
—La tengo en mi pantalla, señor —dijo el encargado del registro—. Un informe completo requiere aproximadamente una hora de tiempo. ¿Desea que se lo envíe a su identificador de hipercomunicaciones actual cuando el informe esté preparado, o prefiere que lo retenga aquí hasta que vuelva a ponerse en contacto con nosotros?
—Envíemelo —dijo Luke.
—Muy bien, señor. ¿Alguna cosa más?
Luke echó un rápido vistazo por encima del hombro y desplegó sus sentidos para confirmar que Akanah estaba dormida.
—Sí —dijo, dejándose llevar por un impulso repentino—. También querría un informe completo sobre un esquife, una Aventurera Verpine con número de registro RN80-109399, sin nombre registrado actual, propietario y puerto de destino desconocidos...
—La tengo en pantalla, señor. ¿Desea que le envíe este informe junto con el otro?
—No —dijo Luke—. Ya volveré a llamar.
—Muy bien, señor. ¿Alguna cosa más?
—No.
—En ese caso, puede cerrar la conexión.
—Cerrando conexión —dijo Luke, y alargó la mano hacia los controles.
Y después se preguntó por qué obedecer aquella orden le hacía sentirse tan sucio.
La siesta de Akanah duró más de tres horas, pero el informe del Registro de Naves todavía no había llegado cuando empezó a removerse. La joven no le dijo nada cuando salió del cubículo de sueño, y después desapareció durante varios minutos detrás de la pantalla de intimidad de la unidad sanitaria.
Cuando emergió de ella, Luke vio que Akanah había decidido prescindir de la prenda más ondulante y de múltiples capas que había llevado durante su estancia en el planeta en favor del sencillo traje de una sola pieza y mangas largas ceñido al cuerpo que había estado utilizando durante una gran parte del salto a Teyr. Cuando se reunió con él en los controles de vuelo, Luke percibió el tenue aroma que la unidad de limpieza había dejado en su ropa.
—¿Nos ha salido alguna sombra?
—Ninguna, o por lo menos ninguna que sea lo bastante torpe como para haber delatado su presencia hasta el momento —dijo Luke—. Hay dieciocho naves... No, espera, ahora ya son diecinueve... Bien, hay diecinueve naves viajando por este corredor de salida. En teoría todas se dirigen hacia la Encrucijada de Foless o van hacia Darepp.
—¿En teoría?
—Según las reglas de la libertad de navegación, las naves no tienen que presentar planes de vuelo o anunciar su destino, les basta con comunicar su presencia cuando se marchan de aquí y cuando llegan al sitio al que van.
Akanah se inclinó hacia adelante para estudiar las pantallas que mostraban los datos de navegación.
—¿Cómo has conseguido que muestren estos indicadores? Cuando venía hacia Coruscant, sólo me enseñaron estas barras verdes. El sistema de control ni siquiera quiso explicarme qué eran.
—Las opciones de visualización figuran en los menús de secuencias de mando, pero en realidad la pantalla básica te dice todo lo que necesitas saber durante la mayor parte del tiempo —dijo Luke—. Una barra verde te indica la presencia de una nave que se encuentra lo suficientemente lejos de ti para que no haya ningún peligro y que está siguiendo un curso de no colisión. Una barra amarilla quiere decir que los sensores han detectado la presencia de una nave que se encuentra un poco más cerca de lo habitual, pero que no está siguiendo un curso de colisión. Una barra roja te indica que los sensores han detectado la presencia de algo que está siguiendo un curso de colisión. En el caso de las rocas se utilizan los mismos colores, con la única diferencia de que el símbolo empleado es un círculo..., como ése de ahí.
—Así que cualquier símbolo rojo significa que hay algún peligro, ¿no?
Luke asintió.
—Estoy seguro de que esta nave cuenta con algunas alarmas francamente ruidosas, y de que también dispondrá de protocolos para evitar colisiones.
—¿Y si alguien disparase un cohete contra nosotros? ¿Aparecería como una barra roja?
Luke frunció el ceño y reflexionó durante unos momentos antes de responder.
—Probablemente aparecería como un círculo, igual que si fuera un cuerpo asteroidal que se estuviera moviendo muy deprisa —dijo por fin—. Los cohetes no emiten señales de identificación, y los sensores de los esquifes no disponen de módulos de reconocimiento de amenazas.
—Nunca he estado a bordo de una nave de guerra —dijo Akanah—. ¿Qué diferencias hay entre esta cabina de control y el puente de un navío militar?
—Oh, son dos mundos totalmente distintos —dijo Luke.
—¿Y en qué se diferencian exactamente?
—Bueno... En un navío militar, los sistemas automatizados están ahí para ayudar al piloto, y prácticamente todo lo que tiene alguna importancia se hace a través de tus manos en los controles —le explicó Luke—. Una nave como ésta ha sido diseñada para que los sistemas expertos se encarguen de la mayor parte de funciones de navegación y pilotaje a fin de evitar que un piloto descuidado pueda cometer algún error.