Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (20 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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—El pasado es inalterable y ya no puede ser cambiado —dijo Akanah—. Lo que me importa y me preocupa es lo que harás hoy, o mañana. Conozco tu pasado y conozco tu herencia..., y ya te he visto matar en una ocasión. ¿Es que no puedes entender cuan ajeno y aborrecible me resulta todo esto, y cómo va en contra de todo aquello en lo que creen quienes dieron refugio a Nashira?

—No confías en mí.

Akanah juntó las manos sobre su regazo y, cuando respondió, lo hizo en un tono tan bajo que Luke apenas si pudo oírla.

—Lo estoy intentando, Luke..., pero no sabes lo difícil que me resulta confiar en alguien que cree en lo que tú crees y que tiene tu poder.

Luke le lanzó una rápida mirada de soslayo para ver qué cara estaba poniendo.

—¿Estás diciendo que te doy miedo... por esto? —preguntó, y apoyó la mano sobre la espada de luz oculta en su bolsillo.

—Supongo que sí —respondió Akanah—. No quiero temerte.

—Yo nunca te haría daño, Akanah —dijo Luke—. He traído esto conmigo por si había alguna sorpresa esperándonos..., no para amenazarte.

—Yo voy por el mundo sin ningún arma —dijo Akanah—. ¿No podrías hacer lo mismo?

Luke movió la cabeza en una lenta negativa.

—No mientras siga considerándome un Jedi. La espada de luz es algo más que un arma... Es una herramienta para adiestrar la mente y el cuerpo. Y se ha convertido en una parte de mí; es como una extensión de mi voluntad.

—Y en una manera de imponer tu voluntad a los demás.

Luke volvió a menear la cabeza.

—La mayor parte de la disciplina de la espada de luz está relacionada con la defensa.

—¿Y qué me dices del resto?

—El resto... El resto requiere que estés muy cerca de tu adversario, lo suficientemente cerca para que tengas que mirarle a los ojos —respondió Luke—. Es una idea muy anticuada, y civilizadora. Si lo único que quieres es matar deprisa, eficientemente y de manera impersonal, un desintegrador es un arma mucho más adecuada. Después de todo, los soldados de las tropas de asalto del Emperador no iban armados con espadas de luz.

—Todas mis pesadillas me muestran lugares donde hay hombres que quieren matar «eficientemente» —dijo Akanah, volviendo nuevamente la cabeza hacia la ventanilla—. Y la peor pesadilla de todas es pensar que sólo existe un universo, y que es un sitio así.

Grainn había sido trazada sobre las llanuras de Teyr con la ayuda de una brújula y una escuadra. Sus calles, regularmente espaciadas y llenas de casas de tamaños igualmente regulares, se entrecruzaban con la implacable precisión del ángulo recto dentro de una rejilla de cinco kilómetros cuadrados. El corazón de la ciudad contenía una pequeña zona comercial que atendía tanto a los residentes como al tráfico que discurría por la Calzada de la Cosecha. Alrededor de los límites de la ciudad había un muro formado por silos, graneros, cúpulas agrícolas, cobertizos para las cosechadoras automatizadas y los saltacielos, torres de control para el sistema de irrigación y el resto de instalaciones necesarias para cultivar los campos que se extendían al otro lado del muro.

—Bienvenidos a la hermosa Griann —dijo Luke, dirigiendo la burbuja hacia una estación de reaprovisionamiento—. ¿Y ahora qué? ¿Tienes algún plan?

—Tengo una dirección —dijo Akanah—. Norte Cinco y Veintiséis Abajo... Mi amiga Norika vivía allí.

Luke le lanzó una mirada interrogativa.

—Pensaba que se suponía que los niños debían permanecer escondidos —dijo—. ¿Cómo has llegado a conseguir una pista tan clara como ésa?

—Gracias a Norika —replicó Akanah—. Ese primer mes recibí una carta suya; había sido enviada a Carratos a través de la red de hipercomunicaciones desde una terminal pública instalada en un sitio que, según decía, era conocido como la sede del comité. Contesté a su carta. Debí de enviarle una docena de cartas como mínimo, pero Norika nunca respondió a ninguna de mis cartas... Nunca volví a saber nada de ella.

—Hmmmm —murmuró Luke—. Probablemente alguien le hizo entender que «esconderse» significa no decirle a nadie dónde estás.

—O el círculo vino a buscarles y se los llevó.

Luke volvió la mirada hacia su ventanilla para echar un vistazo al panel del androide que estaba llenando el depósito de combustible de su burbuja.

—Ya hace diecinueve años de eso... Aun suponiendo que siga aquí, puede que no seas capaz de reconocerla.

—Reconocería a Nori aunque hubiera transcurrido toda una eternidad —dijo fervorosamente Akanah—. Wialu decía que estábamos unidas por el vínculo de los gemelos. Nunca he vuelto a experimentar esa sensación de formar parte de otra persona.

Una vez terminada la operación de reaprovisionamiento, Luke conectó los haces repulsores.

—Bien, vamos a averiguar si realmente estabais tan unidas como dices... ¿Norte Cinco y Veintiséis Abajo?

—Sí.

—Creo que seré capaz de encontrar esa dirección.

La impaciente expectación de Akanah fue creciendo poco a poco durante el trayecto desde el centro de la ciudad hasta su periferia, y acabó desbordándose bajo la forma de sonrisas nerviosas y un inquieto agitarse en su asiento. Pero cuando la burbuja giró para entrar en Norte 5, su rostro palideció de repente y su mano se lanzó sobre la muñeca de Luke para apretársela con la fuerza de la desesperación. Un gemido ahogado fue el único sonido que escapó de sus labios entreabiertos.

Luke no necesitó ninguna explicación, sus ojos estaban viendo lo mismo que veían los de Akanah. La doble hilera de casitas que se extendía a lo largo de Norte 5 terminaba en el Número 22. Allí donde hubiese tenido que estar el Número 24 sólo había un solar vacío donde crecían pequeños retazos de hierba. Más allá del solar, la hierba desaparecía para dejar paso a una extensión de desnuda tierra amarillenta sobre la que se habrían podido construir varias casas. La siguiente vivienda de la numeración par se encontraba en la esquina del próximo cruce, y estaba identificada con el Número 38.

—Bueno, me parece que..., que la dirección que estamos buscando no existe —dijo Luke, mirando por encima de su hombro mientras detenía la burbuja junto a la acera delante del Número 38.

Akanah abrió los sellos de la burbuja y saltó a la acera antes de que el pequeño vehículo de superficie se hubiera detenido del todo. La joven corrió con paso tambaleante por la calle, rodeándose el torso con los brazos mientras su mirada iba velozmente de un lado a otro de la calzada.

Su enloquecida carrera se fue frenando poco a poco a medida que se aproximaba al solar vacío que se extendía delante del Número 25. Akanah se detuvo allí, una frágil silueta llena de desesperación que clavó los ojos en el suelo desnudo y los restos medio desmoronados de unos cimientos.

Luke salió del deslizador de superficie y corrió hacia ella. Pero las piernas de la joven cedieron de repente antes de que pudiera llegar hasta ella, y Akanah cayó de rodillas sobre el polvo reseco de la cuneta.

—¡No! —gritó, y la angustia estiró la sílaba hasta convertirla en el aullido de un animal herido—. ¡No! ¡No es justo!

—Akanah...

La joven levantó la cabeza y volvió el rostro hacia Luke. Sus ojos estaban llenos de dolor, y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Nunca conseguiré encontrarlos —murmuró con voz enronquecida—. ¿Qué voy a hacer, Luke?

—Vas a seguir buscando. Esto sólo significa que Nori no está aquí —respondió Luke, poniéndose en cuclillas junto a ella—. Supongo que no pensarías que Nori estaría esperándote en esta dirección, ¿verdad?

Pero entonces vio en sus ojos que eso era precisamente lo que Akanah había estado pensando, y que lo que podría haber sido una pequeña desilusión se había convertido en un golpe terrible para ella.

—¿Tienen algún problema, amigos? —preguntó una nueva voz detrás de ellos.

Tanto Luke como Akanah volvieron rápidamente la cabeza para ver a un hombre de mediana edad y con el rostro sin afeitar que llevaba un mono negro azulado de técnico viniendo hacia ellos desde el Número 27. Luke se levantó mientras el hombre se aproximaba, y le ofreció una mano a Akanah para ayudarla a incorporarse. Akanah siguió arrodillada, y en vez de levantarse se limitó a apretar la mano de Luke entre sus dedos, como si estuviera a punto de perder el equilibrio y necesitara un punto de apoyo.

—¿Qué le ocurre a la señora? ¿Le pasa algo? —volvió a preguntar el hombre, con una sombra de sospecha ensombreciendo la mirada que clavó en Akanah—. ¿Quieren que llame a Ayuda Médica para que envíen una ambulancia?

—No, se encuentra bien. Acaba de llevarse una sorpresa muy desagradable, eso es todo —dijo Luke—. Estamos buscando a alguien que vivía en el Número Veintiséis.

—Ah —dijo el hombre con un asentimiento de cabeza—. Po Reggis... Jiki y yo vivimos en el Veintisiete Arriba. Así que no lo sabían, ¿eh? Deben de ser visitantes. —Volvió la mirada hacia el otro extremo de la calle—. Oh, pues claro que son visitantes, y yo soy un idiota por no haberme dado cuenta antes... Las burbujas no resultan nada prácticas en una ciudad de trabajadores.

—¿Fue la guerra? —preguntó Akanah con voz temblorosa.

—¿La guerra? No, Teyr nunca fue bombardeado. Fue un ciclón —dijo Reggis—. Hace ocho... No, hace nueve años. Destruyó ocho casas de esta calle, y después se desvió de repente y destruyó cinco casas más al final de Norte Tres. El comité estuvo hablando de reconstruirlas durante algún tiempo, pero la demanda de viviendas es prácticamente inexistente. La mitad de las casas de la ciudad se han convertido en residencias unifamiliares, tanto Arriba como Abajo. Es por culpa de todos los androides agrícolas que han estado introduciendo en los campos... Si quieren saber mi opinión, la ciudad se está muriendo poco a poco.

Luke tiró suavemente de la mano de Akanah, apremiándola a levantarse.

—La gente que vivía aquí...

—Kritt y Fola. Buena gente... Nuestros chicos jugaban con sus chicos hasta que todos se trasladaron a Turos Noth.

—¿Kritt y Fola viven en Turos Noth? —preguntó Akanah, con una chispa de nueva esperanza en la voz.

Po Reggis extinguió rápidamente esa chispa.

—¿Qué? No, murieron. Toda la familia murió. Lo siento. El ciclón los mató. Era la hora de cenar, y el radar meteorológico se había averiado. Hubo quince muertos sólo en esta calle... Yo los conocía a todos.

Akanah se apoyó en Luke como si estuviera a punto de volver a desplomarse.

—¿Cuánto tiempo lleva viviendo aquí? —preguntó Luke.

Reggis entrecerró los ojos.

—Veintisiete... No, veintiocho años.

—La persona a la que estamos buscando seguramente se fue de aquí hace unos diecinueve años —dijo Luke—. Una chica, de once años de edad. ¿Akanah?

—Tenía el cabello... oscuro. Era bastante delgada. Se llamaba Norika, o Nori.

—No me suena —dijo Reggis—. Puede que Jiki se acuerde ella... ¿Ha dicho que se llamaba Rika? Oh, Veintiséis Abajo... ¿Quién vivía allí entonces? Creo que se llamaba Trobe Saar.

—¡Sí! —exclamó Akanah—. ¿Se acuerda de ella? ¿Adónde se fue? Oh, por favor, dígame que no fue uno de los quince...

—Pues claro que me acuerdo de la pequeña Rika. Era tan tímida que parecía una sombra. No estuvo aquí mucho tiempo..., una estación como máximo. La familia Dormand se mudó al Veintiséis Abajo la primavera en que me transfirieron a Irrigación. Lo siento, pero no tengo ni idea de adonde se fueron. Ya hace mucho tiempo de eso, ¿sabe?

—¿Hay alguien más en la calle que pueda saber algo sobre ellos? —preguntó Akanah, haciendo un desesperado esfuerzo para mantener la esperanza.

—No lo creo —replicó Reggis—. Jiki y yo somos los últimos de la vieja pandilla que quedamos. Supongo que somos los únicos que pudieron soportar el mirar a tu alrededor y saber lo que ocurrió, lo que hay ahí abajo... Lo derribaron todo y echaron los restos dentro de los agujeros, y luego los taparon con tierra, y...

—Gracias, Po —dijo Luke—. Ha sido muy amable.

—Siento no haber podido serles de más ayuda. ¿Quieren hablar con Jiki? No tardará en despertar de su siesta.

—No, gracias —dijo Luke, empezando a llevar a Akanah de vuelta a su burbuja mediante una firme presión en su brazo.

Akanah alzó la cabeza hacia él y le lanzó una mirada llena de perplejidad.

—Li... Los otros... Quizá se acuerde de los otros...

—Nos habrán dado una dirección equivocada —dijo Luke, introduciendo ese pensamiento en la consciencia de Po Reggis con delicada insistencia—. Probaremos suerte en Norte Tres.

—Sí, claro —dijo Reggis—. Ya hace años que no tenemos un Veintiséis en este bloque.

—Me parece que estoy oyendo a Jiki —sugirió Luke—. Le está llamando.

—Bueno, he de volver... Jiki me está llamando —dijo Reggis, retrocediendo lentamente—. Buena suerte.

—Gracias.

Akanah esperó hasta que el técnico agrícola hubo desaparecido dentro de su casa y después se volvió hacia Luke, llena de feroz indignación.

—¿Por qué has hecho eso? —preguntó—. Quizá podría habernos dicho algo más.

—Ya nos ha dicho lo suficiente —respondió Luke—. Norika estuvo viviendo aquí durante algún tiempo, en la mitad subterránea de la casa, con una mujer llamada Trobe Saar. Y esa estructura sigue estando ahí abajo; lo único que hicieron fue llenarla de tierra, ¿no? ¿Crees que pudo llegar a dejar algún tipo de señal para ti cuando se marchó? ¿Eres capaz de leer la escritura de la Corriente a través de una capa de tierra?

—Yo... No lo sé. —Akanah dio un paso hacia adelante, saliendo de la calle y poniendo los pies sobre la blanda tierra amarillenta—. Quizá, si está ahí. Deja que lo intente.

Luke esperó y vio cómo Akanah atravesaba lentamente la ruina enterrada de la estructura inferior, deteniéndose aquí y acuclillándose allá, o alargando un brazo para rozar un trocito de los cimientos que sobresalía del suelo. Su expresión no invitaba a tener muchas esperanzas, y pasado un rato Akanah dejó escapar un largo suspiro, meneó la cabeza y volvió a reunirse con Luke.

—Es por culpa de las muertes —explicó sombríamente mientras volvían a la burbuja—. La Corriente todavía está muy enredada. Es como si..., como si alguien hubiera creado una pintura de arena muy complicada y un meteorito hubiese caído justo en el centro de ella diez minutos después de que la hubieran terminado. Si había algo allí, ahora ya no está.

—No te des por vencida —dijo Luke—. He estado pensando y... Bueno, una sociedad tan ordenada como ésta tiene archivos y registros, ¿verdad?

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