Read Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
Su negativa dejó a Luke enmudecido por la frustración, y Akanah lo vio en sus ojos.
—Deberías entenderlo, Luke —dijo—. Es lo mismo que ocurre contigo y con los que son como tú... El único reconocimiento que importa es lo que sientes aquí —dijo, dándose unos golpecitos entre los pechos con tres dedos de su mano izquierda—. Ésa es la verdad que nunca puede engañar.
La disputa permaneció suspendida entre ellos, flotando en el aire bajo la forma de una nube de sospechas y resentimientos que ninguno de los dos llegaba a expresar en voz alta.
Akanah no intentó prohibir a Luke que estableciera contacto con el
Estrella de la Mañana
por su cuenta, pero se mantuvo lo suficientemente cerca de los paneles de control para que le resultara totalmente imposible hacerlo sin que ella se enterase. Su comportamiento le dejó muy claro que Akanah tenía intención de evitar que hubiera más sorpresas como la que la había acogido después de su siesta.
Por su parte, y aunque se lo guardó para él, Luke ya había llegado a la conclusión de que ponerse en contacto con la otra nave sin disponer de la cooperación de Akanah sólo podría ser contraproducente. Y dado que había aceptado su decisión y se había resignado a la idea de llevar la
Babosa del Fango
hasta Atzerri, encontró considerablemente irritante el vigilante escrutinio al que le mantenía sometido la joven.
Su escrutinio también impidió que Luke pudiera acceder al informe sobre la historia de la
Babosa del Fango
, que seguramente estaría esperándole en la lista de ficheros pendientes del Registro de Naves. Los descubrimientos que había hecho gracias al informe del
Estrella de la Mañana
y la tozudez con la que Akanah insistía en ir a Atzerri, hacían que su curiosidad se hubiera vuelto más intensa que nunca. Pero esa curiosidad estaba siendo frustrada, y eso hizo que Luke se sintiera doblemente resentido y empezara a albergar algunas sospechas propias.
Cuando llegó el momento de dar el salto que los alejaría de Teyr, Luke se ocupó de todos los detalles sin anunciárselo a Akanah, y después se metió en la litera para dormir durante el corto salto que había programado.
Antes de hacerlo, dejó el informe sobre el
Estrella de la Mañana
deliberadamente abierto en la pantalla secundaria del panel de vuelo. No tenía forma alguna de saber si Akanah se sentiría tentada por esa invitación. Luke abrió al máximo su conexión con la Fuerza, permitió que las emociones discordantes se fueran disipando y se quedó dormido en cuestión de minutos.
La Aventurera Verpine obedeció fielmente su programación y emergió del hiperespacio a tres horas de Teyr. Luke se levantó de la litera, fue recibido por Akanah con una afable sonrisa y se las arregló para corresponder a ella con una sonrisa fugaz y más bien cansada.
—Voy a ponerme en contacto con el Ministerio de Estado..., a menos que tengas alguna razón para que no lo haga —dijo mientras se instalaba en el asiento de pilotaje.
—No —dijo Akanah—. ¿Necesitas estar a solas?
Luke meneó la cabeza y activó el hipercomunicador.
—Oh, no hay nada secreto, meramente un acceso limitado y nada más. —Intentó volver a sonreír, y descubrió que el resultado era bastante sincero—. Y de todas maneras, tampoco andamos muy sobrados de intimidad.
Luke sólo necesitó unos cuantos minutos para transmitir sus peticiones, y las respuestas empezaron a llegar inmediatamente. Luke prefirió callarse que los siete mundos adicionales para los que había solicitado un informe de fondo eran puertos que, según la lista, habían sido visitados en algún momento u otro por el
Estrella de la Mañana
. Si Akanah reconocía los nombres debido a que había leído el informe, entonces sabría qué razón le había impulsado a obrar de esa manera. En caso contrario, por lo menos nunca llegarían a discutir por ello.
—Voy a iniciar esa inspección de la que te había hablado —dijo Luke, poniéndose en pie.
—¿Puedo echar un vistazo a esos ficheros?
—Por supuesto —dijo Luke—. De hecho, sería preferible que lo hicieras. Como ya te he dicho, no hay secretos. Estaré lo bastante cerca para oírte; si encuentras algo que te parece que debería saber, puedes llamarme cuando quieras.
La inspección del interior de la nave requirió casi una hora. Luke empezó por el pequeño compartimiento de servicio del esquife, y fue abriendo sistemáticamente cada panel móvil y portilla de acceso, buscando cualquier cosa que pudiese parecer fuera de lugar. Su examen descubrió una modificación bastante torpe del reciclador de agua que explicaba una de las excentricidades de la Aventurera y media docena de objetos perdidos lo suficientemente pequeños para haber quedado ocultos en algún rincón, pero no reveló nada más.
—No entiendo por qué el espaciopuerto no permitía que hubiera servicios de mantenimiento y reparaciones en la zona de estacionamiento —dijo Akanah cuando Luke volvió a reunirse con ella.
—Probablemente lo hacen para proteger los intereses de la licencia de servicios. Hay que asegurarse de que esos hangares de mantenimiento siempre estén lo más llenos posible, ¿sabes? —Luke señaló las pantallas con un gesto de la mano—. Bien, ¿es una lectura interesante?
—Atzerri no tiene Zona de Control de Vuelo —dijo Akanah—. Si queremos, podemos entrar en órbita de un salto y elegir cualquier sitio para bajar; todos los espaciopuertos del planeta son independientes. Parece ser que apenas tienen un gobierno realmente digno de ese nombre.
—Ya he estado en mundos de los Comerciantes Libres anteriormente —dijo Luke—. Los Comerciantes Libres son lo más cercano a unos anarquistas que existe en la galaxia. Si consiguieran encontrar una forma de vivir sin tener un gobierno y no correr el riesgo de que los bandidos les robaran sus objetos de valor, no vacilarían ni un segundo en adoptarla. De hecho, tienden a tolerar una considerable cantidad de discusiones y peleas por los restos... Si vives en un mundo de los Comerciantes Libres, más te vale no ser pobre o lento de reflejos.
La expresión que cruzó fugazmente por el rostro de Akanah se le pasó por alto, pero sí percibió su estremecimiento de repulsión.
—Una situación muy parecida a la de Carratos después de que la guarnición imperial se marchase —dijo—. Debería sentirme como en casa.
—Tú sí, pero... ¿Y los fallanassis?
—¿Qué quieres decir?
—Que me parece un sitio tan poco adecuado para tu gente como Teyr —replicó Luke—. ¿Encontraste algo en el informe que sugiera alguna razón por la que pudieran ir allí..., y ya no hablemos de quedarse a vivir allí?
—También son tu gente —dijo Akanah, y sus labios se curvaron en una tenue sonrisa llena de tristeza—. No tengo ninguna respuesta para tu pregunta, Luke. Quizá el que Atzerri sea lo que es lo convertía en el sitio más adecuado para desaparecer.
—Supongo que eso podría ser una respuesta.
—Prescindamos de las suposiciones, ¿de acuerdo? —dijo Akanah—. Bien, ¿qué me dices de la nave? ¿Está limpia?
—No he podido encontrar nada.
—Pues entonces sigamos adelante. Vayamos directamente a Atzerri tal como habíamos decidido.
—No estoy afirmando que no haya personas capaces de esconder algo lo suficientemente bien como para que yo no pueda encontrarlo —la advirtió Luke.
—Ya lo sé.
—Bueno... Vamos a ver si hay alguna ruta directa disponible desde aquí —dijo Luke, volviéndose hacia el astrogador—. He pensado que será mejor que los dos saltos hiperespaciales estén lo menos distanciados posibles.
Saltaron veinte minutos después, con el informe sobre la
Babosa del Fango
todavía esperándole en Coruscant.
El esquife parecía tener la curiosa propiedad de irse haciendo más pequeño cuanto más tiempo pasaban a bordo de él, y las tensiones recientes habían acelerado el proceso. En cuanto hubieron iniciado el trayecto hacia Atzerri, Akanah y Luke volvieron a su antigua costumbre de dormir por turnos.
El sistema dio buenos resultados principalmente gracias a que el sistema de eliminación de ruidos de la litera era lo bastante efectivo para que la cortina dividiera la nave en dos mundos, oscuridad y luz, vigilia y sueño.
Durante la mayor parte del ciclo de un día, y fuera cual fuese el lado de la cortina en el que se encontraban, tanto Luke como Akanah podían disfrutar de la ilusión de estar solos a bordo de la nave. Se permitían justo el tiempo suficiente con los dos despiertos entre el final de un turno y el comienzo del siguiente para evitar el tener que acostarse en una litera todavía caliente, tal como se hacía en los navíos militares..., aunque normalmente Luke podía percibir el delicado aroma de Akanah en la almohada incluso después de haberle dado la vuelta.
El salto hasta Atzerri fue bastante largo. Durante el primer turno los viajeros no tuvieron gran cosa que decirse; Akanah estaba impaciente por irse a la cama, y Luke se dedicó a leer los ficheros diplomáticos. Durante el segundo turno la situación cambió un poco, y mantuvieron una conversación cortés sobre temas sin importancia.
Cuando empezó el tercer turno, los dos se sentían lo suficientemente solos para volver a agradecer cualquier clase de compañía y se dedicaron a pasar el tiempo charlando de cualquier cosa. Durante el cuarto turno, Luke se atrevió a sacar a relucir un tema que había estado muy presente en sus pensamientos durante el tiempo que había pasado a solas.
—Akanah... Si el revelarme lo que dice la escritura viola tu juramento, ¿por qué lo has hecho?
—Porque te considero uno de nosotros —replicó Akanah, pareciendo un poco sorprendida ante su pregunta—. No has sido adiestrado y no eres un adepto, pero eres un fallanassi.
—¿Por qué? ¿Porque mi madre lo era..., o lo es?
—Por eso, y por el potencial que llevas en tu interior. Tu capacidad para usar la Fuerza demuestra que ese potencial existe.
Luke fue hasta el asiento de pilotaje y se sentó de lado en él.
—¿Y cómo se llega a formar parte del círculo?
—La curiosidad no es suficiente..., como supongo que ya sabrás. Algunos nacen dentro del círculo, y algunos llegan a él por un proceso gradual. Puede que los Jedi hagáis las cosas de otra manera, desde luego.
—¿Te refieres a la diferencia que existe entre haber nacido llevando el don en la sangre y el ser hijo de alguien que ya pertenece a la Orden de los Jedi, de alguien que ya es un adepto entrenado?
—Pero el don está en la sangre, ¿no?
—A veces lo parece. A veces parece como si el talento siguiera el camino que más le apetece, como si la Fuerza escogiera a aquellos que podrán usarla —dijo Luke, girando sobre su espalda y apoyando un pie en el panel de control.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Fíjate en el resurgimiento de los Jedi —dijo Luke—. El Imperio nos persiguió tan implacablemente que casi todos los que lograron escapar creyeron que eran el único Jedi que había sobrevivido. Pero hay algo más que el mero hecho de que unos cuantos solitarios hayan salido de sus escondites. He encontrado estudiantes sin el más mínimo historial familiar pertenecientes a especies que nunca habían estado representadas anteriormente dentro de la Orden.
—Algunos Jedi tal vez fueran grandes viajeros amantes de la aventura —dijo Akanah—. Cuando vivía en Carratos, oí contar muchos chistes sobre el tipo de distracciones con que el Emperador amenizaba sus veladas. Si un Jedi duerme solo, seguramente debe de ser porque así lo ha elegido..., como ocurre contigo.
—¿Me estás diciendo que esperabas que calentara una cama contigo? —preguntó Luke—. Creía que habíamos llegado a otra clase de acuerdo.
—No —dijo Akanah—. Nunca he esperado eso.
—En ese caso, ¿qué es lo que me estás diciendo exactamente?
—Que a estas alturas Luke Skywalker ya podría tener cien hijos..., o un millar.
—Eso es una locura.
—No, es la pura y simple verdad. Las vidas de los héroes y de la realeza están gobernadas por reglas distintas a las que ha de obedecer la gente común, y tú estás considerado como un poco de ambas cosas. Eso es algo que no se te puede haber pasado por alto, Luke.
Luke frunció el ceño y desvió la mirada.
—No sé cómo ser padre de un niño, así que ya no hablemos de un millar.
—No necesitarías saberlo —replicó Akanah—. Sus madres no lo esperarían de ti. El regalo que un hijo tuyo supondría para ellas ya bastaría para que te estuvieran enormemente agradecidas.
—Pues yo sí que lo esperaría de mí—dijo Luke, alterando decididamente el curso de la conversación para tratar de volver al tema que realmente le interesaba—. Estábamos hablando de mi relación con el círculo de los fallanassis, y de que soy miembro honorario de él...
—No debes emplear esa palabra —le corrigió Akanah—. Eres un novicio.
—Entonces digamos que soy un novicio. Pero ¿hay alguna excepción en tu juramento para la gente como yo?
—Todo adepto tiene tanto el derecho a juzgar como el deber de enseñar —dijo Akanah—. He pensado mucho en esto, y he acabado tomando una decisión.
—¿Y lo demás? —preguntó Luke—. Tú y yo hemos pasado muchas horas juntos... ¿Por qué no has empezado a enseñarme?
—Pero es que sí lo he hecho —dijo Akanah—. Te he pedido que pienses en lo que sabes y en lo que crees. Para ir más allá de eso, el novicio debe pedir que se le abra la puerta. Pero tú no estás preparado para pensar en ti mismo como un estudiante..., o por lo menos todavía no lo estás. Corres demasiado bien y con demasiada facilidad para que te resulte posible volver a arrastrarte.
—No —dijo Luke, meneando la cabeza—. Ser un Jedi significa vivir en una búsqueda continua. Un Jedi siempre está aprendiendo cosas nuevas. Es únicamente en el lado oscuro donde acabas sucumbiendo a la obsesión del conocimiento y te dejas impresionar por lo que eres capaz de hacer.
—Pues en tu caso, ahí tienes a una de las sombras del lado oscuro —dijo Akanah, hablando muy despacio—. Puedes verla en la forma en que te aferras al privilegio de matar, y en cómo te resistes a las enseñanzas que te he ofrecido. Es una mancha que delata la presencia de una mente que se ha conformado con unas respuestas y a la que le molesta el verse desafiada por nuevas preguntas.
Luke jugueteó con los cordoncillos que cerraban la pechera de su camisa mientras pensaba en lo que acababa de oír.
—Tal vez tengas razón —dijo por fin—. Descubrí la Fuerza en un momento en el que lo que necesitaba era poder. No quería la iluminación, sino un arma para proteger a mis amigos. Estaba pensando en la guerra contra el Imperio, no en la paz con el universo. Puede que algo de eso haya perdurado en la imagen de mí mismo que he llegado a formarme. Pensaré en ello.