Albert Speer (96 page)

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Authors: Memorias

Tags: #Biografía, Historia

BOOK: Albert Speer
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Hoy, un cuarto de siglo después de aquellos acontecimientos, no sólo pesan sobre mi conciencia unos delitos determinados, por graves que fueran. Mi fracaso moral apenas puede concretarse en detalles concretos; siempre quedará la colaboración en el acontecer general. No sólo tomé parte en una guerra sobre cuyo objetivo de dominar el mundo nunca pudimos dudar en nuestro reducido círculo de dirigentes, sino que, con mi esfuerzo y habilidad, la prolongué durante muchos meses. En lo alto de la cúpula del nuevo Berlín puse precisamente aquella bola del mundo que Hitler ambicionaba poseer no sólo en términos simbólicos. La otra cara de su pretensión era el sometimiento de las naciones. Yo sabía que Francia debía ser degradada a la categoría de pequeño Estado, mientras que Bélgica, Holanda e incluso Borgoña iban a ser incorporadas al Reich de Hitler; sabía que la entidad nacional de los polacos y los rusos iba a ser desintegrada y que ellos serían reducidos a la esclavitud. Y, para quien quisiera oírlo, Hitler tampoco mantuvo nunca en secreto su propósito de exterminar al pueblo judío. Así lo expuso claramente en su discurso del 30 de enero de 1939.
{452}
Aun sin haber estado nunca totalmente de acuerdo con él, proyecté obras y fabriqué armas que servían a sus propósitos.

Durante los siguientes veinte años de mi vida me vigilaron, en la cárcel de Spandau, ciudadanos de las cuatro naciones contra las que yo había organizado la guerra de Hitler. A partir de aquel momento, ellos y los otros seis prisioneros fueron mi única compañía; a través de ellos conocí de forma directa el efecto de mis actividades. Muchos habían perdido a alguien en la guerra; especialmente los guardianes soviéticos tenían que lamentar la muerte de parientes muy próximos, padres o hermanos. Pero nunca me echaron en cara mi culpa personal, nunca oí una palabra de reproche. En el momento en que mi existencia estaba hundida y a pesar del reglamento de la prisión, en contacto con estos hombres sencillos, descubrí sentimientos que no habían sido deformados: simpatía, compañerismo y comprensión… La víspera de mi nombramiento como ministro había encontrado en Ucrania a unos campesinos que me salvaron de sufrir congelaciones. Entonces únicamente me sentí conmovido, pero no llegué a comprender nada. Ahora, cuando todo había pasado ya, olvidando viejos antagonismos, recibí nuevas pruebas de bondad humana. Ahora, por fin, quise comprender. También este libro lo intenta.

«Esta catástrofe —escribía en 1947 en mi celda— ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema de la civilización moderna, edificado a través de los siglos. Ahora sabemos que no vivimos en un edificio a prueba de terremotos. El complicado aparato del mundo moderno puede, mediante impulsos negativos que se incrementan mutuamente, descomponerse de forma irremisible. Ninguna voluntad humana podría detener esta evolución si el automatismo del progreso diera otro paso en su marcha hacia la despersonalización del hombre y lo privara cada vez más de la responsabilidad de sus propios actos».

Durante los años cruciales de mi vida me puse al servicio de la técnica, deslumbrado por sus posibilidades. Al final ya no me queda más que escepticismo.

CONCLUSIÓN

Con este libro pretendo no sólo exponer el pasado, sino también formular una advertencia para el futuro. Ya durante los primeros meses de cautiverio, estando todavía en Nuremberg, escribí mucho, impulsado por la necesidad de desahogar mi espíritu de la presión que los acontecimientos ejercían sobre él. Esto fue también lo que me impulsó a redactar nuevos estudios y notas sobre los años 1946 y 1947, hasta que, por fin, en marzo de 1953, me decidí a escribir mis memorias. ¿Fue una ventaja o un inconveniente que estas surgieran en la más deprimente soledad? En aquel entonces, muchas veces me sentí impresionado por la falta de consideración con que juzgaba a los demás y a mí mismo. El 26 de diciembre de 1954 di por terminado el manuscrito.

En consecuencia, cuando el 1 de octubre de 1966 salí de la prisión de Spandau, disponía de más de mil páginas de material propio que, junto con los documentos de mi Ministerio que se conservan en el Archivo Federal de Coblenza, elaboré para escribir la presente autobiografía.

Deseo hacer constar mi agradecimiento a mis interlocutores durante estos dos años, Wolf Jobst Siedler, director de las editoriales Ullstein y Propyläen, y Joachim C. Fest, asesor de éstas. A sus apremiantes preguntas se deben muchas consideraciones generales de este libro, así como la explicación de los aspectos psicológicos e históricos de los acontecimientos. Nuestras conversaciones me permitieron confirmar y robustecer la idea fundamental que yo tenía de Hitler, de su sistema y de mi propia participación en los hechos, que quedaron reflejadas catorce años antes en la primera redacción de mis memorias.

Expreso también mi agradecimiento al doctor Alfred Wagner, de la UNESCO (París), al jefe de archivos doctor Thomas Trumpp, así como a la señora Hedwig Singer, del Archivo Federal de Coblenza, y a David Irving, a quien debo la cesión de varias anotaciones hasta ahora inéditas de los diarios de Jodl y Goebbels.

ALBERT SPEER, (nacido Berthold Konrad Hermann Albert Speer, Mannheim, 19 de marzo de 1905) fue un arquitecto alemán y Ministro de Armamento y Guerra del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Speer fue arquitecto jefe de Adolf Hitler antes de asumir la oficina ministerial. Es conocido también como «el nazi que pidió perdón» por aceptar su responsabilidad en los juicios de Nuremberg y en sus memorias por los crímenes del régimen nazi. Su nivel de implicación en la persecución de los judíos y su conocimiento del Holocausto siguen siendo motivo de controversia.

Acabada la guerra fue juzgado en Nuremberg y sentenciado a veinte años de prisión por su rol en el régimen nazi, principalmente por el uso de trabajadores forzados. Cumplió toda su condena, la mayor parte de ella en la prisión de Spandau, en Berlín Oeste. Tras salir de Spandau en 1966, Speer publicó dos exitosos libros autobiográficos:
Memorias
y
Diario de Spandau
. En ellos detalla su estrecha y habitual relación con Hitler, algo que ha dado a los historiadores y lectores una perspectiva única sobre el funcionamiento del régimen Nazi. Más tarde escribió un tercer libro,
Infiltración
, sobre las SS. Albert Speer murió por causas naturales en 1981 durante una visita a Londres

Notas

{1}
Desde 1192 y durante seiscientos años, los Von Pappenheim fueron mariscales del Imperio, jueces militares supremos de campaña y responsables de sanidad, transporte y carreteras del Ejército. (K. Bosl:
Die Reich sministerialitat
, Darmstadt, 1967)

{2}
Los ataques tuvieron que suspenderse en 1917 a causa de las pérdidas sufridas.

{3}
He extraído estas observaciones sobre música y literatura, así como las referentes a la ocupación del Ruhr y a la inflación, de las cartas a mi futura esposa.

{4}
Frases finales de la obra de Heinrich Tessenow
Artesanía y ciudad provinciana
(1920).

{5}
Estas y las siguientes citas de Tessenow se encuentran en los apuntes inéditos del estudiante Wolfgang Jungermann, correspondientes a los años 1929-1932.

{6}
Citado de memoria.

{7}
Después de 1933 se le repitieron las críticas que se le habían hecho en este acto y se le reprochó su relación con el editor Cassirer y su círculo, por lo que fue considerado sospechoso y despojado de su cátedra. No obstante, gracias a mi situación privilegiada conseguí que Tessenow fuera rehabilitado y que volviera a ocupar su cátedra en la Escuela Técnica Superior de Berlín. Después de 1945 se le rindieron grandes honores; fue uno de los primeros rectores de la Universidad Técnica de Berlín. «Aunque en los años que siguieron a 1933 fue convirtiéndose en un extraño —escribió en 1950 a mi mujer desde Neubrandenburg—, para mí Speer siguió siendo siempre el mismo hombre amable y de buena voluntad».

{8}
Así se conocía a Goebbels en los círculos del Partido. En aquel tiempo no había precisamente muchos doctores en el Partido Nacionalsocialista.

{9}
Sobre todo en los primeros años, los éxitos obtenidos por Hitler se debieron al trabajo de los organismos preexistentes, que él había reunido. Los antiguos funcionarios seguían trabajando en la Administración; los mandos militares de Hitler procedían de la élite del Ejército imperial y de la Reichswehr; las labores del Frente del Trabajo eran realizadas en parte por funcionarios sindicales incorporados al nuevo organismo; y, naturalmente, los directores de las industrias que más tarde estarían a mi cargo, con los que a partir de 1942 conseguí un asombroso aumento de la producción de armas, ya destacaban antes de 1933. Quizá resulte revelador que la fusión de aquellas antiguas y acreditadas organizaciones y sus bien elegidos colaboradores con el nuevo sistema de Hitler se tradujera en el logro de grandes éxitos. Sin embargo, seguramente eso no habría supuesto más que una fase transitoria. Transcurrida a lo sumo una generación, los puestos de responsabilidad habrían sido ocupados por unos dirigentes que, formados en los nuevos principios educativos de las Escuelas Adolf Hitler y de las Escuelas de Mandos, eran considerados arrogantes y sin escrúpulos incluso en los propios círculos del Partido.

{10}
Véase
Die neue Reichskanzlei
, Editorial Central del NSDAP, Munich (sin fecha).

{11}
Hitler era el único miembro del Partido que llevaba en la chaqueta una insignia de oro, un águila que sujetaba una esvástica con las garras. Todos los demás llevaban la insignia redonda del partido. Naturalmente, la de Hitler no se distinguía de otras americanas de civil.

{12}
En
The myth of the State
(Yale University Press, 1946), Ernst Cassirer escribe lo siguiente sobre el ascendiente ejercido por el Estado totalitario: «Eran personas inteligentes e instruidas, hombres honrados y sinceros que por propia iniciativa desdeñaron el mayor privilegio del ser humano, ser dueños de sí mismos… Dejaron de mostrarse críticos respecto a lo que los rodeaba y lo aceptaron como algo natural».

{13}
Estando en prisión, me enteré por Funk de que Hindenburg se había dirigido a él expresándose en forma parecida. No se han podido aclarar las circunstancias que motivaron aquel telegrama de felicitación.

{14}
Sobre este problema, de importancia general, Goethe constató en 1787 en su
Ifigenia en Táuride
que «el mejor de los hombres» termina por «acostumbrarse a la crueldad» y acaba «haciendo ley de aquello que aborrece», hasta el punto de que, «por la fuerza de la costumbre», se vuelve «duro y casi irreconocible».

{15}
Para lograr este fin, pretendíamos renunciar en la medida de lo posible al hormigón armado y a la estructura de acero en todos los elementos constructivos que estuvieran expuestos a la acción de los agentes atmosféricos; los muros, incluso los de gran altura, debían seguir resistiendo la presión del viento cuando ya no tuvieran tejados o techos que los apuntalaran. Su estructura se calculaba en función de ello.

{16}
Sir Nevile Henderson
, Failure of a mission
(1940): «Realmente, más allá de su exacerbado nacionalismo y de su ideología, había en la organización nazi y en sus instituciones sociales muchas cosas que deberíamos estudiar […] y adaptar a nuestra vieja democracia».

{17}
En Sir Nevile Henderson,
Failure of a mission
(1940).

{18}
El pintor de cámara de Hitler, el profesor Knirr, realizó el retrato de Schreck a partir de una fotografía, y Ludwig Johst pintó el de su madre, también a partir de una foto. Hitler acostumbraba remunerar generosamente los trabajos de este pintor. Una fotografía posterior muestra que Johst también recibió el encargo de pintar un retrato del padre de Hitler.

{19}
Según Wagenfür, en 1944 Alemania gastó 71.000 millones de marcos en producción de armamento (
Die deutsche Industrie im Kriege 1939-1945
, pág. 86).

En la revista
Deutsche Bauzeitung
del año 1898, números 5, 9, 26 y 45, se dan detalles de las instalaciones que deberían construirse para celebrar las fiestas nacionales alemanas.

{20}
El Estadio Olímpico de Berlín construido en 1936 tiene sólo 280.000 m
3
.

{21}
De un discurso inédito de Hitler, pronunciado el 9 de enero de 1939 ante los obreros que trabajaban en la construcción de la nueva Cancillería del Reich.

{22}
Debía de referirse a los planos de Martin Mächler, que se mostraron al público en la gran exposición artística que se celebró en Berlín en 1927 y que, a pesar de todo, guardan un chocante parecido con las ideas de Hitler. Me enteré de su existencia por el libro de Alfred Schinz
Berlín, Stadtschicksal und Stddtebau
(1946), que llegó a mis manos mientras estaba en Spandau.

{23}
Véase el Boletín Oficial del Reich [
Reichsgesetzblatt
] del 30 de enero de 1937, pág. 103.

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