—¿Ustedes a esa altura sabían qué había pasado con los tres detenidos?
—Vino el abogado Novaro y nos contó un poco la situación. Ahí todo se mezcla, un gran quilombo: tres amigos arrestados, la casa hecha mierda, grandes polémicas. Algunos dijeron que la represión no tenía que ver con las casas ocupadas sino por el tema de la TAV. A nosotros nos habían reventado la casa, no lo podíamos creer. Y además esos tres eran ocupantes de casas, vivían en una casa ocupada, eran nuestros amigos, así que los defendíamos como tales, más allá del hecho de que fueran inocentes o culpables en la historia del TAV: eso no nos importaba. Después ellos nos dijeron que no tenían nada que ver con esa historia, pero nosotros, hasta entonces, los habíamos defendido igual. Aun si hubieran sido culpables habríamos estado en contra de su detención.
En la prisión de Le Valette, Soledad y Edoardo, cada cual en su celda de aislamiento, seguían sin saber de qué eran inocentes.
"Nuestro tipo de vida no le gusta al poder, le rompemos las pelotas", dirá Stefano, ex ocupante del Asilo. "Pero siempre dimos muy poco flanco para una represión definitiva. La forma en que vivimos, lo que hacemos, cómo intervenimos en la cuestión social, difícilmente puede ser condenado como violento, malvado... Ocupamos casas que están vacías: puede molestar a algunos pero no es para tanto. Escribimos cosas en las paredes: también puede molestar pero la mayoría lo entiende. En cambio, al interesarse por la cuestión de la alta velocidad y decir que la vía que les parecía mejor para oponerse era la acción directa, la lucha de las bases, ellos dieron un flanco a una serie de acusaciones más pesadas. Era una gran ocasión para los organismos represivos de darle un buen golpe a las casas ocupadas, acusándolas de cosas mucho más graves que las habituales. Aunque ellos no hicieron nada: no hicieron atentados, pero los acusaron de cosas que 'habrían podido hacer'".
A la mañana siguiente, sábado 7 de marzo, los diarios nacionales y locales lo explicaron con grandes titulares.
La Stampa
daba una buena síntesis; los títulos eran varios: "Golpe en Turín, capturados los ecoterroristas. Los 'Lobos Grises' acusados de los atentados contra los trenes de alta velocidad en el Valle de Susa. Negocios dañados tras la irrupción en los centros sociales". Y el artículo de introducción, en la tapa, daba el tono de lo que diría la prensa en los meses siguientes: "Son anarquistas los 'Lobos Gris es', los ecoterroristas del Valle de Susa que en los dos últimos años se hicieron protagonistas de una serie de atentados contra la alta velocidad. La otra noche los carabineros del Ros y los hombres de la Digos arrestaron a tres de ellos. Se trata de Edoardo Massari, 38 años, un squatter experto en la construcción de explosivos. Con él terminaron en la cárcel el presunto basista valsusino Silvano Pelissero, 37 años. El tercer detenido es María Soledad Rosas, 24 años, argentina de Buenos Aires. Se les secuestró material explosivo. El arresto de los tres desencadenó la reacción de los squatters turineses. Una manifestación de solidaridad frente al municipio se terminó con la carga de la policía. Balance lamentable: los anarquistas destruyeron las vidrieras de una veintena de negocios del centro e hirieron a dos policías. Son siete los arrestados".
La información se desplegaba en las páginas interiores, pero en ese resumen ya había lugar para tantos errores. No sólo que no acertaron ni una edad —Edoardo tenía 34 años, Silvano 36, Soledad 23—, ni que no había expertos en explosivos ni que la reacción de los squatters fue desencadenada por los desalojos de sus casas, que ni siquiera se nombraban. Sobre todo, el diario se hacía cargo, sin el menor signo de interrogación, del discurso policial: "Son anarquistas los 'Lobos Grises', los ecoterroristas del Valle de Susa...". Los periodistas, a veces, intentan confirmar lo que el poder les cuenta; no fue el caso de éstos, ni de casi ningún otro en Italia en esos días.
La Repubblica
, por ejemplo, titulaba: "Detenidos tres subversivos". No tres sospechosos, tres acusados, tres personas, no: tres subversivos.
Y el tono y las acusaciones se extendían al conjunto de los squatters: sus veinte vidrieras rotas de la víspera eran, según los títulos de los diarios, una "Guerrilla en el corazón de Turín" que consistió en "Dos horas de batalla contra las vidrieras" a cargo de "Malhechores dispuestos a todo" en "Turín a merced de los autónomos".
El clima de desamparo ya estaba creado. Los comerciantes declaraban que las autoridades de la ciudad eran incapaces de defenderlos y "mantener el orden público". Uno de ellos lo explicaba todo:
—Tiraron con piedras y palos contra las vidrieras. Rompieron por el gusto de romper, sin ningún motivo.
Ese día el prefecto de Turín, Mario Moscatelli, salió a tranquilizarlos en una entrevista:
—La policía trató de dividirlos, dispersarlos, dejándoles siempre una vía de escape. No queríamos encerrarlos, embotellarlos; en tal caso el encuentro habría sido físico, muy violento. Podía resultar un muerto. Y eso nadie lo quiere.
—Los comerciantes protestan. Cincuenta contra toda una ciudad. Algunos temen que sea un desafío y piden intervenciones duras, capaces de aislar a estos malhechores.
Insistió el periodista de
La Stampa
. Y el prefecto:
—Seguiremos haciendo nuestro deber. Dentro de dos meses, en mayo, espero, instalaremos algunas cámaras de video en los puntos neurálgicos de la ciudad. Será un experimento piloto para toda Italia. Sabremos dar una respuesta al pillaje, al vandalismo y a la delincuencia. Pero respetando la ley, sin caer en la emotividad.
Las cámaras, el control social reforzado, es cierto, no son reacciones emotivas: son pura lógica de Estado.
Ese sábado los responsables de la operación policial anunciaron, en una conferencia de prensa, sus éxitos antiterroristas. Los dos fiscales a cargo de la investigación, el adjunto Maurizio Laudi y el sustituto Marcello Tatangelo, explicaron que estaban seguros de que los tres acusados pertenecían a los Lobos Grises.
—Fue una investigación larga y laboriosa. No tuvimos ayuda de ningún colaborador y menos de infiltrados; usamos instrumentos extremadamente sofisticados, como grabaciones ambientales y seguimientos.
Dijo Laudi. Maurizio Laudi era un fiscal de origen izquierdista que se había reconvertido: Pasquale Cavaliere, el jefe del Partido Verde piamontés, solía quejarse de que cada vez que presentaba una querella contra un industrial que poluía o envenenaba a sus obreros con alguna sustancia, se chocaba con Laudi que conseguía exculparlos. Después Laudi dijo que la captura de los tres anarquistas estaba prevista para más adelante, pero tuvieron que adelantarla porque Pelissero descubrió aquel micrófono.
—Tenemos hallazgos de tipo documental que prueban su pertenencia a los Lobos Grises.
Dijo Laudi, aunque aclaró que no tenía "elementos para ligar directamente a los tres a la ejecución de los atentados". Y explicó que "dos centros sociales de Turín fueron allanados sólo por el hecho de que eran habitualmente frecuentados por los tres arrestados y que en algunos casos partieron de allí para realizar los atentados" —aunque no aclaró cuáles, teniendo en cuenta que no tenía elementos para ligarlos. Al final, Laudi soltó la frase que todos retendrían:
—No tenemos pruebas de que los arrestados hayan participado en los atentados más graves, pero tenemos la certeza granítica de su participación en los episodios menores.
Se refería sobre todo al incendio de la Municipalidad de Caprie, pero lo que quedó fue el carácter granítico. Al día siguiente todos los diarios titularon "Existen pruebas graníticas": la frase hizo fortuna y la certeza quedó establecida. Todos lo saben: el trabajo de los jueces y los diarios consiste en proclamar la verdad.
Todavía, a cinco años de su última supuesta bomba, nadie sabe quiénes fueron los "Lobos Grises" italianos. Ya desde el nombre, la supuesta organización era confusa: la referencia a los lobos suena más a fascismo que a anarquía, y el color gris no suele ser reivindicado por ecologistas o por ácratas. Para colmo ya existían unos Lobos Grises: el peor antecedente posible. Los Lobos Grises fueron un grupo neofascista turco formado a fines de los sesentas y liderado por un conocido colaborador de los servicios secretos, Abdullah Catli. Durante los setentas sus cachorros mataron a cientos de estudiantes, abogados, periodistas, sindicalistas y otros militantes de izquierda; siempre se los supuso protegidos por la CIA y el agregado militar americano en Ankara.
Los Lobos tuvieron un momento de gloria mediática. Su operación más conocida fue muy conocida: el 13 de mayo de 1981 uno de sus militantes, Mehmed Ali Agca, disparó contra el papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro. Ya entonces el nombre Lobos Grises había quedado muy ligado con lo más bruto de la extrema derecha.
Pero si faltaba algo, la cuestión terminó de aclararse en noviembre de 1996, cuando un tal Husseyin Kocadag, jefe de la policía secreta turca, se mató en un choque de autos. Junto con él murieron Abdullah Catli, ya entonces buscado por asesinato y tráfico de drogas, y su novia Gonza Uc, una ex reina de belleza vinculada con la mafia. Saltó el escándalo: la policía dijo que su oficial estaba trasladando a dos presos, pero la mentira duró poco. Catli llevaba armas policiales, un paquete de cocaína y seis documentos de identidad con nombres diferentes. Su relación con el gobierno quedó clara: el ministro del Interior tuvo que renunciar y la historia se publicó en todas partes. No habría sido lógico que un grupo de anarquistas p iamonteses retomaran el nombre de esos parapoliciales para reivindicar sus acciones "ecoterroristas" en el Valle de Susa.
—Yo nunca pude saber si los Lobos Grises existen o existieron. Lo único que sabemos es que alguien hizo volantes y los firmó Lobos Grises...
Dirá mucho después Luca Bruno, viudo de Soledad.
—¿Pero ustedes supieron de alguna otra presencia de este grupo, los conocieron, supieron algo más?
—No. Nunca supimos nada sobre ellos. Además vos escuchás Lobos Grises y pensás ah, son fascistas. Y si leías sus volantes estaba claro que no eran anarquistas. Tenían detalles racistas: en uno de sus volantes, por ejemplo, pusieron "afuera los meridionales del Valle de Susa". No podían tener nada que ver con nuestras ideas, eso está muy claro. Muy muy cla ro.
El otro éxito mediático de la acusación fue la imposición de la palabra "ecoterroristas". La palabra parece, a primera vista, levemente contradictoria, y fue inventada por los enemigos de los grupos a los que supuestamente define: he buscado mucho pero no encontré ningún grupo que se llame a sí mismo ecoterrorista. De hecho juntar la palabra eco y la palabra terrorista es un gran argumento contra cualquier demanda ecologista.
Lo más parecido a un grupo ecoterrorista sería el Earth Liberation Front, una organización de origen americano que consiste en una serie de células totalmente independientes entre sí —sus miembros no se conocen para garantizar su seguridad. El ELF dice que el propósito de sus acciones es "infligir daños económicos a los que se aprovechan de la destrucción y explotación del medio ambiente; revelar las atrocidades cometidas contra la tierra y las especies que la pueblan; tomar todas las precauciones necesarias contra el daño a cualquier animal, humano o no humano". En los últimos cinco años —dice el ELF— sus células llevaron a cabo atentados por unos treinta millones de dólares contra este tipo de objetivos.
"Cualquier acción directa para parar la destrucción del medio ambiente que adhiera a nuestros estrictos parámetros de no-violencia puede ser considerada una acción del ELF. El sabotaje económico y la destrucción de propiedad privada están incluidos en esos parámetros. No hay forma de contactar al ELF de su zona. Cada persona consciente debe tomar su resposabilidad para detener la explotacion del mundo natural. Ya no se puede seguir pensando que alguien otro va a hacerlo. ¿Quién, si vos no? ¿Cuándo, si no ahora?".
Aquel sábado 7, en la cárcel de Le Valette, la jueza de instrucción Fabrizia Pironti le comunicó por fin a Soledad los mo tivos de su arresto. La acusación principal era la asociación subversiva con finalidad de terrorismo y de subversión del orden democrático —según el 270 bis del Código Penal, un artículo creado por Mussolini y eliminado tras la Liberación, que el Estado it aliano reflotó en los setentas para combatir a las Brigadas Rojas. Ese artículo dice que "cualquiera que promueva, constituya, organice o dirija asociaciones que se propongan el cumplimiento de actos de violencia con fines de subversión del orden democrático será castigado con reclusión de siete a quince años. Y el que participe en tales asociaciones será castigado con reclusión de cuatro a ocho". Soledad, Edoardo y Silvano también serían acusados de pertenencia a banda armada, tenencia de armas y explosivos y documentos falsos, del incendio de la Municipalidad de Caprie y de varios hurtos y tenencia de material robado.
Cuando Soledad conoció los motivos de su arresto empezó a entender, poco a poco, que no saldría en unos días. Aunque, al principio, la idea le sonaba ajena: era algo que le estaba sucediendo pero no parecía real. Ese mismo día escribió su primera carta desde la prisión a sus compañeros del Asilo:
"Queridos amigos, disculpen por cómo les escribo, no sé si entenderán bien esta mezcla de italiano y español, ahora tengo tiempo de aprender bien, voy a pedir un diccionario, así por lo menos no me equivoco al escribir. ¿Cómo están? Espero que bien, me jodió tanto escuchar que quisieron desalojar el Asilo, pero ellos no saben que ese lugar no se toca, el Asilo tiene vida propia, esa cocina llena de sol y plantas. Son todos ustedes los que le dan esa cosa especial. Yo estoy bien, más fuerte que nunca, y llena de paciencia. Me jode no poder concretar tantos proyectos lindos como tenía, quería tocar el bajo, ocuparme del huerto, llenar la casa de girasoles, la Casa empezaba a brillar, su corazón empezaba a latir fuerte, casi como el Asilo.
"Y ahora que empieza a hacer calor, qué lindo. Resistí todo el invierno, algunos me decian 'ya vas a ver que cuando emp iece a hacer frío te vas'. Imagínense si el frío me va a condicionar. Y ahora que hacer calor tengo que estar acá. Pero resistiré hasta la victoria, lucharé. Pero cuando veo el sol pienso que es el mismo que los calienta a ustedes y siento que así estamos en contacto.
"¿Escucharon de qué nos acusan? Yo no entiendo cómo es posible que por un taladro y unos tubos digan que somos ladrones, cuando ellos roban con corbata y guantes blancos. No entiendo cómo estamos acusados de banda armada, cuando son otros los que andan con pistolas y tienen licencia para matar, pero ellos lo hacen por 'el orden de la sociedad'. Ví una cosa que dice que somos terroristas, me parece que se equivocan. Aquí somos amantes de la libertad y luchamos por ella.