Read Chalados y chamba Online

Authors: Marcus Sedgwick

Tags: #Infantil y juvenil

Chalados y chamba (8 page)

BOOK: Chalados y chamba
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El grupo favorito de

Solsticio es un

conjunto de heavy

-metal-trance-friki-pan

friki-punk llamado

Todo Mal
.

¡O
ooooh!

El destino de un cuervo es bien extraño, de eso no hay duda. Las cosas habían alcanzado en el castillo nuevos niveles en la escala de lo raro-raro.

Por ejemplo, durante el segundo día de clases de los chicos hubo una racha repentina de accidentes insólitos que provocó la pérdida de tres doncellas. El más estrafalario de todos fue un accidente con el cortador de queso a resultas del cual falleció una preciosa y joven doncella llamada Cloe.

Mientras los empleados de Cajón e Hijos sacaban por la puerta de la cocina el quinto cadáver en dos días, Mentolina meneó la cabeza lentamente.

—Algo del todo inaudito está pasando, y no se me ocurre qué es.

Yo no podía estar más de acuerdo.

Pero aunque todo aquello nos pareciera rarísimo, no era nada comparado con lo que la suerte nos reservaba.

Antes de la hora de acostarse me senté un rato con Solsticio y Silvestre, que estaban tomándose un vaso de leche caliente con miel y con las mejores galletas de doña Sartenes: esas rellenas de moscas chafadas, o de pasas si no hay moscas a mano. Solsticio hacía distraídamente un solitario con una hermosa baraja de cartas, mientras Silvestre se concentraba por entero en las galletas.

Habían pasado otro día muy duro.

—Edgar —gimió Solsticio—. ¡Tienes que ayudarnos! Ha de haber alguna manera de librarse de él.

—¡Una manera rápida! —añadió Silvestre—. ¿Sabes qué nos ha hecho hacer hoy?


Ark
—dije, lo cual significaba «sí, lo sé», porque estaba espiando desde esa viga, con el pico abierto de asombro ante las nuevas formas de aburrimiento que Brandish es capaz de sacarse de la manga a diario.

—Ahora —prosiguió Solsticio— ya sabemos todo lo que hay que saber sobre la minería del carbón en Ucrania. Y te aseguro que son un montón de páginas.

—¿Sabes? —dijo Silvestre de pronto—. Acabo de darme cuenta. ¡Nunca recuperaré este día! Ocho horas de mi vida malgastadas en estudiar técnicas de perforación. ¡Imagínate todo lo que podría haber hecho durante esas ocho horas! ¡Dormir! ¡Comer! ¡Jugar con Colegui!

—Por cierto, ¿dónde está tu mono? —preguntó Solsticio.

Silvestre puso una cara tristona y tomó la baraja de su hermana.

—No sé. Por ahí. Pero no sé… no parece el de siempre. Va y viene por la casa, pero no tiene buen aspecto.

No me gusta parecer malo, pero eso era una excelente noticia para este viejo pájaro, porque cuando el mono estaba bien me seguía por todo el castillo pisándome los talones, digo las plumas de la cola, con intención de estrangularme.

Silvestre barajó las cartas y, con rápidos movimientos, empezó a lanzarlas por la mesa, una a una.

—¿Te has enterado de lo de esas tres doncellas?

—le preguntó Solsticio—. Es un montón en un día. Incluso para nosotros. Algo raro está pasando aquí.

—¡
Ajórk
! —dije asintiendo, al tiempo que señalaba que eso mismo podría habérselo dicho yo hacía rato.

—¿Y te has enterado de que esta tarde han encontrado un rebaño de ovejas en el salón de baile? Nadie sabe cómo han entrado. Y todas llevaban un lazo rosa en la cabeza. Rarísimo, ¿no? Ha costado un montón ahuyentarlas y sacarlas al prado.

—Toma ya —dijo Silvestre.

—Sí. Aunque supongo que también las ovejas hacen cosas raras a veces…

—No…, quiero decir, ¡toma ya! Mira las cartas.

Le señaló las que había ido arrojando. Cada una había girado en el aire y caído de cara sobre la mesa… ¡y eran todas rojas! Silvestre ojeó rápidamente las que tenía aún en la mano.

—¡Todas negras…!

—¿Y? —dijo Solsticio—. Muy buen gusto, ¿no? Todo negro.

—Tú has visto cómo las he barajado primero, ¿verdad?

Solsticio se calló un segundo; luego se rascó la cabeza.

—¡Grito! ¿Sabes cuál es la probabilidad de una cosa así?

—No, no lo sé ni quiero saberlo, porque suena peligrosamente como si pretendieras ponerme un problema de mates, y mañana ya tenemos mates todo el día con el señor Apestoso.

—Vale —dijo Solsticio—, pero digamos que es muy, muy improbable. Hum. ¿Por qué no lo haces otra vez?

Silvestre tomó el mazo de cartas y las barajó a base de bien (más que nada porque se le caían todo el rato al suelo).

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