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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

Descanso de caminantes (8 page)

BOOK: Descanso de caminantes
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Chopo Campos Carlés me refiere que de vez en cuando sueña que su padre le exige que se reciba de nuevo de abogado. Al día siguiente debe dar exámenes: descubre que en algunas materias, como Derecho Romano, no sabe nada.

Diario de un hombre con sonda, entre el 4 y el 26 de junio de 1978
. Me distraía, mientras orinaba por la sonda, y pensaba: «En cuanto concluya con esto, hago pis».

Yo no entendía por qué Johnson tenía miedo de enloquecer. Me sentía firme en cordura. En los días inmediatos a la operación de próstata descubrí que se necesita muy poco para dar el paso que va de la cordura a la enajenación. Yo sabía que estaba en un cuartito de tres por cuatro, una suerte de infecta cabina de tercera clase para un solo pasajero. Sin embargo, me veía en un gran salón, con la enfermera, roncadora y sorda en un sillón junto a mi cama. Silvina, roncando en un diván, y en filas paralelas y más alejadas de divanes, siempre a mi izquierda, Carmen Domecq y otras personas conversando. A los pies de la cama, en la fantasmagórica profundidad del cuarto, había un piano de cola (sé qué es real y qué es imaginario, pero lo imaginario existe de una manera tan consistente y tan abrumadora como lo real). Una noche me entero de que un oscuro periodista de
LA Prensa
, autor de una serie de artículos titulada «Reflejos de nuestra ciudad», ha obtenido por esos artículos precisamente el Premio Nobel. El asunto no me preocupa; fuera de que deseo que le den el premio a Borges, no me importa quién lo saque. De pronto recapacito que en esta época nunca se dio el Premio Nobel y que tampoco se ha dado, que yo sepa, a un periodista. Me pregunto si no estaré soñando. Comprendo que así es y por su pura insistencia que el sueño se convierte en pesadilla. Al día siguiente lo recuerdo con una mezcla de contrariedad (porque fue obsesivo) y de diversión (porque fue ridículo: una pesadilla de ínfima categoría). Me duermo a la noche siguiente y en seguida me encuentro con el mismo asunto: llega no sé que confirmación de que el Premio Nobel fue dado a ese periodista. Sé que estoy soñando y desespero.

Otra noche, que siento asco por la comida, en cuanto cierro los ojos veo fuentes con croquetas, con pescados, con grandes pavos, con blanquetes de ternera, que me revuelven el estómago.

Tema para
grafodrama
[4]
del pobre Medrano. Título: «Acompañante». Se ve al enfermo, ojeroso y desvalido (yo), se ve al acompañante (Silvina), con los ojos cerrados, con la boca abierta, durmiendo, roncando.

Molfino me extirpó las tiroides el 2 de junio de 1978; Montenegro me extirpó el adenoma de próstata el 26. Le digo al cirujano: La operación fue magnífica. Desde luego, como operación en un bergantín de siglos pasados… El cirujano, habilísimo; el vaso de ron, prestigioso; en verdad, el amputado no sintió nada; pero hay que llegar a puerto y en los días siguientes las bonanzas y las tempestades implacablemente se suceden: el barco no avanza, y el pobre diablo de amputado se interna, ya con pocas esperanzas, en el dolor y en la fiebre, (Cemic, día 30 de este quirúrgico mes de junio de 1978). «Hemos llegado», nos decimos. Desde hace veinte días, estamos en tierra firme. De pronto, esa tierra firme se desintegra: era un cachalote. Nos encontramos de nuevo en el agua. Braceamos: ¿llegaremos a la orilla?

Un consejo a curas
. Instalen sus capillas o grutas milagrosas —Lourdes, Luján, Santa Teresita— pared por medio a cualquier centro de extirpación de próstatas.

Mi tío Enrique, el mujeriego, antes de suicidarse por una mujer que no lo quería, me dejó una carta con algunos consejos. Transcribo el primero de la lista: «Cuidado con las mujeres, Adolfito. Son todas el disfraz de un solo buitre, cariñoso y enorme, que vive para devorarte».

Estados
Unidos. Mientras tuvieron buena literatura, el país la ignoraba y eficazmente se dedicaba a ganar dinero; ahora esta actividad, para la que sirven, se desacreditó ante ellos y se vuelcan en la literatura con fervor y la ineficacia de los grupos de vanguardias de La Plata después de los años treinta. Proliferan allá las oscuras revistitas para el canasto, y los jóvenes, cruza de estudiantes y escritores, idénticos entre ellos, por la ineficacia, por la ignorancia enciclopédica, por el radicalismo criollo, de izquierda, y por las ansias de originalidad.

Los bárbaros, al descubrir que los romanos los tomaban en serio, seguramente intuyeron que el Imperio estaba en decadencia y que por increíble que pareciera caería pronto, No sé por qué habré pensado esto después de leer en una revista académica una lista de tesis doctorales norteamericanos sobre argentinos (Borges, Sabato, Cortázar, Silvina Bullrich, ABC, Luisa Mercedes Levinson, así como leen) y latinoamericanos varios.

Mi amiga me dice: «No le encuentro historia a mi vida». Yo pienso: «Lujo de persona sana». Si yo pudiera hacer pis sin dificultades, le encontraría historia a mi vida.

Sólo con tiempo me salen bien los trabajos. Para el
Diccionario
; que si no me engañan algunos elogios fáciles ha de ser un librito bastante logrado, tuve que pasar por la primera edición (del 71), un borrador defectuoso y quizá estúpido.

Siglo XVIII
. El reverendo Charles de Guiffardière escribió, en una carta a Boswell: «Mi querido Boswell, no me canse mortalmente con su moralidad tan sublime y tan poco adecuada a la vida. Créame moralidad de nuestro corazón es la única verdadera: la desagradable montaña de preceptos queda para las almas vulgares y torpes, incapaces de lograr la delicadeza de gusto, que nos permite saber que la virtud es querible y el vicio, odioso… Usted parece un implacable perseguidor de las pasiones… Usted es joven… Ante todo, conságrese a las mujeres. No me refiero a esa clase de mujer por la que los jóvenes llegan a la desgracia, él través del placer, sino a la que se distingue por los sentimientos, por la delicadeza, por ese gusto por la voluptuosidad que es característico de las almas sensibles… Espero, al hablarle así, no estar cometiendo la torpeza de quien da una lección».

El enfermo no está confinado a su cuarto, ni a su cama, sino a su cuerpo. El cuerpo es su morada y su jardín. Desde luego, su jardín de tormentos. Mi inteligencia (no la nuestra, querido lector:
pace
) realmente es más limitada de lo que en la soberbia de la juventud he creído. Después de las experiencias de junio y julio del 78, entiendo mejor cierto poema de Donne; un poema en el que me detuve lo necesario para comprender que alguno de sus versos me serviría de epígrafe para una novela… No sin embargo para entender la fantasmagórica ampliación del cuerpo del enfermo, a la que el poema se refiere; ampliación que lo engloba todo; el cuerpo es el universo del enfermo.

Dramáticamente Pedro anunció: «A mi señora tienen que hacerle una radiografía interna».

La nativista. Me dijo que la habían nombrado secretaria del Partido. «Pero yo no sé nada», dijo. No quisieron oída. Dice que hacen rifas —los premios son ladrillos, cemento, cal, y otros materiales de construcción— «que benefician al obrero que los gana y al partido». «¿Y ustedes dicen que son comunistas?», pregunté. «No. Somos la sociedad de fomento. Damos premios a la madre más joven, a la que tiene más hijos, etcétera». Me explicó que están contra «la conducción económica». Me dijo también que se emocionó mucho cuando empezó el Campeonato Mundial de Fútbol: «Lloré cuando vi esas formaciones de chicos, con las banderas argentinas». Las banderas argentinas en el día de triunfo, de nuevo la conmovieron hasta las lágrimas. Dijo que el Campeonato demostró al mundo que todo lo que se decía contra la Argentina eran mentiras. «Una campaña de mentiras», fueron sus palabras. Entonces, ¿en qué quedamos?

El 7 de septiembre 1978 murió nuestra perra Diana, una de las personas que yo más quería (me duele usar el pretérito). Silvina me dio la noticia en voz baja, y sin mirarme, como si la frase no estuviera dirigida a mí, para que lastimara menos: «Diana died».

Me ha maravillado la delicadeza de la gente (gente de expresión por lo general defectuosa, y aun torpísima) para referirse a ese hecho. Alguien que no sabe hablar, que dice «Me voy de un santo a comprar un Chubut» por me voy de un salto a comprar un yoghurt, comentó: «La perra se nos fue». Qué bien: el «se nos fue en lugar de se murió», que yo hubiera empleado. Diríase que fue un acto voluntario de Diana… El uso del nos me parece de una extremada delicadeza, porque se incluye a sí mismo en el dolor; se pone a nuestro lado; nos acompaña. Otro comentó: «Lo que me tiene mal es aquel vacío» y señaló el sitio donde Diana solía dormir.

Vino el secretario de la Federación de Colegios de Abogados a buscar una fotografía de mi padre, para el salón donde sesiona la Comisión Directiva. «La mirada de su padre solía expresar mucha picardía. Recuerdo una vez, en 1950 o un poco después, cuando nos citó el Director de las Bibliotecas Populares, un funcionario peronista. Se sentó en un sillón que estaba en un estrado; más abajo, enfrente, nos sentamos nosotros. Su padre, que era presidente de la Confederación el doctor Uriel O'Farrell y yo. La Confederación recibía, por ley, un pequeño subsidio. El funcionario peronista se puso a hablar en tono de discurso. Dijo que había visto con sorpresa que algunas instituciones que recibían subsidio del gobierno no apoyaban la obra patriótica del general Perón. En una palabra, nos amenazaba con el retiro del subsidio. Su padre me miró, se levantó, se dirigió al doctor O'Farrell dando la espalda al funcionario preguntó: '¿No le parece O'Farrell que nuestra presencia no es necesaria aquí?'. O'Farrell contestó: 'Desde luego'. Sin volvemos, fuimos saliendo. El orador había callado».

Para el Beagle y cualquier disputa:

Lo más prudente

es llegar a un acuerdo provisorio
,

pues lo evidente

es que el mismo universo es transitorio
.

Mi amiga pondera mi buena suerte: a los años que tengo, una amante fija ¡y a su edad!

Imaginé un diálogo entre un condenado a trabajos forzados, que al fin del día dice a mi secretaria:

—Estoy rendido de cansancio.

Mi secretaria contesta con la frase que le oí el viernes:

—Yo también. Nada cansa tanto como tomar sol.

Un embuste: que en los años cuarenta se hacían aquí buenas películas. Se hacían las inepcias de siempre, tal vez peores.

Apuntes

Manucho, invitado por el alcalde de un pueblo de gitanos, en la Camargue, roba la llave de la puerta del pueblo. La tiene en su casa de las sierras.

Manucho le regaló a Silvina una fotografía de su amante, desnudo. Pudibundo, eso sí.

Manucho apareció en casa, un día de 50°, con un saco de terciopelo. «Qué lindo saco», le dije. «Es copia de uno de Baudelaire», contestó.

Robos
. Yo espontáneamente descreo de los
robos
literarios (por ejemplo, cuando alguien dice: «Ese argumento es robado de…»). Sin embargo, a lo largo de la vida me enteré de no pocos
robos
.

Cuando Peyrou nos contó el argumento de su cuento «El jardín borrado», nos gustó tanto que uno de nosotros propuso la publicación de un libro con ese título que incluyera, en primer término, el cuento de Peyrou, y a continuación cuentos, con el mismo argumento, de cada uno de los amigos. Nuestra intención era hacer un homenaje a Peyrou celebrando la invención de esa historia.

El proyecto no se llevó a cabo. Nadie escribió su cuento, salvo Estela Canto, que le ganó de mano a Peyrou y lo publicó antes que él, sin ninguna aclaración acerca de la paternidad del argumento.

Recuerdo otro
robito
de Estela Canto. Silvina había empezado una comedia en verso y había escrito a máquina la línea:

los espejos de la sombra
.

Estela estuvo un rato en ese cuarto. Poco después publicó un libro titulado
Los espejos de la sombra
. Desde luego no había pedido permiso, tampoco se comidió a señalar el origen.

Cuando Silvina reunió los cuentos de
Las invitadas
, los entrego a Murena, que entonces trabajaba en Sur, para que la editorial publicara el libro. Después de seis u ocho meses le devolvieron el original, y Silvina lo entregó a Losada, que lo publicó. Entre tanto Peyrou leyó en una revista una apostilla anónima que le llamó la atención. Era un párrafo de «Diario de Porfiria» (cuento de
Las invitadas
), en que la protagonista escribía a sus amigas. Solamente Murena u otra persona de Sur pudo darlo a la revista. El párrafo no apareció en la edición de Losada. Silvina nunca se atrevió a preguntar a Murena si lo había, primero, dado a la revista, y si, después, lo había tachado.

Yo fui víctima, tal vez debiera decir beneficiario, de un robo de muy distinta naturaleza, por cierto. Cuando Beatriz Curia buscaba textos míos en la Biblioteca Nacional, encontró en un salón donde guardan textos valiosos (
hear, hear
) el original de «La trama celeste». Como no cometí nunca la fatuidad de regalar mis originales, no me queda otra alternativa que pensar en un robo, seguido de la donación, o en la simple donación del original (que en el 48 o 49 yo había entregado a Sur, para su publicación).

Beatriz Curia me preguntó de dónde saqué un párrafo de Blanqui (de L'Éternité par les Astres) citado en «La trama». Le dije: «De un libro de Flammarion. Un libro ilustrado, del que recuerdo un grabado: Blanqui, sentado en un banquito, recostado contra la pared, en su calabozo de la prisión de Toro; en la parte superior de la pared de enfrente hay una ventanita con barrotes por los que se ve un cielo con estrellas». Busqué en vano el libro en mi biblioteca de la casa de la calle Posadas. Encontré otro de Flammarion sobre astronomía y literatura, ilustrado, idéntico al del recuerdo, salvo que no contenía el grabado de Blanqui en su calabozo ni referencia alguna a
L'Éternité par les Astres
. Curia buscar el libro en Pardo, cuando fuera allí.

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