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Authors: Darren Shan

Tags: #Terror, Infantil y Juvenil

El circo de los extraños (48 page)

BOOK: El circo de los extraños
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"La mayoría de los vampiros no tenían inconveniente en obedecer las leyes (era más fácil para nosotros pasar inadvertidos entre los humanos si no los matábamos) pero algunos se sintieron traicionados por ellas. Ciertos vampiros creían que los humanos existían sólo para servirnos de alimento.

—¡Eso es una locura! —grité—. Los vampiros empezaron siendo humanos. ¿Qué clase de...?

—Por favor —me interrumpió Mr. Crepsley—. Sólo intento explicar cómo pensaban esos vampiros. Yo no tolero sus actos.

"Hace setecientos años, los acontecimientos se precipitaron. Setenta vampiros se apartaron del resto y se autoproclamaron una raza aparte. Se llamaron a sí mismos vampanezes y establecieron sus propias reglas y concilios.

"Básicamente, el vampanez cree que alimentarse de los humanos sin matarlos es un error. Cree que es noble dejar seca a una persona y absorber su espíritu (como tú absorbiste parte del de Sam Grest cuando bebiste de él) y que es vergonzoso tomar pequeñas dosis, como las sanguijuelas.

—¿Entonces siempre matan a la gente cuando beben? —pregunté. Mr. Crepsley asintió—. ¡Eso es terrible!

—Estoy de acuerdo —dijo el vampiro—. Al igual que la mayoría de los vampiros cuando los vampanezes se apartaron de nosotros. Hubo una gran guerra. Murieron muchos vampanezes. Y muchos vampiros, también, pero vencimos. Deberíamos haberlos exterminado, sólo que... —Sonrió amargamente—. Los humanos que intentábamos proteger se convirtieron en un estorbo.

—¿Qué quiere decir? —inquirí.

—Muchos humanos conocían la existencia de los vampiros. Pero, aunque no los matáramos, nos eludían... Nos temían. Pero cuando los vampanezes empezaron a masacrar a la gente, cundió el pánico y contraatacaron. Desgraciadamente no sabían distinguir entre vampiros y vampanezes, así que nos perseguían a todos y nos mataban.

"Podíamos controlar a los vampanezes —dijo Mr. Crepsley—, pero no a los humanos. Estuvieron a punto de aniquilarnos. Al final, nuestros Príncipes se reunieron con los vampanezes y acordamos una tregua. Les dejaríamos en paz si dejaban de asesinar sin freno. Sólo matarían cuando necesitaran alimentarse y sus asesinatos debían mantenerse en secreto para la humanidad.

"La tregua funcionó. Cuando los humanos se creyeron a salvo, dejaron de cazarnos. Los vampanezes procuraron mantenerse alejados de nosotros (eso formaba parte del acuerdo) y prácticamente no hemos tenido nada que ver con ellos durante las últimas centurias, aparte de algún que otro encontronazo o desafío ocasionales.

—¿
Desafío
? —pregunté.

—Vampiros y vampanezes viven de forma violenta —dijo Mr. Crepsley—. Siempre nos probamos a nosotros mismos en luchas y competiciones. Los humanos y los animales son interesantes oponentes, pero si un vampiro realmente quiere probarse a sí mismo, lucha contra un vampanez. Es algo común que vampiros y vampanezes se busquen y luchen hasta la muerte.

—Qué estupidez —dije.

Mr. Crepsley se encogió de hombros.

—Así es como somos. Con el tiempo, los vampanezes han cambiado —continuó—. ¿Te fijaste en su pelo, uñas y ojos rojos?

—Y sus labios —añadí—. Y tenía la piel púrpura.

—Esos cambios se produjeron porque beben más sangre que los vampiros. La mayoría de los vampanezes no son tan coloridos como Murlough (ha estado bebiendo cantidades peligrosamente abundantes de sangre) pero todos tienes rasgos similares. Excepto los vampanezes jóvenes... Tardan un par de décadas en adquirir esa coloración.

Medité en todo lo que me había contado.

—Entonces, ¿los vampanezes son malvados? ¿Es por su culpa que los vampiros tienen tan mala reputación?

Mr. Crepsley se frotó la cicatriz, pensativamente.

—Decir que son
malvados
no es enteramente cierto. Para los humanos lo son, pero para los vampiros son más bien primos descarriados que demonios redomados.

—¿
Qué
? —No podía creer que los defendiera.

—Todo depende del cristal con que se mire —dijo—. Tú ya has aprendido a dejar a un lado tu reparo a beber de los humanos, ¿verdad?

—Sí —dije—, pero...

—¿Recuerdas cómo te oponías al principio?

—Sí —volví a decir—, pero...

—Para muchos humanos,

eres malvado —dijo—. Un joven semi-vampiro que bebe sangre humana... ¿Cuánto crees que tardarían en intentar matarte si conocieran tu verdadera identidad?

Me mordí el labio inferior, meditando en sus palabras.

—No me malinterpretes —dijo Mr. Crepsley—. No apruebo los métodos de los vampanezes. Pero tampoco pienso que sean malvados.

—¿Quiere decir que está bien matar a los humanos? —inquirí con cautela.

—No —disintió—. Te estoy diciendo que puedo entender ese punto. Los vampanezes matan porque forma parte de sus creencias, no porque disfruten con ello. Un soldado humano que mata en la guerra no es malvado, ¿verdad?

—No es lo mismo —dije.

—Pero casi. Para los humanos, los vampanezes son malvados, simple y llanamente. Pero a los vampiros (y tú formas parte ahora de nuestro clan) no nos resulta tan fácil juzgarlos. Son nuestros parientes.

"Y además —añadió—, los vampanezes tienen su lado bueno. Son leales y valientes. Y nunca faltan a su palabra... Cuando un vampanez hace una promesa, la cumple. Si un vampanez miente y su parentela lo descubre, lo ejecutarán sin cuestionárselo. Tienen sus defectos, y yo no siento especial simpatía por ellos, pero, ¿
malvados
? —Suspiró—. Es difícil decirlo.

Fruncí el ceño.

—Pero usted iba a matar a uno —le recordé.

Mr. Crepsley asintió.

—Murlough no es normal. La locura invade su mente. Ha perdido el control y mata indiscriminadamente, para satisfacer su lunática codicia. Si fuera un vampiro, debería ser juzgado y ejecutado por los Generales. Los vampanezes, sin embargo, son más benevolentes con sus miembros menos afortunados. No están dispuestos a matar a uno de los suyos.

"Si un vampanez pierde el control, es degradado de su rango pero se le deja en libertad. Mientras se mantenga cerca de los de su especie, no harán nada para someterle ni perjudicarle. Él...

Un gemido nos hizo dar un brinco. Miramos atrás y vimos que el hombre gordo se agitaba.

—Vamos —dijo Mr. Crepsley—. Proseguiremos nuestra charla camino del tejado.

Salimos de aquel refrigerador y emprendimos el regreso.

—Murlough ha estado vagando por el mundo durante algunos años —dijo Mr. Crepsley—. Normalmente, los vampanezes locos no duran tanto. Cometen errores estúpidos y no tardan en ser atrapados y eliminados por los humanos. Pero Murlough es más astuto que la mayoría. Aún tiene el suficiente sentido común para matar discretamente y ocultar los cuerpos. ¿Conoces el mito de que los vampiros no pueden entrar en una casa a menos que les inviten a pasar?

—Claro —dije—. Nunca me lo creí.

—Ni debías. Pero, como la mayoría de los mitos, es una creencia arraigada. Los vampanezes casi nunca matan a los humanos en sus casas. Cazan a sus presas en el exterior, las matan y se alimentan, y luego esconden los cuerpos, o disimulan las heridas para que las muertes parezcan accidentales. Los vampanezes locos suelen olvidar estas reglas fundamentales, pero Murlough las tenía presentes. Así fue como supe que no atacaría al hombre en su casa.

—¿Pero cómo sabía usted que iba a atacarlo? —pregunté.

—Los vampanezes son muy tradicionales —explicó Mr. Crepsley—. Seleccionan a sus víctimas con antelación. Entran a hurtadillas en sus casas mientras los humanos duermen y los marcan... Tres pequeños arañazos en la mejilla izquierda. ¿No advertiste esas marcas en el hombre gordo?

Negué con la cabeza.

—No las estaba buscando.

—Pues estaban ahí —me aseguró Mr. Crepsley—. Pequeñas (probablemente pensó que se arañaría él mismo de alguna manera mientras dormía), pero inconfundibles cuando sabes lo que buscas: siempre en el mismo sitio y del mismo tamaño.

"Por eso me pegué a este hombre. Hasta esa noche había estado buscando a ciegas, rastreando la ciudad, esperando encontrar el rastro de Murlough. Descubrí al hombre gordo por casualidad y le seguí. Sabía que el ataque ocurriría aquí o en algún lugar entre su casa y su trabajo, así que sólo tenía que sentarme y esperar que Murlough actuara. —El rostro del vampiro se ensombreció—. Y entonces

entraste en escena. —Fue incapaz de disimular la amargura en su voz.

—¿Podría encontrar a Murlough otra vez? —pregunté.

Meneó la cabeza.

—Descubrir a un humano marcado fue un increíble golpe de buena suerte. No ocurrirá dos veces. Además, aunque Murlough esté loco, no es idiota. Abandonará a cualquier otro humano que haya marcado y huirá de esta ciudad. —Mr. Crepsley suspiró tristemente—. Supongo que tendré que dejarlo así.

—¿
Dejarlo
así? —pregunté—. ¿No pensaba perseguirle?

Mr. Crepsley negó con la cabeza. Me detuve en el rellano (habíamos llegado casi a la puerta de la estancia de las tuberías) y clavé los ojos en él, pasmado.

—¿Por qué no? —ladré—. ¡Está loco! ¡Mata a la gente! ¡Usted tiene que...!

—No es asunto mío —dijo el vampiro suavemente—. No me corresponde a mí preocuparme de criaturas como Murlough.

—¿Entonces por qué se involucró en todo esto? —grité, pensando en toda la gente que el vampaneze loco podría matar.

—Las manos de los Generales Vampiros están atadas cuando se trata de asuntos como éste —dijo Mr. Crepsley—. No se atreven a tomar medidas para eliminar a un vampanez loco, por miedo a provocar otra guerra. Como te he dicho, los vampanezes son leales. Tomarían venganza por el asesinato de uno de los suyos. Podemos matar a un vampanez en un combate justo, pero si un General Vampiro mata a un vampanez loco, sus aliados se sentirán obligados a devolver el golpe.

"Me metí en esto porque se trata de la ciudad donde nací. Vivía aquí cuando era humano. Aunque todos mis conocidos de entonces han muerto hace mucho tiempo, aún me siento atado... Es en esta ciudad, más que en cualquier otro lugar, donde me siento en casa.

"Gavner Purl lo sabía. Cuando advirtió que Murlough estaba aquí, procuró localizarme. Suponía (correctamente) que yo no permanecería impasible mientras el vampanez loco causaba estragos. Fue un golpe bajo por su parte, pero no se lo reprocho... En su posición, yo habría hecho lo mismo.

—No lo entiendo —dije—. Pensaba que los Generales Vampiro querían evitar una guerra.

—Así es.

—Pero si usted matara a Murlough...

—No —me interrumpió—. Yo no soy un General. Soy un vampiro corriente, sin relación con los demás. Los vampanezes vendrían a por mí si lo matara, pero los Generales no se verían implicados. Habría sido un asunto personal. No conduciría a una guerra.

—Ya veo. Así que, ahora que su ciudad está a salvo, ¿ya no se preocupará de él?

—Sí —respondió Mr. Crepsley simplemente.

No podía estar de acuerdo con la postura del vampiro (yo habría perseguido a Murlough hasta el fin del mundo) pero podía entenderle. Había estado protegiendo a ‘su’ gente. Ahora que la amenaza había desaparecido, ya no consideraba que el vampanez fuera su problema. Era una típica muestra de la lógica de un vampiro.

—¿Y qué ocurrirá ahora? —pregunté—. ¿Regresaremos al Cirque Du Freak y olvidaremos todo esto?

—Sí —dijo—. Murlough evitará esta ciudad en el futuro. Se escabullirá en la noche y todo habrá terminado. Podremos retomar a nuestras vidas y seguir con ellas.

—Hasta la próxima vez —dije.

—Yo sólo tengo un hogar —respondió el vampiro—. Con toda probabilidad, no habrá próxima vez. Vamos —dijo—. Si tienes más preguntas, las responderé más tarde.

—Está bien —dije, y me detuve—. Lo que dijimos antes, sobre no volver a ocultarnos cosas importantes, ¿lo va a mantener? ¿Confiará en mí a partir de ahora y me lo contará todo?

El vampiro sonrió.

—Confiaremos el uno en el otro —dijo.

Le devolví la sonrisa y le seguí al interior del cuarto de las tuberías.

—¿Cómo no vi antes las huellas de Murlough? —me pregunté, desandando las huellas que habíamos dejado al entrar en el edificio.

—Entró por otro lado —dijo Mr. Crepsley—. No quise acercarme a él hasta que atacara, por si me descubría.

Yo ya estaba junto a la ventana cuando me acordé de Evra.

—¡Un momento! —dije, llamando a Mr. Crepsley—. Tenemos que encontrar a Evra.

—¿El chico-serpiente también estaba al tanto de todo esto? —Mr. Crepsley se echó a reír—. Date prisa y tráelo. Pero no esperes que vuelva a contarle a él toda la historia. Tú te encargarás de eso.

Miré alrededor buscando a mi amigo.

—Evra —llamé en voz baja.

Como no hubo respuesta, alcé la voz:

—¡Evra!

¿Dónde se había escondido? Bajé la vista y descubrí un solitario par de huellas en el polvo, que conducían bajo un montón de tuberías.

—¡Evra! —volví a gritar, siguiendo su rastro. Probablemente me habría visto hablar con el vampiro y no estaba seguro de lo que debía hacer—. ¡Todo está bien! —grité—. ¡Mr. Crepsley no es el asesino! ¡Es otro...!

Escuché el seco y crujiente ruido de mis pies al aplastar algo mientras andaba. Retrocedí un paso, y me incliné y cogí el objeto para verlo de cerca. Con una sensación de angustia en las tripas, comprendí lo que era: los restos de un móvil destrozado.

—¡Evra! —chillé, precipitándome hacia delante. Vi señales de lucha al otro lado... El polvo en esa zona estaba muy removido, como si alguien hubiera recibido una paliza sobre él. Miles de partículas de polvo aún flotaban en agitadas nubecillas en el aire.

—¿Qué es esto? —preguntó Mr. Crepsley, aproximándose cautelosamente. Le mostré el móvil aplastado—. ¿Es de Evra? —supuso él.

Yo asentí.

—El vampanez ha debido cogerlo —dije, horrorizado.

Mr. Crepsley suspiró y agachó la cabeza.

—Entonces, Evra está muerto —dijo con franqueza, y mantuvo la mirada baja cuando yo empecé a llorar.

CAPÍTULO 16

Mr. Crepsley pagó la cuenta y nos marchamos del hotel tan pronto como volvimos, por si el personal notaba la desaparición de Evra, o el vampanez le obligaba a revelar nuestro paradero.

—¿Y si se escapa? —pregunté—. ¿Cómo sabrá dónde encontrarnos?

—No creo que escape —dijo Mr. Crepsley pesaroso.

Nos registramos en un nuevo hotel, no muy lejos del otro. Si al recepcionista le sorprendió encontrarse ante un solemne caballero con una cicatriz y un afligido muchacho vestido de pirata registrándose a una hora tan extraña, se guardó sus sospechas.

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