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Authors: Darren Shan

Tags: #Terror, Infantil y Juvenil

El circo de los extraños (50 page)

BOOK: El circo de los extraños
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—¿
Loco
? —Esperé que Murlough reaccionara violentamente ante el insulto, pero se limitó a reír entre dientes—. ¿Eso es lo que él te ha dicho? ¿Qué estoy loco? ¡El joven Murlough no está loco! Soy el vampanez más cuerdo que haya existido nunca. ¿Estaría aquí si estuviera loco? ¿Habría tenido la suficiente sensatez de mantener con vida a
Culebrilla
? ¿Acaso me ves soltar espuma por la boca? ¿Acaso me escuchas balbucear como un idiota? ¿Hmmm?

Decidí seguirle la corriente.

—Tal vez no lo esté —dije—. Ahora que lo pienso, parece demasiado inteligente.

—¡Naturalmente que soy inteligente! El joven Murlough tiene cerebro. No se puede estar loco teniendo tanto cerebro, a menos que estés rabioso. ¿Has visto algún animal rabioso?

—No —dije.

—¡Ahí lo tienes! —declaró triunfalmente—. No hay animales locos, así que no hay ningún Murlough loco. ¿Lo captas, hmmm?

—Lo capto —dije, tranquilamente.

—¿Por qué se metió en mis asuntos? —inquirió Murlough. Parecía confuso y molesto—. Yo no le hice nada. Jamás me crucé en su camino. ¿Por qué vino a enredarlo todo?

—Ésta era su ciudad —expliqué—. Vivía aquí cuando era humano. Se sintió en el deber de proteger a la gente.

Murlough me miró fijamente, con una incredulidad absoluta.

—¿Quieres decir que lo hizo por
ellos
? —chilló—. ¿Por los
porta-sangre
? —Se echó a reír locamente—. ¡Debe sentirse realmente solo! Pensé que tal vez los querría para él. O que había matado a alguien cercano a él. Pero nunca, ni por un segundo, imaginé que fuera por... por...

Murlough continuó riendo.

—¡No se hable más! —dijo—. No puedo dejar suelto a un lunático como ése. Cualquiera sabe lo que hará la próxima vez. Escucha, Darren Shan, pareces un chico inteligente. Hagamos un trato. Imagino que querrás salir de este lío, ¿hmmm?

—¿Qué clase de trato? —inquirí, suspicazmente.

—Un canje —dijo Murlough—. Yo sé dónde está
Culebrilla
. Tú sabes dónde está el vampiro. Uno por el otro. ¿Qué dices?

—¿Entregarle a Mr. Crepsley a cambio de Evra? —repliqué con desprecio—. ¿Qué clase de trato es ése? ¿Intercambiar a un amigo por otro? No creerá que yo...

—¿Por qué no? —preguntó Murlough—. El niño-serpiente es inocente, ¿hmmm? Y es tu mejor amigo, según me contó. El vampiro, en cambio, fue quien te separó de tu familia y te alejó de tu hogar. Evra me dijo que lo odiabas.

—Eso fue hace mucho tiempo —dije.

—Aún así —continuó el vampanez—, si tuvieras que elegir entre los dos, ¿con quién te quedarías? Si sus vidas estuvieran en juego y sólo pudieras salvar a uno, ¿a quién sería?

No tenía que pensarlo mucho.

—A Evra —respondí, sin alterarme.

—¡Ahí lo tienes! —retumbó Murlough.

—Pero la vida de Mr. Crepsley
no
está en peligro —dije—. Usted sólo quiere que se lo entregue a cambio de dejar libre a Evra. —Sacudí la cabeza, tristemente—. No lo haré. No le traicionaré ni le conduciré a una trampa.

—No tienes que hacerlo —dijo Murlough—. Sólo dime dónde está. El nombre del hotel y el número de su habitación. Yo haré el resto. Me colaré dentro mientras duerme, solventaré el asunto y te devolveré a Evra. Te doy mi palabra de que os dejaré ir a los dos. Piensa en ello, ¿hmmm? Sopesa las opciones. El vampiro o
Culebrilla
. Tú eliges.

Volví a negar con la cabeza.

—No. No tengo nada que pensar. Me cambiaré a mí mismo por Evra, si eso...

—¡No eres

quien me interesa! —chilló Murlough—. ¡Quiero al vampiro! ¿Para qué querría yo a un pequeño y estúpido semi-vampiro? No puedo beber tu sangre. No ganaría nada matándote. O Crepsley o no hay trato.

—Pues no hay trato —dije, sintiendo cómo los sollozos se agolpaban en mi garganta al considerar lo que mis palabras supondrían para Evra.

Murlough me escupió, asqueado. Su saliva se estampó y goteó de la rejilla.

—Eres un estúpido —gruñó—. Pensaba que eras inteligente, pero ya veo que no. Como quieras. Encontraré al vampiro por mi cuenta. Y a tu novia también. Y los mataré a los dos. Y luego te mataré a ti. Espera y lo verás.

El vampanez se apartó de la pared y se sumergió en la oscuridad.

—¡Piensa en mí, Darren Shan! —gritó mientras se escabullía por los túneles—. ¡Piensa en mí cuando llegue el día de Navidad, y le hinques el diente al pavo y al jamón! ¿Sabes a
qué
le estaré hincando el diente yo? ¿Lo sabes? —Su risa resonó espeluznantemente mientras se alejaba bailoteando por los túneles.

—Sí —dije en voz baja. Sabía exactamente a qué le hincaría el diente.

Me puse en pie, apartando las lágrimas de mi rostro, y fui a despertar a Mr. Crepsley para relatarle mi encuentro con Murlough. Tras un par de minutos, decidí trepar por la escalera de incendios y recorrer las azoteas, por si el vampanez rondaba por allí con intención de seguirme.

CAPÍTULO 18

Mr. Crepsley no pareció sorprenderse de que Murlough hubiera estado vigilando el hotel (casi lo esperaba), pero
estaba
pasmado ante la idea de que yo hubiera vuelto a la plaza del barrio.

—¿En qué estabas pensando? —exclamó.

—Usted no me advirtió que me alejara de allí —repliqué—. No se me ocurrió que fuera necesario.

Emitió un gemido.

—¿Pero qué fue lo que te impulsó a volver?

Decidí que ya era hora de hablarle de Debbie. Me escuchó sin pronunciar palabra de principio a fin.

—Una novia —dijo finalmente, meneando la cabeza con asombro—. ¿Por qué pensaste que yo no lo aprobaría? No hay razón para que no puedas trabar amistad con una chica. Incluso los vampiros completos llegamos a enamorarnos a veces de los humanos. Es complicado, y desaconsejable, pero no tiene nada de malo.

—¿No está enfadado? —pregunté.

—¿Por qué iba a estarlo? Tus asuntos amorosos no son de mi incumbencia. Actuaste correctamente: no hagas promesas que no puedas cumplir, y sé consciente de que estas cosas son sólo temporales. Lo único que me preocupa es que tu relación con esa chica esté vinculada al vampanez.

—¿Cree que Murlough irá a por ella?

—Lo dudo —dijo—. Pienso que evitará ir por la plaza. Ahora que sabe que has estado allí, esperará que vigilemos esa zona en el futuro. Sin embargo, debes tener cuidado. No vayas a verla cuando oscurezca. Entra por la puerta trasera. Mantente alejado de las ventanas.

—¿Está bien que siga en contacto con ella? —pregunté.

—Sí —sonrió—. Sé que a menudo piensas que me gusta estropearte la diversión, pero nunca he pretendido intencionadamente hacerte sentir miserable.

Le devolví la sonrisa, agradecido.

—¿Y Evra? —pregunté—. ¿Qué le va a pasar?

La sonrisa de Mr. Crepsley se desvaneció.

—No estoy seguro.

Meditó en ello un par de minutos.

—¿De verdad te negaste a intercambiar mi vida por la suya? —Por su tono daba la sensación de que pensaba que yo había tratado de impresionarle.

—De verdad —dije.

—Pero, ¿
por qué
?

Me encogí de hombros.

—Dijimos que confiaríamos el uno en el otro, ¿recuerda?

Mr. Crepsley se giró un poco, carraspeando tras su puño. Cuando me miró de nuevo, parecía avergonzado de sí mismo.

—Te he subestimado terriblemente, Darren —dijo—. No volveré a hacerlo. Hice una sabia elección cuando te escogí como asistente. Me siento honrado de tenerte a mi lado.

El cumplido me hizo sentir incómodo (no estaba acostumbrado a que el vampiro me dijera cosas agradables), así que hice una mueca e intenté no darle importancia.

—¿Qué pasa con Evra? —pregunté otra vez.

—Haremos lo que podamos para rescatarle —dijo Mr. Crepsley—. No fue un acierto que te negaras a cambiarlo por mí: sabiendo lo que Murlough quiere, podíamos haberle tendido una trampa. Ahora que has mostrado tanta lealtad hacia mí, no volverá a hacerte la misma oferta. Hemos perdido nuestra mejor oportunidad para cazarle... Pero aún hay esperanza —dijo—. Hoy es veintitrés. Sabemos que no matará a Evra antes del veinticinco.

—A menos que cambie de opinión —dije.

—Es poco probable. Los vampanezes no tienen fama de indecisos. Si te dijo que mataría a Evra el día de Navidad, será entonces cuando lo haga. Tenemos toda esta noche y la siguiente para buscar su guarida.

—¡Pero podría estar en cualquier parte de la ciudad! —exclamé.

—No lo creo —dijo Mr. Crepsley—. Él no está
en
la ciudad: está
bajo
ella. En los túneles. En los desagües. En las alcantarillas. Ocultándose del Sol, libre para moverse como quiera.

—No puede saberlo con certeza —dije—. Quizá sólo estaba hoy ahí abajo para seguirme.

—Si es así —dijo Mr. Crepsley—, estamos perdidos. Pero si su base
está
ahí abajo, tenemos una oportunidad. No hay tanto espacio bajo tierra. Los ruidos son más fáciles de detectar. No será sencillo, pero es nuestra esperanza. La noche pasada ni siquiera teníamos eso.

"Si todo lo demás falla —añadió—, y acabamos con las manos vacías... —Su rostro se endureció—, llamaremos a nuestro primo asesino y le ofreceremos el mismo trato que él te propuso.

—¿Quiere decir...?

—Sí —dijo, sombríamente—. Si no encontramos a Evra a tiempo, cambiaré
mi
vida por la suya.

* * *

Había más espacio bajo el suelo del que Mr. Crepsley había imaginado. Aquello era un interminable y retorcido laberinto. Los conductos parecían dirigirse a todas partes, como si se hubieran construido al azar. Algunos eran lo suficientemente grandes para pasar de pie por ellos, otros apenas lo bastante amplios para atravesarlos a rastras. Muchos aún se utilizaban, medio llenos de corrientes de agua y desperdicios. Otros eran viejos, y estaban secos y llenos de grietas.

El hedor era terrible. Una cosa era cierta: quizá llegáramos a escuchar o a vislumbrar a Murlough o a Evra, pero, definitivamente, ¡nunca podríamos olfatearlos!

El lugar estaba repleto de ratas, arañas y bichos. Pero pronto descubrí que, si se les ignoraba, ellos generalmente lo ignoraban a uno.

—No entiendo para qué necesitan tantos túneles —dijo Mr. Crepsley con expresión ceñuda, tras varias horas de búsqueda infructuosa. Nos parecía haber cruzado ya media ciudad bajo tierra, pero cuando levantó la vista del suelo para comprobar nuestra posición, descubrió que no habíamos avanzado más que tres cuartos de milla.

—Imagino que tantos túneles distintos se hicieron en épocas distintas—dije. Mi padre solía trabajar en una compañía constructora y me había explicado algo sobre los sistemas de alcantarillado—. Al final acaban erosionándose en algunos sitios, y por lo general es más fácil excavar pozos nuevos que reparar los viejos.

—Vaya derroche —refunfuñó Mr. Crepsley desdeñosamente—. Se podría construir una pequeña ciudad en el espacio que ocupan esos malditos conductos. —Miró alrededor—. Hay más agujeros que hormigón —dijo—. Me sorprende que la ciudad aún no se haya hundido.

Después de un rato, Mr. Crepsley se detuvo y soltó un juramento.

—¿Quiere que paremos? —pregunté.

—No —suspiró—. Debemos continuar. Es mejor seguir buscando que sentarnos a esperar. Al menos de esta forma controlamos en cierto modo nuestro destino.

Encendimos antorchas para iluminar los túneles. Necesitábamos luz: ni siquiera los vampiros pueden ver cuando la oscuridad es total. El resplandor aumentaba las posibilidades de que Murlough nos descubriera antes que nosotros a él, pero teníamos que correr ese riesgo.

—¿No puede rastrearle telepáticamente? —pregunté cuando nos detuvimos a tomar un respiro. Tanto andar doblados o arrastrándonos era agotador—. ¿No puede buscar sus pensamientos?

El vampiro meneó la cabeza.

—No tengo conexión con Murlough —dijo—. Sintonizar con los procesos mentales de otra persona requiere radar por ambas partes. —Levantó sus dos índices a cierta distancia entre sí—. Digamos que éste soy yo —agitó el dedo derecho—, y éste es Mr. Tall —agitó el izquierdo—. Hace muchos años, cada uno aprendió a reconocer las ondas mentales del otro. Ahora, si quisiera encontrar a Mr. Tall, emitiría una serie de ondas de radar. —Movió el dedo derecho arriba y abajo—. Cuando las señales lleguen a Hibernius, parte de su mente las captará automáticamente, aunque su mente consciente no se aperciba de ello.

—¿Quiere decir que podría encontrarle aunque él no quisiera?

Mr. Crepsley asintió.

—Ésa es la razón de que la mayoría de la gente rechace compartir sus ondas de identidad. Sólo debes revelárselas a alguien en quien confíes de verdad. Hay menos de diez personas en este mundo que puedan encontrarme de este modo, o yo a ellas —sonrió débilmente—. Sobra decir que ninguna de ellas es un vampanez.

No estaba seguro de haber comprendido completamente aquello de las ondas mentales, pero con eso me bastaba para saber que Mr. Crepsley no podía usar su telepatía para encontrar a Evra.

Otra esperanza eliminada de la lista.

Pero la conversación me hizo pensar. Estaba seguro de que tenía que haber un modo de aumentar nuestras posibilidades. El plan de Mr. Crepsley (deambular por los túneles y rezar para tropezarnos con el vampanez) no era muy bueno. ¿No habría algo más que pudiéramos hacer? ¿No habría una manera de tenderle una trampa a Murlough y hacerle caer en ella?

Concentré mis pensamientos más inmediatos en la búsqueda (si nos tropezábamos con el vampanez loco, no quería que me pillara con la cabeza en las nubes), pero dediqué el resto a pensar seriamente en aquello.

Algo que había dicho el vampanez se agitaba en el fondo de mi cerebro, pero no acababa de darle forma. Repasé mentalmente toda nuestra conversación. Habíamos hablado de Evra y Mr. Crepsley y Debbie y de un trato y...

Debbie
.

Me provocó con ella, diciendo que la mataría y bebería su sangre. En ese momento no me tomé muy en serio su amenaza, pero cuanto más lo pensaba, más me preguntaba hasta qué punto estaría interesado en ella.

Estaría hambriento, aquí abajo en las profundidades. Acostumbraba a alimentarse con regularidad. Nosotros le habíamos arruinado el plan. Dijo que le apetecía beber la sangre de Evra, pero ¿
lo haría
? Los vampiros no podían beber de las serpientes y apostaría a que los vampanezes tampoco. Quizá la sangre de Evra fuera imbebible. Quizá Murlough mataría al niño-serpiente el día de Navidad, pero no bebería de él como planeaba. Comentó un par de veces lo sabrosa que estaría Debbie. ¿Eso indicaba que Evra
no
lo estaba?

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