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Authors: Jean-Claude Lalumière

El frente ruso (6 page)

BOOK: El frente ruso
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—Pero ¿no se supone que somos nosotros los encargados de llevar a cabo esas misiones y de redactar los justificantes ?

—Escuche bien: mis funciones son las de clasificar. Y yo clasifico. Si hubiera tenido que ser de otro modo, Boutinot me lo habría dicho. Y si me lo hubiera dicho, me acordaría.

En eso había consistido mi bienvenida.

Informé a Boutinot, pero con cuidado de no criticar a Philippe. Cierto es que deseaba destacar y ganarme rápidamente el derecho a llevar a cabo funciones más exóticas, pero no quería que mi camino pasara por encima de mi compañero de oficina. No tiene demasiado interés el que te valoren si es comparándote con un compañero tan incompetente. Algunos podrían ver en esas maniobras más mi interés por hacer avanzar mi carrera que por servir al cuerpo diplomático. Y no podría contradecirlos. Yo no había entrado en el ministerio para facilitar las relaciones entre Francia y Uzbekistán, Kamchatka o Kabardia-Balkaria sino para satisfacer mis deseos de viajar y lograr una estabilidad profesional. ¿Qué otra rama de la Administración habría podido ofrecerme esa doble perspectiva? La del Ministerio de Defensa, puede, pero en ella los desplazamientos son muchas veces sinónimo de peligro, lo que va poco con mi carácter. La diplomacia era la elección adecuada. Solo faltaba que empezara a darme todo cuanto me había prometido.

—Jefe, creo que tenemos un problema.

Se lo expuse.

—Eso puede explicar el porqué de la postura del Estado Mayor respecto a nosotros —concluyó él—. El silencio en las comunicaciones desde hace ya algún tiempo me parecía extraño.

Algún tiempo
debía de ser un eufemismo, habida cuenta de la situación. Hacía tres arios que Philippe trabajaba en la sección y las órdenes de misiones más recientes, según había podido consultar, databan por lo menos de hacía un ario y medio.

—Póngase en contacto con los emisores de esas peticiones y señáleles que estamos de nuevo operativos, que hemos recuperado nuestras posiciones.

La mayor parte de las órdenes provenía de una misma oficina: la de comunicaciones, situada apenas a dos kilómetros, Sena abajo. Las misiones que nos habían confiado nuestros compañeros del Quai d'Orsay no presentaban ninguna dificultad, es decir, no tenían ninguna importancia, razón por la que no se habían preocupado al no haber recibido noticias nuestras: daban por hecho que todo había ido bien. Pero tras la reclamación de un visitante, se olieron el pastel. Suspendieron cualquier petición sin darle mayor importancia a su decisión. Las visitas no eran de diplomáticos y podía considerarse que esos encuentros los organizaba el ministerio a título preventivo. Es cierto que algunas de aquellas personas podrían convertirse llegado el día en autoridades en sus respectivos países. Quienes ya ocupaban una de las posiciones oficiales eran recibidos, como cabía prever, por un servicio competente del ministerio. Nosotros éramos la sección a la que se destinaban las operaciones más nimias. Hasta que se dieron cuenta de que no éramos capaces de asumir ni esas.

Algunas de aquellas peticiones provenían directamente de embajadas y consulados, como las de Irkutsk y Vladivostok. Esas peticiones habían seguido llegando y se encontraban entre las últimas que habíamos recibido. Sin duda, la información de la incompetencia de nuestra sección había tardado más tiempo en llegar a las partes más remotas de Siberia. Me propuse enviar una nota administrativa con la firma de nuestro jefe de sección a cada uno de los hombres que estuvieran al mando y cuyas peticiones hubieran caído en saco roto. Escribí un modelo de carta con la intención de adaptarla para cada interlocutor:

Oficina de los países en vías de creación

Sección Europa del Este y Siberia

París, jueves 14 de septiembre

Nota para el encargado de la embajada de...

Asunto: acoger a la delegación en el territorio nacional.

En respuesta a su solicitud con fecha de .../.../... de que la sección Europa del Este y Siberia acogiera a .........., debemos informarles que debido a algunas disfunciones no hemos podido llevar a cabo del modo más conveniente la misión que Uds. nos habían encargado. Lo que lamentamos profundamente.

Tengo la alegría de anunciarles que la organización de la sección ha restablecido el servicio y que cuando gusten pueden volver a solicitarnos todo aquello que precisen.

Sometí esta carta tipo a la revisión de Boutinot, quien me la devolvió anotada de este modo:

Oficina de los países en vías de creación

Sección Europa del Este y Siberia

París, jueves 14 de septiembre

Nota para
el encargado de la embajada de .....
el Estado Mayor.

Asunto: acoger a
la delegación
las tropas en el territorio nacional.

En respuesta a su solicitud con fecha de .../.../... de que la sección Europa del Este y Siberia
acogiera a .....
, organizara el desplazamiento de las fuerzas en nuestro territorio, debernos informarles que debido a algunas disfunciones no hemos podido llevar a cabo del modo más conveniente la misión que Uds. nos habían encargado.
Lo que lamentamos profundamente
y tomaremos las medidas disciplinarias pertinentes y actuaremos en consecuencia.

Tengo la alegría de anunciarles
que la organización de la sección ha restablecido el servicio,
que estamos de nuevo operativos y que cuando gusten pueden volver a solicitarnos todo aquello que precisen.

Estaba solo. No se puede estar más solo. No podía contar con ninguno de mis compañeros para regresar a la cartera diplomática. Con tan solo dos semanas de antigüedad, decidí falsificar mi primera carta. Por supuesto, esta manipulación implicaba saltarme a la torera la jerarquía y la obligación de comunicar todas mis actuaciones. Pero ¿qué valor podía tener ese procedimiento cuando la jerarquía había perdido la cabeza? Hice firmar a Boutinot una versión «militar» de la nota para, por una parte, tranquilizarlo respecto al avance del informe y, por otra, tener una copia de su firma. El procedimiento era sencillo: consistía en la reproducción de la firma de Boutinot en la parte inferior del correo que con tanto cuidado había redactado en un primer momento. Pero cuando vi en qué consistía la firma de Boutinot, no pude evitar desalentarme. El dibujo revelaba la complejidad del personaje. Parecía imitar los meandros de una riba tropical, llena de árboles y de arbustos, entre los que su mente se había quedado atrapada desde hacía años. Inimitable.

La falsificación se me antojó entonces imposible y tuve que tomarme un tiempo para repensarlo todo y encontrar los apoyos necesarios para llevar a buen término mis propósitos.

Aprovecharé el receso que supuso esta interrupción en el proceso de rehabilitación de la sección y, por ende, en el restablecimiento de lo que hubiera debido ser el curso normal de mi carrera, para volver atrás y hablaros de la segunda tarea que ocupó una parte de mis jornadas aquellas primeras semanas: la paloma.

Este episodio comenzó el tercer día de mi llegada a la sección. Ya os he descrito la arquitectura de los edificios del barrio en el que se encontraban las oficinas. El que nosotros ocupábamos estaba equipado con alféizares metálicos, una especie de viseras que se erguían sobre la fachada en la base de los ventanales y protegían así el piso inferior de los rayos de sol. Como en los edificios climatizados las ventanas no se pueden abrir, aquello era como una balda inaccesible sobre la que además no se puede dejar nada. Así que me sorprendió encontrar encima de ella, justo en mi ventana, el cuerpo de una paloma. Yacía allí, en el alféizar, a tan solo un metro de mí, tras el cristal. En un primer momento creí que estaba muerta, pero luego me di cuenta de que cada cierto tiempo un espasmo agitaba su cuerpo. Informé inmediatamente a mi vecino de despacho, quien me respondió sin rastro de emoción en su voz que eso sucedía cada cierto tiempo. Me explicó que el reflejo de los ventanales les hacía creer que había espacio, de manera que las palomas, engañadas por ese trampantojo, se estrellaban a veces contra los cristales. Solía suceder al amanecer, cuando el día acababa de comenzar y la luz era todavía débil. La mayoría caía hasta la calle, donde los servicios de limpieza del edificio se encargaban de recogerlas. Era más raro que se quedaran en los alféizares.

—¿Qué hay que hacer en ese caso? —le pregunté.

—Los limpiacristales la quitarán cuando vuelvan.

—Pero esa paloma está viva. Solo está herida. Philippe se acercó para constatar con sus propios ojos cuál era la situación y cuando la paloma se movió sobresaltada, se contentó con un simple: «Ah, sí, está viva».

—Desgraciadamente no podemos hacer nada por ella. Me informó de que normalmente, dada la violencia del choque, las palomas morían al instante. Mi incidente era doblemente raro.

—Podemos incluso ver dónde se produjo el impacto —me dijo.

Levanté la vista y reparé en la huella desdibujada de la pobre paloma que se había estrellado en pleno vuelo: un rastro de plumas húmedas y sucias por la contaminación.

Philippe levantó la mano y dibujó el contorno de su silueta.

—Eso son las alas y eso la cabeza.

Resultaba completamente abominable. Y mientras tanto, la paloma agonizaba.

—Voy a llamar a los servicios de limpieza para que hagan algo —le dije.

Philippe hizo una mueca dubitativa tras lo que me deseó buena suerte mientras salía del despacho.

—Tengo papeles que clasificar —añadió—.

—Menudo incordio— me informó mi interlocutor —: los limpiacristales ya han pasado este mes. Pasan el primer lunes de cada mes. La próxima limpieza está prevista para el 2 de octubre.

— ¡Pero no podernos esperar tanto! ¡La paloma está viva!

Este argumento que yo consideraba incontestable no pareció tener ningún efecto en él. Me explicó que sus intervenciones estaban definidas al detalle por una concesión que solo preveía que los limpiacristales pasaran una vez al mes. Mientras me hablaba, mis ojos iban de la paloma hasta la silueta que se había quedado marcada en la ventana. Tuve un escalofrío al imaginar al pobre animal revoloteando feliz aquella mañana, disfrutando de la calma relativa de una ciudad que está a punto de despertarse, en plena alegría, cuando un giro del destino le había hecho estrellarse con un sonido sordo. Imaginé su dolor atroz. En ese momento la paloma abrió un ojo. Parecía estar mirándome. Un último espasmo hizo que se sacudiera y su ojo se cerró lentamente. Se había muerto.

— Está muerta.

— ¿Quién?

— ¿Pues quién va a ser? ¡La paloma!

— Pues muy bien.

— ¿Cómo que muy bien?

— Eso significa que podemos esperar a que pasen dentro de un mes.

— ¿En un mes? No puedo tirarme un mes entero con una paloma frente a mí. Sin contar con que dentro de poco comenzará a pudrirse.

— Entonces hay que hacer una petición por escrito a la persona que gestiona nuestras intervenciones. Es el procedimiento.

Ese fue el motivo de mi primer correo interno.

Oficina de los países en vías de creación

Sección Europa del Este y Siberia

París, martes 5 de septiembre

Nota a la atención del responsable del servicio de limpieza.

Asunto: petición de intervención.

Desgraciadamente, una paloma se golpeó en los ventanales de mi oficina.

El pájaro está ahora muerto en el alféizar de mi ventana. Este resulta inaccesible desde el interior.

Le rogaría que hiciera intervenir a la empresa que se encarga del mantenimiento y limpieza para que retiren los restos mortales.

Dos días después recibí una respuesta en mi correo electrónico.

Jueves 7 de septiembre, 10.32.

Asunto: su petición de que se retire una paloma.

Me ha hecho llegar una petición para que intervenga la empresa de mantenimiento con el fin de que retiren una paloma muerta.

Las intervenciones de esta empresa tienen lugar dentro de una concesión en la que está definida con precisión la frecuencia de sus trabajos.

La próxima intervención tendrá lugar el 2 de octubre. La paloma se retirará entonces.

Envié otro mensaje sin la mayor dilación.

Jueves 7 de septiembre, 10.38.

Asunto: re: su petición de que se retire una paloma.

Comprendo todas las circunstancias de la concesión, pero ¿no sería posible que la empresa interviniera antes del 2 de octubre? ¡La paloma está muerta! Gracias por adelantado.

Jueves 7 de septiembre, 15.43.

Asunto: re: re: su petición de que se retire una paloma. Como la paloma está muerta, puede esperar hasta el 2 de octubre.

Jueves 7 de septiembre, 16.15.

Asunto: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Es cierto que por parte de la paloma no existe gran urgencia. En cambio, yo me veo incapaz de pasar un mes con una paloma muerta a la vista.

Viernes 8 de septiembre, 9.36.

Asunto: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Buenos días. Es solo una paloma. No entiendo por qué le molesta tanto. Debería concentrarse más en su trabajo. Buenos días.

Viernes 8 de septiembre, 11.03.

Asunto: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Para su conocimiento le informo de que el cuerpo de una paloma muerta se descompone y que no estoy dispuesto a asistir a su lenta degradación.

Y respecto a mi trabajo, avanza a pesar de la presencia de la paloma.

Viernes 8 de septiembre, 14.06.

Asunto: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Sí, perdóneme, se me había olvidado ese detalle. Sin embargo eso no soluciona el problema. La intervención de la empresa de limpieza se rige por los términos de la concesión.

Viernes 8 de septiembre, 14.30.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¿No existe en el contrato de esa concesión una disposición para que la empresa pueda intervenir por una causa excepcional?

Lunes 11 de septiembre, 9.12.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Sí, pero en ese caso me hace falta una petición por escrito.

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