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Authors: Jean-Claude Lalumière

El frente ruso (7 page)

BOOK: El frente ruso
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Lunes 11 de septiembre, 9.45.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¡¡¡Pero si se la envié la semana pasada!!! Ella es el origen de este intercambio de mensajes.

Lunes 11 de septiembre, 11.13.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¿Podría recordarme los datos de su correo? Tenemos muchas peticiones. ¿Qué día exacto lo envió?

Lunes 11 de septiembre, 13.53.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¿A qué datos se refiere? La petición estaba fechada el 5 de septiembre.

Martes 12 de septiembre, 10.31.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

He encontrado su petición de que se retirara una paloma con fecha del 5 de septiembre. Voy a consultar el planning de la empresa encargada del mantenimiento y limpieza para ver cuándo podría ir.

Dejé que transcurriera toda la semana antes de contactar de nuevo con mi interlocutor.

Viernes 15 de septiembre, 9.23.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Buenos días. Le vuelvo a escribir para saber qué ha sucedido con mi petición. La paloma sigue ahí... Como hace calor (estamos todavía en verano), el pájaro comienza a presentar signos de descomposición (presencia de moscas). Cordialmente.

Viernes 15 de septiembre, 11.37.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Perdóneme, pero se me ha traspapelado su petición, ¿podría repetirme la fecha?

Viernes 15 de septiembre, 11.41.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Se encuentra en el mensaje del 11 de septiembre.

Viernes 15 de septiembre, 11.46.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Hay varios. ¿Cuál era el asunto de ese correo?

Viernes 15 de septiembre, 11.48.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

El asunto era el siguiente: Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma. Pero dudo que le pueda servir para nada...

Viernes 15 de septiembre, 11.57.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¡Está bien! Ya la he encontrado. Transmito su petición a la SoCoProp. Contactaré con usted en cuanto tenga una respuesta. Anuncian lluvias para esta semana. Eso hará que se retrase la descomposición de la paloma. Buen fin de semana.

Lunes 18 de septiembre, 9.07.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

La lluvia del fin de semana no ha ayudado en nada. La paloma ha soltado plumas. Y temo que va a empeorar con el sol que se avecina.

Martes 19 septiembre, 9.54.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Ayer estuve ausente. Hoy me haré cargo de su caso y le digo algo a lo largo de la jornada.

P.D: lo siento por las plumas ;)

Martes 19 de septiembre, 10.07.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Gracias. Por favor ¡hágalo rápido! Han aparecido gusanos blancos y su visión resulta insoportable.

Martes 19 de septiembre, 15.48.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

La SoCoProp acaba de proponer una fecha. Ahora esta debe ser validada por el jefe de la oficina de mantenimiento general de la que dependemos nosotros.

Martes 19 de septiembre, 15.52.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¡Esto es kafkiano!

Martes 19 de septiembre, 15.56.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

No consigo comprender su último mensaje.

Martes 19 de septiembre, 10.06.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

No tiene importancia. Infórmeme en cuanto tenga noticias.

Miércoles 20 de septiembre, 10.34.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

La fecha de intervención de la empresa de limpieza para retirar la paloma muerta acaba de ser validada por el jefe de la oficina. Tendrá lugar el 27 de septiembre.

Miércoles 20 de septiembre, 10.43.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¡Resulta increíble! Hace tres semanas que le llegó mi petición y usted me informa de que la intervención tendrá lugar cinco días antes de la intervención habitual...

Miércoles 20 de septiembre, 10.47.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Comprendo su enfado, pero la gestión de las concesiones es muy complicada.

Viernes 22 de septiembre, 9.45.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Buenos días:

Es inútil que actúe ahora la empresa de limpieza. La paloma ha desaparecido. Sin duda el fin del verano la ha convencido de que era la hora de emigrar hacia el sur...

Viernes 22 de septiembre, 9.51.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Es un fastidio, porque ya se había emitido la orden. La intervención de la SoCoProp está planificada y será facturada.

Viernes 22 de septiembre, 9.57.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

¿Y qué puedo hacer yo? ¡No me voy a poner a escalar por la fachada para dejar otro cadáver de paloma en el alféizar!

Viernes 22 de septiembre, 10.02.

Asunto: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: re: su petición de que se retire una paloma.

Qué mal. Irán para nada.

El servicio de mantenimiento queda a su disposición.

Cordialmente.

Así que el día indicado, vi pasar varias veces por delante de mi ventana a un hombre vestido con un uniforme verde y blanco de la SoCoProp. Erraba buscando una paloma muerta. A través del ventanal intenté explicarle mediante muecas y gestos que la paloma ya no estaba allí. Philippe me comentó que los cuervos se habían encargado de llevarse a la difunta paloma. Los había observado una mañana en la que había llegado antes. Habían despedazado el cadáver con sus picos y después uno de ellos se había llevado lo que quedaba. «Fue bonito, como un documental de animales», precisó. A partir de entonces decidí alejarme de Philippe y evitar estar a solas con ese psicópata en potencia.

Frente al empleado de la SoCoProp, agitaba los brazos, sacaba la lengua por una comisura y cerraba los ojos como si estuviera muerto, hacía un gesto de no con el índice y después golpeaba con mi mano izquierda mi antebrazo derecho extendido hacia el horizonte para indicarle claramente que la paloma se había marchado. El hombre vestido de verde tuvo que malinterpretar sin duda este último gesto y comenzó a sacar su lengua y enseñarme su dedo corazón con un gesto que no dejaba lugar a dudas. Le sonreí. Como respuesta, con los ojos como platos, se golpeó el parietal derecho con el dedo índice. He de reconocer que sus mensajes tenían el mérito de la claridad. A diferencia de los míos.

Una vez hubo pasado ese incidente, pude dedicarme de nuevo en cuerpo y alma al delicado tema del correo que deseaba enviar a las embajadas y consulados que habían solicitado nuestros servicios sin éxito. Esperaba lograr destacar para poder marcharme cuanto antes de esa sección que evidentemente era lo más parecido a la cárcel en la que Langlois había querido encerrarme. Solo me faltaba la firma de Boutinot. En un primer momento pensé en inventar una nueva firma, pero tuve que descartar esa posibilidad. Boutinot tenía a sus espaldas una larga carrera y desconocía los otros destinos por los que había pasado antes de llegar allí. Uno de sus antiguos colaboradores podría haber recibido una de esas cartas y mosquearse por no reconocer la particular firma de nuestro jefe de sección.

Estaba a punto de abandonar mis planes cuando Aline se presentó en la puerta de mi oficina. Venía a proponerme una demostración del funcionamiento de la foto-copiadora. Siempre había pensado que era suficiente con poner un documento encima de la superficie de cristal y presionar un botón, casi siempre verde, pero en la Administración el uso de este aparato se convertía en una cuestión totalmente diferente. Utilizar la fotocopiadora sin la supervisión de la persona responsable era un poco como lavarse los dientes con el cepillo de otra persona.

Hay que saber que cada funcionario es dueño de un perímetro que debe defender. Por muy insignificante que este sea, jamás abandonará ninguna de sus prerrogativas. El valor de un funcionario se mide por la cantidad de expedientes que tiene a su cargo, incluso si alguno no sirve más que para sostener a los otros en la estantería. A la pregunta «¿Quién es el encargado de este expediente?», el funcionario precavido debe conseguir que su nombre sea la respuesta más frecuente. De este modo puede organizar un número incalculable de reuniones en las que, con un cuaderno en la mano y con pinta de estar preocupado, hará una o dos intervenciones para mostrar que sus comentarios son siempre pertinentes, después redactará las conclusiones, que siempre llegarán tarde (o no llegarán), cuando se haya tomado una decisión. Esta decisión, en caso de haberla, será en la mayoría de las ocasiones la de «Mejor que no cambiemos nada, nos traería demasiados problemas».

Aline me explicó el funcionamiento de la fotocopiadora. Ella era la única que poseía el código para desbloquearla, lo que implicaba que tenía que estar delante cada vez que se utilizara. Se trataba de una máquina muy moderna, con altas prestaciones, capaz de reproducir documentos en color con la calidad de un escáner. Aline me hizo una demostración convincente y me dio, sin saberlo, la solución a mis problemas de correo. Decidí ir aquella misma tarde a una fotocopistería para realizar con la mayor discreción una tirada de veinte ejemplares con la firma de Boutinot en hojas vírgenes.

Y sin duda fue para agradecérselo por lo que, llevado por el entusiasmo que me dominaba, propuse a Aline salir a tomar algo conmigo una noche de esas, la del sábado. De acuerdo, me respondió. Bien, entonces el sábado por la tarde, le dije sonriendo. No se me ocurría qué más decir y recordé que mi madre siempre había dicho que, en momentos así, lo mejor era sonreír, que parecías más inteligente o que por lo menos eras más agradable a la vista. Tras esta conversación ella volvió a su despacho y me dejó solo ante la fotocopiadora de la que no tenía el código, pero que me había inspirado para proponerle salir a tomar algo. Era martes.

5

Con la cita con Aline en el punto de mira, dejé que pasara la semana sin hacer nada. Mi cabeza no hacía más que pensar en ello, así que me fue imposible acometer cualquier tarea. Pasé la mayor parte del tiempo en mi oficina con los ojos clavados en los tejados de París. Los miraba tan atentamente que sentía el gusto del hierro en mi boca. Cada cierto tiempo, mi meditación angustiada por las ondulaciones del zinc se veía interrumpida por la aparición de Marc, el informático de la sección, decidido a hablarme de sus próximas vacaciones. Volaba el viernes hacia Katmandú, destino que le había recomendado Arlette, quien había pasado unas semanas en Nepal en los arios setenta y conservaba muy buen recuerdo. Allí era donde había aprendido a coser por instinto.

El viernes, mientras Marc volaba hacia Nepal, pasé la noche en un deambular constante mientras rememoraba mis múltiples fracasos sentimentales. El insomnio nos deja a menudo solos frente a la idea de la muerte. Y a mí, solía llevarme al recuerdo de todos los episodios amorosos de mi existencia, aquellos que solían acabar, en su mayor parte, en un estrepitoso ridículo. Aunque todo el mundo sabe que de ridículo no se muere uno. Así me encontraba yo, a intervalos regulares, atrapado en una evocación nocturna —e involuntaria, ya que este tipo de fenómenos no se pueden controlar— de las catástrofes de mi vida amorosa. No podía concebir una relación que no acabara en uno de esos naufragios. Yo no era virgen. Se trata de un hecho técnicamente alcanzado, aunque alguno quisiera ponerlo en duda al ver que después de mi primer encuentro sexual no hubo ningún cambio físico de interés. Fue en el momento en el que dejé de preocuparme por mis pelos, el acné o el tamaño de mi sexo cuando comprendí que el cambio era más bien interior. Tuve que repetir la experiencia para poder medir toda su importancia. Sin embargo, a pesar de ese aprendizaje, no se me podía considerar experto en la materia. Todo lo más podía hablar de algunas tentativas.

Con las mujeres había procedido con el mismo método con el que había aprendido geografía. Me estudié con atención su cartografía. A la edad en que para mí las niñas no eran más que compañeros de juego diferentes a los chicos con las que era imposible jugar al fútbol, a soldados o a indios y vaqueros, y si jugaban con nosotros, lo hacían de modo totalmente accesorio una sola bastaba— y siempre interpretaban el papel de la bella mujer que ha de ser salvada de los salvajes, mi padre había colgado en la puerta del cuarto de baño un póster que regalaba la revista
Ciencia y Vida
y que representaba una pareja medio desnuda. Cuando digo «medio desnuda» no hay que imaginar una representación erótica con gran potencial de estimulación sentimental y hormonal. Una línea vertical cortaba el cuerpo en dos: de un lado, el cuerpo estaba desnudo; del otro, desollado: así podían verse los órganos internos, los que conseguían despertar los monstruos que me sugería el papel pintado del cuarto de estar, acompañados de una nomenclatura muy exótica e incluso intrigante. ¿Cómo quedarse insensible a la evocación fantástica de las trompas de Falopio? Pude grabar en mi mente cada una de las partes representadas y hacerme a la idea del porqué de mi pertenencia a la mitad masculina de la humanidad. Decir que esa imagen no posee ninguna fuerza erótica no es del todo cierto. Al principio de la adolescencia me vi tapando con la mano izquierda la parte en la que se encontraba el cuerpo del hombre y la sección desollada de la mujer. Giraba levemente la cabeza hacia la derecha y de reojo observaba la parte desnuda que quedaba. Y así, descubriendo el erotismo oculto de la imagen, me excitaba tanto que me inicié en la masturbación. A continuación, cuando la mitad de aquella mujer ya no era suficiente, comencé a utilizar las páginas de ropa íntima del catálogo de La Redoute, un número de
Geo
consagrado a Haití donde aparecían algunas aborígenes vestidas con simples faldas de rafia, un especial de
Marie Claire
sobre la liberación de la mujer en el que militantes feministas que se preparaban a quemar sujetadores aparecían con los pechos desnudos... Una o dos veces llegué a esconder bajo el colchón revistas eróticas que iba a comprar a un quiosquero poco observador cuyo puesto se encontraba a varios kilómetros de distancia de mi casa. Preservar mi anonimato bien merecía un largo trayecto en bicicleta. Volvía al hogar, con la revista escondida bajo mi camiseta, y me encerraba en mi habitación para admirar el desnudo total de aquellas jóvenes impúdicas. Esas pocas imágenes obtenidas tras semejante expedición se habían convertido en un verdadero tesoro que suscitaba admiración entre mis compañeros de clase. Hoy en día, con Internet, resulta suficiente escribir la palabra «sexo» en un buscador para obtener cientos de imágenes pornográficas.

BOOK: El frente ruso
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