El lenguaje de los muertos (49 page)

BOOK: El lenguaje de los muertos
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Madre, yo…

¡Tú, tú, tú, siempre tú! ¿Y te crees el único? ¿Quién es este «yo» que mencionas siempre, Harry? ¿Y por qué nunca hablas de «nosotros»? ¿Por qué siempre piensas que estás sólo? ¡Tú, de todos los hombres, eres quien menos solo está! Porque todos los que han muerto en un millón de años yacían silenciosos en la oscuridad, pensando y prosiguiendo sus solitarios designios, cada uno de ellos aislado del más próximo, pero todos unidos por la común creencia de que la muerte era una estrecha y oscura —aunque indolora— prisión…, hasta que una pequeña y brillante luz llamada Harry Keogh apareció y dijo: «¿Por qué no habláis conmigo? Yo escucharé. Y luego podéis tratar de hablar entre vosotros». ¡Ah! ¡Una revelación!

Harry no dijo nada, no sabía qué responder. ¿Su madre estaba riñéndole o alabándole? Nunca la había oído hablarle de esa manera, ni siquiera cuando estaba despierto. Nunca había estado tan furiosa. Y su madre también percibió estos pensamientos.

¿Te preguntas por qué estoy furiosa? ¡Es que no puedo creerlo! Durante años no has podido hablarme, aun queriéndolo, y cuando por fin puedes hacerlo…

Harry pensó que ahora lo comprendía, y se dijo que ella tenía razón, y confió en poder aclarar las cosas.

Madre
—dijo—,
los otros muertos necesitan saber que existo, necesitan que les digan que la muerte es algo más que soledad. Y también necesitan saber que están a salvo de los Dragosanis, de los Ferenczy y de las criaturas de su especie. Pero hay tantos muertos —y yo tengo tantos buenos amigos entre ellos— que me sería imposible hablar con todos. No hasta que sea uno de ellos, en todo caso. Pero tú no necesitas saber esas cosas, tú ya las sabes. Sí, y también sabes desde siempre que te quiero, madre…

Ella no dijo nada.

Entonces, si en alguna ocasión no me comunico contigo, es porque algo muy, muy importante me lo impide. Así ha sido siempre, madre, y…, ¿madre?

Ella seguía furiosa, y por eso no le respondía, pero al menos no estaba llorando. Y por fin ella dijo:

Ya lo sé, hijo. Es que… me preocupo tanto por ti. Y los muertos me preguntan por ti. Sí, y porque te aman se desesperan por ti, ¿no lo sabes? ¿No puedes comprender que todos quieren ayudarte? ¿Y acaso no sabes que entre nosotros hay expertos en todos los campos, cuyos talentos estás desperdiciando?

¿Qué? ¿Talentos desperdiciados? ¿Y los muertos querían ayudarle? Pero si siempre lo hacían… ¿Qué tramaba su madre?

¿Madre? ¿Qué te traes con los muertos? ¿Y por qué dices que estoy perdiendo el tiempo?

Pierdes el tiempo intentando comunicarte con Möbius
—respondió ella de inmediato—.
Si hubieras hablado conmigo, lo sabrías. Yo traté de encontrarlo desde el instante en que recuperaste el lenguaje de los muertos
.

¿Tú? ¿Pero cómo? Möbius no está aquí, está en algún lugar del espacio. Puede estar en cualquier parte, literalmente en cualquier parte
.

Ya lo sabemos
—respondió ella—,
y también que «en cualquier parte» es un lugar muy vasto. Todavía no le hemos encontrado. Pero si podemos dar con él, recibirá tu mensaje y se pondrá en contacto contigo. O al menos eso esperamos. Entretanto…, despreocúpate de Möbius, y sigue con las otras cosas
.

Madre
—dijo Harry—,
tú no comprendes. Escucha: Möbius probablemente está en el continuo que lleva su nombre. Los muertos no pueden alcanzarle, no podrían aunque lo intentaran todos al unísono. Ese lugar está fuera del universo. Como ves, no soy yo quien está perdiendo el tiempo, sino vosotros
.

Harry percibió que su madre negaba con la cabeza.

Hijo
—dijo luego—,
cuando tu hijo Harry te privó del lenguaje de los muertos y de tu intuición matemática, ¿te quitó también parte de tu inteligencia?

¿Qué?

Cuando utilizas el continuo de Möbius, ¿cuánto tiempo permaneces realmente en él?

Harry advirtió de inmediato que ella tenía razón, y se preguntó si en la mente humana la lógica y la capacidad matemáticas estaban unidas, y si su hijo habría también diluido su capacidad de razonamiento.

Nada de tiempo
—respondió—.
Es instantáneo
.

Möbius no estaba en el continuo, simplemente lo usaba para llegar a destino.

Exactamente. ¿Para qué perder tu tiempo, entonces, intentando localizarlo en su tumba de Leipzig? Tú lo has dicho: está en alguna parte. Era un astrónomo en vida, y la muerte no lo ha cambiado. Y ahora mismo muchos de nosotros dirigimos nuestros pensamientos hacia las estrellas. Y si Möbius está allí, le encontraremos
.

Harry tuvo que ceder.

Madre, ¿qué haría sin ti?

Yo sólo estaba aclarando tu confusión, hijo mío. Te decía que entretanto debías seguir adelante con otras cosas
.

¿Cómo cuáles?

Harry, tú tienes acceso a la biblioteca más grande del mundo, libros que no sólo guardan el conocimiento, sino que pueden enseñarte activamente. Para ti, las mentes de los muertos son como libros en los que puedes leer, y todos sus talentos están allí para que puedas utilizarlos. Y así como aprendiste de Möbius, puedes aprender de todos los demás
.

Pero Harry hacía tiempo que había considerado esa posibilidad, y la había desechado. También Dragosani había aprendido de los muertos. Thibor Ferenczy le había instruido… en el mal. Y Dragosani, en tanto nigromante, había robado los talentos de Max Batu, y también le había sustraído a Gregor Borowitz los secretos de la Organización E soviética. Pero ninguna de esas cosas le había ayudado. ¡Si el ojo maléfico de Batu incluso había contribuido a su destrucción! No, había cosas, como el futuro, que Harry prefería no saber. Y como todo esto lo pensaba en el lenguaje de los muertos, su madre se enteró de inmediato.

Puede que tengas razón
—le dijo—,
pero creo que no deberías descartarlo. Harry, aquí hay multitud de talentos, y están prestos a servirte cuando tú lo decidas…

Su voz comenzó a desvanecerse, a desaparecer en los laberintos de los sueños. Pero esta vez Harry iba a recordar la conversación. Y fatigado de mente y cuerpo, por fin pudo tranquilizarse y se durmió aún más profundamente, en un sueño sin sueños.

Durante un rato. Hasta que…

¿Haaarry?

¡Era Möbius! Harry hubiera reconocido su manera de hablar la lengua muerta en cualquier parte. Pero su voz, incluso teniendo en cuenta que estaban hablando dentro de un sueño, sonaba peculiar. Éste era un Möbius diferente, un Möbius que había cambiado.

¿August Ferdinand? ¿Es usted? Le he estado buscando. ¡Muchos de nosotros le han estado buscando en todas partes!

Lo sé, Harry. Estaba… allí afuera. Pero tú tenías razón, y ellos se equivocaban. ¡Yo estaba en el continuo! Al menos, mientras pude soportarlo. Los pensamientos de tus amigos muertos me alcanzaron cuando salía de él
.

¿Y qué tenía que soportar?
—Harry no comprendía—.
El continuo de Möbius es lo que es
.

¿De verdad?
—La voz de Möbius aún sonaba vaga e incierta, como la de un sonámbulo, o un hombre en trance—.
¿De verdad es lo que es, Harry? ¿O es mucho más de lo que parece ser? Pero… es extraño, muchacho, muy extraño. Te hubiera hablado antes de eso, deseaba hacerlo, pero… ¡has estado ausente tanto, tanto tiempo, Haaarry!

No fue por mi culpa
—respondió Harry—,
me era imposible comunicarme. Algo me sucedió, algo que me privó de mi lenguaje de los muertos, y no pude hablar más con nadie. Y ésta es una de las razones por las que quería hablar con usted. Verá, no sólo perdí mi lenguaje para hablar con los muertos, sino también mi capacidad para utilizar el continuo de Möbius. Y lo necesito más que nunca
.

¿El continuo? ¿Lo necesitas?
—Möbius no parecía enteramente él mismo—.
¡Oh, Harry, todos lo necesitamos! ¡Ya lo creo que sí, sin él nada existe! ¡El continuo lo es TODO! Y…, y… lo siento, Harry, pero tengo que volver allí
.

¡Muy bien!
—respondió Harry con desesperación, pues sintió que la voz de Möbius se deslizaba por una tangente—.
Y le juro que no le molestaría si no fuera absolutamente necesario, pero…

¡Eso me está hablando!
—la voz de Möbius era un susurro lleno de asombro, que se hacía más tenue a medida que el matemático transfería su atención a otra parte—.
Y creo que ya sé qué es. Lo único que puede ser. Tengo que… irme… ahora…, Haaarry
.

Un instante después ya había desaparecido, y no quedaba ni siquiera un eco de su voz. Harry supo que Möbius había regresado al único lugar que a él le estaba prohibido. Había vuelto al interior del continuo de Möbius.

Y Harry, por fin solo, durmió durante lo que quedaba de la noche. Sin sueños, pero de todos modos inquieto…

A la mañana siguiente, cuando se dirigían en el coche de Manolis a ver a Trevor Jordan, algo que inconscientemente preocupaba a Harry salió a la superficie.

—¡Manolis, qué tonto soy! Debí de haber pensado en eso antes.

—¿En qué, Harry? —preguntó el griego mirándolo de soslayo.

—La KGB sabía que yo me dirigía a Rumania. Lo sabían incluso antes de que yo fuera. Quiero decir, sus esbirros rumanos me estaban esperando en el aeropuerto. De manera que alguien tiene que haberles informado, alguien de Rodas.

Manolis lo miró un instante sin expresión alguna, pero luego sonrió y se dio una palmada en el muslo.

—Harry —dijo—, usted es una persona muy rara con poderes extrañísimos, pero creo que nunca será un buen policía. Ayer, cuando nos contó lo que le había sucedido, pensé que daba por supuesto que yo debía llegar a la misma conclusión que acaba de exponerme. Y claro está que lo hice. Mi próximo paso fue preguntarme quién, además de nosotros, sabía que usted iba a Rumania. La respuesta fue que nadie, excepto el empleado que le vendió los billetes en el aeropuerto. Y ahora mismo la policía local está investigando este asunto. Y si hay una respuesta, ellos la encontrarán.

—Muy bien —dijo Harry—. Pero lo que importa es lo siguiente: no quiero que haya alguien esperándome en Hungría, si resulta que tengo que ir allí.

—Comprendo su preocupación —estuvo de acuerdo Manolis—. Esperemos que los agentes locales descubran algo.

Ninguno de ellos podía saber que en ese momento la policía estaba en el aeropuerto, hablando con un hombre que trabajaba en el servicio de informaciones. Estaban hablando con él y con su hermano, pues desde hacía tiempo sospechaban de ellos. Y no les importaba que las respuestas que obtenían no fueran las que esperaban, pues sabían que tarde o temprano les dirían la verdad.

Una enfermera les recibió en el asilo y les llevó hasta la habitación de Jordan. Era muy parecida a una celda: pequeña, con ventanas altas y protegidas por barrotes, y una puerta con mirilla. La puerta se cerraba desde afuera; era evidente que los médicos aún no se fiaban de su paciente. La enfermera miró por la mirilla y sonrió, luego le hizo señas a Harry de que se acercara. Éste siguió su ejemplo y observó el interior de la habitación por la mirilla. Jordan caminaba de un lado a otro, las manos cruzadas en la espalda. Harry llamó a la puerta y Jordan se detuvo y miró. Su rostro mostraba una expresión vital, alerta.

—¿Harry? ¿Eres tú? —preguntó.

—Sí —respondió Harry—, en un momento estamos contigo.

La monja abrió la puerta y los tres entraron en la habitación. La enfermera esperó afuera.

Jordan estrechó la mano de Darcy; le dio una palmada en la espalda a Manolis y luego saludó sonriendo a Harry.

—Así que tenemos de vuelta al necroscopio en nuestro equipo, ¿no? —dijo.

—Por un tiempo —respondió Harry devolviéndole la sonrisa—. Nos has asustado, Trevor. Creíamos que él había destrozado tu mente.

Darcy Clarke, después del apretón de manos inicial, había retrocedido un poco, pero con discreción.

—¿Me disculpáis un momento? —murmuró luego, y salió al corredor; Manolis fue tras él.

En el corredor, Darcy estaba de pie junto a la enfermera, o mejor dicho, se apoyaba en la pared, el rostro muy pálido.

—¿Qué sucede? —preguntó Manolis—. Ya he visto antes esa expresión en su rostro.

—Llame a Harry para que salga de allí —susurró Darcy—. ¡Rápido!

La enfermera pareció alarmada, pero Darcy le hizo señas de que guardara silencio llevándose un dedo a los labios.

—Harry —llamó Manolis con tono casual asomándose a la habitación—. ¿Puedes venir un momento?

—¿Me permites? —le preguntó Harry a Jordan.

—Sí, claro.

Jordan sonrió de una manera extraña, maliciosa. Harry se reunió con sus compañeros.

—¿Qué sucede?

Darcy cerró la puerta y dio vuelta la llave. Miró luego a Harry, con gesto angustiado.

—¡Algo está mal! —dijo—. Algo… no está bien en Jordan. De hecho, ¡creo que nada está bien en él!

Los ojos melancólicos de Harry estudiaron el tenso rostro de Darcy.

—¿Tu talento ha entrado en acción?

—Sí. Ése no es Trevor. Se le parece, pero no es él. Eso es lo que me dice mi ángel guardián. Mi talento no me permitió quedarme en la habitación.

—¿Harry? —se oyó la voz de Jordan tras la puerta—. ¿Por qué te demoras? Tengo que decirte algo, pero sólo a ti. ¿No podemos hablar tú y yo cara a cara?

Manolis reaccionó rápidamente. Mostró a la enfermera su identificación policial, volvió a hacerle señas de que callara tal como lo había hecho Darcy, llevándose un dedo a los labios, sacó la Beretta y se la dio a Harry.

—Cuando entre deje la puerta entornada; yo estaré aquí —le dijo.

—Pero ¿cree que eso le detendrá? —preguntó Darcy con voz temblorosa, señalando la Beretta.

Harry asintió.

—Jordan no es un vampiro —dijo, y tras guardar el arma en el bolsillo interior de la chaqueta, abrió la puerta y entró en la habitación.

Jordan estaba sentado en un sillón. Había otra silla enfrente, e hizo un gesto a Harry invitándole a que se sentase allí. Harry lo hizo, pero con cautela, y sin quitar los ojos del hombre que tenía ante sí.

—Bien, aquí estoy. ¿Cuál es el gran misterio, Trevor?

—De repente, yo ya no parezco preocuparte tanto —dijo el otro, con su extraña y maliciosa sonrisa.

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