El maestro de Feng Shui (13 page)

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Authors: Nury Vittachi

BOOK: El maestro de Feng Shui
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Se inclinó hacia delante, bajó los pies al suelo y quedó sentado en el borde de la silla. Miró a Wong a los ojos. Los otros observaron inquietos cómo la silla se inclinaba bajo su peso.

—Y eso es lo que les pido. Que este lugar sea seguro. No sólo seguro, sino que también dé sensación de seguridad; que todo aquel que entre en Tambi's Trek sienta que éste es el lugar más seguro del mundo. Que sepan que pueden dejar sueltos a sus hijos y que nada les va a ocurrir. Reorganizar. Rediseñar. Registrar hasta el último rincón de la casa y hasta el último rincón del terreno. No me importa el dinero que cueste. Haré todos los cambios que me sugieran. Tal vez me costará millones, pero cerrar el parque y renunciar a mi proyecto también me costaría millones. —Su expresión volvió a cambiar y pareció suplicar con humildad—: No pido mucho. Solamente un milagro. ¿Podrán hacerlo?

Wong bajó la vista a los documentos que tenía delante y luego miró a Tambi a los ojos:

—Para los milagros hay un recargo del quince por ciento. ¿Le parece bien?

* * *

Wong pasó las cuatro horas siguientes sentado a una enorme mesa de comedor —parecía diseñada para acomodar a unas treinta personas— con su cuaderno de cartas, un plano del parque temático y un mapa de la región. Escribió, garabateó, calculó, trazó cartas en papel de calco, superpuso hojas a más hojas, consultó libros llenos de trigramas, murmurando por lo bajo y tirándose de los pelos de la barbilla.

Joyce vagó por la casa y contempló la selva desde las ventanas. Había aves que cantaban con sonidos extraños y criaturas invisibles que parloteaban, y le pareció oír el rugido de un león. ¡Era todo tan deliciosamente excitante y exótico! Se imaginó siendo una moradora de la selva, recibiendo a un nervioso visitante (Brad Pitt, por ejemplo, no estaría mal) e impresionándolo con su habilidad para dirigir una casa fabulosa en medio del bosque tropical. Paseó por los pasillos, absorta en sus fantasías. De repente se encontró con Dubeya, que salía de lo que ella había creído una habitación vacía, y se sintió repentinamente asustada. Volvió junto a Wong.

Sinah durmió unas horas en una habitación para invitados y se despertó justo a la hora del té. Bajó a la planta baja con el pelo blanco alborotado y ansioso por tomar un Earl Grey. Llegó en el momento en que Wong ofrecía a su ayudante su exégesis inicial del lugar.

—Hay problemas, eso lo veo. Tenemos demasiada agua en el oeste, muy cerca de las montañas. A esto se lo conoce como «estrella de montaña cayendo en el agua». No es buena señal. Tendremos que arreglarlo.

—Ah, vale, o sea que vamos a trasladar el lago y la montaña —dijo Joyce—. Bueno. Yo me ocupo de eso y usted se dedica a otra cosa.

—Sería muy difícil trasladar el lago y la montaña —repuso Wong—. Tenemos que compensarlo de otra manera. Pero también hay buenas señales en el mapa. Mire esta sierra. Forma casi una ruta envolvente. Un sendero de afecto. Las carreteras que rodean cosas son buenas. ¿Ve esta línea, cómo abraza esta parte de aquí? Eso significa que Tambi's Trek está situado dentro de la guarida de un dragón. —Acercó el plano del parque temático y luego comparó los dos—. Parece que un brazo de la sierra baja hasta aquí, adentrándose en el parque. Forma una zona elevada y llana. ¿Cómo se dice?

—Una meseta.

—Sí. Bien, esta fuerza buena baja hasta aquí. Pero el viento la dispersa. Necesitamos una extensión de agua para evitarlo. Aquí hay una. Habrá que hacerla un poco más grande hasta que se acerque a la meseta. Les diremos que la ensanchen. O poner una fuente o una cascada. O incluso un grifo. Aquí, en este punto.

Tambi, que se había quedado en el umbral, entró en el comedor y observó los mapas.

—Me fascina que esta parte en concreto le haya parecido interesante. ¿El mapa señala lo que hay debajo? Una vez vinieron unas personas del negocio de la minería, y dijeron que ahí debajo podía haber mineral. ¿Es posible?

—Creo que sí —dijo el geomántico—. Esta forma de las montañas y el agua es muy común como terreno de minerales. Mire. El
chi
de tierra conduce hacia esta parte llana. Luego tenemos el agua, aquí. Esta parte es fuerte, próspera. Pero
chi
tierra y
chi
agua no combinan bien, a menos que entre ellos haya metal. El
chi
tierra daña al
chi
agua. Pero tierra-metal-agua es lo que llamamos «ciclo de control del Cielo Posterior». Es una zona buena. Es posible que ahí debajo, escondido, haya metal.

—Fascinante —dijo Tambi, secándose las manos sudorosas en su pantalón blanco—. Estoy impaciente por conocer su informe completo.

Tras un examen preliminar de la zona sobre papel, Wong anunció que dedicaría la tarde a hacer un estudio feng shui de la casa, y que el día siguiente recorrerían el parque propiamente dicho.

* * *

Aquella noche, durante una pesada cena en la misma mesa larga, conocieron la lúgubre historia de los Legge.

—Gerald era un hombre encantador. Adoraba los leones, y ellos a él —dijo Tambi.

—Ya, y por eso se lo comieron —dijo Joyce.

—Eso se debió a una interpretación equivocada por parte de Gerald. Los leones, sabe usted (y supongo que los animales en general), actúan por instinto. Hacen lo que están programados para hacer, como los ordenadores. No deciden sobre su conducta.

Hizo una pausa y dio una larga calada a su cigarro puro, una breva más bien húmeda que le costó bastante encender.

—Los leones, no sé si lo sabe —continuó—, no hacen tres comidas diarias como nosotros. Se atiborran de carne un día y pueden pasar los tres o cuatro días siguientes sin comer nada. Son bastante dóciles, sobre todo después de haber comido. Pero no salga del coche cerca de ellos cuando hace días que no comen.

—¿Es eso lo que hizo la desafortunada pareja? —preguntó Sinha—. Vaya. Duele sólo de pensarlo. Un tío abuelo mío fue devorado por uno de los últimos tigres del sur de China. Es una historia bastante buena...

Tambi lo interrumpió.

—Fue de lo más desagradable. Iban solos, por supuesto, de modo que tuvimos que reconstruir los hechos. Creemos que Martha y Gerald entraron en el parque a media mañana, porque se habían enterado de que un ñu cojeaba, y también corría la voz de que había en el recinto un ave de una especie rara, no recuerdo el nombre. Los leones estaban hambrientos y les tocaba comer aquel día. Normalmente no existe peligro, incluso en esas circunstancias, siempre que uno no salga del coche si los leones están cerca. Ellos saben que no pueden hincar sus colmillos en la carrocería. Para los leones, los coches son grandes fieras de metal, no comestibles. Si uno se queda en el coche, no atacan. Nuestros leones están acostumbrados a una rutina: les dejamos la carne en el suelo y luego los llamamos haciendo sonar varias veces la bocina (han aprendido a identificar ese sonido con el momento de comer). Y nos quedamos en el coche. Eso es crucial.

Se removió en la silla, que crujió ruidosamente, y dio otra calada al cigarro.

—Pero los Legge salieron del coche. A saber por qué. Gerald tenía una milagrosa habilidad para tratar a los leones, literalmente comían de su mano. Yo los he visto coger un pedazo de hígado que él sostenía. Pero salir del coche el día que les tocaba comer, antes de que lo hicieran, fue una gran imprudencia. —Su rostro se descompuso al evocar los hechos y la voz se le quebró—. Por alguna razón que ignoro, Martha y Gerald corrieron el riesgo. Mi primo Dubeya encontró los cuerpos. Había ido a alimentar a los leones un par de horas después de que los Legge fueran vistos por última vez. Encontró su todoterreno en la carretera con las puertas de ambos lados abiertas.

Estiró el brazo para remover una cazuela de fideos. Un aroma acre a chile y hierbaluisa flotó sobre la mesa desde un plato de carne difícil de identificar.

—Los restos de Martha y Gerald estaban esparcidos en un área de muchos metros. No era un espectáculo precisamente agradable. Los leones, verán ustedes, lo primero que buscan son las entrañas. Si alguna vez han visto a un felino grande comerse a otro animal, habrán comprobado que primero le abre el vientre y come las vísceras. Sólo después devora los músculos. Fue una carnicería. —Tuvo un escalofrío—. El personal huyó despavorido, todos menos mi primo. Recoger los restos de los Legge debió de ser una tarea increíblemente horrorosa. Dubeya lo hizo, después, naturalmente, de que acudiera la policía. Los restos los enviaron para la autopsia. Muerte accidental. Ya estaban metidos en sendos ataúdes cuando sus familiares vinieron a enterrarlos.

—¡Jo! —dijo Joyce—. Qué espeluznante.

Tambi asintió.

—Horrible, en efecto. Ahora sólo quedamos Dubeya y yo: dos humanos y cinco leones. Un lugar con más leones que hombres.

El criado, que por lo visto no contaba como ser humano, entró con más platos.

Tambi se dirigió a Joyce:

—Espero que haya traído una cámara, mi querida niña. Verá multitud de pájaros y también una vaca de una especie extraña que sólo se encuentra en esta parte del mundo.

—Qué bien —comentó la joven sin entusiasmo.

—Mañana iremos al parque —dijo Wong—. Espero que ya hayan dado de comer a los leones.

—De hecho, les toca mañana por la noche, pero no se preocupe. Estarán a salvo. Dubeya les acompañará, y puede que yo también. No nos separaremos en ningún momento. Sus vísceras estarán bien protegidas. Bien, ¿quién quiere un poco de hígado de pollo?

A la mañana siguiente, Wong no se presentó a desayunar. El criado le dijo a Tambi que el viejo señor chino se había levantado muy temprano y que luego había estado estudiando la casa por fuera y dibujando planos.

Más tarde, Tambi encontró a Wong trabajando en su dormitorio.

—Me alegro de que se haya tomado su trabajo tan en serio. ¿Qué ha descubierto?

El geomántico sacó una lista que había hecho con diminutos caracteres chinos, finamente trazados.

—Hay pequeños cambios que debería usted introducir en la casa, nada difícil ni caro. El verdadero problema es que la casa es larga y estrecha. Va de sur a norte. Esto significa un desequilibrio en la energía direccional. No llega suficiente del este y el oeste. Pero se puede compensar. Le haré una lista en inglés. Creo que no habrá problema.

—¿Y qué me dice de nuestra pequeña y conflictiva selva?

—Hay un problema de agua y otro de dispersión del chi, pero también tiene solución. El diseño no es adecuado para un parque selvático. Vi una nueva cerca que no aparece en el plano. Al oeste. En este punto. —Se puso en pie y señaló la ventana—. Detrás de esos árboles. Esa cerca no sale en el plano. Y también hay material ahí...

—Ah, sí. Verá, después del fatal incidente hicimos algunos cambios. Hay una zona, digamos, pantanosa que es preciso drenar, así que llevamos equipo adecuado. Fuimos a pedir consejo al
bomoh
local (ya sabe, el hechicero tradicional) y dijo que no pasaba nada si nos comíamos un trocito de selva y la trabajábamos un poco. Aún queda sitio de sobra para los leones.

—Pero comerse esa zona es muy malo —dijo Wong—. Malo para el flujo de energía y malo para el feng shui. Y no debería haber problema de pantano, creo yo. Tal vez es un error.

—Lo arreglaremos. Sólo es una dificultad temporal. Bueno, baje a tomar un té. Tengo entendido que ha desayunado a las cinco y media, hace ya dos horas. Seguro que vuelve a tener hambre o sed.

Mientras descendían la amplia escalinata, Wong señaló el pasillo que había abajo a la izquierda.

—Esa habitación secreta también me ha causado problemas. He malgastado una o dos horas tratando de resolverlo. No sale en el plano de la casa. Muy astuto. Debería usted habérmelo dicho. Pero bueno, imagino que pagará mis servicios, las horas que eso suponga —concluyó Wong, sonriendo.

—¿Qué habitación secreta? —dijo Tambi, visiblemente incómodo.

—La que está entre su cuarto y el del lado oeste.

—Oh. —Más que incómodo—. Es un dispositivo de seguridad. Ahí guardamos dinero y cosas de valor. Hay una caja Inerte para los ingresos, cuando los tengamos, claro. Después de todo, habrá miles de desconocidos rondando por el parque.

—No he visto ninguna caja fuerte ahí dentro —dijo Wong—. Sólo papeles y todo ese material embarrado.

—¿Ha estado dentro? Pero ¿cómo...?

—La puerta estaba cerrada con llave pero he podido abrirla. Espero que no le importe. Me dijo que hiciera un estudio detallado de toda la casa, hasta el último rincón.

—Sí, claro. Naturalmente que no me importa. Sólo me preocupa que la habitación de la caja fuerte sea tan poco segura, eso es todo.

—No he visto ninguna caja fuerte.

—Es que no ha llegado todavía —explicó Tambi—. Bueno, ya es hora de ir a la selva. ¿Por qué no va a buscar a los demás? Creo que aún están en la sala de desayunos. Los veré detrás de la casa dentro de veinte minutos.

Wong lo miró parpadeando y tragó saliva.

—No se apure —dijo Tambi—. Iremos todos juntos.

Tambi guió al grupo de Singapur hacia un lado de la casa, donde el coche de alquiler y el todoterreno aguardaban junto a una cerca alta rematada con alambre de espino.

—Esta entrada es sólo para el personal. Por aquí llegaremos al este del lago más rápido que por el camino normal. Y también nos llevará directamente al lugar donde perecieron mis desafortunados amigos. Dijo usted que quería ver el lugar, ¿no es así, señor Wong? Podrá hacerse una idea del entorno que fue testigo de tan triste incidente. Creo que ya han limpiado toda la sangre, pero, para mí, la mancha seguirá estando allí toda la vida. Es algo que me será imposible olvidar. —Meneó lentamente la cabeza. De pronto, se animó otra vez y señaló el vehículo de la izquierda—: Ustedes vayan en ése. Dubeya y yo iremos en éste.

—¿Por qué no vamos todos juntos en uno solo? —propuso Wong—. Será mejor si vamos juntos. Así podrá ir respondiendo a mis preguntas.

—¿Está de broma? —dijo Tambi—. Yo no podría entrar en ese coche tan pequeño, con mi tamaño. He hecho adaptar este vehículo especialmente para mí. ¿Ve ese asiento tan grande...? Pero no se preocupe. Nosotros iremos delante, y muy despacio. Es imposible perderse. No hay ningún peligro, eso lo garantiza Tambi's Trek.

—Este coche, el nuestro, ¿cree que podrá pasar por el barro? —preguntó Wong.

—Seguro que sí. Aquí está un poco enfangado, pero en cuanto pasemos esos árboles de allá llegaremos a una buena pista. Descuide, no habrá ningún problema. —Tambi cogió una bolsa oscura—. He traído mi cámara de vídeo. Les regalaré una cinta de recuerdo de su paso por la selva. Es un servicio que pensamos ofrecer a nuestros mejores clientes. —Montó como pudo en el vehículo con ayuda de su primo.

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