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Authors: Michael Moorcock

Tags: #Fantástico

El roble y el carnero (12 page)

BOOK: El roble y el carnero
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Goffanon se pasó el hacha de guerra de la mano derecha a la izquierda y ofreció la mano libre a Corum, quien la aceptó y dejó que el herrero sidhi le ayudara a ponerse en pie. Amergin seguía durmiendo sobre el altar, tapado por una capa, y Jhary dormía al lado de las cenizas de la hoguera con el gato hecho un ovillo junto a su rostro.

—Debemos ir al Reino de los Tuha-na-Gwyddneu Garanhir —dijo Goffanon—. He estado meditando en el problema.

Corum obligó a sus labios helados a sonreír.

—¿Quiere decir eso que has decidido aliarte plenamente con nuestra causa?

Goffanon se encogió de hombros con evidente desgana.

—Eso parece... No tengo mucho donde escoger. Si queremos llegar a esas tierras, tendremos que hacer una parte del trayecto por mar. Es la forma más rápida de hacer ese viaje.

—Pero llevamos mucha carga —dijo Corum—, y Amergin nos hará ir muy despacio.

—Entonces uno de nosotros debe llevar a Amergin hasta la relativa seguridad que ofrece Caer Mahlod mientras los otros se dirigen a Caer Garanhir —replicó Goffanon—. Volver por el mar, y eso suponiendo que hayamos conseguido encontrar el Roble de Oro y el Carnero de Plata, debería permitirnos llegar a Caer Mahlod sin problemas y bastante deprisa. Es la única solución, si queremos que Amergin tenga aunque sólo sea una leve esperanza de seguir con vida...

—Entonces es el camino que debemos tomar —se limitó a decir Corum.

Jhary-a-Conel había empezado a removerse. Una mano se alargó, encontró un sombrero de ala ancha y lo puso sobre su cabeza. Jhary se irguió parpadeando. El gato emitió un ruidito quejumbroso y se hizo un ovillo sobre el regazo de Jhary mientras éste se estiraba y se frotaba los ojos.

—¿Qué tal está Amergin? —preguntó—. He soñado con él. Había convocado una gran reunión aquí, en Craig Dôn, y todos los mabden hablaban con una sola voz. Fue un sueño maravilloso.

—Amergin sigue durmiendo —dijo Corum, y después explicó a Jhary las conclusiones a las que habían llegado él y Goffanon.

Jhary asintió.

—Pero ¿quién de nosotros llevará a Amergin a Caer Mahlod? —Se puso en pie, cogió al gatito blanco y negro y lo colocó en el hueco de su brazo—. Creo que debería ser yo.

—¿Por qué?

—Para empezar, porque ir de este sitio a otro y dejar allí a nuestro pobre y maltrecho amigo es una tarea sencilla. En segundo lugar, no tengo ningún papel importante que interpretar en la trama de los destinos involucrados. Hay más probabilidades de que las gentes de Gwyddneu Garanhir traten con respeto a dos héroes sidhi que a uno solo.

—Muy bien —accedió Corum—. Pondrás rumbo a Caer Mahlod con Amergin, y cuando llegues allí les contarás todo lo que ha ocurrido y todo lo que tenemos intención de hacer. Adviérteles también de que los Fhoi Myore vuelven a estar en pie de guerra. Con Amergin dentro de las murallas de Caer Mahlod, cabe la posibilidad de que estén a salvo de la mirada congeladora de Balahr y, como resultado de eso, quizá obtengamos algo de tiempo. Por suerte los Fhoi Myore no pueden desplazarse con excesiva rapidez, y puede que consigamos volver antes de que lleguen a Caer Mahlod...

—Suponiendo que se dirijan a Caer Mahlod —dijo Goffanon—. Lo único que sabemos es que planean avanzar en dirección oeste. Incluso es posible que su destino sea Craig Dôn, y quizá pretendan destruir este lugar...

—¿Por qué lo temen tanto? —preguntó Corum—. ¿Aún sienten esa necesidad?

Goffanon se frotó la barba.

—Es posible —dijo—. Craig Dôn fue construido por los sidhi y los mabden en la época de nuestra primera gran guerra con los Fhoi Myore. Fue construido según ciertos principios metafísicos y tenía varias funciones, tanto prácticas como simbólicas. Una de las funciones prácticas era actuar como una especie de trampa que engulliría a todos los Fhoi Myore en cuanto hubieran sido atraídos hasta aquí. Craig Dôn tiene el poder o, mejor dicho, tenía el poder de devolver a sus propios Reinos a quienes no tienen lugar en éste; pero ese poder no funciona con los sidhi, pues en ese caso yo habría abandonado este mundo hace mucho tiempo... El destino nos obligó a completar su construcción, pero luego no pudimos utilizarlo para nuestros fines. Nunca conseguimos atraer a todos los Fhoi Myore hasta Craig Dôn, y desde entonces los que sobrevivieron siempre se han mantenido alejados de este lugar. También había ciertos rituales...

La expresión de Goffanon se volvió absorta y distante, como si estuviera recordando los días en los que él y todos sus hermanos se enfrentaron al poderío de los Fhoi Myore en aquella contienda épica. El herrero sidhi volvió la mirada hacia los enormes círculos de columnas de piedra.

—Sí —murmuró—, hubo un tiempo en el que Craig Dôn fue un lugar de inmenso poder...

Corum entregó dos objetos a Jhary-a-Conel. El primero era el largo cuerno curvo, y el segundo era la capa sidhi.

—Cabalgarás en solitario, así que es mejor que los lleves contigo —le dijo—. El cuerno te protegerá de los Sabuesos de Kerenos y de los cazadores ghoolegh. La capa te ocultará a los ojos del Pueblo de los Pinos y de tus otros perseguidores. Tendrás necesidad de ambos, y sin ellos nunca podrías llegar a Caer Mahlod sano y salvo.

—Pero ¿qué será de ti y de Goffanon? ¿Acaso no vais a necesitar protección?

Corum meneó la cabeza.

—Tendremos que hacer frente a los peligros que vayan surgiendo en nuestro camino sin ellos. Somos dos, y no tendremos que cargar con Amergin.

Jhary asintió.

—En tal caso los acepto.

Poco después ya habían montado a caballo y estaban avanzando a través de los arcos de piedra. Goffanon iba delante con el hacha de guerra apoyada sobre su hombro cubierto de pieles, y la fría luz que caía del cielo arrancaba destellos a su casco de hierro.

—Ahora cabalgarás en dirección suroeste y nosotros cabalgaremos en dirección noroeste —dijo Corum—. Nuestras rutas no tardarán en separarse, Jhary-a-Conel.

—Recemos para volver a encontrarnos.

—Esperemos que así sea.

Espolearon a sus monturas y cabalgaron juntos durante un rato, y mientras lo hacían cada uno disfrutó de la compañía de los demás, pero apenas hablaron entre ellos.

Y el momento de la separación no tardó en llegar, y Corum observó desde la grupa de su montura inmóvil cómo Jhary partía al galope hacia Caer Mahlod, con su capa aleteando detrás de él y la figura semiconsciente del Gran Rey encantado atada sobre el cuello de su caballo.

Jhary-a-Conel avanzó al galope a través de la llanura cubierta por el blanco sudario de la nieve, y su silueta se fue haciendo más y más pequeña hasta que acabó desapareciendo entre el remolino de nieve que había levantado una ráfaga de viento helado, arrebatándolo a la mirada de Corum pero no a sus pensamientos.

Jhary y el destino de Jhary estuvieron presentes con frecuencia en la mente de Corum mientras cabalgaba hacia la costa, con el incansable Goffanon trotando siempre a su lado.

Y, de vez en cuando, Corum también se acordaba del sueño que había tenido en Craig Dôn, y cuando eso ocurría apremiaba a su montura a cabalgar todavía más deprisa, como si esperara poder dejar esos recuerdos detrás de él.

Sexto capítulo

Huida sobre las olas

 Corum se pasó una mano por la frente para secarse las gotas de sudor que se pegaban a ella, y dejó caer la cota de malla y el casco sobre el fondo del pequeño bote lanzando un suspiro de alivio.

 El sol brillaba en un cielo sin nubes y aunque en realidad el día sólo era tan cálido cómo podía esperarse de un día de comienzos de primavera, les parecía casi tropical tanto a Corum como a Goffanon, quienes se habían ido acostumbrando a la mordedura del frío que reinaba en las tierras conquistadas por los Fhoi Myore durante su viaje a la costa.

 Corum vestía únicamente su camisa y sus pantalones, y de su armamento sólo llevaba encima la espada y una daga colgando de la cintura, pues había dejado el resto de sus arreos de guerra sobre la grupa de su caballo. La idea de abandonar al caballo no le gustaba demasiado, pero transportarlo a través del océano que cabrilleaba ante ellos parecía una empresa imposible. El bote que habían encontrado era tan pequeño que Goffanon tendría ciertas dificultades para acomodarse en él, y estaba claro que en cuanto Corum y el enano sidhi estuvieran a bordo apenas quedaría espacio disponible para nada más.

 Corum se quedó inmóvil unos momentos en el muelle de la aldea de pescadores abandonada y se preguntó si habría sido visitada por algunos esbirros de los Fhoi Myore o si sus habitantes estarían entre los que habían huido a Caer Mahlod durante la primera invasión del Pueblo Frío. No podía saber cuáles habían sido las circunstancias de su marcha, pero fueran cuales fuesen habían dejado atrás muchas cosas, incluidas varias embarcaciones de pequeño calado. Corum supuso que las más grandes habían sido llevadas al Reino de los Tuha-na-Gwyddneu Garanhir o quizá incluso más lejos, hasta las tierras del rey Fiachadh, Señor de los Tuha-na-Manannan. No había ni un solo rastro de las habituales matanzas indiscriminadas que practicaban los Fhoi Myore. Corum pensó que los habitantes de la aldea habrían decidido marcharse, y que una vez decidida la marcha se habían ido lo más deprisa posible. Las casitas blancas, los huertos en los que crecían las flores y las hortalizas y todo cuanto le rodeaba conservaban el mismo aspecto que habría tenido si aún estuviera ocupado y atendido. La huida debía haber sido comparativamente reciente.

 Goffanon, quien se quejaba del calor pero se había negado a quitarse el peto o el gorro de batalla y seguía empuñando su hacha de guerra de doble filo, bajó el corto tramo de peldaños de piedra y subió al bote que Corum sujetaba para facilitarle el abordaje.

 Después Corum avanzó cautelosamente hasta la proa, se sentó dejando su lanza y su hacha en el fondo del bote y cogió los remos (pues Goffanon había insistido en que el arte de remar le era totalmente desconocido e incomprensible). Corum habría dado todo cuanto tenía a cambio de una vela sin pensárselo dos veces, pero no había podido encontrar nada que pudiera utilizarse como tal. Se alejó del muelle y maniobró el bote hasta quedar de espaldas a la orilla distante que se alzaba sobre las aguas y que era la meta final de su viaje. Después empezó a remar moviendo los remos con toda la fuerza de sus brazos en largos arcos que al principio le cansaron, pero que parecieron irle exigiendo cada vez menos esfuerzo a medida que se iba acostumbrando al ritmo. El peso de Goffanon y la inercia que les proporcionaba también ayudaban a que el bote se deslizase sobre el mar con más facilidad, y no tardaron en avanzar rápidamente sobre las aguas límpidas y tranquilas.

 El olor a sal resultaba muy agradable después del aire saturado de nieve que Corum llevaba tantos días y noches respirando, y el mar transmitía una impresión de paz que le había sido negada desde hacía mucho tiempo, y de la que no había podido disfrutar ni siquiera cuando había ido a Hy-Breasail en la embarcación de Calatin para conocer (aunque por aquel entonces no podía imaginar ese encuentro) al enorme herrero sidhi que se llamaba a sí mismo enano y que se había convertido en su compañero de viaje.

 Goffanon estaba sentado en la popa y dejaba que una de sus enormes manos de robustos músculos colgase sobre la borda medio fuera y medio dentro del agua, como si fuera una doncella que estuviera dando un paseo en bote con su enamorado. Corum sonrió, pues la compañía del herrero sidhi le iba resultando más agradable a cada momento que pasaba.

 —En Caer Mahlod quizá consigan encontrar hierbas que puedan mantener con vida a Amergin —dijo Goffanon contemplando las aguas mientras la línea de la costa iba desapareciendo detrás de él—. Al menos allí pueden cultivarlas... Ya quedan muy pocos lugares de las tierras mabden donde sigan creciendo.

 Corum decidió descansar un momento de la dura tarea de remar. Metió los remos en el bote y tragó una honda bocanada de aire.

 —Sí, eso espero yo también —dijo—. Pero si la hierba que Amergin comía en Caer Llud había recibido un tratamiento especial, quizá resulte muy difícil encontrar un sustento capaz de surtir el mismo efecto. De todas formas —añadió Corum, y sonrió—, el sol hace que me sienta considerablemente más optimista.

 Y empezó a remar de nuevo.

 Transcurrió algún tiempo antes de que Goffanon volviera a hablar. El enano sidhi frunció el ceño uniendo sus negras cejas y miró por encima del hombro de Corum, y sus ojos fueron más allá de él y escrutaron la dirección hacia la que estaba remando.

 —Parece que vamos hacia un banco de niebla —dijo—. Resulta bastante extraño encontrar un banco de niebla tan aislado, y más haciendo tanto sol...

 Corum no quería interrumpir el ritmo de remo que había logrado adquirir, por lo que no miró hacia atrás y siguió remando.

 —Y, además, es bastante espesa —dijo Goffanon pasados unos momentos—. Quizá sería mejor evitarlo.

 Y Corum por fin dejó de remar y se volvió a mirar en esa dirección. Goffanon tenía razón. La niebla se extendía sobre un área enorme, y casi ocultaba del todo la tierra hacia la que avanzaban. El cese del ejercicio físico hizo que Corum se diera cuenta de que el aire había sufrido un sutil enfriamiento repentino, y eso a pesar de que el sol seguía brillando en el cielo.

 —Qué mala suerte —dijo—. Pero remar a su alrededor nos haría perder demasiado tiempo. Correremos el riesgo de atravesar el banco de niebla, y esperemos que no sea demasiado extenso...

 Y Corum siguió remando.

 Pero el frío no tardó en intensificarse hasta el extremo de que Corum tuvo que bajarse las mangas. No tuvo suficiente con eso, y volvió a dejar de remar para cubrirse el torso con la pesada cota de malla y se puso el casco, y ese nuevo peso pareció estorbarle considerablemente a la hora de remar, y Corum tuvo la impresión de estar hundiendo las palas de los remos en un mar de barro que se pegaba a ellas. Zarcillos de niebla empezaron a moverse lentamente alrededor del bote y Goffanon frunció el ceño, y se estremeció.

 —¿Será posible...? —gruñó, y se removió con tanta brusquedad que el bote osciló de un lado a otro y faltó poco para que los dos cayeran al mar—. ¿Será posible que...?

 —¿Crees que es niebla de los Fhoi Myore? —murmuró Corum.

 —Creo que se parece mucho a la niebla de los Fhoi Myore.

 —Yo también lo creo.

 La niebla ya les había rodeado por completo, y la visibilidad se había reducido a pocos metros en todas direcciones. Corum dejó de remar, y el bote fue avanzando cada vez más y más despacio hasta que se detuvo de repente y quedó totalmente inmóvil. Corum se inclinó sobre la borda para echar un vistazo.

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