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Authors: Adam Fawer

Tags: #Ciencia-Ficción, Intriga, Policíaco

El Teorema (42 page)

BOOK: El Teorema
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Si Forsythe aún quería que atrapara a Caine, tendría que encontrar la manera de hacerlo. Buscó en la agenda del móvil hasta dar con el número que le interesaba. El color azul del número de Frank Dalton resplandeció contra el fondo blanco de la pantalla.

Crowe se había prometido que nunca más trabajaría con Dalton o sus matones después de que el mercenario lo engañara para darle protección a un narcotraficante. Pero ¿qué más daba otra promesa rota? Además, ninguno de los otros mercenarios que conocía destacaban por su honradez. Lo importante era que si Crowe conseguía controlar la vena violenta de Dalton, no había nadie mejor.

Resignado, apretó la tecla de llamada. Dalton atendió en el acto.

—¿Marty, tío, qué pasa?

—Tengo un trabajo y necesito apoyo —respondió Crowe.

—¿Cuándo?

—Ahora.

—Mierda, me gustaría ayudarte, pero tengo a un tipo en la ciudad que me necesita para que le haga unos recados. ¿Qué tal la semana que viene?

—No puede esperar —replicó Crowe. Se pellizcó el entrecejo—. ¿Cuánto se lleva un recadero en estos tiempos?

Dalton demoró la respuesta un par de segundos.

—Treinta por cinco días de trabajo.

—¿Por ti o todo el equipo?

—Sólo por mí. Rainer, McCoy y Espósito se llevan quince por cabeza.

Crowe estaba seguro de que le mentía, pero no le importó. Era el dinero de Forsythe.

—Mi patrón os pagará a los cuatro doscientos por la semana. Os los repartiréis como más os guste.

Dalton silbó al oír la cifra.

—¿En qué te has metido, Marty?

—En nada peor de lo habitual. ¿Entras o no?

—¿Cuál es el trabajo?

—Un poco de vigilancia, un secuestro y quizá algo de guardia después.

—¿Quién es el objetivo? —preguntó Dalton, con un tono de desconfianza.

—Nadie a quien vaya a echar de menos. No es más que un civil.

—Entonces, ¿por qué tanta pasta? Suena como si esto fuese algo que pudieras hacer solo.

—Tiene un guardaespaldas.

—¿Y?

—Es una ex agente de la CIA —respondió Crowe, que comenzaba a irritarse con tantas preguntas—. Operaciones especiales. Muy dura.

—¿Una? —Dalton se echó a reír—. Vale, me necesitas a mí y a los muchachos para que nos ocupemos de tu amiga. Es probable que podamos ayudarte. Pero quiero la pasta por adelantado.

—Ni lo sueñes. La mitad ahora, el resto después de que tengamos al objetivo.

Dalton permaneció en silencio unos momentos, pero Crowe no se preocupó. Sabía que Dalton aceptaría el trato.

—De acuerdo —contestó Dalton, como si le estuviese haciendo un favor—. ¿Dónde es el trabajo?

—Ahora mismo no lo sé, pero probablemente en el Estado o los alrededores.

—¿Quieres que me encuentre contigo en alguna parte?

—No —respondió Crowe—. Por ahora, reúne a los muchachos con la artillería habitual, y después esperad y no os emborrachéis.

—Entendido —asintió Dalton.

—Cuando tenga la localización, te llamaré.

—Ningún problema. Es agradable hacer negocios contigo de nuevo, Marty.

Crowe cortó la comunicación y no había pasado ni un minuto cuando recibió un mensaje. Dalton no se había demorado en enviarle su número de cuenta. Le retransmitió el mensaje a Grimes, junto con las instrucciones sobre la cantidad de dinero que debía ingresarse. Hecho esto, Crowe se fue a su apartamento para descansar. Era demasiado temprano para dormir, pero intentaría echar una cabezada, ya que tenía la oportunidad. Tenía el presentimiento de que sería una noche muy larga.

Mientras se acostaba, pensó de nuevo en la misión. Estaba seguro de que Grimes acabaría por localizar a Caine en alguna parte. Sólo era una cuestión de tiempo. Cuando lo hiciera, Crowe lo atraparía y probablemente mataría a Vaner en el proceso.

Ahora no podía hacer otra cosa más que esperar.

Caine miró su vaso de gaseosa.

—Tendría que haber pedido algo más fuerte.

—¿Vas a intentarlo? —preguntó Doc.

—No lo sé. Y aunque quisiera, no tengo muy claro cómo hacerlo.

—Insisto en que es demasiado peligroso —manifestó Nava—. Mientras tengamos que huir, es un riesgo excesivo.

—No tuviste ningún reparo en que lo hiciera en el tren —señaló Caine.

—Aquello era otra cosa —dijo Nava—. Además, no conocía los riesgos.

—¿Qué pasará si ahora mismo nos están rastreando? —preguntó Caine—. Quizá sea demasiado arriesgado no intentarlo.

Nava frunció el entrecejo. Aplastó la colilla con un aire ausente.

—En eso tiene razón —declaró Doc.

—Inténtalo, David. La Voz… —Jasper se interrumpió—. Quiero decir, creo que es el momento.

Caine miró a su hermano. Jasper aún no se lo había dicho todo; por ejemplo cómo había sabido que debía llamar a Doc después de que Caine se subiera a su coche, pero sabía que debía haber una razón. Después de la conferencia sobre física que había dado, todos parecían haber olvidado que David no era el único hermano Caine que aparentemente poseía unas capacidades sobrenaturales.

Sin embargo tenía sentido. Eran gemelos, y si David Caine podía hacer algo, era probable que también pudiera Jasper Caine. David no sabía si eso significaba que debía confiar más en su hermano. Pero cuando miró los ojos de Jasper, la decisión fue clara.

—Voy a intentarlo —afirmó.

A pesar de la convicción en su voz, tenía miedo. Todos los demás problemas —su carrera académica, los ataques, Nikolaev— de pronto le parecieron triviales comparados con lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué pasaría si Nava estaba en lo cierto? ¿Qué pasaría si se quedaba atrapado para siempre, perdido en un vacío sin tiempo? ¿Se volvería loco? Quizá ya lo estaba… No. No lo estaba. Nunca había tenido alucinaciones; sólo demasiado miedo a admitir la verdad.

Respiró profundamente. Debía dejar a un lado los miedos y hacer eso antes de que fuese demasiado tarde. Muy bien. Debía dejar de lado los miedos como había hecho cuando se había convertido en un ermitaño, separado de sus amigos, sus estudiantes, su vida. No, aquello había sido diferente. Entonces no había tenido elección. Al mirar atrás, comprendió lo cobarde que había sido. Pues se había acabado eso de ser un cobarde.

Cerró los ojos, y…

Capítulo 27

… no pasó nada.

Caine continuó escuchando la voz de Mick Jagger, que sonaba en la gramola del fondo del local. Continuó sintiendo la dureza del banco de madera en las nalgas y el dolor sordo en la rodilla, que parecía latir al unísono con su corazón. Continuó oliendo el olor rancio de la cerveza del día anterior mezclado con el sudor que flotaba en el bar. La única diferencia era que antes de cerrar los ojos veía y en esos momentos no.

Soltó el aire de los pulmones con fuerza e intentó respirar más pausadamente. ¿En qué había estado pensando en el restaurante? No lo recordaba; en un momento estaba picoteando una patata y al siguiente Doc y Peter estaban bañados en sangre.

Oyó seis golpes secos.

Por un momento Caine creyó que el sonido provenía de otra parte, de algún lugar interior, pero entonces la camarera comenzó a hablar y comprendió que sólo había sido el ruido de sus tacones.

—¿Quieren otra ronda?

—¿Podría volver más tarde? —le pidió Doc—. Estamos haciendo algo.

—Claro. Ningún problema.

Entonces repentinamente, la oscuridad desapareció, como si alguien hubiese encendido las luces. Caine seguía con los ojos cerrados pero veía, y había algo más que la mera visión, había conocimiento.


La camarera es una pelirroja alta con una camiseta negra muy escotada y demasiado maquillaje. Se llama Allison Gully, pero todos la llaman Ally. El exceso de sombra de ojos es para ocultar el morado de un golpe que le propinó Nick Braughten. Ella quiere dejarlo pero tiene miedo.

Como el grupo de Caine no pide otra ronda, vuelve a la barra y coquetea con Tim Shamus. Él es nuevo y ella cree que es guapo. Cuando Tim llega a su casa por la noche, tiene fantasías con ella. Ronda por el apartamento. Cuando consigue dormirse son las cuatro de la mañana. Cuando se despierta, el sol está alto.

Llega tarde. Corre a su coche, un Ford Mustang del 89 negro. En el trayecto al trabajo, se salta un semáforo en rojo y le corta el paso a Marlin Kramer. Marlin tiene un mal día. Le toca el claxon a Tim, y en su frustración, gira donde no debe. Se mete en un atasco y pierde el avión a Houston. Matt Flanner está en lista de espera y ocupa el asiento de Marlin junto a Lenore Morrison. Hablan durante todo el vuelo. Cuando aterrizan, él le pide su número de teléfono. Ella se sonroja por primera vez desde… tiene quince años y besa a Dereck Cohen en el cine.

Matt y Lenore se van a la cama en la tercera cita. Utilizan preservativos las primeras veces, pero luego deciden que no pasa nada por no usarlos. Pasa. Lenore es seropositiva. A Matt le diagnostican el sida. Muere solo en un hospital, en lugar de casarse con Beth Peterson, tener dos hijos y tres nietos.


o


Caine pide una bebida. Ally vuelve a la barra diez segundos más tarde de lo que hubiese vuelto si no le hubieran pedido la consumición. En el camino, Aidan Hammerstein y Jane Berlent consiguen finalmente que los vea y le piden dos copas. Ally le dice a Tim que no se entretenga y sirva. No hay tiempo para el coqueteo. Ally deja los Alabama Slammers en la mesa de Aidan y Jane y le sirve la gaseosa a Caine. A Jane el alcohol se le sube a la cabeza. Está borracha. En lugar de volver a casa, ella y Aidan deciden montar una buena. Qué diablos, es el cumpleaños de Jane. Cumple veinticinco.

Ella continúa bebiendo mientras… Tim Shamus se duerme sin problemas a las dos de la mañana, se despierta a la hora y Marlin Kramer toma su avión… Jane de camino a casa, se detiene en la tienda de un coreano y compra un paquete de Marlboro Lights. Es su primer cigarrillo desde… tiene veintiún años y vomita dos enchiladas y un taco de pollo. El olor del humo se mezcla con el olor del vómito. Jura que nunca más volverá a fumar. Cumple con su promesa. Vive hasta los noventa y siete. Steven Greenberg, el preferido entre sus seis bisnietos llora en su funeral.

… pero ahora a los veinticinco fuma. Tiene un sabor espléndido en el aire fresco de la noche. Se pregunta por qué lo dejó. Ya no lo vuelve a dejar. Aidan no soporta el humo. Discuten. Él tiene una aventura con Tammy Monroe, su secretaria. Rompe con Jane. Ella comienza a visitar a un psiquiatra. Le receta Zoloft. Ayuda, pero no es suficiente. La noche de su trigésimo cumpleaños decide celebrarlo y se toma veinte pastillas con medio litro de tequila. Encuentran su cadáver doce semanas más tarde por el olor.


—¡Espere! —Caine apenas si podía respirar. Abrió los ojos y miró a la camarera (Ally, se llamaba Ally) como si hubiese visto un fantasma.

—¿Quieres algo? —preguntó la mujer.

Caine vio detrás de Ally a un tipo rubio (Aidan) que intentaba llamar la atención de la camarera. Caine estaba paralizado, sin saber qué hacer. Sabía que había cambiado algo. Si volvía a entrar, sabría lo que le habría pasado/le estaba pasando/le pasaría a Ally, Tim, Marlin, Matt, Lenore, Aidan, Jane y Tammy, y a todas las personas cuyas vidas estaban en contacto con estos ocho, y sus posibles/probables/imposibles hijos. Y a sus amigos. Y…

—¿Cariño, estás bien? —preguntó la camarera de nuevo.

—Yo… yo… ah… —Caine no podía hablar. De pronto estaba a su alrededor: el repugnante hedor a excrementos humanos mezclado con moho, carne podrida empapada en bilis, frutas putrefactas cubiertas de gusanos. Al mismo tiempo que ponía los ojos en blanco, Caine sintió que se desplomaba. Sabía que al despertar tendría un tremendo dolor de cabeza, consecuencia del golpe que se daría contra el borde de la mesa, pero no le importaba; la deliciosa inconsciencia se acercaba con la violencia de un tren de cargas.

Oyó los gritos de alarma de sus amigos. Jasper, Nava, Doc. Sus voces resonaron en su mente. Entonces, incluso cuando todas las neuronas de su cerebro gritaban su protesta, comenzó a ver otra vez. Mantenía los ojos cerrados, pero las visiones desfilaban ante él como una película de terror.


Viven. Sufren. Mueren.

Una y otra vez. Caine no puede dejar de ver todo esto.

Todo continúa ocurriendo de todas las maneras posibles. Es vagamente consciente de que en el Durante él grita durante casi noventa segundos, que puede parecer una eternidad cuando estás en el Durante.

Pero aprende algo nuevo.

Aprende cuánto puede durar realmente la eternidad.

Caine no se sorprendió en lo más mínimo cuando al despertar tenía un espantoso dolor de cabeza.

—¿David, estás bien? —Era Nava.

—Sí —respondió, mientras se tocaba la cabeza.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Doc.

Caine abrió la boca con la intención de responder, pero no tenía las palabras. Apenas si conseguía entender lo que había visto. Al principio las imágenes habían sido nítidas, pero a medida que se solapaban en el mismo espacio-tiempo, se volvían borrosas. Era como si hubiese estado viendo una proyección de diapositivas donde cada nueva foto aparecía en una pantalla en blanco durante un nanosegundo antes de solaparse a las imágenes que ya había visto. Al final no quedaba nada, excepto las imágenes superpuestas, que creaban una oscuridad amorfa.

Era consciente de que cuando saliera del bar, apenas si recordaría algo de lo que había visto; su cerebro era incapaz de retenerlo todo. En ese mismo instante notaba que el conocimiento goteaba de su mente para desaparecer en el abismo. Se sentía feliz de poder olvidar. Si no sabía, no tendría que elegir.

No sabía cómo podría vivir con eso, con tanta responsabilidad, enfrentado a una elección permanente. Incluso si escogía vivir en una isla desierta, sus acciones se transmitirían como las ondas a través del universo. La decisión más simple podría hacer que alguien viviera y otro muriera. No podía hacerlo. No podía soportarlo.

—No puedo, no puedo, no puedo —repitió Caine.

—¿No puedes qué? —preguntó Jasper.

—No puedo elegir. No está bien. ¿Quién soy yo para…?

Jasper le cruzó la cara de un bofetón.

—Tú eres David Caine.

—Pero ¿qué pasará si la lío? —preguntó David. Sólo veía a su hermano. Era como si Nava y Doc hubiesen dejado de existir.

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