La comunicación no verbal (18 page)

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Authors: Flora Davis

Tags: #Ensayo, Psicología, Referencia

BOOK: La comunicación no verbal
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La explicación de esto podría encontrarse en el hecho de que el bebé vive durante nueve meses en el útero de la madre, al ritmo constante del corazón materno, y se ha comprobado que después de nacer, los recién nacidos que escuchan la grabación del sonido del latido del corazón lloran menos y aumentan más de peso que otros bebés de la misma edad. Por lo tanto, no es aventurado decir que el latido del corazón es un ritmo humano básico.

Adam Kendon ha analizado varias películas de sincronía interaccional y ha sugerido que cuando dos personas adoptan un mismo ritmo no siempre significa que existe entre ellas total armonía o que es una señal de que una ha logrado la atención completa de la otra. Algunas veces dicho ritmo comunica algo mucho más sutil. Por ejemplo, cuando un hombre comienza a hablar, durante los primeros segundos su interlocutor puede mostrar una sincronía amplificada tal vez, hasta el extremo de repetir exactamente los gestos del que habla, indicando que presta gran atención. Luego puede echarse hacia atrás y mantenerse inmóvil por un tiempo, apenas moviendo un músculo. Pero en cuanto hay alguna indicación de que el que habla está llegando a una conclusión definitiva, el oyente comienza a moverse nuevamente en forma conspicua. Esta vez, sus movimientos siguen el ritmo del otro, pero no imitan exactamente los gestos de él. En lugar de ello, casi inmediatamente, el que habla comienza a imitar al oyente. En ese instante, el oyente que comienza a moverse, indica que ahora es él quien quiere hablar. Sus movimientos pueden ayudarle también a intercalar sus primeras palabras. De la misma manera que un músico marca el ritmo con el pie mientras espera el momento de entrar, al compás, la gente puede tomar el ritmo de otra persona para estar lista para hablar en el instante adecuado.

Kendon, Condón y otros interesados en el estudio de la sincronía interaccional, creen que todavía hay mucho por aprender acerca de ella. Condón proyecta trabajar en dos direcciones hacia un microanálisis más compacto en sus investigaciones del sistema nervioso, y hacia un macroanálisis de películas de psicoterapia y de terapia familiar. En estos filmes ya ha brindado una clara evidencia sobre la forma en que una persona puede "identificarse" con otra —un hijo con su padre, un estudiante con su profesor—. El adolescente de la película citada anteriormente había adquirido algunos de los gestos de su madre, en especial la costumbre que tenía ésta cuando estaba indecisa, de juguetear primero con la mano derecha y luego con la izquierda. El hijo imitaba este hábito aun cuando la madre no estuviera presente. Esa mímica inconsciente es muy común y con frecuencia el individuo adopta gestos, una forma de reírse o una variación en la entonación de otra persona a quien admira.

"Por lo tanto, podemos comenzar a demostrar la identificación en términos de comportamiento —la hallaremos en la entonación y en otras cualidades vocales, así como también en movimientos corporales—. Cada día descubro identificaciones de este tipo entre los jóvenes del laboratorio", dice Condón, aludiendo a que se imita una parte del comportamiento del personal jerárquico.

"He observado una configuración de gestos particular y una manera de reír que yo mismo he imitado. A veces me sorprende oírme y pienso: ¡Oh. . . caramba. . .!"

Los descubrimientos de Condón se emplean ahora para entrenar a psicoterapeutas. Los jóvenes terapeutas observan en las películas la forma en que un psiquiatra experimentado subraya un tema: el paciente llega al punto crucial y el terapeuta se inclina hacia adelante y comienza a moverse en sincronía amplificada. Los buenos terapeutas emplean sus cuerpos de esta manera instintivamente, y por lo tanto en las lecciones de cinesis se trata de entrenar el analista novato para que tenga la capacidad de interpretar el comportamiento corporal de su paciente, más que de enseñarle a usar su propio cuerpo.

Mientras estaba en el aeropuerto, esperando el avión que me llevaría rumbo a mi hogar, después de haber observado durante horas películas sobre sincronía interaccional, encontré un ejemplo vivo de ella en un bar de las inmediaciones: Dos aviadores algo mayores y una llamativa azafata rubia, que evidentemente eran viejos amigos, estaban de pie juntos y ocasionalmente se tocaban mientras estaban compenetrados en una animada conversación; sus cabezas y manos danzaban en armonía en un claro ejemplo de sincronía amplificada.

C
apítulo
- XIII

Los ritmos de los encuentros humanos

Imagínese que lo están entrevistando por .algún motivo: un nuevo trabajo, un ascenso o lo que sea. Usted ha llegado algo nervioso, pero, ¡oh, maravilla!, el entrevistador ha resultado ser un oyente perfecto. Permanece allí sentado, atento, amable, brindándole toda su atención y dejándolo hablar libremente. Cada vez que usted se interrumpe para ver su reacción, él preguntará algo para indicarle a usted que quiere oír mucho más. Esto hace que usted se sienta muy bien.

Pero, repentinamente, todo cambia: Usted hace una pausa y espera ansiosamente que el hombre le diga algo, y él permanece allí imperturbable. El silencio se prolonga hasta llegar a ser incómodo. Pensando que tal vez no le entendió, usted repite la última frase. Aun así, él permanece silencioso. Entonces usted trata de iniciar otro tema de conversación. Lo hace durante un minuto y luego se vuelve a interrumpir. Nuevamente: silencio. Temeroso de preguntar qué sucede, usted comienza a hablar ahora nerviosamente y los momentos se eternizan mientras busca algo que decir que vuelva a despertar el interés de su interlocutor, y que merezca una respuesta. Por fin usted parece haber dado en el clavo, porque cuando hace una nueva pausa, su entrevistador abre la boca para efectuarle una pregunta interesante y alentadora. Pero ahora, usted se siente acalorado, ruborizado y poco feliz; y antes de que pueda darse cuenta, habrá comenzado a despacharse acerca de la manera en que lo trataba su jefe anterior y todos los jefes en general. Pero ahora cada vez que usted haga una pausa, el hombre formulará una pregunta que exprese interés, y en forma gradual usted volverá a calmarse y olvidará su descontento anterior.

El tipo de entrevista que he descripto no es habitual en modo alguno. Se denomina "entrevista de interacción programada", un medio complejo y muy seguro de diagnosticar. Cualquier información que el sujeto —en este caso usted— pueda brindar es completamente irrelevante. E incluso su interlocutor que está atento en forma aparente recordará muy poco de ella. Lo importante no es lo que se dice, sino la oportunidad y la duración de lo dicho. Siempre que el sujeto habla, un observador o el mismo entrevistador registra la duración de una afirmación. Cada vez que él le formula una pregunta, toma nota de cuánto tiempo tarda usted en responder.

La técnica de registro en sí es sumamente simple. Se efectúa mediante una pequeña cajita negra, del tamaño de una caja de fósforos. A pesar de que la cajita puede parecer totalmente inocente, está conectada a un grabador y a una computadora. Cada vez que el sujeto habla, el observador aprieta un botón marcado con la letra "A". Al responder, el entrevistador toca un botón marcado con la letra "B". Los botones también se oprimen para asentimientos de la cabeza, sonrisas y otros comportamientos no verbales si éstos parecen estar claramente vinculados a las respuestas de la conversación. El resultado final es un registro cronológico exacto, una especie de índice que establece cuánto tiempo y con qué frecuencia respondió cada persona (en términos científicos "actuó"), y también figuran los silencios, las interrupciones, etc. En este registro el comportamiento del entrevistador podrá tomarse como patrón constante porque ha sido entrenado para contestar en el momento preciso, conversar el tiempo necesario y permanecer en silencio oportunamente.

Los seres humanos son tremendamente regulares en el hábito de hablar y de escuchar. Si un hombre que pasa por esta entrevista de diagnóstico es reentrevistado nuevamente semanas, meses o aun un año después, se comportará de manera muy similar en la segunda oportunidad. Hablará menudo, y cada vez que lo haga, será por un intervalo aproximadamente igual y reaccionará de la misma manera a la tensión. Aparentemente, el ritmo de la conversación de mí hombre es una de sus características más constantes y predecibles y según lo registrado mediante la "entrevista de interacción programada" quedará revelada la forma en que el entrevistado se relaciona con las otras personas.

Todos empleamos el ritmo de la conversación para interpretar las relaciones humanas. Si nos detenemos a pensar, podemos definir a casi todas las personas que conocemos por su manera de hablar. Hay personas que responden luego de una meditada pausa y hablan lentamente durante lapsos prolongados, como si, en forma deliberada, fueran tomándose tiempo para pensar mientras hablan. Otras tratan de concluir las ideas que alguien ha iniciado y toman luego por una tangente propia para concluir su afirmación en forma tan abrupta como la comenzare: Si imaginamos a dos personas tratando de mantener una conversación mutua, tendremos una idea cabal de la forma en que la acción recíproca de los diferentes ritmos interaccionales puede afectar su relación. Los efectos de esta acción recíproca son a menudo mucho más sutiles y más predecibles de lo que uno podría pensar, y por supuesto ejercen su influencia en un nivel subconsciente. Las palabras son una gran fuente de distracción para la mayoría de nosotros. Estamos demasiado preocupados por lo que dice la otra persona como para fijarnos en la forma en que actúa mientras habla. Sin embargo, si fuera posible negar las palabras —substituir sílabas sin sentido —el significado de los "cuándo" y de los "por cuánto tiempo" se notaría en forma clara.

Los psicólogos reclutaron a tres estudiantes, les dieron un tema de discusión y luego los filmaron en video-tape mientras conversaban. Luego se trajo a más de cien "jueces". A la mitad de ellos se les mostró el video, a la otra mitad, sólo se les exhibió un show de luces, en panel que tenía tres luces que se prendían y apagaban el sonido. Cada una de las luces representaba a uno de los estudiantes y las tres reproducían exactamente el encuentro. Cuando se encendía la primera luz, significaba que un estudiante había comenzado a hablar. Si, a los pocos segundos, se encendía una segunda luz, éste había sido interrumpido. Cuando no había luces prendidas, era porque estaban en silencio. Todos los jueces, tanto los que vieron el video-tape como los que observaron el panel de las luces, fueron invitados a llenar un cuestionario. Una de las principales preguntas fue: ¿Cuál de los estudiantes es el más dominante y cuál el más sumiso? Los jueces que sólo habían visto el panel de luces no tuvieron más dificultad para contestar la pregunta, que los que habían observado el video-tape.

La cantidad de tiempo que habla una persona y la forma en que lo hace son factores determinantes para establecer la forma en que la gente reacciona frente a ella. Estudios psicológicos han demostrado que en un grupo, la persona que más habla es la que tiene más status, y en consecuencia, tiene mayores posibilidades de ser elegida líder. También es cierto que los otros miembros del grupo se reservan sus sentimientos ambivalentes respecto a ella. El que interrumpe a menudo probablemente desea dominar; el que tercia ansiosamente en cuanto se produce una oportunidad es normalmente un individuo emprendedor o como se dice en la jerga de los ejecutivos tiene un "arranque automático". Estos conocimientos son casi obvios; sin embargo, el ritmo interaccional de una persona nos revelará asimismo muchas otras características más sutiles de su personalidad.

El antropólogo Eliot Chapple es el hombre que "descubrió" los ritmos interaccionales, e inventó no sólo los métodos para medirlos sino también una computadora para analizarlos, denominada cronógrafo de la interacción. El doctor Chapple desarrolló el primitivo modelo del cronógrafo en los últimos años de la década del treinta y lo empleó durante mucho tiempo para seleccionar personal para grandes tiendas y empresas. Desde 1961 ha sido director de un departamento del hospital de Rockland County que utiliza el cronógrafo para diagnosticar y tratar a adolescentes perturbados, y para evaluar a adultos psicópatas.

Cuando visité el hospital de Rockland, para enfermos mentales, que está situado al norte de Manhattan, el doctor Chapple me explicó parte de la biología básica que respalda su trabajo. El cuerpo humano es una intrincada madeja de ritmos que se producen constantemente a diferentes niveles de tiempo, desde los ciclos menstruales hasta el ritmo respiratorio y cardíaco, que se mide en inspiraciones y latidos por minuto, e incluso los diez escalofríos por segundo que constituyen la acción de tiritar. La mayoría de los sistemas internos del cuerpo humano están regidos por ritmos cíclicos de un día de duración que llegan a un punto máximo cada veinticuatro horas. Para cada individuo hay un momento del día en que su temperatura es más baja y el latido de su corazón más lento. La glucemia, la actividad glandular, el metabolismo, la división celular, la sensibilidad hacia las drogas y muchas otras cosas varían de acuerdo a ciclos predecibles dentro de las veinticuatro horas. Algunas personas trabajan mejor por la mañana, mientras otras están más avispadas durante la noche porque el sistema de sus cuerpos alcanza su punto máximo de eficiencia a cierta hora. No resulta sorprendente que períodos de actividad o de inactividad sean paralelos a otros ritmos del organismo y de igual manera sigan un ciclo de un día de duración.

Los ritmos biológicos existen en cada uno de los escalones de la evolución, desde la ameba hasta el hombre, así como las plantas. Varían entre cada especie y dentro de cada una de ellas; pero para un mismo individuo son muy regulares y característicos. Más aun, si se aísla una sola célula del cuerpo, se podrán detectar en ella los ritmos cíclicos diarios de la persona a que pertenece, lo que constituye una evidencia de que los factores biológicos que diferencian a una persona de otra comienzan a nivel celular.

No resulta difícil aceptar el hecho de que la temperatura del cuerpo fluctúa de acuerdo a estos ritmos cíclicos; pero uno se resiste a la idea de que los patrones de interacción sean igualmente predecibles. Nos gusta pensar que hablamos porque tenemos algo que decir y que callamos al concluir nuestra idea. Sin embargo, las experiencias llevadas a cabo por Chapple durante largos años, analizando a miles de casadas; al cabo de ese tiempo la mujer comenzó a quejarse de que no podía extraer de su marido una contestación; tardaba tanto en responder, que ella se ponía furiosa mientras esperaba. Él afirmó que nunca había sido muy conversador y que ella lo sabía cuando se casaron. Éste es un caso en que la tensión era acumulativa, y a medida que crecía, hacía que ambos individuos se tornaran más inflexibles e iversalitaMaces de adaptarse, hasta que los ritmos desavenidos que no tuvieron importancia en un principio comenzaron a pesar en el descontento mutuo.

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