La crisis ninja y otros misterios de la economía actual (15 page)

BOOK: La crisis ninja y otros misterios de la economía actual
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Hemos llevado una vida buena muy cara. Y ahora tenemos que llevar otra vida, la normalita, menos cara. Y más molesta, porque uno ha de trabajar y se cansa. Pues eso es lo que toca.

Y para trabajar es necesario no quedarse parado, o sea, no quedarse inmóvil, paralizado, esperando a que haya algún milagro y nos resuelva todo y podamos seguir yéndonos de fin de semana a Nueva York, porque «está todo tan barato…».

S
ALIENDO DE LA CRISIS. ¿
D
ÓNDE ESTAMOS?

Yo creo que estamos en un momento de desconcierto. A la pregunta: «¿Cuánto durará esto?», se pueden leer multitud de respuestas que se resumen en una: «No lo sé». Lo que pasa es que decir que no se sabe algo no da mucho prestigio. Y creo que tampoco se sabe en detalle la situación actual. Y como no se conoce en detalle, nos encontramos con sorpresas diarias de dimensiones «increíbles e inimaginables» hace muy poco tiempo: monstruos empresariales valorados por otros monstruos empresariales en «0», quiebras de grandes multinacionales, problemas gravísimos en bancos enormes, miles de despidos, etc.

Gente tradicionalmente liberal está pensando en la intervención del Estado. Pasamos del que «cada palo aguante su vela» a la intervención inmediata y violenta del Estado (se habla sobre nacionalización y se nacionaliza, que es una medida, que podemos llamar de violenta intervención).

Los economistas y los políticos están totalmente despistados. Se presentan planes de «compra de activos tóxicos» retirados semanas después, se establecen planes de liquidez que no se cumplen, se establecen fondos opacos de ayuda a los bancos que siguen sin dar créditos a las empresas y a los ciudadanos, etc.

Hay que hacer cosas sabiendo para qué las hacemos.

Y con optimismo, sin distracciones y con prudencia, o sea, «con cuidado» y sin pararse, hay que hacer lo que se hace en tu casa, en tu empresa y lo que se hace en cualquier lugar del mundo:

  1. Saber lo que ha pasado. Y esto no es ninguna obviedad ni una idea que se me ocurre, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o el río Tenas por San Quirico.
    Hemos hablado mucho del origen de la crisis. De los ninjas y de los vendedores de hipotecas «porquería». Y de la falta de regulación. Y hablaremos de la indecencia. Y hace un tiempo yo escribí una cosa que creo que es lo que ha pasado y que luego he visto que otros validan y completan.
    Y estuve hace poco con un catedrático de Economía que me decía que «los economistas andamos un poco desconcertados con todo esto». Vaya. No me lo dijo el portero del edificio de mi casa de Barcelona, que sabe mucho de muchas cosas, pero poco de economía, supongo.
    O sea, que los que poseen la información y el poder tienen que entrar en detalle, no solo para saber qué ha pasado, sino para saber quiénes han sido los responsables (y me refiero a banqueros, agencias de
    rating,
    empresas inmobiliarias, ayuntamientos, organismos de control, intermediarios de toda índole, «estrategas de productos», gobiernos, Estado, fondos soberanos, etc.), no para imputarles nada ni darles un tirón de orejas, ni siquiera para meterlos en la cárcel, sino para saber en qué niveles de decisión se ha originado este «bollo» para poder actuar en todos ellos.
    Y esto es lo que en mi pueblo se llama «saber dónde estamos» y en las empresas «tener un diagnóstico suficiente de la situación actual». Porque creo que no se tiene y que se va actuando a bandazos.
  2. Saber cómo estamos, que ya sabemos todos que mal. Pero eso no es suficiente.
    Y en el fondo yo creo lo mismo que un economista muy bueno, cuyo nombre no digo, porque no he podido confirmar que ha sido él: lo que tiene me nos importancia en esta crisis es lo económico.
    Esta es una crisis de ambición. Es una crisis de falta de controles efectivos. Y global, porque global es el mundo en el que nos movemos. Si decimos que ha habido una «crisis de ambición y falta de control que ha desembocado en una crisis de desconfianza brutal y global que va a provocar un periodo largo de recesión económica», estaremos mucho más cerca de acertar cuando se planteen soluciones. Ocultar la crisis para ganar unas elecciones y después salir corriendo con medidas que no se aplican es una solución de «avestruz ciega».
  3. Soluciones que han empezado a intentar generar confianza a base de dinero. De muchísimo dinero. Sin querer ser demagogo, se ha inyectado el suficiente dinero para acabar con el hambre en el universo. «De inyectar liquidez en el sistema», como dicen los que saben. Para que los bancos confíen unos en otros y se dejen dinero, avalando sus operaciones entre ellos y abran el grifo. Lo que resulta increíble, pero cierto. Los protagonistas de la crisis siguen profundizando en ella.
    Algo está cambiando. Lo que hemos dicho de la nacionalización de la banca en la cuna del capitalismo y en otros países de Europa es una medida —amén de impensable— que no sé si es buena o mala, pero desde luego orientada a mantener en pie el sistema financiero del país y del mundo. Yo he tenido la oportunidad durante un tiempo de vivir en un país con un marco financiero muy inestable y entiendo perfectamente la medida. La solidez bancaria no es solo una cosa que se han inventado para que los propietarios de los bancos vivan bien. Un país en el que no funciona el sistema financiero se paraliza. La desconfianza lleva al miedo y este a la parálisis. Y eso se llama recesión.
    Y esas medidas son de urgencia y todas van dirigidas a intentar que el prójimo se fíe del prójimo y vuelva el dinero a la calle, a las personas, a las empresas para que se active la economía.
  4. Pero esto no servirá para solucionar la crisis si, junto con las medidas de dar dinero (porque eso es inyectar liquidez) y todas las medidas para restablecer la confianza que se tomen, no se establecen controles efectivos. Yo creo que aquí, en todo este asunto, ha habido una gran falta de decencia. Como ahora, si hablas de ética o hablas de moral la gente empieza a decir cosas, se me ha ocurrido la palabra «decencia», que todo el mundo la entiende, y nadie dice que no quiere ser decente. Yo creo que ha habido mucha gente que no ha sido decente, mucha. Cuan do el FBI anuncia el inicio de investigaciones sobre mil cuatrocientas personas, pienso que debe de ser porque le falta mano de obra. Yo empezaría por ca torce mil, a ver qué pasa.
  5. El otro día me preguntaba un amigo: «¿Tú crees que esto es el fin del sistema capitalista?». Me escapé diciéndole que el capitalismo es un sistema basa do en la iniciativa privada. Y la iniciativa privada es una cosa que lleva dentro el ser humano, por lo que hablar de desaparición del capitalismo es una estupidez. Otros sistemas basados en el poder del Estado y el desprecio a la iniciativa privada (que ahora algunos llaman «capacidad de emprender») han resultado ser desastrosos.
  6. Incidiendo en esto, creo que, o centramos los problemas (y las soluciones) en las personas, o ya podemos inventar sistemas.
  7. Lo diré políticamente correcto: hemos perdido los valores. Sin más. En cada fase del origen de esta crisis hay una violación grave de una serie de valores relacionados con el hombre. En cada fase: imprudencia, ambición, irresponsabilidad, insolidaridad, prepotencia, desprecio, individualismo, y otros muchos comportamientos rayanos en lo delictivo y pro fundamente inmorales. O amorales, que es peor. Hemos inventado la ley de la jungla y ahora nos sor prendemos de que el león nos devore.
  8. Por eso, y porque sé que las medidas que se tomen no pueden cambiar eso, hay que establecer límites. No pretendo convertir a los responsables políticos y económicos a la doctrina de la «verdad y bondad universales» ni mucho menos. Pero si se reúnen y hablan, tienen que ser conscientes de que han hecho verdaderas salvajadas. Y de que hay que controlar a esos mozos para que se calmen y no hagan más burradas. Y hay que controlarlos:
    1. Con la efectividad de los organismos de control globales (FMI,
      Normas de Basilea,
      bancos centrales, comisiones de control a todos los niveles, etc.) que han fallado clamorosamente. En algunos casos, elaborando normas para después permitir que alguien se las salte. En otros, por omisión e inacción. La redefinición, poder y procesos de estos organismos deben ser revisados. Para eso hay que reunirse.
    2. Con la actuación de las agencias clasificadoras de inversión. Que han clasificado, como decían esos pobres señores, hasta «fondos estructurados por vacas» y que han dado clasificaciones AAA a «porquería».
    3. Con la actuación de muchos gobiernos que no han establecido en sus países normas (provisiones y similares) que garanticen un sistema financiero sólido.
    4. Con la actuación de muchas entidades financie ras, que ha sido de una irresponsabilidad absoluta. Y lo que es peor, con profundo desconocimiento de lo que hacían. Lo que de por sí es desmoralizante para el cliente de esas entidades, que ve con estupor que el brillante ejecutivo co-responsable de la crisis se permite el lujo de dar consejos sobre cómo salir de ella.
    5. Con las remuneraciones y estructuras piramidales de
      bonus,
      que nunca es
      malus,
      que son, cuan do no escandalosas, simplemente aberrantes e irreales. Irreales porque se soportan en un dinero que no existe, e irreales porque transportan a esos directivos a un mundo irreal: donde solo vive gente como ellos a los que, como ha quedado de mostrado, el resto del mundo (el 99,99999%) les deja frío. Esas estructuras de remuneración orientadas a ganar yo «caiga quien caiga» ha llevado, con la aquiescencia de todos (y el conocimiento de los gobiernos), a realizar negocios suicidas.
    6. En fin, límites a todos aquellos que se han enriquecido provocando la mayor crisis financiera global en la historia de la humanidad.
  9. No sé si lo anterior les servirá de orden del día para alguna reunión que tengan con el fin de salvar lo que queda y procurar que no se vuelva a repetir.Pero, con permiso de mi editorial, se lo dejo por si quieren empezar por aquí.

Pues bien, además de esa responsabilidad global, existe la individual. La suma de las dos hará que salgamos de la crisis. Sobre las dos hemos hablado. Pero no es lo mismo.

La global es más gestión que responsabilidad.

La individual es la verdadera responsabilidad.

Y eso, le guste a quien le guste, tiene que ver con la ética.

O con la decencia.

7
E
MPRESARIOS DE NUESTRA VIDA

E
N HARVARD

C
ambridge, Massachusetts, 12 de octubre de 1963. Cuatro «profesorcetes» del recién nacido IESE estábamos en Estados Unidos. Habíamos ido a hacer un programa, el International Teachers Program, en la Harvard Business School.

Los primeros quince días habían sido apasionantes. Teníamos muy poco trabajo, Harvard nos consideraba como
faculty associates
, algo así como profesores asociados, y recibíamos invitaciones a diario para ir a cenar a casa de los profesores, que nos atendían fenomenalmente bien.

Los «profesorcetes» éramos jóvenes, estábamos allí con nuestras familias, y como en aquella época en las casas había servicio, nosotros nos llevamos a la Sofi, una chica aragonesa que no había salido nunca de su pueblo y que, de repente, se encontró en Boston, donde dominó la situación desde el momento en que el avión aterrizó. Porque las aragonesas son así, universales.

Ya el primer día, en el apartamento que ocupamos provisionalmente, pidió una aspiradora. Yo, que no sabía cómo se decía «aspiradora» en inglés, intenté detenerla, pero se me escapó. La Sofi no sabía decir ni una sola palabra en inglés. Al cabo de un rato subió muy satisfecha, diciendo que la negrita del piso de abajo le había dicho que estaba ella utilizando la aspiradora y que luego se la traería. La aspiradora, por supuesto, no llegó, lo que provocó el enfado de la Sofi, que no podía pensar que quizá la negrita no la había entendido. No debía de hablar inglés…

El 11 de octubre se nos torció la suerte. Llegó el director del IESE con dos profesores más. Estos ya no eran «profesorcetes». Nos citaron en Elmbrook, una residencia de estudiantes de Cambridge donde entonces, y supongo que ahora, estaban la mayoría de facultades de Harvard. Al otro lado del río Charles se encontraba la escuela de negocios. Cada bloque, cuando hablaba del otro, decía que eran «los del otro lado del río».

Les recibimos muy bien. Llevábamos poco tiempo fuera de España y nos hacía ilusión que vinieran nuestros colegas a pasar unos días con nosotros. La alegría desapareció inmediatamente, porque el director del IESE nos dijo que se iba a lanzar un nuevo programa en el mes de septiembre de 1964, que se iba a llamar máster.

Aunque no os lo creáis, en España no había ningún máster, ni de negocios, ni de técnicas de marketing, ni de asistentes técnicos sanitarios, ni de nada. Para colmo, os puedo asegurar que
nadie
en España, excepto unos pocos elegidos, había oído la palabra «máster». Es como si os dijera que nadie sabía lo que quería decir «teléfono móvil». ¿Os lo imagináis?

Como prueba palpable de nuestra absoluta ignorancia, uno de nosotros dijo: «¿Máster? ¿Por qué le habéis puesto ese nombre?».

El director del IESE, que tenía salida para todo, contestó, como sin darle importancia: «Por su honda raigambre académica». Ante tamaño argumento, los «profesorcetes» nos callamos, para evitar que las cosas fueran a peor.

Fueron a peor. Mucho a peor. Porque nos dieron el encargo de que preparásemos, clase a clase, documento a documento,
todo
el primer curso del futuro programa máster. No contentos con el encargo, nos dijeron que tenía que estar
todo
en Barcelona el 31 de diciembre. Aquel día se acabó nuestra tranquilidad. Nos dedicamos a correr por Harvard, a hablar con los profesores, a reunimos nosotros para no meternos unos en el terreno de otros y a enviar material a Barcelona para que lo fueran traduciendo.

Por supuesto, después del 31 de diciembre siguieron dándonos encargos. Menos mal que no había correo electrónico y que nos comunicábamos por carta, con lo que nuestro «espacio vital», el que te permite respirar, aumentó ligeramente.

Ya veis que mi capacidad de irme por las ramas es alta. Lo que pasa es que todo lo anterior pretendía acabar en una cosa que nos dijo el director: «Del máster saldrán dos tipos de personas: los
leaders
y los
practitioners
».

Y explicó la diferencia:

  • Leader,
    que, a partir de ahora, lo escribiré «líder», era algo así como el que emprende, el que arrastra, el que empuja, el que ve un negocio, el que se juega su dinero, el que crea puestos de trabajo, el que gana dinero o se arruina, el que después de arruinado tiene otra idea, consigue unos euros (unas «perras», decíamos entonces) y vuelve a empezar.
  • Practitioner
    era algo así como la persona que, al nivel que sea, ayuda al líder a hacer todo lo de antes. Se juega su sueldo y su prestigio, que no es poco. Si es bueno, los líderes lo contratarán. Si no, irá de tumbo en tumbo, ganándose la vida un
    poquico
    peor.

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