Read La crisis ninja y otros misterios de la economía actual Online
Authors: Leopoldo Abadía
Tags: #Ensayo
Y puestos a profundizar (bueno, a explayarme) le digo a mi amigo lo importante que es llamar a las cosas por su nombre. Y mi amigo, que creo que nunca ha llamado a una cosa de otra manera que no sea por su nombre, me dice que él creía que era lo que se hacía, pero que como no tiene mucha formación, no lo entendía. O sea, que se sentía un poco tonto rodeado de gente muy lista. Y le digo que sí, pero que esos no son tan listos, aunque se lo crean.
Es importante hablar claro. Y creo que esta crisis es una crisis también de comunicación, además de imprudencia, avaricia, soberbia y confianza. Por eso me deja perplejo que personas con información más que suficiente como entidades financieras, instituciones y administraciones que son quienes manejan los datos, informes y estudios como para dar a conocer de una forma clara y sencilla todo lo que está ocurriendo, no lo hagan. Creo que algo está fallando gravemente.
Por eso pienso que es importantísimo hablar claro. Y para hablar claro hay que entender lo que se dice. Y para entender lo que se dice hay que tener criterio. Y para tener criterio hay que tener sentido común y evitar el bombardeo indiscriminado de información, leyendo con calma todo desde una misma fuente. Y procurar tener un modelo en la cabeza, como el de mi amigo el embajador.
Por todos estos motivos, esta crisis tan gorda debería alumbrar una nueva forma de entender el día a día. Las instituciones deberían hablar más claro, las entidades financieras deberían entender qué están vendiendo y la gente debería exigir que se le hablara de una forma inteligible. Porque hemos llegado a la situación en que ni unos ni otros saben la dimensión real de la crisis, y también desconocen por qué ha sido causada realmente. Tan solo sabemos que estamos mal y que hay que hacer algo.
Con esta misma idea creo que tendríamos que valorar lo siguiente:
Es necesario, por tanto, que en estas cosas se hable claro. Porque si hubiese sido así, el comportamiento de todos los implicados hubiera sido más decente y habrían sido pillados
in fraganti
intentando embaucar a cientos de personas. Creo que, además de ser esta una crisis financiera y de confianza, es sobre todo una crisis de decencia. Porque más de uno se ha enriquecido provocándola. Porque creo que el dinero es irrecuperable. Porque nos han metido a todos (al decir todos digo
todos
) en ella. Y porque con el «vale todo» que desde hace unos años se promueve a todos los niveles en la sociedad, damos cancha a que realmente valga todo y sucedan estas cosas.
Aun así, de la misma forma que los gobiernos de cada país están haciendo lo que buenamente pueden para intentar atajar la debacle económica, nosotros, las personas, tenemos que actuar. Ya tenemos el diagnóstico: una crisis muy gorda. Ya sabemos qué ha fallado: la comunicación, la decencia y el vale todo. Pues ahora pongámonos a hacer lo que realmente sabemos hacer: trabajar. Porque no podemos quedarnos en casa acurrucados diciendo lo mal que está todo y esperando a que alguien nos salve. No. Tenemos que arremangarnos y bregar para salir adelante, porque en el momento en el que salgamos de este túnel —porque saldremos— seremos más fuertes.
Como ya son las doce, nos hemos acabado la botella de vino, el jamón ibérico y las servilletas, nos levantamos y nos vamos. Antes de irme, me dice mi amigo que por lo menos en tres o cuatro días no le moleste.
«Es que tengo que pensar en un modelo», me dice con una sonrisa picaruela.
Hoy ha venido en uno de sus camiones. «Me voy en mi
limusín.
Como el fulano de Illinois», remata.
Lo veo irse y pienso que ya le gustaría al fulano de Illinois ser la mitad de honrado de lo que es mi amigo.
L
A SEMANA SIGUIENTE.
E
L INFORME SOBRE LA CRISIS
(II)
: ¿HASTA CUÁNDO?
M
i amigo de San Quirico se quedó extasiado con lo del embajador, lo del modelo y lo de explicar las cosas para que se entiendan, y dijo: «Hay que seguir hablando. Mientras tanto, si vas escribiendo más cosas, envíamelas, por favor».
Y se las mando con la seguridad de que en cuanto las reciba me llamará una (o varias) veces por teléfono.
Para que mi amigo no se pierda, sigo con la numeración original del informe Ninja, que empieza con una pregunta que estoy seguro de que todos nos estamos haciendo:
¿Hasta cuándo va a durar esto?
16. Pues muy buena pregunta, también. Muy difícil de contestar, por varias razones:
a. Porque se sigue sin conocer la dimensión del problema (las cifras varían entre 100.000, 1 billón y 5,3 trillones de dólares).
b. Porque no se sabe quiénes son los afectados. No se sabe si la caja de San Quirico, mi caja de toda la vida, caja seria y con tradición en la zona, tiene mucha porquería en el activo. Lo malo es que mi caja tampoco lo sabe.
c. Cuando en América las hipotecas no pagadas por los ninjas se vayan ejecutando, o sea, los bancos puedan vender las casas hipotecadas por el precio que sea, algo valdrán los MBS, CDO, CDS y hasta los
Synthetic.
d. Mientras tanto, nadie se fía de nadie.
17. Fin de la historia (por ahora): los principales bancos centrales (el Banco Central Europeo, la Reserva Federal norteamericana) han ido inyectando liquidez monetaria para que los bancos puedan tener dinero.
18. Hay expertos que dicen que sí que hay dinero, pero que lo que no hay es confianza. O sea, que la crisis de liquidez es una auténtica crisis de no fiarse del prójimo.
19. Mientras tanto, los
fondos soberanos,
o sea, los fondos de inversión creados por Estados con recursos procedentes del superávit en sus cuentas (procedentes principalmente del petróleo y del gas), como los fondos de los Emiratos Árabes, países asiáticos, etc., están comprando participaciones importantes en bancos americanos para sacarles del atasco en que se han metido.
L
A TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN
«Esta gente nos ha manejado a su antojo. Con el conocimiento o sin el conocimiento de los que tenían que saberlo. Si lo sabían, mal; si no lo sabían, peor. Pero esos lo sabían. Y esos catorce o esos catorce mil nos han engañado. Esto es una conspiración», clama mi amigo, media botella de vino después. La segunda parte de
La Crisis Ninja
no le ha gustado ni un pelo. «Son cuatro en el sistema aprovechándose del sistema. Y contra nosotros», finaliza. Miro al camarero tras la barra y a los tres parroquianos hablando tranquilamente en las mesas y pienso que, haya conspiración global o no, ese anciano que apura un carajillo, manipulado o no, sigue siendo un ser libre y dueño de su destino. A pesar de la conspiración global (lo cual me tranquiliza bastante).
A lo mejor es que no me doy mucha cuenta de eso. Pero me preocupa, porque mi amigo de San Quirico coincide peligrosamente con otro amigo mío de Barcelona.
Porque además de mis amigos de San Quirico tengo, gracias a Dios, muchos amigos en otros sitios. Lo que pasa es que hablo con ellos con menos tranquilidad que con los de mi pueblo. Porque la gente en Barcelona siempre está corriendo, y a veces hay que cogerlos en marcha, como hacíamos en Zaragoza de chavales con aquellos tranvías bastante cochambrosos.
Uno de estos amigos me lleva por la calle de la amargura. El sí tiene un modelo, pero no sé si se ha pasado. Como tenemos mucha confianza, me río de él cuando me cuenta sus teorías.
Aprovechando que mi amigo el de San Quirico «baja» a Barcelona, como decimos en el pueblo, monto un desayuno a tres bandas y le dejamos hablar, cosa que no es difícil porque suele soltar unos rollos impresionantes.
Ahora anda liado con el precio del petróleo, su imparable subida y su brusco descenso. De las causas que lo provocan y la influencia a nivel estratosférico del asunto. Y del poder de los países productores y la dependencia norteamericana. (Mi amigo de San Quirico, más modesto, se limita a angustiarse con el alza brusca del petróleo, ve cómo se encarece el precio de la gasolina y el del dinero, con lo que le sube la hipoteca y el precio de la gasolina que necesita para poder ir a la caja a pagar la hipoteca).
A mi amigo de Barcelona le preocupa también el alza de precio de los alimentos, la naturaleza de los biocombustibles, los terribles problemas del hambre en el mundo, las gravísimas injusticias que se producen en muchas partes del globo, y pretende convencerme de que todo está ligado y que forma parte de una conspiración a nivel cósmico.
Cuando sucede algo, lo que sea, recibo un correo suyo: «¿Lo ves? ¡Ya te lo decía yo!». Porque tiene un modelo donde cabe todo, y todo alimenta su teoría.
Hace poco me recomendó un libro, el primero de una trilogía en la que se habla de una organización supranacional que pretende gobernar el mundo y que, según él, lo gobierna ya. Empecé a leerlo, pero me desmoralicé. Pensé: «¡No puede ser verdad! ¡Sería para volverse loco!». Y lo dejé.
Al cabo de unos días, leí en una revista que líderes de empresas importantes mundiales se reúnen anualmente, desde hace más de veinte años, para plantear temas comunes de discusión, realizando una labor al más alto nivel con el fin de influir en las decisiones políticas en defensa de la apertura del mercado, la competitividad y la liberalización económica. La noticia añadía que este grupo, a lo largo de su vida, ha abordado prácticamente todo tipo de temas, desde la apertura del comercio mundial, hasta la ampliación de la Unión Europea, el cambio climático y la política energética.
No quise pensar que mi amigo el conspirativo iba bien encaminado. Como aquella película que se llama
Conspiración
en la que Mel Gibson ve conspiradores y conspiraciones en todos lados, y que al final tiene razón. Pero como sigo creyendo que «piensa bien y acertarás», me resisto a pensar que todo está montado para que cuatro decidan los destinos de seis mil millones. A lo mejor es que mi modelo no da para tanto. Pero, por si las moscas, creo que es necesario tener un modelo más global. O sea, ampliar el que tengo.
Así que, de nuevo, me acordé del embajador y su modelo, y me dije; «Leopoldo, es urgente que trabajes por tener ese modelo global. Ya va siendo hora y has perdido mucho tiempo». Y continué mi soliloquio: «Además, es necesario que tengas el modelo amplio, no solo para desesperarte cuando te des cuenta de que a lo mejor tu amigo el conspirativo (me resisto a llamarle el conspirador) tiene razón, sino porque si no lo tienes, no podrás organizar en tu cabeza todas las variables que te permiten, más o menos, hacerte una idea de lo que pasa».
Este discurso, que me lancé a mí mismo, me llevó a discurrir sobre la globalización, que, como primera aproximación, podríamos definir como que «Todo forma parte de un todo».