La crisis ninja y otros misterios de la economía actual (10 page)

BOOK: La crisis ninja y otros misterios de la economía actual
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Y que todas estas cosas las podemos ordenar en lo que tenemos y en lo que debemos, pero que como acabaremos hablando de su empresa, vamos a empezar hablando de ella y, a medida que vayamos haciendo la contabilidad de su empresa, verá que en su casa es lo mismo.

E
L BALANCE DE LA EMPRESA DE MI AMIGO

Mi amigo me confiesa que cuando le dicen eso de «¡qué rico es usted!», se acuerda de lo que debe y piensa para sus adentros: «Si tú supieras…».

Lo que pasa es que tampoco lo sabe bien él. Por eso le digo que hemos de hacer el balance de su empresa, con una técnica que servirá también para su casa y que me ha ido de película para aclararme yo.

Pedimos un mantel, porque necesitamos más papel. Como llevamos ya un par de horas largas desayunando y se han acabado los bocatas de ibérico, seguimos con unas aceitunas de postre y, eso sí, un poquitín más de vino.

Le digo que vamos a seguir lo que me enseñó hace muchos años Fernando Pereira, un profesor del IESE. No es un plan muy sofisticado. Consiste, simplemente, en poner a la izquierda lo que tiene, y a la derecha lo que debe.

Que, dentro de la sofisticación,

  1. A lo de la izquierda le llamaremos activo, y a lo de la derecha pasivo, lo mismo que podíamos haberles llamado Bartolomé y Tadeo.
  2. Y decidimos que el activo y el pasivo han de sumar lo mismo.

A ver qué pasa.

Empezamos por la izquierda, por el activo. Y le digo a mi amigo: «Vamos a ver, tú ¿qué tienes?». Y, rápido como un relámpago, me contesta: «¡El capital!».

«Mal empezamos», replico. «El capital va al pasivo». Y como no quiero meterme en líos antes de empezar, le digo: «El capital lo dejaremos para el final». Y, murmurando, lo acepta. Pero escribe en una esquina del mantel: «Que no se nos olvide el capital».

Le pregunto qué cosas podemos poner en la izquierda. Qué cosas tiene su empresa. Y hacemos la lista:

  1. El dinero que tiene en la caja de ahorros de San Quirico.
  2. El dinero que tiene en la caja de ahorros del pueblo de al lado, donde ha abierto una cuenta pequeña, para irse manejando.
  3. Lo que la secretaria, que a la vez, es la administra dora, tiene en un cajón en la mesa del despacho, para pagar las cosas pequeñas: el periódico, la limosna a un necesitado, la compra de lotería, las cosas que llegan contra reembolso. Mi amigo dice que son cuatro perras, porque un día le robaron y, a pesar de que ha puesto una reja importante, está más tranquilo si no hay casi nada.
  4. El dinero que le deben. Pone cara extraña, pero al final, le convenzo de que sí, que eso lo tiene. Mejor sería decir «lo tendrá», cuando le paguen, si es que le pagan. Para no complicar más las cosas, quedamos los dos de acuerdo en que los clientes que le deben dinero son de fiar y seguro que pagarán.
  5. Las existencias. Tiene muchas cosas. Las tiene apuntadas al precio que le costaron. Dice: «Pero el día que las venda, las venderé por más». Bueno, ya veremos lo que hacemos el día que las vendas. Ahora, las pondremos a lo que costaron, y
    prou
    (que, como todos sabéis, en catalán quiere decir «basta, vale, etc.»). Para demostrar mi internacionalidad, le digo: «¿OK?». Y él no se queda atrás, y contesta: «OK».
  6. Aquí le corto y le explico: «Todo lo que me has di cho hasta ahora lo vamos a llamar activo circulan te». Le hace gracia el nombre. Le parece que me lo acabo de inventar. No le confieso que estaba inventado hace mucho tiempo, para no desilusionarle.
  7. Sigo: «Ahora deberíamos poner los muebles, las papeleras, el papel de cartas, los sellos…, lo que se suele llamar ‘material de oficina’. Todo esto también lo pondremos al precio que costó».
  8. Luego, el ordenador. No es que tenga el último grito del sistema informático, pero la secretaria administradora tiene un ordenador que vale algo.
  9. Y después le digo: «Habrá que poner el edificio». Y me contesta: «¡Si lo tengo hipotecado!». Ahora le pido que se olvide por un momento de la hipoteca y que ponga cuánto le costó el edificio, totalmente acabado, con sus instalaciones de electricidad, luz, la poca calefacción que tiene, etc.
  10. Y como cuando le expliqué la cuenta de resultados le indiqué que pusiera amortizaciones, le digo que esas amortizaciones las reste del valor del edificio. Es como si se hubiera comido un trozo, como si, por el uso, el edificio valiera algo menos, como si cada año, en la cuenta de resultados, restase un pedacito del edificio, porque, si lo ponemos de golpe, se nos hunde la cuenta de resultados de ese año.
  11. Le explico que a lo de los puntos 7, 8 y 9 le llamaremos «activo inmovilizado». Le parece bien y se ríe, porque me dice que cuando está nervioso le pega patadas a la papelera, que se convierte en ese momento en activo circulante, porque rueda por todo el despacho.
  12. Y como no le dejo poner el capital, no ponemos más cosas, pero veo que vuelve a escribir en el mantel: «No olvidarme de que el edificio está hipotecado».

Ahora le pido que llame a su oficina y que pregunte cuántos euros hay de cada cosa. Y después de varias llamadas escribimos el activo, o sea, lo de la izquierda, o sea, lo que tenemos (no digo, o sea, Bartolomé, porque no me parece serio empezar a modificar palabras que la gente, en general, ha aceptado desde hace muchos años).

Sale lo siguiente:

Nota: Las cifras que me dio mi amigo no eran tan redondas. En la caja del pueblo de al lado, por ejemplo, tenía 2.113,67 €. Pero me resulta más fácil poner cifras «gordas», para entendernos más fácilmente. A mi amigo le parece muy bien. Dice que no se acaba de acostumbrar a lo de los 67 céntimos. Que le gustaba más antes, cuando eran 65 céntimos o 70.

Vamos a por el pasivo. A mi amigo le preocupa eso de que tenga que sumar lo mismo que suma el activo. Le tranquilizo y le digo que enseguida se enterará. Y hacemos la lista de lo que debe.

  1. Y como lo que le quita más el sueño es la hipoteca, empieza por ahí.
  2. Luego seguimos por lo que él debe a los provee dores, porque no todas las existencias están pagadas. Y si hemos puesto a la izquierda lo que valen, habrá que poner a la derecha lo que debemos.
  3. Tiene un crédito pequeño de la otra caja de ahorros.
  4. Y después de más llamadas sale lo siguiente:

Le digo: «¡Ya está!». Y él: «Pero ¿cómo va a estar, si el activo y el pasivo no coinciden?».

En primer lugar, le explico que no se dice «coincidir», sino «cuadrar». A mi amigo no le importan nada las sutilezas y, para no meterse en terrenos que no domina, me contesta: «Llámale como quieras, pero esto no casa».

Ya lo tengo. Utilizo el truco de decir que el pasivo que hemos puesto es el «pasivo exigible», o sea, las deudas que tiene y que alguien nos las puede exigir. Mi amigo dice que la caja de San Quirico no es que las pueda exigir. Es que las exige. Y que cuando se retrasa tres días en el pago de la cuota mensual de la hipoteca, aparece el director de la caja con gesto avinagrado para reclamárselo. Y añade: «Por cierto, ahora viene menos. Ahora me llama por teléfono el empleado que tiene allí».

Entonces cojo el activo de 196.450 €, le resto el pasivo exigible de 83.500 € y me salen 112.950 €. Y con aire triunfal le digo: «Eso es lo que vales. A eso se le llama ‘fondos propios’».

A mi amigo le hace ilusión valer 112.950 €. Pero tiene una duda: «Yo, cuando empecé la empresa, puse 45.000 € que habíamos ahorrado mi mujer y yo. Y con eso empezamos a manejarnos. Fuimos vendiendo y así, hasta ahora».

Mi aire triunfal aumenta y le explico:

  1. Tus fondos propios están formados por:

  2. Y, aprovechando su desconcierto, le digo que lo que no se ha llevado a casa se llama «reservas». Y que, si no se hubiera llevado nada a casa (o sea, si no hubiera cobrado «dividendos»), las reservas serían mayores y él valdría más.
  3. Lo que pasa es que, si no hubiera cobrado dividendos, seguramente él, su mujer y sus hijos no habrían podido vivir lo bien que han vivido. Y no es que hayan hecho el loco, porque han vivido de una manera normal.
  4. El dice: «O sea, que si me hubiera llevado cada año los beneficios y no hubiera dejado nada a reservas, andaríamos mal». Y a esa afirmación solo puedo contestarle: «Sí».

Repasa el mantel y tacha las dos cosas que había apuntado. Eso quiere decir que lo ha entendido.

Y para rematar, hacemos el resumen de todo lo que hemos discutido:

Mi amigo ha entendido por qué siempre coinciden el activo y el pasivo y por qué el capital y las reservas que se van haciendo se ponen en el pasivo.

No es el único que ha tenido dificultades con esto. Yo tenía un amigo, muy amigo, un hombre importante en Barcelona. Era el presidente de una empresa familiar que ahora lleva brillantemente un hijo suyo. Cuando reunía a la junta de accionistas, o sea, a su mujer, sus hijos, sus hermanos y sus sobrinos, les presentaba las cuentas y siempre acababa diciendo: «Y aquí está el capital, que no sé por qué extrañas razones, siempre aparece en el pasivo».

Cuando por fin acabamos el desayuno —hoy ha sido larguísimo— pago, porque hoy me toca a mí, y me pregunta: «O sea, que si quiero vender la empresa, ¿solo puedo pedir 112.950 €? Y la marca, ¿qué? Y el buen nombre que tengo, ¿qué? Y la representación que tengo de una empresa de Igualada, ¿qué?».

Entonces le digo: «Los 112.950 € son el valor contable. Lo otro es el fondo de comercio. Si un día quieres vender tu empresa, tendrás que negociar lo que vale ese fondo de comercio. Lo demás son habas contadas. El fondo de comercio, no».

Y le pregunto: «Por ejemplo, ¿cuánto vale el nombre de «El Corte Inglés»?

Pone los ojos en blanco: «La tira», contesta.

Bueno, pues eso es el fondo de comercio.

Y remato: «Pero cuando vendas la empresa, por ejemplo al indio que se quiere poner al lado, tendrás en cuenta eso y, además, la capacidad de la empresa para seguir ganando dinero en un futuro».

«El futuro nunca es suficiente. Eso es una película de James Bond, creo», comenta. Le digo que la película se llama
El mundo nunca es suficiente,
pero para lo que estamos hablando me viene de perilla. Y cierro: «Por si las moscas el futuro no es suficiente, cuando negocies la venta ten clarito el valor contable, medio claro el fondo de comercio e intenta hacer números sobre el futuro que no sean una locura».

Y nos vamos a comer, que ya es casi la hora…

5
V
IVIENDO LA CRISIS.
C
RISIS DE CONFIANZA Y DE RESPONSABILIDAD
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