La era del estreñimiento (12 page)

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Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol

Tags: #Humor

BOOK: La era del estreñimiento
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E
L CHALÉ COMO
D
IOS MANDA

Si el muro del misterioso chalé es de hormigón armado, placas metálicas o de puntas de lanza de cierta altura, lo que se adivina al otro lado es una edificación digna del tercer cerdito del cuento. Más vale alejar las manos de la puerta o en un santiamén vendrá el de la empresa de seguridad a echarnos la zarpa, si antes no nos ha arrancado la nariz un dogo alemán. Estos perros prefieren entretenerse con un hueso de chuleta que con el manguerazo que se lleva el perro del chalé de broma. La ventaja es que las barbacoas aquí se pueden hacer también cuando llueve porque hay un gran porche e incluyen, además, productos bajos en colesterol. No hace falta llevarse el saco de dormir si se piensa hacer noche, hay habitaciones para invitados con sus correspondientes juegos de cama y sábanas limpias. Y, además de la piscina, suelen estar provistos de una cancha de tenis o un frontón; son como una villa olímpica en miniatura. La pantaloneta se usa estrictamente para practicar deporte, a diferencia del chalé del junquillo, donde los muslos reciben tanto sol por el día, que podrían tranquilamente encenderse por la noche como los farolillos solares.

Normalmente este tipo de construcciones suele encontrarse en zonas típicas, pero nunca de veraneo a granel como el chalé de muro de paja, sino que buscarán un paraje selecto, tranquilo y de cierto estatus. Se puede acceder a pasar el mes de agosto o un febrero tontorrón en un lugar de este tipo. Con un anfitrión así se va a ahorrar un pastón. Prescindirá de términos como «pagar a escote», «poner bote para la comida» o «hacer las cuentas de la gasolina». Y si mira hacia el suelo verá que todos los tréboles son de cuatro hojas.

La incitación al robo

Uno de los grandes inconvenientes que tiene el chalé es que despierta nuestras más bajas pasiones. No se sabe exactamente cuál es el motivo; lo cierto es que, aparte de sacarnos al fisgón que llevamos dentro, los muros del chalé sirven para sacar al ladronzuelo que habita en nuestro interior.

A veces de entre esas vallas, junquillos y demás aislantes sobresalen ramas de árboles, flores o cualquier especie vegetal que invitan al hurto menor. El hecho de que pertenezcan a otra persona anima más a la apropiación indebida, sobre todo si estamos ante un pedazo de mansión con perros como terneros y piscina olímpica.

Un domingo de caminata mañanera, de esos de «Vamos por aquí, cariño, que no conocemos esta zona» que no termine con una flor detrás de la oreja o una ramita en la boca no es un domingo. Algunos viandantes disfrutan como enanos cogiendo un pedazo de arbusto, frotándoselo en las manos para llevarse un agradable olor a limón el resto del paseo. Otros arramplan con ramales de azucenas, rododendros o esquejes gigantes de olivos centenarios. Los salientes vegetales incitadores también pueden ser árboles frutales. Esta tentación es la peor, más si sabemos que los propietarios del chalé van a dejar que la fruta se pudra en el árbol. La directa suele ser encaramarse al muro, por medios propios o subidos a hombros del acompañante, si alguna fruta silvestre cuelga a cierta distancia. Y no digamos ya si al lado del
postre
hay colgado un balón del hijo del propietario. No hay cosa más humillante en la vida que a uno lo pillen con ropa de jogging robando peras de una casa, y para más inri, arreborriquito de su parienta, al grito de «Dale, dale, que ya es nuestro».

El terror de la piscina en invierno

El cloro, los productos químicos y la constante limpieza con el salabardo gigante consiguen lograr ese azul caribeño tan atractivo de las piscinas en verano. Y aunque acabes a finales de agosto con el pelo verde por todo lo que le han echado al agua, te compensa. Ahora bien, esa azulez cristalina no es más que un espejismo, en otoño la piscina nos empieza a mostrar su rostro verdadero, que para nosotros será el reverso tenebroso.

El tato ya no quita las hojas, que poco a poco se van depositando en el fondo junto a los coleópteros torpes y los gusanos despistados, el agua deja de ser azul, ahora es de un color indefinido entre el marrón y el verde. Salen a la superficie ranas como puños que te miran como si llevaran viviendo allí desde la Prehistoria. Donde hace un mes hacías aguadillas a tus sobrinos ahora da miedo asomarse porque parece que va a surgir el monstruo del lago Ness y te va a llevar a su guarida. Sabes perfectamente que no cubre más que un metro y aun así metes un palo para ver si llegas al fondo o te lo agarra un cocodrilo. La casita de tus sueños se ha convertido en la mansión de los Monster. Hay quien no resiste el envite de la naturaleza y aprovecha para vender el chalé y sacarse el abono de la piscina municipal.

El timo del adosado

Una de las últimas versiones del timo de la estampita es este hermanastro menor de los chalés. Te lo venden como vivienda unifamiliar, con garaje, jardín y trastero, y no mienten, claro que tampoco dicen toda la verdad. El adosado es un chalé que no ha logrado la independencia; dispone de dos paredes propias y dos compartidas con otras viviendas. Es decir, crees que estás en un chalé porque tienes un grillo en el jardín, pero escuchas los ruidos de los desagües de los vecinos como en tu piso de la ciudad, y sus discusiones, y su televisor, y el incómodo sonido del folleteo.

Suelen estar dispuestos en las llamadas «filas o hileras de adosados», que son como una repetición de tu vida; es más, los propietarios de adosados de una misma urbanización acaban por parecerse unos a otros como los dueños a sus perros. El adosado no te distingue como lo hace un chalé: es como una especie de visión comunista del capitalismo. Vamos, como si un día te tocara la lotería y casualmente le tocara también a tu cuñado, a tus compañeros de trabajo y a tus vecinos; no te alegrarías plenamente.

De todas formas, si usted está decidido a comprarse uno, no se lo vamos a quitar de la cabeza, y mucho menos si ya lo ha comprado. Tan sólo déjenos advertirle dos cosas; el jardín de un adosado es pequeño, no se empeñe en jugar un partido de fútbol, que no da para dos equipos. No se envalentone comprando maquinaria de jardinería y sistemas de riego por aspersión, que le sobra con una tijeras y la típica regadera de balcón. Lo que usted tiene es un tiesto grande, sin más.

Por último, si quiere disfrutar de su chalé sándwich, evite entablar amistad profunda con el vecino de adosado, porque se empieza dejándole mechero para encender la barbacoa y se puede terminar haciendo de canguro de sus hijos cuando salen a cenar o dando friegas de alcohol de romero a su abuela en la espalda.

Otras opciones de empufarte con la segunda hipoteca

Si su vida todavía no se ha complicado del todo y se ve con fuerzas para meterse en un callejón sin salida, sepa que, aparte de las opciones que le hemos mencionado anteriormente, existen otras.

F
INCA

Es un chalé con la peculiaridad de tener un jardín desproporcionadamente grande; a veces, desde la carretera, la casa no se ve ni con catalejos. Es típica de la zona del sur peninsular. Los carteros odian repartir por las fincas, sobre todo el día que llevan una carta certificada y los dueños tienen que salir a la verja a firmar. Tener una finca da mucho glamour, pero tiene sus inconvenientes: has de tener toros, vacas y caballos, no basta con perros y gatos. Te acabarán metiendo en algún fregado para salir en los programas del corazón, porque tienes finca y eso da mucha envidia. Si hay niños en la familia, habrá que inculcarles que los toros no son mascotas como los perros de un chalé cualquiera, que no pueden tirarlos a la piscina ni hacer que salten por el aro del flotador. Las fincas tienen la peculiaridad de poder albergar las celebraciones de los sacramentos. Te casarás en tu finca, celebrarás bautizos, comuniones, divorcios, más bodas; en fin, todo menos tu funeral. Para ese momento ya se habrán encargado tus herederos de sacarte a hombros para empezar a repartirse las cabezas de ganado.

D
ÚPLEX

Como su nombre indica, es una casa que necesita dos sueldos majos para poder comprarla.

B
UNGALOW

Es un término que no aclara mucho. Lo mismo te estás metiendo en un chalecito de la costa con vistas a la puesta de sol que en una autocaravana sin ruedas plantada en una parcela de un camping de segunda regional.

A
PARTAMENTO

Era lo máximo que daba el
Un, dos, tres
en el escaparate final y hoy en día es lo que se compra cuando se tiene un sueldo pelado.

L
OFT

Palabra inglesa que te maquilla un poco la sensación de estar viviendo en un garaje o en un trastero amueblado.

Breve inciso: todos decimos que nos gustan los espadas diáfanos, sin paredes. Menos cuando ingresamos en un hospital, donde si la habitación es individual, mejor que mejor. ¿Se imagina un hospital diáfano, sin paredes? ¿Y un hotel de carretera diáfano? ¡Viva el tabique!

M
ULTIPROPIEDAD

Es la misericordia aplicada al sector inmobiliario. Los que optan a este «turismo de pobres» fingen la alegría de compartir el apartamento con otras familias, a las que por si acaso siempre se prefiere no ver. Esta manera de entender la propiedad privada tiene sus vacíos legales que nadie nos ha explicado: ¿quién va a las reuniones de vecinos? ¿Qué familia decide el olor de la casa? Si roban la casa cuando estás tú, ¿pagan todos? Como consuelo, tiene el divertimento de averiguar qué ha dejado esa familia de Salamanca que disfruta de «nuestro piso» en su última estancia:
tuppers
con albóndigas, panceta, lomo adobado, jabón de lavadora o dos tubos de Hemorroidal sin estrenar.

T
ERRENOS

Es el término más abstracto de la jerga inmobiliaria, porque lo mismo se refiere a dos metros cuadrados de pedernal en un camping que a la superficie de América. Para que la palabra
terreno
tenga interés hay que acompañarla de
hectáreas
, apellido indispensable si queremos llamar la atención. Si, además, está en condiciones legales de añadir
edificables
, usted es un tesoro andante.

C
ELDA

Especie de loft en régimen de multipropiedad, con muy poco terreno, donde pueden pasar una temporada los más cultos de la cultura del ladrillo.

d
ÉciMA PARTE
.
lA
diArre
A
La diarrea no es la solución

Rotundamente, no. Como en casi todos los órdenes de la vida, los extremos no son aconsejables; en el término medio suele encontrarse la solución de las cosas; lo expresa perfectamente el dicho popular: «Ni tanto ni tan calvo». Es cierto que, en ocasiones, preferiríamos una evacuación frecuente y anormal antes que un atasco brutal; por lo menos nos liberaría. De acuerdo, irse por la pata abajo tiene un efecto liberador inmediato, pero demasiado liberador, de una libertad tal que nos deja sin vitalidad. Sientes que la vida se te va literalmente por la taza, y lo sientes porque realmente se te va. El pavor del ser enfrentado a una diarrea es incontrolable, porque eres su rehén. Si un atasco te puede condicionar en el día a día, la diarrea se apropia de tu alma. Tu caché baja, tu carisma se diluye y los méritos que hayas conseguido en la vida no sirven para nada, no puedes realizar ninguna actividad a más de cinco metros del váter. Es terrible, porque nos damos cuenta de que, en realidad, somos seres extremadamente frágiles, ésa es nuestra naturaleza. Compruebas con desagrado que es cierto eso que dicen que nuestro cuerpo está compuesto en un 70 por ciento de agua, y vas camino de quedarte en el 30, por cierto.

El trastorno gastrointestinal nos anula físicamente: a la vista está; pero donde más estragos puede causar una cagalera es en los terrenos mental y emocional. Una persona aquejada de flojera gástrica es también presa de una flojera mental que no puede controlar. La imposibilidad de retener por abajo está unida a una dificultad manifiesta para mantener intactos los criterios, los valores, las razones, las ideas y los principios que te definen. Hablamos de la diarrea mental o incongruencia inconsciente: un mal más peligroso de lo que pensamos.

La diarrea mental

Este fenómeno tan singular puede sobrevenirnos en cualquier momento de nuestra vida; su origen es gástrico y su manera de expresarse es el pensamiento y la palabra. En la mayor parte de los casos coincide con el comienzo de la diarrea física, pudiendo también adelantarse para avisarnos de lo que se avecina. Nadie está a salvo de sufrir una diarrea mental, como veremos más adelante, así que lo aconsejable en épocas pírricas es quedarse en casa y no abrir la boca. Es preferible no firmar contratos ni conceder entrevistas en ese estado, porque no eres tú, como hemos señalado anteriormente: eres diarrea mental. Tu cerebro es un caldo donde pululan las ideas y los conceptos sin orden ni estructura. Es un momento ideal para escribir monólogos, poesía, cartas de desamor, alegatos surrealistas y letras de rap, nada más. Cualquier otra actividad que requiera coherencia y autoridad está seriamente amenazada.

La historia está plagada de decisiones que se tomaron en estado de diarrea mental y que afectan directamente a nuestras vidas. Personajes famosos, dirigentes, líderes de toda índole se vieron sorprendidos algún día por este chorreo espontáneo, que en muchos casos cambió el curso de la historia. Los asesores, vigilantes de la imagen y el decoro, no siempre llegan a tiempo para remediarlo. Nunca se sabe qué comida va a sentarle mal a uno, dónde está el aliño prohibido o ese frío repentino que se te mete por los riñones y te descoloca la vida.

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