Los incógnitos (3 page)

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Authors: Carlos Ardohain

BOOK: Los incógnitos
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—Está hecho entonces, bienvenida a mi vida. —A ella le pareció excesivo pero sonrió y le agradeció, Fausto le elogió la sonrisa y Margarita volvió a sonreír.

Se levantaron, la acompañó hasta la puerta y se quedó mirándola irse por el jardín, después entró en la casa y sonrió para sí. La encontré, pensó satisfecho.

Lo conseguí, pensó ella mientras caminaba hacia la parada del colectivo con su sonrisa infalible en la boca. Tengo que llamar a Sandra para contarle.

11

Equis: heme aquí en el primer día de la agencia cumpliendo nuestro plan del informe diario, encima un sábado, día raro, pero un día especial también. Los otros locales también abrieron, me comentaron que a veces hay más circulación que los días de semana, aunque no me sonó muy convincente. De todas formas no esperaba nada, tengo bien claro que no vendemos productos y la gente llegará por haber leído u oído de nosotros, pero de cualquier forma hay que estar. Me perdonarás la falta de rigor estilístico pero estoy bastante embolado y tengo ganas de irme, son las siete de la tarde y el cuerpo me pide una cerveza helada. Llegué temprano y pedí un café con una medialuna al bar de la esquina, estaba abriendo el correo electrónico cuando pasó Tamara por el local a saludar, me dijo que te iba a hacer una tirada gratis (de tarot, claro) para ver qué decían las cartas acerca de nuestro proyecto. Le agradecí en nombre de la agencia, y le prometí que si pierde uno de sus clientes con gusto investigaremos su paradero. Largó una de sus carcajadas y se fue. Después me puse a escribir un rato. Circuló gente por la galería, pero los que miraban a nuestro local lo hacían medio sorprendidos, sin embargo a la tarde entró una mujer bien vestida y me preguntó si hacíamos seguimientos. Me pareció más una curiosa que una posible clienta, pero la informé, como corresponde.

Tamara tiene laburo, eh. Atendió a cinco personas, no sé cuánto cobra la tirada pero para un sábado no está mal, aunque a lo mejor es como las peluquerías que los sábados trabajan más. Me olvidé de preguntarle si usa el marsellés o el egipcio, bueno, eso te lo dejo a vos.

Hoy pensaba que esta empresa que encaramos es un viaje hacia nosotros, es para charlarlo personalmente, pero me parece que va a mover cosas importantes en cada uno. En principio ya movió un Hopper de mi casa hasta acá. No, en serio, es como si esto hubiera puesto en movimiento (parafraseando a uno de los autores que te gustan) el buscador dentro de mí, pero ya lo hablaremos.

Ah, me olvidaba, lo vi a Nacho, es el muchacho que nos va a venir a aplicar el nombre en la puerta, viene el lunes a la mañana, así que lo vas a atender vos, me dijo que en un rato lo tiene listo, las letras vienen cortadas, las aplica sobre el vidrio y quedan perfectas. Con eso estamos completos, me parece. Digo porque las tarjetas también van a estar el lunes.

Faltaría hacer las fotos para la posible nota, no te conté pero hablé con Arturo Ballester, es un fotógrafo muy capo, labura en su estudio para agencias de publicidad y revistas de moda, puede venir a hacernos unas tomas de favor, pero le tenemos que confirmar seguro el día para que traiga un par de luces y liquide todo rápido. Si las saca él van a quedar de puta madre. Además le gustó el tema, se cagaba de risa.

Hace un rato estuve en el fondo de la galería mirándola desde diferentes puntos de vista. Es extraño este lugar, tiene algo.

Bueno socio, me rajo, terminó la primera jornada y voy por mi cerveza.

12

Eran las diez en punto cuando Margarita llegó a Lavandera, estaba nerviosa. Había elegido un vestido liviano y zapatos cómodos, se hizo anunciar y entró a su nuevo trabajo. Al encuentro del ídolo. Mientras iba por el sendero de lajas se dio cuenta de que no había escuchado mucho de lo que había hecho Fausto, más allá de los temas más famosos que eran parte de la banda de sonido de una generación. Pero ya tendría tiempo, y no era condición para su tarea, él ni lo mencionó en la entrevista del día anterior. De pronto se acordó de Guillermo y pensó que le gustaría contarle el trabajo que había conseguido. Esto la entristeció un poco y cuando la mucama le abrió la puerta le preguntó si se sentía bien. Le dijo que sí aunque le gustaría tomar un vaso de agua y una aspirina.

Entró y encontró a Fausto desayunando en la sala, cuando la vio llegar se levantó sonriendo a saludarla, le ofreció café, aceptó y se sentaron a comenzar la actividad. La mucama le trajo la aspirina y el agua, él le preguntó si no se sentía bien, me duele un poco la cabeza, le contestó. Empecemos.

Fausto le hizo una lista detallada de las tareas generales que debería llevar adelante, y una pormenorizada de los asuntos del día. Una cosa que notó con asombro era que no tenía computadora, se lo preguntó y él le contestó con naturalidad que no. De modo que todo lo debería hacer a mano, había dos cuadernos grandes: uno para llevar el diario de las actividades y otro para registrar las anotaciones de agendas, compromisos y proyectos. Por supuesto que si ella quería podía hacerlo a máquina, había una muy buena en el escritorio, era la que él usaba para escribir. En ese caso las hojas las archivarían en carpetas. Ella le dijo que no, estaba bien así, lo haría a mano, le gustaba escribir.

—Perfecto, entonces —dijo él—, me va a gustar leer mis actividades en su letra, será como mirar un dibujo.

Al rato la dejó con sus tareas y se fue al estudio. Le contó que hacía años estaba grabando y componiendo para un futuro disco que significaría su vuelta al ruedo, con un nuevo concepto, un nuevo sonido y otro camino, diferente del que conocía todo el mundo. A Margarita le dio la impresión de que él buscaba prestigio, que ero lo único que nunca había conseguido.

Tenía una sensación de extrañamiento, ayer había tenido la entrevista y hoy ya estaba trabajando, la tarde anterior no había hecho más que llegar a su casa y llamar a Sandra para contarle, no podía creer tanta suerte, conseguir el trabajo así, súbitamente. Sandra la ametralló a preguntas sobre Fausto, si era buen mozo, si le parecía que estaba loco, si le gustó, si quiso seducirla, si tenía buena voz, si estaba muy viejo, si era alto, si estaba casado, si era gordo, si la casa era linda, cuánto le iba a pagar. Después de contestarle la mitad de las preguntas le dijo que estaba cansada por los nervios pasados, que otro día hablaban, y cortó. Sandra era macanuda, pero podía agotarla rápidamente con su verborragia incontenible.

Ahora estaba ahí, en la mansión inexpugnable, escribiendo a mano en un cuaderno enorme como si estuviera en otro tiempo. Mientras escribía, cuidando que la letra fuera legible, un sonido la sobresaltó: todos los teléfonos de la casa se pusieron a sonar, se levantó de un salto y empezó a dar vueltas buscando alguno para descolgar, quería callar ese estruendo, pero por los nervios no encontraba ninguno. Al fin se dio cuenta de que tenía un aparato en la misma mesa donde estaba escribiendo y descolgó. Era la productora de un canal de televisión que estaba preparando un programa sobre la música de los sesenta, quería saber si podía contar con Fausto para una entrevista en el piso. Anotó el número para devolverle la llamada más tarde, cuando tuviera la respuesta de Fausto, y colgó.

13

Caro Igriega: acá estoy, en el primer día hábil de la consultoría de investigaciones. Breve informe de las actividades de nuestros vecinos: la peluquería de al lado está más solitaria que nuestra agencia, pero el local de lotería y otros juegos labura bastante. El negocio que a nuestra izquierda le sigue a la peluquería parece ir bien. Apenas caen tres o cuatro personas a lo sumo en todo el día, pero el tipo tiene pinta de ser un sastre de los buenos, hace arreglos de trajes, sacos, sobretodos. Se nota que los laburos le llevan mucho tiempo y con esa cantidad de clientes debe arreglarse bien. El local de celulares es el que le da vida a la galería, junto con el de lotería: cae bastante gente para arreglo, compra, venta y decodificación (o cosa así). Deben ser todos aparatos truchos o robados, pero eso no está en nuestro rubro, ¿no?

Al final Nacho no vino a la mañana sino a la tarde, pasadas las tres, pero hizo su trabajo y dejó listo el cartel en la puerta. Quedó lindo (cuando leas esto ya lo habrás visto).

Estuve un rato largo hablando con Tamara, esa mujer es un caso, muy divertida. Sabe bastante de Tarot, no creas, me estuvo hablando mucho de eso, hace años que lo estudia y cree absolutamente en su... (no quiero llamarlo eficacia) no sé, dice que las cartas develan destinos, conflictos, que son como puertas, que contienen mensajes reveladores para quienes saben leerlas. ¿Sabés que es soltera? Tenía un escote muy generoso, bueno... usted sabe que a mí me gustan las mujeres contundentes, ¿no? Me dijo lo de la tirada gratis, quedamos en que el miércoles me la hace, que es el día en que estamos los dos, así no tengo que dejar solo el local. Mientras estábamos hablando vino el de la imprenta a traernos las tarjetas, quedaron bárbaras, muy elegantes, se ven serias. Fue buena idea hacerlas frente y dorso, se luce más el nombre. Le di una a Tamara, fue la primera que entregué, le encantó. Me llevo una caja para tener algunas encima y otras en casa.

Y ahora la sorpresa: hace un rato vino una mujer a preguntar por un seguimiento, creo que debe ser la que estuvo averiguando el sábado, aunque no me dijo nada. Es por el marido, sospecha y quiere que lo vigilemos un par de semanas. Le pedí que traiga algunas fotos nítidas del tipo y el detalle de sus horarios y lugares habituales, le pasé el precio que habíamos hablado y le aclaré que si nos contrata tiene que pagar un adelanto. Mañana nos contesta. Qué bueno, el segundo día de laburo y ya entra un caso. ¿Ves que estamos cubriendo una necesidad? Estamos «al servicio de la comunidad».

Me voy porque tengo dentista a las siete y media, seguro que mañana te tocará cerrar el trato con ella y cobrarle el anticipo (le pedí el 40%), por las dudas comprate un talonario de recibos. Si se hace, llamame a la tardecita a casa, así arreglamos para empezar pasado mañana, yo tengo la cámara lista.

Bueno, chau, suerte mañana.

14

A la una del mediodía apareció Fausto y la invitó a almorzar. La mucama había preparado la comida y él le dijo que se había olvidado de comentarle eso, que todos los días —si le parecía— podía comer con él, si estaban en la casa. Pero que no tenía compromiso ninguno, también podía salir a comer afuera, o no comer, o lo que ella prefiriera. Le agradeció y aceptó «por hoy» comer juntos, prefería salir un rato para cortar y distraerse un poco. Le dijo lo de la llamada del canal, pero a él no pareció importarle. En cambio se mostró muy interesado en su vida, le repitió su pesar por la muerte del marido. Ella le contó prudentemente los sinsabores que había vivido en su vida matrimonial y en cierto modo que eso había ocasionado una postergación de su camino, aunque no supiera muy bien cuál era este dichoso camino. Le dijo que la entendía, que de alguna manera a él su carrera también lo había alejado de sí mismo, que todo le había pasado como una vorágine que lo avasalló y lo confundió. Ahora en este retiro estaba tratando de encontrarse, de volver a saber quién era y qué quería, y hacía mucho de esto. «A veces el éxito es lo peor», le dijo.

Le contó que había tenido muchas parejas pero ninguna había durado, convivió con un par de mujeres sin lograr consolidar una relación verdadera, un vínculo sólido. Al final se resignó a estar solo a menos que la mujer indicada apareciera, sin buscarla, y cuando dijo esto la miró sonriendo. Podía ser un rasgo de coquetería, un principio de seducción, o nada de eso, apenas una sonrisa. Sabía que había gente que decía que estaba loco, otra que decía que estaba acabado, que era un excéntrico, hosco, ermitaño, pero nada de eso le importaba. Lo único que le interesaba era descubrir el sentido de la vida, encontrar la vía del conocimiento, el camino hacia uno mismo para estar en armonía con el cosmos y con el mundo. Era eso, nada más, lo que pretendía. Nada menos.

A veces le parecía vislumbrarlo cuando hacía música, no la de sus grandes éxitos que eran comerciales y simples, sino la música que hacía ahora, que era pura búsqueda, experimentación, prueba y error, riesgo. Eran destellos que se apagaban enseguida, chispas fugaces, iluminaciones instantáneas. Pero al menos le sucedían. Estaba dispuesto a seguir por ahí, a hacer algo que fuera verdadero. Y a buscar también por otro lado, por todos los lugares posibles.

—No sé por qué le estoy hablando de todo esto, discúlpeme. Cuando me siento cómodo con alguien me suelto.

—No se disculpe, me halaga que me brinde esta confianza, es interesante escucharlo.

—Gracias, pero pasemos a otro tema, después llame al canal y dígales que estoy ocupado en esa fecha, que me es imposible participar en el programa. De todos modos agende el teléfono de esa productora.

—De acuerdo Fausto, como usted diga.

—Bueno, vuelvo a la cueva, hasta luego.

—Hasta luego.

Margarita siguió con sus cosas y abstraída en su trabajo la tarde se le pasó volando. Puso en orden todas las anotaciones sueltas que tenía Fausto diseminadas en su escritorio, puso al día el directorio telefónico, archivó papeles y cartas, ordenó contratos, revisó el archivo de notas periodísticas y de pronto escuchó la voz de Fausto de nuevo, como si recién se hubiera ido, que le decía:

—Pero Margarita, ¿todavía está acá? Ya pasó más de media hora de su horario, cuando sean las seis váyase tranquila, no hace falta que espere que yo vuelva.

—Ah, es que no me di cuenta de la hora, voy a ordenar esto y me voy.

—Cuando quiera, no hay apuro, lo digo por usted, no quiero ser un jefe explotador.

—De ningún modo, gracias, ya me voy. Hasta mañana entonces.

—Hasta mañana, Margarita.

15

Hola, ¿Equis? Sí, soy yo. Bueno che, se hizo, a la tarde vino esa mujer y nos contrató para seguir al marido por dos semanas. Trajo dos fotos bastante claras, al tipo se lo reconoce lo más bien, me dejó los horarios y las direcciones del trabajo, del club, del restaurante donde almuerza todos los días, del café donde para, los números de teléfono del trabajo y el celular. Sí, hizo un trabajo muy prolijo, si se lo hubiera pedido yo no sé si tendría tanto detalle, se ve que hace tiempo que lo viene pensando. No, dice que el marido vuelve muy tarde, a veces le avisa y a veces no, que está distante, que no tienen mucha intimidad últimamente. Fue discreta pero clara. Cree que tiene otra mina. Quiere alguna prueba, fotos, algo así, o de lo contrario estar segura de que no hay nada raro. Pasa que no le cree. Hace mucho que están casados. Sí, ya sé que vos también, pero es distinto. ¿Por qué? Qué se yo por qué, porque sí. Además, ¿cómo sabés que tu mujer te cree? Bueno, me dejó la guita del anticipo, quiere que le pasemos informes cada dos o tres días para saber cómo vamos y a las dos semanas le demos el informe final. Desde ya que si las pruebas están antes no hace falta que pasen las dos semanas, nos pagará igual con el informe final. Si lo agarra con las manos en la masa está decidida a empezar los trámites de divorcio. Así nomás. Benavídez se llama, Horacio Benavídez, es abogado, ella lleva su apellido también. Lo busqué en Google, no hay casi nada, bueno, es un nombre bastante común, para perderse fácil en el anonimato. Sí, empezamos mañana. No, yo te diría que nos encontremos acá y organizamos todo, total el tipo a la mañana va a trabajar, no tiene sentido que lo sigamos de acá hasta el laburo, después vamos a media mañana y empezamos la vigilancia, cuando va a comer, cuando sale, esas cosas. ¿Te parece? No te olvides la cámara, yo tengo un grabador de periodista, lo voy a traer por las dudas. Qué se yo, por ahí está en un bar con alguien y va uno de nosotros y se sienta al lado y pesca algo, ¿no? Se llevó una tarjeta nuestra, le dije que tenga cuidado, no vaya a ser cosa que la vea el marido y venga a contratarnos también. No, por las dudas, para que el tipo no sepa que lo pueden estar vigilando. Hablando de eso, tenemos que hacer un sitio de Internet, habría que ir pensando en eso, ¿no te parece? ¿Un blog? No, me parece mejor un sitio, es más serio. Claro, una página donde estén nuestros servicios, la discreción que ofrecemos, esas cosas, como una red para pescar. No, las fotos no, lógico, si después tenemos que seguir a alguien es una cagada. Para esto tenemos que ser invisibles. Sí, tenés razón, vamos a tener una foto en la nota, pero veremos que no se noten mucho las caras con la iluminación.

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