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Authors: Jennifer L. Armentrout

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Mestiza (12 page)

BOOK: Mestiza
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—Álex, deja de mirarme y haz algo de cardio —pasó otra página.

Pestañeé.

—Espero que ese libro tuyo vaya sobre el encanto y habilidades de personalidad.

¡Ja! Apareció esa sonrisa fantasma.

—Cardio, haz cardio. Eres rápida, Álex. Los daimons también son rápidos, y los daimons hambrientos lo serán más aún.

Eché la cabeza hacia atrás y gruñí mientras me arrastraba hacia la cinta de correr que me había indicado antes.

—¿Cuánto rato?

—Sesenta minutos.

¡Madre mía! ¿Estaba loco? Cuando se lo pregunté, no lo encontró divertido. Nece­sité varios intentos para poner la cinta a una velocidad a la que pudiese trotar.

Cinco minutos después, Aiden levantó la vista y vio lo rápido que iba. Desespera­do conmigo, se levantó y se acercó hasta donde estaba corriendo. Sin mediar palabra, aumentó la velocidad por encima del cuatro —yo estaba en el dos— y volvió a su pared y su libro.

Que le den.

Sin aliento y completamente fuera de forma todavía, casi me caigo de la cinta cuando llegué a los sesenta minutos y bajé el ritmo hasta el modo de calentamiento. Miré hacia donde estaba Aiden apoyado en la pared, absorto en su libro tamaño ma­mut.

—¿Qué… estás leyendo?

Miró hacia arriba y suspiró.

—Mitos y leyendas griegos.

—¡Oh! —siempre me había gustado leer lo que el mundo mortal escribía sobre nuestros dioses. Algunas de las cosas eran bastante correctas mientras que el resto eran sólo tonterías.

—Lo cogí de la biblioteca. Ya sabes, ese sitio a donde deberías ir en tu tiempo libre en lugar de beber. Me encogí de hombros y sacudí los brazos.

—Odio la biblioteca. Todos odian la biblioteca.

Movió la cabeza y cerró el libro.

—¿Por qué los mestizos creéis que hay Cancerberos, Arpías y Furias viviendo en la biblioteca? No lo entiendo.

—¿Acaso no has estado en la biblioteca? Argh. Da miedito y todo el rato oyes co­sas raras. De niña, escuché una vez algo gruñendo allí —me bajé de la cinta y me paré frente a él—. Caleb oyó alas moviéndose, cerca del suelo. No es broma.

Aiden rió bien alto.

—Chicos, sois absurdos. No hay nada en la biblioteca. Y todas esas criaturas hace tiempo que las sacaron del mundo mortal. De todas formas —levantó el libro y lo agi­tó—, es uno de tus libros de texto.

Me dejé caer a su lado.

—Oh. Que aburrimiento. No puedo creer que leas libros de texto sólo por diver­sión —hice una pausa, reconsiderándolo—. Da igual. Ahora que lo he vuelto a pensar, sí que me creo que leas libros de texto por diversión.

Volvió la cabeza hacia mí.

—Estiramientos para calentar.

—¡Sí, señor! —le saludé, estiré las piernas y me agarré los pies—. Bueno, ¿y qué mito te estás leyendo? ¿Algo sobre que Zeus es el dios más promiscuo de todos? —esa era una leyenda sobre la que los mortales sí que habían acertado. Él era responsable de la mayoría de los semidioses originales de hace años.

—No —me dio el libro—. Aquí tienes. ¿Por qué no lo coges y lees un poco? Tengo el presentimiento de que después de lo de hoy vas a pasar largas noches en tu cuarto.

Puse los ojos en blanco, pero cogí el libro. Tras el entrenamiento, quedé con Caleb y estuve quejándome durante una hora sobre cómo Aiden no estaba siendo nada agra­dable. Después me estuve quejando sobre cómo él había desaparecido la noche pasada dejándome sola con Jackson.

Los amigos no dejan que sus amigas actúen como guarras.

Poco después, me fui sin dudarlo a mi habitación en lugar de escaparme con Caleb. Tenía la sospecha de que si lo hacía, me pillarían, y la verdad es que no quería pasarme otro día en el gimnasio. Ya era sufcientemente horrible tener que pasar una o dos horas ahí todas las noches.

Aburrida a más no poder, agarré ese libro que olía a humedad y fui pasando las hojas de esa antigualla. La mitad del libro estaba escrito en griego antiguo y fuera de mis posibilidades de descifrarlo. Sólo me parecían un montón de líneas garabateadas. Tras encontrar la parte en mi idioma, descubrí que eran leyendas o mitos. Era una lista detallada de todos los dioses, de lo que representaban y cómo llegaron al poder. Había incluso una sección sobre pura-sangres y sus descendientes de menor valor, noso­tros. Literalmente, así era como se nos nombraba en este libro.

No es broma:

Los pura-sangre y sus descendientes de menor valor los mestizos.

Fui pasando las páginas, parando en un pequeño bloque de texto bajo el nombre de «Ethos Krian». Hasta yo me acordaba de ese nombre. Todos los mestizos lo recor­dábamos. Él fue el primero de un grupo selecto de mestizos que podía controlar los elementos. Pero… oh, era más que eso. Fue el primer
Apollyon
—el único mestizo con la habilidad de controlar los elementos y usar el mismo tipo de compulsiones que los puros usaban con los mortales. En otras palabras, el Apollyon era una pasada de mestizo.

Ethos Krian, nacido de un pura-sangre y una mortaL en nápoles, en eL 2848 ed (1256 dc), fue el primer mestizo que se conoce en tener las habilidades de un verdadero hematoi, tal y como predijo eL oráculo de roma, con dieciocho años, la paligenesia despertó el poder de Ethos.

Hay diferentes escuelas de pensamiento sobre el orígen del Apollyon y su propósito. La creencia popular es que los dioses que tienen sede en olympia otorgaron el poder de los cuatro elementos y el poder de akasha, el quinto y final elemento, a ethos, como me­dida para asegurarse de que el poder de ningún pura-sangre superase aL de sus señores. El Apollyon tiene relación directa con los dioses y actúa como el destructor. El Apollyon se conoce como «el que camina entre Los dioses».

Desde el nacimiento de ethos, ha nacido un Apollyon en cada generación, tal y como dictó el oráculo…

La sección continuaba listando los nombres de los otros Apollyons, parando en el año 3517 del calendario Hematoi, 1925 DC.

Necesitábamos urgentemente unos libros de texto actualizados.

Salté esa parte y pasé de página. Había otra parte que describía las características del Apollyon y otro pasaje que no me sonaba.

Se me paró la respiración cuando lo leí una vez, y otra. «No puede ser».

Todo este tiempo, sólo un Apollyon ha nacido en cada generación excepto lo que acabó siendo conocido como «La tragedia de solaris». En el año 3203 de (1611 dc), un segundo Apollyon fue descubierto en el nuevo mundo. La palingenesis despertó el poder de solaris (de apellido y familia desconocida) en su decimoctavo cumpleaños, desenca­denando una serie de asombrosos y dramáticos acontecimientos. Hasta la fecha, nunca ha habido una explicación de cómo existieron dos Apollyons en la misma generación o porqué.

Volví a leer la sección. Nunca podía haber dos Apollyons. Jamás. Había escuchado leyendas cuando era pequeña sobre la posibilidad de que hubiera dos, pero las tomé como… eso, leyendas. Continué, y rápidamente me di cuenta de que no tenía ni puñetera idea.

Se cree que el primero notó la presencia de otro Apollyon cerca de su decimoctavo cumpleaños y, sin conocer las consecuencias, se fue con ella al nuevo mundo. Los efec­tos de la unión se relatan como devastadores y dañinos tanto para los pura-sangre como para sus señores, los dioses. Tras encontrarse, como si fuesen dos mitades destinadas a ser uno, los poderes de solaris pasaron al primer Apollyon, y así el primero se convirtió en lo que siempre se ha temido: el dios asesino. El poder del primero se volvió inestabLe y destructivo.

La reacción de los dioses, especialmente de la orden de Thanatos, fue rápida y tajan­te. Ambos Apollyons fueron ejecutados sin juicio.

«Wow…» Cerré el libro de un golpe y me volví a sentar. Los dioses, cuando se sienten amenazados, no se andan con tonterías. Un Apollyon actuaba como sistema de comprobación y estabilidad, capaz de poder luchar contra todo, ¿pero si había dos de ellos a la vez?

Ahora había un Apollyon, pero no lo conocía. Era como un famoso. Sabíamos que estaba en algún sitio, pero nunca lo habíamos visto en persona. Sabía que el Apollyon ahora estaba centrado en los daimons en lugar de impartir justicia a los pura-sangre. Desde la creación del Consejo, los puros ya no pensaban que pudiesen enfrentarse a los dioses, o al menos, no lo decían tan abiertamente.

Dejé el libro a un lado y apagué la lámpara.

Pobre Solaris.

En algún lugar, los dioses la habían cagado y habían creado dos. No es que fuese su culpa. Seguramente ella ni lo habría visto venir.

***

Mientras el entusiasmo por el Solsticio de Verano hervía por todo el Covenant, yo seguí en mi vida de entrenamiento a un mestizo. La emoción por mi presencia se había acabado ya, y la mayoría de los estudiantes que se habían quedado en el Covenant durante el verano ya estaban acostumbrados a tenerme por allí. Por supuesto, el hecho de haber matado a dos daimons seguía asegurando mi genialidad. Incluso los comentarios maliciosos de Lea se habían vuelto menos frecuentes.

Lea y Jackson habían roto, habían vuelto juntos, y hasta donde yo sabía, habían vuelto a cortar.

Durante el tiempo que Jackson fue un hombre libre, desarrollé el hábito de evitar­le. Sí, era atractivo puro, pero también era súper rápido con las manos, y más de una vez las tuve que apartar de mi culo. Caleb siempre advertía que no podía quejarme, ya que era yo la que me lo había buscado.

Otro tipo de rutina extraña se había establecido, pero esta vez entre Aiden y yo. Dado que por las mañanas siempre estoy insoportable, solíamos comenzar los entre­namientos con estiramientos y algunas vueltas corriendo, básicamente, cualquier cosa que no nos dejase hablar. Al fnal de la mañana, ya era menos probable que le arrancase la cabeza y estaba más receptiva para meterme en la cuestión. Nunca volvió a mencionar la noche que me pilló en la festa y hablamos sobre nuestras necesidades de convertirnos en Centinelas. Tampoco me explicó nunca lo que quiso decir con «yo también me acuerdo de ti».

Está claro que pensé en un millón de explicaciones absurdas. Mi talento era tan increíble que
todo el mundo
sabía quién era. O mis travesuras dentro y fuera de los entrenamientos me habían dado el derecho a convertirme en una leyenda. O era tan increíblemente guapa que no podía evitar fjarse en mí. Esa última era la más absurda. Por aquel entonces sólo era una pringada desgarbada. Por no mencionar que alguien como Aiden nunca miraría a una mestiza de esa forma.

Durante los entrenamientos, Aiden era duro e infexible con sus métodos. Sólo al­gunas veces parecía no darse cuenta y sonreír cuando pensaba que no estaba mirando. Pero siempre estaba mirando.

¿Quién podía culparme? Aiden era… la belleza hecha persona. Yo iba cambiando entre mirar los músculos que se le marcaban en los brazos y tener envidia de cómo se movía con tanta elegancia, pero era más que sólo su habilidad para hacerme babear. Nunca en mi vida había conocido a nadie tan paciente y tolerante conmigo. Los dioses saben que soy una pesada de cuidado, pero Aiden me trataba como si fuese su igual. La verdad es que ningún puro hacía eso. El día en que me avergoncé por haber retado a mi tío parecía estar olvidado, y Aiden lo hizo todo para asegurarse de que progresa­ba como se esperaba.

Con su guía, me iba acostumbrando a las exigencias del entrenamiento y el peaje que pagaba mi cuerpo. Incluso gané algo de peso. La parte de pringada seguía estando en el aire. Aiden
aún
seguía sin dejar que me acercase a menos de tres metros de nin­guna de las atractivas armas.

El día del Solsticio de Verano, hacia el final del entrenamiento, intenté acercarme al muro de la destrucción.

—Ni lo pienses. Te cortarás la mano… o la mía.

Me quedé helada, a un palmo de la daga siniestra. Mierda.

—Álex —Aiden sonó un poco divertido—. Nos queda poco tiempo. Tenemos que trabajar tus bloqueos.

Gruñí y me aparté de lo que realmente quería aprender.

—¿Otra vez los bloqueos? Es lo único que hemos hecho estas semanas.

Aiden cruzó los brazos sobre el pecho. Llevaba una camiseta blanca lisa. Le sen­taba bien, muy bien.

—No es lo único que hemos hecho.

—Vale. Estoy lista para pasar a algo más, como entrenar con cuchillos o defensa contra las artes oscuras. Cosas guays.

—¿Acabas de citar a Harry Potter?

Sonreí.

—Puede.

Movió la cabeza.

—Hemos estado practicando patadas y puñetazos directos, Álex. Y tu bloqueo aún necesita trabajo. ¿Cuántas de mis patadas has podido bloquear hoy?

—Bueno… —hice una mueca. Él ya sabía la respuesta. Sólo había podido blo­quear unas pocas—. Unas cuantas, pero es que eres rápido.

—Y los daimons son más rápidos que yo.

—No sé yo —nada era tan rápido como Aiden. La mitad de las veces se movía como un borrón. Pero me puse en posición y esperé.

Aiden me guió por los ejercicios una vez más, y podría haber jurado que ralentizó un poco sus patadas, porque bloqueé más que nunca. Nos separamos, a punto de comenzar otra ronda de patadas cuando sonó un silbido desde el pasillo. El culpable —Luke, de pelo color bronce— estaba en la puerta de la sala de entrenamientos. Sonreí y le saludé con la mano.

—No estás prestando atención —soltó Aiden.

La sonrisa desapareció de mi cara en cuanto Luke y unos cuantos otros mestizos desaparecieron de nuestra vista.

—Lo siento.

Soltó aire lentamente y me pidió que me acercase. Cumplí sin rechistar.

—¿Ese es otro de tus chicos? Siempre estás con ese otro.

Dejé caer las manos a los lados.

—¿
Cómo
?

Aiden echó rápidamente la pierna hacia delante. Casi no me dio tiempo de blo­quearla.

—Que si es otro de tus chicos.

No sabía si reírme, enfadarme, o emocionarme porque se hubiese dado cuenta de que siempre iba con el otro chico. Poniéndome la coleta sobre el hombro, cogí su ante­brazo antes de que conectase con mi estómago.

—No es que sea de tu incumbencia, pero no me silbaba a mí precisamente.

Echó la mano hacia atrás, con la frente arrugada.

—¿Qué quiere decir eso?

Levanté las cejas y esperé a que lo pillase. Cuando lo hizo, abrió los ojos de par en par y su boca formó un círculo perfecto. En lugar de partirme el culo de risa como habría querido, le di una buena patada. Apunté al punto débil bajo las costillas, casi doy un gritito por lo perfecta que iba a ser mi patada.

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