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Authors: Chevy Stevens

Tags: #Drama, Intriga

Nadie te encontrará (36 page)

BOOK: Nadie te encontrará
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—Llámame cuando averigües algo más. —Me acarició la espalda con la mano y añadió—: Estoy segura de que todo saldrá bien.

Para cuando volví a casa, la sensación de náusea se había convertido en una energía incontenible, de modo que decidí salir a correr. Todavía no era muy tarde, pero estaba de los nervios y no habría podido irme a dormir aunque hubiese sido hora de acostarse. Mientras mis pies golpeaban el asfalto, el cerebro me iba a cien.

¿Había pasado algo entre Luke y Christina? No recordaba haberlos visto nunca más simpáticos de la cuenta cuando estaban juntos, antes de mi secuestro. Aunque claro, tampoco me había percatado de que en realidad era ella mi competidora en aquel proyecto. ¿Lo había sabido ella desde el principio? ¿Era eso lo que intentaba decirme cuando la había interrumpido? ¿O acaso trataba de hablarme de ella y Luke? ¿Y por qué Luke nunca me había dicho que el restaurante tenía problemas? Todas aquellas preguntas me daban vueltas en la cabeza, se estrellaban unas contra otras y se dividían en más preguntas aún.

Después de correr durante media hora, ya me había calmado mucho, pero una extraña sensación de inquietud me acompañó de vuelta a casa y hasta la ducha. Envuelta todavía en la toalla, llamé a Luke al restaurante. Respondió con brusquedad.

—¿Te pillo en mal momento? —dije.

—Tengo un par de minutos.

—Sólo quería decirte que hoy he identificado una foto de ese tipo en comisaría. Todavía no tengo su nombre, pero Gary me dará más información en cuanto pueda.

—¡Caramba! Eso son buenas noticias.

—Supongo. Pero necesito saber más.

—Mantenme informado con lo que averigüen, pero ahora tengo que dejarte… Lo siento, pero esta noche voy de cabeza, esto está lleno hasta los topes.

Presa aún del mismo desasosiego, quise decirle que me pasaría por allí a tomar algo para que pudiéramos hablar, pero tardé demasiado y ya había colgado.

Llamé a Christina al móvil, pero me dijo que ya me llamaría ella más tarde, porque esa noche se iba a celebrar la presentación de la promoción en primera línea de mar y estaba saludando a la gente que entraba por la puerta. Cuando nos despedimos, me quedé con el teléfono en la mano.
Emma
, sentada a mis pies, me miró con sus enormes ojos marrones.

—Soy una tonta, ¿verdad?

La perra sacudió la cola vigorosamente. Lo interpreté como un sí.

Pero entonces, cuando iba de camino al dormitorio, recordé al fin de dónde había salido aquella foto.

Gary tardó un buen rato en responder al teléfono. No me di cuenta de que todo mi cuerpo estaba en tensión hasta que oí su voz tranquilizadora, y la rigidez de mis músculos cedió un poco.

—Llevo llamándote toda la tarde —le dije.

—Lo siento, me he quedado sin batería.

—Necesito hablar contigo.

Odiaba parecer tan desesperada.

—Te escucho.

—Estaba pensando en el pequeño estante lleno de marcos de fotos que tenía en el descansillo, antes de entrar en mi dormitorio, y… me ha venido a la memoria. Había un marco de peltre que había colocado al fondo, detrás de todos los demás, porque la foto que había de mí era muy vieja… es la misma foto que el Animal…

—¿Sacó la foto de tu casa?

Volví a sentir aquella náusea.

—El Animal no pudo haber entrado con
Emma
en casa, de modo que tuvo que haber sido cuando hubiésemos salido a dar un paseo. Pero ¿por qué arriesgarse a entrar en la casa sólo para llevarse esa foto, precisamente?

—Es una buena pregunta. ¿Tenía alguien llaves de tu casa?

—Perdí las mías en una excursión unos meses antes de mi secuestro, así que cambié las cerraduras… No le había dado a nadie ningún juego.

—Entonces tuvo que ser alguien a quien dejaste entrar en casa. Ese alguien le dio la foto… seguramente para que pudiera identificarte.

—Pero ¿por qué ésa?

—Debió de pensar que no la echarías en falta. Podría haber muchas razones.

—Y quien intentó secuestrarme el otro día…

—Podría ser la misma persona que se llevó la foto o alguien a quien contrataron para terminar el trabajo.

—Nada de esto tiene sentido. ¿Por qué iba a querer alguien secuestrarme de nuevo? Nadie llegó a exigir nunca ningún rescate la otra vez.

—Pero es que no sabemos si se suponía que debía secuestrarte. Es posible que lo contratasen por alguna otra razón, pero que entonces decidiera retenerte por sus propios motivos.

—¿Crees que en realidad se suponía que tenía que matarme? Por Dios, Gary… —Mis ojos se fueron directos a la alarma.

—No van a volver a intentar nada tan pronto, hay demasiada atención puesta sobre ti ahora mismo, pero me aseguraré de que los coches patrulla sigan con sus rondas. También voy a necesitar los nombres de todo aquel que pueda haber tenido acceso a esa fotografía.

—En mi casa ha entrado mucha gente, acababa de hacer reformas en la cocina…

—Todo esto es demasiado complicado para un ladrón de poca monta. Tiene que ser alguien que tenga motivos personales.

—Ya te envié esa estúpida lista…

—Pero no pienses sólo en términos de quién puede querer hacerte daño, piensa en quién se beneficiaba más con tu desaparición.

La cabeza me daba vueltas.

—Necesito… necesito un poco de tiempo. Para pensar.

—Duerme un poco, ¿quieres? —dijo Gary—. Te daré el número de mi hotel en Eagle Glen. Si se te ocurre algo, llámame enseguida. —Estaba a punto de colgar cuando añadió—: Y, Annie, no le digas nada de esto a nadie, de momento.

Me vestí con manos temblorosas y seguía oyendo las palabras de Gary repitiéndose en mi cabeza. «¿Quién se beneficiaba más?» Pensé en el restaurante lleno hasta los topes de Luke. Pensé en Christina y su promoción de apartamentos en primera línea de mar.

Luego recordé aquella palabras del Animal respecto a que me había escogido a mí porque «surgió una oportunidad», y no dejaba de ser extraño que mi novio, habitualmente tan puntual, hubiese llegado tan tarde a nuestra cita para cenar, precisamente ese día. Además, el Animal había dicho que había visto a Luke en compañía de una mujer, pero le gustaba atormentarme… ¿Acaso no me lo habría dicho si hubiese sido Christina? ¿O se estaba reservando ese pequeño detalle para algún día de lluvia? Pero si había algo entre Luke y Christina, ¿por qué no empezaron a salir juntos una vez que hube desaparecido del mapa? ¿Y por qué iban a darle esa foto precisamente? Los dos ya tenían un montón de fotos mías. No, aquello no tenía ningún sentido. Christina y Luke me querían, ellos nunca me harían daño. Jamás.

«¿Quién se beneficiaba más?»

Me quedé mirando el lugar de la pared donde solía estar el estante. Alguien había robado de allí una foto mía, alguien a quien había dejado entrar en mi propia casa. Volví a comprobar la alarma, las cerraduras de la puerta.
Emma
ladró a un coche que pasaba por delante de la casa y la sangre se me heló en las venas. Tenía que salir de allí.

Durante la hora larga de trayecto hasta Eagle Glen —con el nombre del hotel de Gary, su número de habitación y un mapa de Google a mi lado en el asiento— me di cuenta de que no le había preguntado qué hacía allí, pero supuse que sería por algo relacionado con el caso. No recuerdo ningún sitio en especial por los que pasé en coche aquella noche, pero sí recuerdo que tenía mucho frío: con las prisas, no me había puesto ningún abrigo y sólo llevaba una camiseta de tirantes y unos pantalones de yoga, lo que no era de gran ayuda. Las manos me tiritaban al volante.

Tuve que esperar un par de minutos a que Gary me abriese la puerta.

—Perdona, es que estaba saliendo de la ducha. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—Hola —dije—. Necesito hablar contigo.

Me invitó a pasar.

El aire aún estaba húmedo, y se estaba abrochando los últimos botones de una camisa blanca. Se quitó la toalla del cuello y se secó con ella el pelo, que el agua había teñido de un color acerado; a continuación, tiró la toalla al respaldo de una silla y se alisó el pelo rápidamente con las manos.

No era una habitación demasiado grande, sólo había una cama, una consola con un teléfono, un televisor y un baño, y se me antojó aún más pequeña cuando caí en la cuenta de que era la primera vez que estábamos a solas.

Había una botella medio vacía de vino tinto en la mesilla de noche. No me parecía que fuese de los que empinaban el codo, pero ¿qué sabía yo de él? Sin decir una palabra, levantó la botella y arqueó las cejas. Asentí. Llenó uno de los vasos del hotel y me lo dio. Me alegró tener algo en las manos, bebí un buen sorbo y noté que me entraba directamente en el torrente sanguíneo. Se me relajó la musculatura y una cálida sensación me recorrió todo el cuerpo. Me senté al borde de la cama.

Gary sacó una silla de la consola y la volvió para mirarme de frente. Se inclinó hacia delante con los codos apoyados en las rodillas y la barbilla en las manos.

—Dime, ¿qué pasa?

—Es toda esta mierda… me está volviendo loca. Tienes que encontrar al tipo que intentó secuestrarme, Gary. No saber quién puede haber sido me está desquiciando por completo… sospecho de todo el mundo, absolutamente de todos. Hasta he empezado a preguntarme si no habrá sido obra de Christina y Luke sólo por unos rumores que ha oído mi madre. ¿A que es de locos?

—¿Qué rumores ha oído tu madre?

—No han sido ellos, Gary. Sólo es algo sobre aquel proyecto en primera línea de mar del que se suponía que me iba a encargar yo y que pasaban mucho tiempo juntos después de mi desaparición. Por lo visto, los dos han tenido problemas económicos, pero toda esa mierda no importa. Lo que verdaderamente importa es que esta historia me está trastornando.

Gary se levantó y echó a andar por la habitación, acariciándose la barbilla con una mano.

—¿Qué dices que fue lo que pasó con ese proyecto?

Se lo expliqué, pero terminé diciendo:

—Christina nunca me haría esto, Gary.

—Si quieres que encuentre al responsable, tengo que contemplar todas las posibilidades.

—Bueno, pues ésa no es una posibilidad.

—¿Su matrimonio funciona?

—Les va bien, creo… No habla mucho de eso, pero seguramente es por todo lo que me está pasando a mí.

—¿Y la veían en el restaurante de Luke a menudo?

—Sí, pero ahora nunca están juntos, sólo se veían porque estaban intentando encontrarme.

Gary siguió paseándose arriba y abajo.

—Y por cierto, ¿por qué estás en el Eagle Glen? —quise saber—. ¿Todavía les estás enseñando el retrato?

—He llegado esta tarde y he hablado con los del turno de noche. Mañana me reúno con los del turno de día.

—¿Has averiguado algo más sobre él? ¿Era David su verdadero nombre? Me dijiste que me informarías en cuanto tuvieses su ficha policial, pero no me has llamado.

—Mañana me van a remitir por fax información de otro departamento. Es lo único que puedo decirte de momento.

—Odio cuando utilizas esa jerga policial. Yo he sido siempre sincera contigo, es lo mínimo que puedes hacer por mí.

La frustración y el vino se conjugaron para eliminar los últimos vestigios de mi capacidad de autocontrol y rompí a llorar.

Con la cabeza agachada para ocultar mi rostro, me levanté de la cama y me dirigí a la puerta, pero Gary me agarró del brazo al pasar junto a él y me hizo volverme. Lo empujé en el pecho con la mano que me quedaba libre, pero no se movió. Las lágrimas ya habían desaparecido.

—Suéltame, Gary.

—No te soltaré hasta que te calmes.

Lo golpeé con el dorso de la mano en el pecho, con un golpe seco.

—Vete a la mierda, Gary. Estoy harta de todo esto, ¿me oyes? Vosotros los polis habéis estado de brazos cruzados sin hacer nada todo el tiempo que estuve secuestrada, y ahora todavía me vienes con ésas. Me violó casi todas las putas noches ¿y tú ni siquiera puedes darme un nombre? No sólo me ha arruinado la vida, sino que ahora, además, tengo que preguntarme si alguien a quien yo conozco quiere arruinármela. ¿Y tú te quedas ahí diciéndome tan tranquilo que no tengo derecho a saber nada sobre el tipo que me ha hecho esto?

Esta vez le golpeé en el hombro. No se movió. Le golpeé de nuevo.

Me agarró de la muñeca.

—Déjalo.

Lo fulminé con la mirada.

—Deja tú de comportarte como un cretino.

—Te estoy diciendo todo lo que puedo sin llegar a comprometer el caso.

—Eso es todo lo que esto significa para ti, ¿verdad? ¿Un simple caso?

Ahora parecía enfadado.

—¿Sabes cuánta gente desaparece cada año? ¿Cuántos niños? Y la mayoría de ellos no vuelven. Mi hermana mayor desapareció cuando yo era un niño y nunca la encontraron. Por eso me hice policía… no quería que nadie pasara por lo mismo que mi familia tuvo que pasar. —Me soltó las muñecas—. Mi matrimonio se ha roto por culpa de este caso.

—No sabía que estabas…

—Teníamos problemas antes de tu desaparición, pero estábamos intentando solucionarlos. Por eso pedí el traslado aquí de la parte central del país. Pero poco después, tú desapareciste, y dediqué tantas horas a tu caso… Ella se fue un mes antes de que aparecieras. —Se echó a reír con amargura—. Me dijo que estaba tan ocupado buscando a otras personas que no veía a las que tenía delante de mis narices.

—Perdóname, Gary. Por todo. Ya sé que me comporto como una histérica, pero es que estoy tan mal… Ya no sé en quién confiar. Alguien me quiere muerta, y yo… —Se me quebró la voz y me eché a llorar.

Gary dio un paso hacia delante y me abrazó. Tenía la cara a la altura de su pecho, y su barbilla encima de mi cabeza. El murmullo de su voz al ascender por el pecho me vibraba en la mejilla.

—Nadie va a hacerte daño, Annie. No permitiré que eso suceda, ¿me oyes?

Aparté la cara de su pecho y alcé la vista para mirarlo. Sus ojos eran muy oscuros, y el brazo alrededor de mi espalda me quemaba la piel. Era agradable apoyarse en la fortaleza de su cuerpo, y quise absorber toda su fuerza y llevármela conmigo. Nuestras miradas se encontraron.

De puntillas, estiré mi cuerpo contra el suyo y presioné mis labios en los de él. Por un segundo, su boca no cedió, y entonces murmuró:

—Oh, mierda…

Con Luke todo era siempre tierno y dulce, apasionado pero nunca intenso. Gary y yo nos besamos con muda desesperación. Con las dos manos en mi trasero, me tomó en brazos y me llevó a la cama. Cuando se inclinó encima de mí con ambos brazos a cada lado de mi cuerpo, un destello del Animal apareció ante mis ojos y me quedé paralizada. Gary me miró con inquietud y empecé a incorporarme, pero lo atraje hacia la cama, a mi lado, y lo obligué a tumbarse de espaldas; me encaramé encima de su cuerpo, sentándome a horcajadas, y agarré las sábanas a ambos lados de su cara. Permanecimos así un segundo, percibiendo con mi cuerpo cada centímetro del suyo, tumbada con mi corazón desbocado latiendo contra su pecho. Tenía los brazos rígidos cuando me levantó ligeramente por debajo del tórax y sus piernas se tensaron como si estuviera a punto de apartarme de él. Con la mejilla apretada contra su cara, le susurré al oído:

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