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Authors: Chevy Stevens

Tags: #Drama, Intriga

Nadie te encontrará (39 page)

BOOK: Nadie te encontrará
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También me sugirió que les contase a Luke y a Christina la misma historia para que nadie lo estropease todo fortuitamente, y quería que me fuese a un hotel, pero me negué: ya tenía bastante con toda aquella pesadilla como para, encima, tener que irme de mi casa. Acordamos que escondería mi coche en el patio trasero e intentaría no salir a la calle y pasar lo más desapercibida posible. Luke y Christina me habían estado llamando todos los días desde el segundo intento de secuestro. Christina me había ofrecido que me quedara en su casa un tiempo, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no imponer su voluntad, y aceptó mi «No, gracias» con un silencio, un prolongado suspiro y luego, un «Bueno, como tú quieras». Pero sabía que aquello la estaba desquiciando, y se preocuparían si no les contestaba al teléfono, de modo que les envié un correo electrónico a ambos diciéndoles que tenía que irme un par de días de la ciudad, y que no los había llamado porque no tenía ganas de hablar con nadie en esos momentos: «Lo siento, pero es que estoy atravesando una mala racha».

No me digas.

Llevo los últimos días escondida en mi propia casa y usando velas por las noches. No he tenido ningún problema con el armario, porque no he pegado ojo. Ni siquiera he salido a dar un paseo… la mayor parte del tiempo me acurruco junto a
Emma
y me pongo a llorar sobre su pelo.

Una vez me metí en el coche, pisé el acelerador a fondo varias veces, llamé a mi madre con el móvil y provoqué un montón de interferencias. Le dije que estaba bien pero que iba conduciendo y la comunicación se cortaba, de modo que no podía hablar. Al menos esa última parte no era mentira: apenas pude decirle hola sin atragantarme por el esfuerzo de tener que guardármelo todo dentro.

Cuando consulté mi correo electrónico, Christina me había contestado que esperaba que esos días fuera me sentasen bien y que me encontrase mejor a la vuelta. «Te echaré de menos», había escrito. Firmaba el mensaje con besos y abrazos y un pequeño icono sonriente.

Al día siguiente, la vi aparcar el coche delante de mi puerta y le tapé el hocico a
Emma
con la mano antes de que se pusiera a ladrar. Christina estuvo merodeando unos minutos y luego volvió a irse en coche. Cuando miré fuera, vi que se había llevado todos los periódicos que abarrotaban el umbral de la puerta. Me sentí como una idiota.

Gary me llamó para decirme que estaba haciendo muchos progresos en la investigación y que agradecía mi colaboración. Me pregunté si estaría entusiasmado ante la idea de estar a punto de atrapar al «malo» por fin. Al fin y al cabo.

No le dije que tenía pensado acudir de todos modos a mi sesión de hoy con mi psicóloga, porque me lo habría prohibido, y me he alegrado de no haberla cancelado cuando me ha llamado esta mañana hacia las ocho para comunicarme que habían localizado por fin a la otra camarera del hotel. Y sí, se acordaba perfectamente de la mujer con gafas de sol: el coche era tan grande y la mujer tan pequeña que le costó Dios y ayuda abrir la portezuela del coche.

—Ya sé lo que estás pensando, Gary, pero tiene que haber alguna… Joder, dame un minuto, ¿quieres?

—Lo siento mucho, Annie, pero todas las pruebas apuntan a tu madre. Estamos esperando a que lleguen sus extractos bancarios antes de interrogarla. Mientras tanto…

—Pero no sabes con certeza si era ella la mujer del hotel. Sí, era una mujer menuda, pero eso no quiere decir…

—Era una mujer menuda y rubia, Annie. La camarera no vio el número de la matrícula, pero el coche era de color bronce, igual que el de tu padrastro, y ha identificado la foto de tu madre.

La sangre se me agolpaba en los oídos.

—Pero ya te lo he dicho, mi tía se parece mucho a ella y lleva un Lincoln, es del mismo color que el Cadillac. A lo mejor se ha compinchado con su hermanastro, y fue él quien intentó secuestrarme. Podría estar haciéndole chantaje… joder, qué sé yo. Pero sigue por ahí suelto, y si hablaras con Wayne, te diría que mamá no ha tenido nada que ver con esto.

—Cuando estemos listos, también tomaremos declaración a Wayne.

—¿Cuando estéis listos, dices? ¿A qué coño estáis esperando, a que me secuestren otra vez?

—Annie, entiendo que estés frustrada…

—¡No estoy frustrada, joder! ¡Estoy furiosa! Estáis todos mal de la cabeza. Si no pensáis mover un dedo, entonces yo misma voy a hablar con Wayne y…

—¿Y conseguir que te hagan daño? Y eso arreglaría las cosas, ¿verdad?

—Wayne no va a hacerme nada. Es idiota, pero sería incapaz de matar una mosca. Ponme un micrófono oculto, si tan preocupado estás.

—Esto no es ninguna serie de televisión, Annie, no ponemos micrófonos ocultos a los civiles, y no has recibido ningún entrenamiento… si das aunque sea un solo paso en falso, te cargarás el caso que estás tan ansiosa por solucionar.

—Por favor, Gary, durante un año entero no pude hacer nada para ayudarme a mí misma allí arriba. Necesito intervenir. Conozco a Wayne. Si mi madre le ha contado algo sobre su hermanastro, yo sabré sonsacárselo.

—Lo siento, pero no es negociable. Te aconsejo que tengas paciencia. Y ahora, debo ir a ver al juez, te llamo más tarde.

—De acuerdo, de acuerdo.

Consulté el reloj. Las ocho y cuarto de la mañana. Al cabo de dos horas, Wayne estaría sentado en la cafetería a la que iba las mañanas que no trabajaba, que eran casi todas… Mi madre nunca lo acompaña porque normalmente se queda durmiendo por culpa de la resaca. Sí, claro que tendría paciencia… durante una hora y cuarenta y cinco minutos.

En la cafetería, el ajetreo de primera hora de la mañana ya se había calmado un poco, pero el olor a grasa de beicon aún flotaba en el ambiente cuando me deslicé en un reservado junto a la ventana.

Una camarera se acercó con un bloc y un lápiz. El lápiz estaba señalado con marcas de dientes, y la mujer llevaba las uñas mordidas hasta la cutícula. Igual que las mías. Me pregunté qué sería lo que la ponía nerviosa a ella.

—¿Qué vas a tomar?

—De momento, un café.

—Oye, yo te conozco… eres la hija de Wayne, Annie, ¿verdad? ¿Cómo estás, cielo?

La grabadora me ardía en el interior del bolsillo. ¿Qué coño estaba haciendo yo allí? ¿Y si Gary tenía razón y lo estropeaba todo?

—Bien, gracias.

—Wayne llegará en cualquier momento. Le diré que estás aquí, ¿de acuerdo, guapa?

—Estupendo.

Me trajo el café y, en cuanto se hubo alejado de mi mesa, oí el tintineo de la puerta. No veía nada a menos que me pusiese de pie o me asomase por detrás del asiento, pero no me hizo falta.

—¿Cómo está la camarera más guapa de la ciudad, Janie?

—Bien, gracias. Adivina quién está aquí.

Mi padrastro rodeó el reservado.

—Caramba, Annie… ¡qué casualidad! ¿Qué haces aquí? Tu madre me dijo que te habías ido de vacaciones.

La camarera regresó con otro café. Wayne se sentó delante de mí.

—He tenido que ir a hablar otra vez con la policía —dije—. Por eso he vuelto antes.

Asintió con la cabeza y removió el café.

—Tenían más información sobre el tipo que me secuestró.

Dejó la cucharilla suspendida en el aire.

—¿Ah, sí? ¿Y qué te han dicho?

—A lo mejor podríamos salir a respirar un poco de aire —propuse—. Aquí hace un calor infernal. ¿Por qué no nos llevamos los cafés y nos vamos a sentar al parque?

—No sé… tu madre se va a levantar pronto y he quedado en que le llevaría un par de paquetes de cigarrillos.

—No tenemos que estar ahí todo el día, es que no quiero volver a casa tan pronto. ¿Llevas la baraja de cartas encima?

—¿Quieres jugar?

—Sí, pero mejor en el parque. Tengo que salir de aquí, huele como si a alguien se le hubiese quemado una tostada.

Pagué la cuenta, Janie nos preparó unos cafés para llevar y cruzamos la calle para dirigirnos hacia el parque. Encontré una mesa de
picnic
a la sombra, un poco apartada de las otras. Wayne barajó las cartas. Intenté acordarme de alguna otra vez en que hubiésemos hecho algo juntos, los dos solos.

—Para serte sincera, Wayne, no me he encontrado contigo por casualidad. —Se detuvo con la baraja en la mano, a punto de repartir—. Quería hablar contigo.

—¿Ah, sí?

Me olvidé de Gary y me tiré de cabeza.

—La policía cree que mamá tuvo algo que ver con mi secuestro. Alguien vio un coche igual que tu Cadillac en el hotel donde se alojaba ese tipo, pero yo creo…

—Hay un montón de gente con un coche como el mío.

—Lo sé, pero por lo visto, la descripción de la camarera del hotel…

—La policía se equivoca.

Lo miré fijamente. Él hundió la mirada en las cartas.

—Mírame, Wayne.

—Creía que querías jugar…

—Mírame.

Levantó la cabeza despacio y me miró a los ojos.

—¿Tú sabes algo?

Negó con la cabeza.

—Wayne, tienen una orden del juez… Van a investigar las cuentas bancarias de mamá.

Palideció de repente.

Yo seguí hablando con calma, pero empecé a sentir aquellos rugidos en los oídos otra vez.

—¿Tiene mamá algo que ver con todo esto?

Intentó sostenerme la mirada durante unos cinco segundos. A continuación, enterró la cabeza en las manos y vi cómo le temblaban.

—Wayne, tienes que contarme qué está pasando.

—Todo esto es una mierda, es una mierda… —masculló—. Joder, todo se ha complicado…

—¡¡Wayne!!

Con la cabeza aún entre las manos, no dejaba de moverla de un lado a otro.

—Dímelo ahora mismo, Wayne, o llamo a los polis y se lo cuentas a ellos.

—Lo siento, lo siento, no sabíamos que le gustaba hacer daño a mujeres… ¡te lo juro! —Me miró con ojos de desesperación—. Yo se lo habría impedido, la habría convencido para que no lo hiciera, pero no lo sabía…

—No sabías ¿el qué?

—Ya sabes, que tu madre iba a contratar a ese hombre para que… te secuestrara.

No, no, no, no…

Al otro lado del parque, una joven madre empujaba a su hijita en el columpio. La niña se reía y daba pequeños chillidos. El sonido me llegaba amortiguado por el fragor de mis oídos. Los labios de Wayne se movían arriba y abajo, pero yo sólo captaba palabras entrecortadas, fragmentos de frases. Traté de concentrarme en lo que me decía, pero sólo podía pensar en las ruedecillas de la grabadora, girando sin parar.

Me miró de hito en hito.

—Joder, Annie, pareces… no sé.

Volví a mirarlo, negando con la cabeza lentamente.

—Vosotros… Fuisteis vosotros…

Inclinó el cuerpo hacia delante y empezó a hablar más deprisa.

—Tienes que escuchar mi versión, Annie. Toda la situación se le fue de las manos, pero yo no lo sabía, te juro que no lo sabía. Al principio, cuando te secuestraron, tu madre estaba demasiado tranquila, ¿me entiendes? No era normal en ella, lo lógico habría sido que estuviese subiéndose por las paredes. Pero cuando llevabas desaparecida una semana, empezó a pasar las noches en vela, paseándose arriba y abajo y bebiendo sin parar. La segunda semana fue a ver a tu tío unas dos o tres veces, de modo que fui y le dije: «Lorraine, ¿en qué lío te has metido?», y lo único que me contestaba una y otra vez es: «No es culpa mía». —Tragó saliva un par de veces y se aclaró la garganta.

—¿Qué es lo que no era culpa suya? ¡Todavía no me has dicho exactamente qué es lo que hizo!

—Se suponía que ibas a desaparecer durante una semana o así, pero no salió bien.

«No salió bien.» Eso era todo, simplemente, no salió bien. No sabía si echarme a reír o llorar.

—No me digas. ¿Y por qué coño tenía yo que desaparecer, para empezar? ¿Es que el Animal estaba chantajeando a Dwight o algo así? ¿O Dwight estaba amenazando a mamá? ¿Siempre ha estado yendo a visitarlo a la cárcel? ¿Qué coño pasó, Wayne?

—No sé qué historia se trae con Dwight… siempre se pone muy rara y nerviosa cuando le pregunto por él. Pero no, vio una película en la que salía una chica a quien tienen secuestrada durante dos días, y después de la película hacían una entrevista a la familia de la chica, la de verdad… ya la conoces, cuando se le mete una de esas ideas en la cabeza, es como una apisonadora, es imposible frenarla.

Sumé dos y dos.

—¿Mamá sacó la idea de secuestrarme de una… película?

—Lorraine dijo que tú eras mucho más guapa, y que si desaparecías una semana entera, pagarían mucho más.

Tardé un momento en asimilar las palabras de Wayne.

—Que pagarían mucho más… ¿Me estás diciendo que hizo todo esto por… dinero?

—Todo empezó cuando le llegaron rumores de que al final tal vez no te darían aquel proyecto. Val la iba a machacar con eso cuando se enterase, ya conoces a esas dos, pero ¿y si te hacías famosa? Val iba a tener que tragar mierda el resto de su vida.

—¿Y tú no tenías ni idea de lo que estaba tramando?

—¡Joder, claro que no! Te juro que yo no sabía nada de nada. Dijo que tu tío conocía a un tipo de la cárcel que podía encargarse, y también conocía al prestamista que le dejó los treinta y cinco mil… Yo tampoco sabía nada de eso.

—¿Treinta y cinco mil putos dólares? ¿Eso fue lo que costó destrozarme la vida? Una puta familia de mierda es lo que tengo…

—Tu madre estaba convencida de que no sufrirías ningún daño. Aquel hombre… no la llamó cuando se suponía que tenía que hacerlo, por eso se puso tan nerviosa después de la primera semana. Tu tío estuvo haciendo algunas averiguaciones, pero nadie sabía adónde te había llevado ese tipo.

—Pero ¿por qué no llamó a la policía cuando vio que no aparecía? ¿Por qué no la llamaste tú? Vosotros me dejasteis ahí… —Se me quebró la voz.

—En cuanto supe lo que estaba pasando, le dije que teníamos que contárselo a la policía inmediatamente, pero el tipo al que pidió prestado el dinero dijo que irían a por él si ella abría la boca, y que a ella le rajaría la cara y a mí me partiría las piernas. Dijo que podría hacer que se cargasen a Dwight en la cárcel. Le aseguramos que declararíamos que habíamos usado nuestro propio dinero, pero dijo que quería que le devolviésemos el suyo de todos modos, y que no iba a recuperarlo si tu madre y yo acabábamos en el trullo. Y si íbamos a la cárcel, dijo que ya se encargaría de nosotros allí dentro.

Caí en que, probablemente, aquélla era la conversación más larga que había mantenido con mi padrastro, nuestra primera charla íntima, y estábamos hablando de que mi madre había sido la responsable de que me secuestraran y me violaran.

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