Presagio (47 page)

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Authors: Jorge Molist

BOOK: Presagio
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Las epidemias vinieron del continente, probablemente a través de las misiones. La primera empezó a azotar la zona centro de Baja California en 1720, veintitrés años después de la fundación de Nuestra Señora de Loreto.

Desde entonces las epidemias no dejaron de llegar una tras otra, hasta principios del siglo XIX. Se calcula que en esas fechas quedaban ya menos de veinte mil indígenas, la mitad que cuando se fundó la primera misión. Un siglo de sequías, hambrunas y las posteriores guerras fueron sin duda causa de una gran mortandad entre los aborígenes.

En la actualidad se calcula que subsisten aproximadamente mil indígenas autóctonos de Baja California pertenecientes a cinco o seis grupos distintos, cada uno con su propia cultura y lengua. Lamentablemente, estos grupos tan reducidos no pueden conservar sus culturas diferenciadas y las antiguas lenguas desaparecen.

Tan dramática disminución de indígenas no se ha producido exclusivamente por la muerte física de sus individuos, sino también por la integración de éstos a la cultura dominante, la emigración a ciudades y pueblos lejanos de su medio original y su adaptación a lo moderno. En los censos, la definición de aborigen de Baja («paisano») se deja al criterio de la persona que responde a la encuesta.

Mapa de misiones

Agradecimientos

Quiero agradecer las críticas y sugerencias que un buen número de amigos ha aportado a los borradores de esta novela. Su contribución y sus ánimos me han permitido construir un mejor relato.

También la ayuda prestada por Salvador Bernabeu, de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, y la del Centro Cultural de la Embajada de México en Madrid.

En Tijuana, México, mi agradecimiento a la Dirección General de Culturas Populares y a Gloria Godinez, del Instituto de Medicina Energética.

Y en Estados Unidos, a mi amiga Carmen Q'Hubo, de Michigan. También a la familia Doffo, amigos y vecinos de mis tiempos en Los Ángeles.

Su experiencia con las «velaciones», ese inquietante poder que venía de México y que también llegué a sufrir en mi propia familia, ha sido el germen de esta novela. Gracias también por ofrecerme su casa como base logística para mis últimos viajes a Baja en busca de explicación a aquellos hechos extraordinarios.

No haré una lista exhaustiva de la bibliografía usada, pero si algún lector desea profundizar sobre misiones y culturas indígenas de la frontera le recomiendo:
Cuando Cristo llegó, las madres del maíz se fueron,
de Ramón A. Gutiérrez (Nuevo México).

No encontré mucha información asequible sobre los nativos de Baja, pero
Donde se mete el sol,
de Everardo Garduño, fue un notable hallazgo. Mi expreso agradecimiento al autor. La parte de la novela que versa sobre la cultura autóctona del nativo del norte de la península de Baja California (Anselmo), así como el relato de los nativos sobre la destrucción de la misión de Guadalupe, se ha documentado en dicha obra, indispensable también para el conocimiento de las misiones en Baja.

Notas

[1] Doctor de sueños. Para los indígenas de Baja California y en general en el chamanismo norteamericano, los sueños tienen un protagonismo relevante. Un
simup kwisiyay
podía curar a través de sus propios sueños o «curando» los sueños del paciente. Por medio de los sueños, ya fueran naturales o provocados por sustancias alucinógenas, los chamanes contactaban con sus animales guardianes, que les conferían poderes de curación, de adivinación o incluso para la caza y la guerra. (Everardo Garduño.)
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[2] Los indígenas autóctonos de Baja se autodenominan «paisanos». A todos los demás, ya sean blancos, indios procedentes del continente o mestizos, los denominan «mexicanos». (E. G.)
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[3] Es una planta alucinógena
(Datura Metaloides)
que contiene potentes alcaloides. Los indígenas del sur de California, Arizona y Baja la usaban con fines religiosos. Se ingiere en forma de té de la raíz de la planta o mordiendo la raíz cruda, siempre en cantidades pequeñas, ya que puede ser mortal. Los iniciados jamás la tomaban sin la supervisión del hechicero. (E. G.)
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[4] Se denomina «sobadores» a los masajistas que con un bote de loción, una toalla y un cartel anuncian y ejercen su oficio en la calle.
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[5] Los «pachugos» o capas de cabello humano son uno de los elementos más misteriosos de los antiguos rituales kiliwas. Sólo se conocen por referencias, aunque a principios del siglo XX se pudo fotografiar uno. La tradición dice que están escondidos en cuevas y que contienen fuego procedente de cuerpos celestes. Tienen tanto poder que verlos sin estar iniciado produce la ceguera. (E. G.)
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[6] Los «cuñados», también llamados «ñipumjos», son figurines antropomorfos fabricados con palo de hierro, con todo detalle: manos, cabeza y ojos. Se usaban especialmente en la zona cochimí del desierto central y poseían poderes mágicos tales como desplazarse por sí mismos durante la noche, emitir sonidos cuando alguien se aproximaba a ellos e incluso curar. Aunque su uso está casi olvidado, los nativos les guardan un gran respeto y temor. (E. G.)
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[7] De los hechiceros de la tribu cucapá, llamados «riaños», se dice que son los más poderosos pero que también son diabólicos. Podían entre otras muchas maldades colocar a distancia, con el viento como transporte, una piedra o carbón ardiendo en el vientre de su víctima. A veces colocaban una rana y el infeliz moría, según informes de testigos presenciales, «gritando como un sapo». (E. G.)
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[8] El último rito de iniciación del que se tiene noticia tuvo lugar hacia 1940. (E. G.)
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[9] Especie de pasta hecha de semillas de vegetales y que permitía a los indígenas una mejor conservación. Se tomaba por lo general cocida con agua o leche, como sopa, al estilo de las gachas.
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[10] Importados a España desde México, se conocen como higueras chumbas o chumberas.
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[11] Literalmente, «constructores de su cuerpo». Son gimnastas que se centran en el crecimiento de su musculatura. En la playa de Venice hay zonas acotadas donde levantan pesas y realizan ejercicios exhibiéndose a la vista de los paseantes.
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[12] Plantas de montaje que requieren mano de obra intensiva. Muchas compañías manufacturan sus productos a ambos lados de la frontera elaborando los componentes que requieren mayor calificación en Estados Unidos y aprovechan el coste mucho menor de mano de obra en México para realizar el ensamblaje en las «maquiladoras» o «maquilas» del lado mexicano.
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