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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (19 page)

BOOK: Renacer
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De la pantalla surgió un parpadeo ardiente. No era una película. Era un incendio.

«Otra pesadilla —observé—. A ver si en esta ocasión logro despertarlo».

Pero antes de que pudiera decir nada, Lucas habló:

—Charity.

—Hola, tesoro.

Charity surgió entre las sombras. No dijo «tesoro» como si con ello quisiera decir cariño o amorcito, sino que parecía estar habiéndole a un niño pequeño. La luz del fuego oscilaba entre sus rizos claros. Por una vez, aunque solo fuera en sueños, llevaba limpio el largo vestido de encaje.

—¿Qué tal está mi pequeñín esta noche?

—Déjame —dijo él. Se le quebró la voz al hablar.

—No podría ni queriendo. —Ella sonrió con aire triunfante—. Y no quiero.

—Lucas —intervine yo—. Tranquilo. No la mires. Solo es un sueño. Mírame a mí.

Él no me miró. Me interpuse entre Charity y él con la esperanza de poder romper aquel hechizo de sueño que le impedía reconocerme, pero no sirvió de nada. Él miró a través de mí, como si yo ni siquiera estuviera presente.

—¿Buscas a Bianca? —La preocupación de Charity habría podido parecerle sincera a cualquiera que no la conociera—. Seguramente ha quedado atrapada en el incendio. ¡Tienes que ir a salvarla!

Lucas se apartó de ella corriendo y se dirigió directamente hacia las llamas. Cuando me volvía para seguirlo, Charity dijo:

—Ahora él me pertenece, Bianca. Nunca lo volverás a tener.

¿Cómo podía ser que Charity me viera y Lucas no se hubiera dado cuenta de mi presencia, cuando ella solo era una parte de la pesadilla?

Se quedó mirándome fijamente. Su sonrisa fue cambiando hasta ser menos desafiante, más cómplice. Parecía como si estuviésemos bromeando otra vez. ¿Cómo podía ocurrir todo eso en un sueño de Lucas?

Era imposible.

Entonces me di cuenta de que ella no formaba parte de la pesadilla. Ella era la causa. No se trataba de un sueño sobre Charity; era algo real. Estaba allí, en la mente de Lucas.

Sin duda, al verme la cara, se dio cuenta de que acababa de entenderlo todo; entonces, sonrió ampliamente y dejó ver sus colmillos.

—Te lo dije. Lucas me pertenece.

Capítulo doce

—¿C
ómo puedes hacer algo así? —grité para hacerme oír por encima del chisporroteo del fuego—. ¿Cómo te has metido en la cabeza de Lucas?

—Yo creé a Lucas.

Con un gesto coqueto, Charity se enroscó uno de sus rizos de color rubio pálido en el dedo. Como había muerto a los catorce años, parecía demasiado joven para ser tan malvada, y conservaba aún la suavidad infantil en las mejillas.

—Yo soy su sire. Y eso significa que su mente y todo lo demás me pertenecen, ahora y para siempre.

Hasta el momento nadie había mencionado eso. En mi caso tal situación jamás se habría dado porque, al ser hija de dos vampiros, no necesitaba un sire que me convirtiera. Aunque siempre había sabido que esa relación implicaba un vínculo poderoso, nunca imaginé que llegara tan lejos.

—No le hagas soñar sobre eso. —Odiaba tener que suplicarle, pero no sabía qué hacer—. Ya tiene bastantes problemas con que lidiar.

Charity ladeó la cabeza mientras se me aproximaba; resultaba aterradora y amenazante incluso en el reino de la imaginación.

—Yo no le he hecho soñar eso. Es cosa de Lucas. ¿Y si has sido tú? A fin de cuentas, es a ti a quien intenta proteger.

Desde las entrañas del cine en llamas, oí mi propio grito.

—Te amenazan una y otra vez —dijo Charity—. Una y otra vez, te matan. Hay vampiros que sueñan con sus asesinatos; otros, con sus remordimientos. Pero Lucas no. Los fantasmas de su mente, los miles de pesadillas que él soporta, giran en torno a un solo tema: perderte una y otra vez.

Y cuando estaba despierto, también; Lucas no tenía el consuelo de saber que solo era un sueño. De hecho, yo había muerto. Estar con él en forma de espectro no lograba cerrar esa herida. Al hacerle revivir ese momento una y otra vez, Charity mantenía a Lucas al borde de la locura y de convertirse en un asesino.

—Son sus sueños —me susurró ella al oído—. Yo me limito a empeorarlos. Hago que el fuego arda con más fuerza y que la sangre fluya más rápido para que tema todavía más por ti. En lugar de beber su sangre, ahora me alimento de su dolor.

—Te odio.

—De su dolor, y del tuyo.

Me alejé de ella corriendo y entré en el cine. Habría ido más rápido si hubiera pensado en mí junto a Lucas, pero me acordé de que, en el mundo de los sueños, carecía de poderes espectrales. Era presa de las antiguas limitaciones humanas.

Mientras corría, oí a Lucas que gritaba:

—¡Aguanta, Bianca! ¡Ya voy!

La escena en el cine me horrorizó. La pantalla ardía y se desprendía de la pared en tiras negruzcas que se retorcían y se enroscaban con el calor. Las cornisas de plástico de las paredes estaban empezando a fundirse formando vetas burbujeantes. En los asientos, que habían permanecido desocupados aquella noche, había cadáveres desplomados y ensangrentados. Todos tenían las gargantas desgarradas.

«Son las víctimas de los vampiros —observé—. Las que vio Lucas. Las que él teme crear». Algunos cuerpos también estaban en llamas.

Asqueada y mareada, me tambaleé para alejarme de los cadáveres y caí hacia atrás. Al dar contra el suelo, sentí el agudo azote del fuego en la pantorrilla. Grité, me incorporé y me vi una señal roja justo debajo de la rodilla; seguramente me había quemado con un trozo de madera que todavía estaba en combustión en el suelo.

El peligro cada vez era más real. Yo tenía que conseguir que saliéramos los dos de allí.

—¡Lucas! —grité.

De nuevo oí mi voz, que ahora no me pertenecía, gritando su nombre.

Me abrí paso entre el humo notando escozor en los ojos y la garganta ardiente, hasta que al fin vi a Lucas. Se encontraba justo en la zona delantera de la sala, donde una parte del techo se había venido abajo para convertirse en un amasijo de metal y madera. Debajo del maderamen, con el rostro transido de dolor… me hallaba yo. O, en todo caso, la visión que Lucas tenía de mí en sueños. Tenía la melena pelirroja extendida por el suelo, como si fuera un reflejo de la sangre que se acumulaba en torno a mi abdomen. Mi yo soñado estaba más quemado y malherido que lo que yo había estado en realidad. Resultaba incluso difícil mirarlo.

—¡No, Lucas, no! ¡Estoy aquí!

Me acerqué con la esperanza de que me oyera.

Y lo hizo. Se volvió para mirarme. Sin embargo, tenía una expresión desesperada en el rostro, y exclamó:

—¡Tranquila, Bianca! ¡Te sacaré de aquí!

Aunque Lucas aún no había podido romper el encanto del sueño, al menos ahora yo comprendía por qué creía tan desesperadamente en sus ilusiones: Charity se encargaba de que así fuera. Decidida a que me percibiera, avancé hacia delante, pero entonces una mano fría me agarró con fuerza de la muñeca.

—Tiene que aprender que no puede salvarte —dijo Charity. Sus rizos rubios tenían el color de la luz del fuego—. Y tú tienes que aprender que no puedes salvarlo porque él es mío.

Entonces noté una sacudida de energía que me atravesaba el cuerpo, como si me electrocutase. Grité más de lo que creía posible, y el dolor cesó.

Abrí los ojos para descubrir que me encontraba de nuevo flotando en el dormitorio de Lucas y Balthazar. Charity me había sacado del sueño.

—Pero ¿qué diablos…?

Balthazar se incorporó al tiempo que Lucas abría los ojos. Seguramente había gritado en este mundo igual que en mis sueños.

Lucas me vio y parpadeó asombrado.

—¿Bianca?

—¡Estoy aquí!

Me arrojé en sus brazos y lo abracé con fuerza, deseando ser lo más sólida posible.

—Estoy bien.

—En mi sueño, tú… No te sucedió, ¿verdad? ¿No pasaste por nada parecido?

—No —dije pensando en aquella visión rota y quemada de mí que él había visto.

Sin embargo, me golpeé la pierna contra el lado de la cama y gemí; Lucas bajó la mirada con preocupación. Un reguero de sangre plateada se me escurría por los pantalones del pijama, dejando ver la larga línea de la quemadura en mi pantorrilla.

—¡Bianca!

Lucas salió de la cama para poder examinarla mejor. Me levantó el pijama y me hizo daño, pero el gesto le provocó un estremecimiento mayor a él. Claro, mi sangre de espectro le quemaba. Sin embargo, no le importó. Unos remolinos de humo se alzaban desde sus dedos chamuscados mientras examinaba la herida.

—Esto es real. Lo que ocurre en mis sueños puede hacerte daño.

—Ya se curará. No es nada grave. En cuanto me desvanezca, lo peor habrá pasado.

Aunque intenté aparentar convencimiento, me tembló la voz a mi pesar. La herida me dolía más de lo que pensé que sería capaz de sentir tras haber muerto.

Balthazar, rascándose la cabeza adormecido, se acercó a nuestro lado de la habitación. Al ver mi quemadura abrió los ojos con sorpresa.

—¿Cómo ha ocurrido?

Me volví hacia él, y al instante mi miedo se convirtió en furia.

—¿Por qué no nos hablaste del sire de un vampiro?

—¿De qué hablas? —Sorprendido ante mi cambio de humor, Balthazar no parecía saber qué responder—. Los dos sabéis lo que es un sire, ¿no? No veo cómo no podéis saberlo.

—Me refiero a la parte en la que el sire penetra en tus sueños.

Me levanté de la cama de Lucas y me acerqué tanto a Balthazar que se enderezó. Me dolía la pierna, pero no hice caso.

—¿Por qué no nos lo dijiste?

El rostro de Balthazar se descompuso; luego, cuando reparó en lo que le estaba diciendo, se inclinó hacia atrás.

—¡Maldita sea! —masculló—. Charity.

Lucas palideció.

—Un momento… La Charity de mis sueños, ¿es real?

—¿Creías que la santa de tu hermanita no haría algo así? —pregunté—. ¿O preferiste entretenerte con nosotros dejando que lo descubriésemos por nuestra cuenta?

La expresión de Balthazar cambió tan rápido que me dejó pasmada. Me miró fijamente a la cara, con la expresión más rabiosa que le había visto jamás.

—Primero, nada de esto es divertido. Ni para ti, ni para Lucas, ni tampoco para mí.

—Entonces, ¿por qué…?

—Cállate. —me espetó.

Lucas se puso de pie al oírlo, tal vez dispuesto a intervenir en la discusión para defenderme. Pero Balthazar ni siquiera se volvió hacia él. Seguíamos mirándonos fijamente.

—Segundo, no os advertí de eso porque no es algo que se dé a menudo. Para vincularse de ese modo a alguien, el sire tiene que desearlo con todas sus fuerzas; además, hacerlo debilita a un vampiro durante días. Semanas tal vez. Por eso nadie lo hace. Si cada noche se apodera de los sueños de Lucas es que Charity está… más que obsesionada.

—En otras palabras, sigue siendo Charity —le espeté.

Aunque Lucas no participaba en la conversación, lo que decíamos tuvo su propio efecto en él.

—Charity está de verdad en mi mente —musitó—. Es la que me está volviendo loco.

Balthazar hizo una mueca.

—En efecto. Resulta bastante repugnante y retorcido. Y, sí, ahora me doy cuenta de que Charity está realmente enferma. Cuando la echo de menos, cuando creo que puedo curarla… —Tenía la voz rota, pero prosiguió—: Siempre sé que ella está mal.

—Balthazar… —dije más suavemente, intentando consolarlo.

—¡Dios! No puedes permanecer en silencio y permitir hablar a los demás, ¿verdad?

Se me acercó… más de lo que había hecho desde las veces en que nos besamos.

—Tercero y último: quiero dejar clara una cosa. Por muchos errores que yo haya podido cometer después de tu muerte, no fui yo quien convirtió a Lucas. Charity lo hizo. Y yo no te forcé a resucitar a Lucas de entre los muertos. Así pues, deja de culparme por ello.

Dicho lo cual, Balthazar se volvió, cogió su albornoz y sus cigarrillos y se encaminó a la puerta. Quise protestar, pero supe que solo lograría sacarlo de sus casillas. Pero entonces Lucas dijo:

—¡Eh, Balthazar!

Este se detuvo con la mano en el pomo de la puerta.

—¿Qué?

—No deberías haber gritado. —Lucas se estremeció y luego añadió—: Pero no te equivocas.

Balthazar se marchó airado, dando un portazo tras de sí. En el pasillo un par de personas se quejaron por el ruido.

Lucas, al oírlo, dijo:

—Espero que nadie haya oído tu nombre cuando gritaba.

—Me parece increíble que te hayas puesto de su parte.

—Estoy de tu parte. Por encima de todo. —Lucas posó las manos en mis hombros, que estaban lo bastante sólidos para soportar el contacto—. Pero llevas metiéndote con él a la menor oportunidad desde… Bueno, desde que morimos, supongo. Oh, vaya, eso nunca dejará de sonar raro.

—¡No debería haberte llevado consigo esa noche!

—Yo no debería haber ido con él. Pero fue mi decisión, mi elección. Además… —Era evidente que a Lucas no le gustaba tener que admitir lo siguiente, pero continuó—: Perderte le afectó casi tanto como a mí. Si ese día yo no era responsable de mis actos, él tampoco.

Me aparté ligeramente de Lucas y floté hasta el alféizar de la ventana, donde pude replegar las rodillas contra el pecho. Me abracé como si fuera una niña, y me dije que aquel gesto era una especie de consuelo que no había llegado a abandonar con los años. En ese momento, me pareció que había bastantes cosas que debería haber superado con la edad y que no había hecho.

—Entiendo que quieras culpar a alguien a toda costa —prosiguió—, a alguien que esté aquí y ahora, y al que le puedas hacer la vida imposible. Pero Balthazar es nuestro amigo, Bianca. Ha hecho muchas cosas por nosotros.

Asentí lentamente.

—Me siento estúpida.

—No eres estúpida. —Al cabo de un momento añadió—: Tú consideraste la opción de matarme antes de que yo resucitara convertido en vampiro. Balthazar te lo quitó de la cabeza.

—Sí, pero se lo permití.

En ese momento el peso de la pregunta no formulada resultó insoportable. Tenía que saberlo.

—Lucas, ¿me equivoqué? Te quiero tanto… No podía dejarte ir. Sin embargo, me doy cuenta de que tal vez fuera eso lo que querías en realidad.

—Ya está hecho. Sé que elegiste por amor. Con eso me basta —respondió Lucas.

Me seguía sintiendo muy mal, tanto por haber pensado en acabar con él definitivamente como por no haberlo hecho, pero al menos sabía que me había perdonado. Solo cabía esperar que de verdad bastara con eso.

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