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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (20 page)

BOOK: Renacer
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—Me gustaría poder llorar.

Me acarició la mano, como si con ese gesto pudiera borrar mi pena.

—¿Cómo tienes la pierna?

—No muy bien. —La flexioné e hice una mueca de dolor—. Pero creo que desvanecerme me ayudará.

—No volveremos a hacerlo —dijo Lucas con expresión severa—. Si Charity es capaz de hacerte daño en mis sueños, entonces no puedes penetrar en ellos.

Recordé el primer sueño que habíamos compartido, cuando Lucas todavía estaba con vida. Nos habíamos abrazado en una librería a la que solíamos ir cuando milagrosamente el cielo nocturno se abrió sobre nuestras cabezas. ¡Qué precioso y romántico había sido! En aquella ocasión pensé que aquel sería el único consuelo que tendríamos por mi muerte. Pero ahora también habíamos perdido eso.

Seguramente mi rostro reflejaba abatimiento, porque Lucas me besó la frente, las mejillas y luego la boca, con la caricia más leve y más tierna que pueda existir.

—No pasa nada.

No parecía tan apesadumbrado como yo. Considerando todo lo que tenía que soportar, creí que enterarse de que Charity se dedicaba a torturarlo en sueños sería lo que le faltaba para hacerle perder los nervios. Sin embargo, parecía más equilibrado.

—Mira, piénsalo un poco. Balthazar había oído hablar de la penetración en los sueños. Al parecer, muchos vampiros también. Eso significa que posiblemente conocen el modo de hacerle frente. Algún tipo de bloqueo, o algo así.

—Quizá. —Eso resultaba alentador. Me alegré a pesar de todo—. Es posible.

—Puede que Balthazar no sepa cómo ahuyentar a Charity, pero tal vez la señora Bethany sí. Tiene que haber algo, ¿no?

—Claro —dije distraída. De pronto Charity ya no parecía el único problema con el que teníamos que lidiar.

Lucas quería confiar en la señora Bethany. Compartir sus miedos más profundos con ella, y pedirle ayuda. Tal vez ella podía salvarlo de lo que yo era incapaz. En ese momento no podía recriminarlo por no preocuparse de las trampas tendidas por la directora.

Me parecía como si todo y todos —Charity, la señora Bethany y su sed de sangre— estuvieran disputándose conmigo el alma de Lucas.

A la mañana siguiente volví a la sala de esgrima. Aunque las clases ya habían terminado, aún no estaba desocupada. Balthazar estaba allí, vestido con su uniforme blanco y con la máscara levantada sobre la cabeza para secarse el sudor de la frente. Aunque el resto de la clase ya había terminado, él se había quedado para perfeccionar su técnica, para combatir contra rivales que solo existían en su mente.

Me acordé de que solía hacerlo cuando estaba nervioso; la noche había sido tan dura para él como para mí.

Lentamente tomé forma en el rincón más alejado de la sala con el fin de darle tiempo suficiente para marcharse si no deseaba hablar. Pero se quedó. Al cabo de unos segundos estábamos de nuevo a solas, aunque entre nosotros se abría toda la extensión del suelo de madera.

—Hola —empecé diciendo.

Una entrada floja, pero tal vez al principio era preferible simplificar.

—Hola.

Balthazar sopesó la espada en una mano y luego en la otra, como si para él fuera algo novedoso y no una vieja conocida.

—¿Has venido a practicar?

—Nunca fui buena en esgrima.

—Aprendiste mucho. No te quites méritos.

Era capaz de mostrarse amable, incluso entonces.

—Lo siento —dije—. No debería haberte gritado anoche. En realidad, no debería haberte gritado nunca por lo que ha ocurrido con Lucas.

Balthazar dio una estocada poco entusiasta a un maniquí cercano. Con la presión, el acero se curvó formando un arco fino.

—Yo no debería haberme comportado así contigo. Estabas herida, y era evidente que enfadada.

—No dijiste nada que no tuviera que ser dicho.

—Pero debería haber elegido un modo mejor de hacerlo.

Se retiró la máscara de la cabeza y se la colocó bajo el brazo mientras se acercaba a mí. El uniforme de esgrima siempre le había sentado muy bien, y por un instante me acordé de lo que era estar muy cerca de él.

Aunque nunca me arrepentiría de haber elegido a Lucas, eso no significaba que no fuera consciente de todo lo que había perdido al escoger.

Balthazar, como si me leyera el pensamiento, sonrió.

—¿Amigos de nuevo?

—Sí, por favor.

Me hubiera gustado abrazarlo, pero me dije que seguramente sería una mala idea.

—Por cierto, por lo general, cuando no estás enfadada, escuchas muy bien.

Justo cuando me disponía a darle las gracias sin más —aliviada además porque me había dolido mucho lo que él había dicho la noche anterior sobre que no me callaba nunca—, me di cuenta de que tal vez me estaba dando pie para algo.

—¿Acaso debería escuchar ahora?

—Charity. —El nombre cayó entre nosotros como una losa—. Tenías razón al decir que yo no quería ver cómo es ella en realidad. En eso siempre has tenido razón. Y, de algún modo, yo siempre lo he sabido.

En cuanto comencé a sentir la rabia abriéndose paso de nuevo en mi mente, me obligué a recordar que estaba enfadada con Charity, no con Balthazar.

—Es tu hermana. —Las palabras salieron de mi boca tranquilas y firmes, lo cual me hizo sentir bien—. La quieres. ¿Qué otra cosa podías hacer?

—Eso no es excusa para permitir que pierda la cabeza. Para tolerar que haga daño a la gente. O para no forzarme a pensar lo que podría hacerle a Lucas, y a ti.

—Pero él no te lo contó.

Lucas compartía sus sentimientos conmigo de una forma tan abierta que me había costado caer en la cuenta de que no era así con los demás; aunque ahora entre ellos había más confianza, a Lucas jamás se le habría ocurrido hablar de sus pesadillas con Balthazar.

—Y además dijiste que Charity se debilita a sí misma haciendo eso. Lo cual es algo que yo tampoco me habría imaginado.

—Llevo un mes oyéndole girar y revolverse en sueños, y jamás lo relacioné con eso. Ha sido una estupidez soberana, me he merecido que me gritaras.

—No pienso volver a gritarte, ¿vale? Nunca más. —Tenía los hombros hundidos y la mirada triste por el sentimiento de culpa; entonces me acerqué más y apoyé suavemente una mano en su brazo—. Tú mismo dijiste que eso de invadir de tal modo los sueños de la gente es algo raro.

Balthazar asintió.

—Nunca lo he hecho. Nadie me lo ha hecho. Charity posiblemente se pasa el rato durmiendo, porque tiene que resultar agotador para ella. Por otra parte, el hecho de dormir le permite aparecerse cada vez que Lucas sueña. Maldita sea.

Solo importaba una cosa.

—¿Hay algún modo de proteger a Lucas de esto? ¿De ella?

—No que yo sepa. Pero lo pensaré. —Me miró fijamente unos instantes—. Por lo que Lucas y tú me contasteis anoche, y por la quemadura en tu pierna, es como si Charity también anduviera tras de ti en sus sueños.

Hice un gesto de confirmación.

—Pero a mí no puede manipularme como hace con Lucas. Creo que es porque se trata de los sueños de él y yo me limito a colarme en ellos.

—Ándate con cuidado, Bianca. —La voz de Balthazar de pronto resultó inesperadamente firme—. Es el sueño de Lucas, y probablemente eso significa que Charity ejerce mayor influencia sobre su mente. En cambio, cuando tú penetras en sus sueños, eres toda tú, no solo tu conciencia. Por eso te quemaste anoche. No sé hasta qué punto puedes salir malparada, pero es mejor que no lo averigües.

—No pensamos volver a intentarlo —admití.

Sin duda mi tristeza era evidente, porque Balthazar volvió a adoptar una actitud amable.

—¿Qué tal la pierna?

—No está bien, pero tampoco es tan terrible. —Le mostré que era capaz de moverla. Cuando adoptaba la forma sólida, o casi, aún notaba aquella línea tirante y molesta en la pantorrilla, pero el dolor no era tan intenso. Había otros temores que me inquietaban, de modo que inquirí—: ¿Crees que la señora Bethany sabe cómo expulsar a Charity de sus sueños?

—Lo dudo. —Entonces ladeó la cabeza—. ¿Por qué pareces… más tranquila?

—Resulta extraño sentir que ella lo puede ayudar más que yo —admití.

—¿No es por eso por lo que vinimos a la Academia Medianoche? ¿Para sacar provecho de la experiencia de todos los que están aquí y proporcionarle a Lucas un lugar seguro donde pueda adaptarse? La señora Bethany es un elemento importante en el conjunto de factores que hacen de la escuela un lugar seguro.

—No me fío de ella.

—Yo tampoco me fío mucho de ella. Pero confío en su dedicación a la escuela y a los vampiros que asisten a sus clases.

—Mientras siga cazando espectros, ella es nuestro enemigo.

Balthazar permaneció en silencio un momento.

—Eso no lo sabemos. Hay demasiadas cosas que no sabemos.

—Bueno, por lo menos en eso estamos de acuerdo.

Sonrió y, a pesar de todas las dudas que albergaba, me alegró saber que habíamos recuperado nuestra amistad.

Después de que Balthazar se fuera para prepararse para las clases de la tarde, adopté mi estado incorpóreo y vagué por la escuela sumida en mis pensamientos. Contemplé durante un rato a mi padre dando clases de física, garabateando fórmulas en la pizarra con tanta energía que cualquiera que no lo conociera bien no habría reparado en la tristeza de sus ojos.

Cuando no pude soportarlo por más tiempo, me colé en la clase de tecnología moderna del señor Yee, que en ese momento explicaba cómo utilizar una lavadora a un grupo de vampiros mayores y desfasados. Mientras hablaba del ciclo de centrifugado, me acomodé en un rincón desocupado y reflexioné sobre todas las cosas que habíamos aprendido… y las que no.

Necesitábamos averiguar cómo mantener a Charity alejada de los sueños de Lucas, y si yo, como espectro, podía acabar lastimada al entrar en sus ensoñaciones, o si realmente podía ayudar a Lucas a superar aquello.

Además, para hallarme a salvo, necesitábamos averiguar el número de trampas que había en la Academia Medianoche, así como su emplazamiento.

Y, lo más importante, debíamos descubrir qué planes tenía la señora Bethany, no solo por el bien de los espectros, sino también para asegurarnos de si se podía o no confiar en ella.

Ninguno de los vampiros a los que conocía y en los que confiaba tenía esa información ni podía acceder a la misma. Por tanto, si quería obtener respuestas, tendría que enfrentarme a mis propios miedos.

Tenía que acudir a los espectros.

Decidida, me puse de pie en el rincón. Entonces observé que la mitad de la clase tenía la vista clavada en mí.

¡Oh, maldita sea! ¿Acaso me había vuelto visible? Enseguida vi que no se trataba de eso; sin embargo, al concentrarme tan profundamente en mi nuevo plan, había creado una densa malla de escarcha que cubría la pared y las ventanas. Para cualquier persona familiarizada con el tema, de hecho, aquello era algo así como un rótulo de neón intermitente con las palabras
POR AQUÍ HA PASADO UN ESPECTRO
.

—¡Señor Yee! —exclamó alguien.

—Que nadie pierda la calma —dijo el señor Yee pese a que su actitud, por lo común impasible, iba camino de convertirse en un ataque de nervios—. Llamaremos inmediatamente a la señora Bethany.

¡Había que salir de allí! Empecé a pensar en los distintos lugares a los que me sentía conectada, en todas aquellas «paradas de metro» a las que podía trasladarme al instante. Lo ideal era irme a un lugar alejado. Entonces se me ocurrió que había un modo de salir de allí y a la vez seguir adelante con la última idea que había tenido.

«Filadelfia. A casa de Vic, donde Lucas y yo vivimos juntos. El desván…».

Al instante, la Academia Medianoche desapareció de mi alrededor, girando como un torbellino de niebla. El vapor adquirió pronto una nueva forma y esbozó la imagen del desván de la casa de Vic, con su agradable desorden.

Y de la madre de Vic, que en ese momento cargaba con un par de bolsas de ropa vieja y me miraba directamente.

—¡Jerry! —gritó dejando caer las bolsas y marchándose a toda prisa por la escalera—. ¡El fantasma ha vuelto! ¡Tenemos que llamar a esa gente de la televisión por cable!

En cuanto se cerró la puerta del desván, una voz a mis espaldas dijo:

—¡Fabuloso, muchas gracias! Ahora voy a tener que soportar a un equipo de cámaras corriendo de un lado a otro por aquí arriba, y a un grupo de bobos fingiendo saber cómo morí.

—¡Hola, Maxie! —dije volviéndome hacia ella con una sonrisa. No parecía encantada de verme precisamente, al menos no hasta que le expliqué el motivo de mi visita—. Estoy lista para conocer a Christopher.

Se le iluminó el rostro.

—¡Lo vas a hacer! —dijo Maxie—. Vas a unirte a los espectros.

Capítulo trece

—A
hora que eres una de nosotros, todo será distinto. —Maxie estaba literalmente resplandeciente, sumida en un halo dorado de alegría—. Ya lo verás.

—He sido una de vosotros desde que morí.

—No de verdad. No mientras anduviste con vampiros. Esto será mucho mejor.

No le dije a Maxie que no tenía la menor intención de abandonar a Lucas ni a nadie. Me sentí incómoda, era prácticamente como si le mintiera, y ya estaba más que harta de mentiras. Sin embargo, por otra parte, tampoco estaba preparada para confiar por completo en los espectros.

—Bueno —le pregunté—, ¿y cómo vamos a encontrar a Christopher? —Miré alrededor—. Dudo mucho de que esté en este desván contigo.

—Pues claro que no —respondió burlona—. Como si Christopher pasara un minuto de su tiempo en el plano mortal. —Se interrumpió—. Bueno, eso lo retiro. De hecho, viene aquí de vez en cuando.

—¿A este desván?

—No, al plano mortal, tontorrona. Pero solo viene si tiene algo que hacer, como procurar ayudar a un espectro perdido a encontrar su camino. Cosas así. Christopher no ronda por los sitios.

—No como tú, ¿eh?

Dije aquello con intención de irritar un poco a Maxie, de hacerle ver que ella tampoco había renunciado por completo al mundo de los mortales, pero asintió con solemnidad y dulzura.

—Cuando te unas a nosotros podré abandonar este lugar por fin. E incluso… incluso a Vic. —Bajó la mirada hacia un punto de la alfombra donde en otros tiempos Vic se sentaba para convocarla—. Será duro, pero podré hacerlo.

—¿Por qué yo? Tú y yo nos conocemos, pero no se puede decir que seamos amigas del alma.

—Prefiero que te lo explique Christopher. —Maxie prácticamente centelleaba ante la perspectiva—. ¿Estás lista?

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