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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (15 page)

BOOK: Una campaña civil
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—¡Ivan! —lo saludó Alexi—. ¡El hombre que buscaba! Espera.

Ivan se detuvo junto a las puertas automáticas, preparando mentalmente una misión probable para Aquella Que Debe Ser Obedecida Hasta La Boda en caso de que necesitara largarse. Alexi no era el tipo más aburrido de Vorbarr Sultana (varios caballeros de la generación anterior competían por ese título) pero desde luego era un buen aspirante. Por otro lado, Ivan sentía una enorme curiosidad por saber si las semillas que había sembrado en el oído de Alexi unas cuantas semanas antes habían dado algún divertido fruto.

Alexi franqueó las medidas de seguridad y se acercó corriendo, un poco sin aliento.

—Estoy fuera de servicio, ¿y tú? ¿Puedo invitarte a una ronda, Ivan? Tengo noticias y mereces ser el primero en conocerlas. —Se alzó sobre sus talones.

Si Alexi invitaba, ¿por qué no?

—Claro.

Ivan lo acompaño al otro lado de la calle, hasta la taberna que los oficiales de Ops consideraban propiedad colectiva. El lugar era toda una institución, porque había sido inaugurado unos diez o quince minutos después de que Ops tomara posesión de su nuevo edificio, recién acabada la guerra de los Pretendientes. El decorado era calculadamente oscuro, pues tácitamente estaba considerado un bastión masculino.

Ocuparon una mesa del fondo. Un hombre elegantemente vestido de paisano que esperaba en la barra volvió la cabeza cuando los vio pasar. Ivan reconoció a By Vorrutyer. La mayoría de los payasos de la ciudad no frecuentaban el bar de oficiales, pero By podía colarse en cualquier parte. Tenía todo tipo de contactos. By alzó una mano saludando en tono de burla a Vormoncrief, quien, alegremente, lo llamó para que se uniera a ellos. Ivan alzó una ceja. Byerly era conocido por despreciar públicamente a aquellos que, como él mismo decía, acudían desarmados al combate de ingenios. Ivan no podía imaginar por qué cultivaba la amistad de Vormoncrief. ¿Los opuestos que se atraen?

—Siéntate, siéntate —le dijo Vormoncrief a By—. Yo invito.

—En ese caso, por supuesto —dijo By, y se sentó al momento. Dirigió a Ivan un cordial gesto de saludo; Ivan se lo devolvió, ligeramente alerta. No tenía delante a Miles como escudo verbal. By nunca se metía con Ivan estando Miles presente. Ivan no estaba seguro de si eso era porque su primo interfería sutilmente o porque By prefería un objetivo más apetecible. Tal vez Miles interfería
siendo
ese objetivo más apetecible. Por otro lado, tal vez su primo consideraba a Ivan su propio blanco de patadas personal y no quería compartirlo. ¿Solidaridad familiar, o mera posesión por parte de Miles?

Pulsaron sus pedidos en el servidor y Alexi introdujo su chit de crédito.

—Oh, mis más sinceras condolencias, por cierto, por la muerte de tu primo Pierre —le dijo a Byerly—. Siempre se me olvida, porque no vas de luto. Deberías hacerlo, ¿sabes? Tienes derecho, vuestros lazos de sangre eran estrechos. ¿Han determinado ya la causa de la muerte?

—Oh, sí. Un infarto, cayó como una piedra.

—¿Instantáneo?

—Eso parece. Como era conde en activo, su autopsia fue concienzuda. Bueno, si no hubiera sido un recluso antisocial, alguien podría haber encontrado su cuerpo antes de que el cerebro resultara afectado.

—Tan joven, apenas cincuenta años. Es una pena que muriera sin descendencia.

—Es una pena mayor que más tíos míos no murieran sin descendencia. —By suspiró—. Yo tendría un empleo nuevo.

—No sabía que anhelaras el Distrito Vorrutyer, By —dijo Ivan—. ¿Conde Byerly? ¿Una carrera política?

—Dios no lo quiera. No tengo ningún deseo de unirme a ese puñado de fósiles que discuten en el Castillo Vorhartung, y el Distrito me aburre a muerte. Qué sitio más tétrico. Si al menos mi fecundo primo Richars no fuera un hijo de puta tan rematado (y no pretendo insultar a mi difunta tía), le desearía suerte en sus expectativas. Si puede cumplirlas. Afortunadamente, se divierte con ellas, cosa que me quita toda la alegría a mí.

—¿Qué pasa con Richars? —preguntó Alexi—. Las pocas veces que lo he visto me ha parecido un tipo legal. Políticamente sano,

—No importa, Alexi.

Alexi sacudió la cabeza, asombrado.

—By, ¿no tienes ningún sentimiento familiar adecuado?

By lo descartó con un gesto de qué-más-da.

—No tengo una familia adecuada. Mi sentimiento predominante es la repulsión. Con quizás una o dos excepciones.

Ivan frunció el ceño mientras seguía la cháchara de By.

—¿Si puede cumplirlas? ¿Con qué impedimento puede encontrarse Richars?

Richars era el hijo mayor del conde mayor, adulto y, por lo que Ivan sabía, en su sano juicio. Históricamente, ser un hijo de puta no había sido considerado jamás una excusa válida para ser excluido del Consejo de Condes, pues de lo contrario habría sido un órgano pequeñísimo. Sólo te eliminaban si eras bastardo.

—Nadie ha descubierto que sea un cetagandano secreto como el pobre René Verbrotten, ¿no?

—Desgraciadamente, no. —By miró a Ivan, con una extraña expresión calculadora en los ojos—. Pero lady Donna… creo que la conoces, Ivan, presentó ante el Consejo una declaración formal de impedimento el día después de la muerte de Pierre, que ha bloqueado la confirmación de Richars.

—Había oído algo. No presté atención.

Ivan no había visto a lady Donna, la hermana mayor de Pierre, en carne y hueso (y qué deliciosa carne fue en su día), desde que esquilmó a su tercer esposo y se semirretiró al Distrito de Vorrutyer para convertirse en la anfitriona oficial de su hermano y en diputada oficiosa del Distrito. Se decía que intervenía más en la dirección del día a día del Distrito que Pierre. A Ivan no le costaba creerlo. Debía de tener ya casi cuarenta años; se preguntó si habría empezado a engordar. A ella le sentaría bien. Piel de marfil, pelo azabache hasta las caderas y ojos marrones como ascuas…

—Oh, me preguntaba por qué tardaba tanto la confirmación de Richars —dijo Alexi.

By se encogió de hombros.

—Ya veremos si lady Donna puede defender su caso cuando vuelva de la Colonia Beta.

—A mi madre le pareció raro que se marchara antes del funeral —dijo Ivan—. No sabía que hubiera ninguna enemistad entre Donna y Pierre.

—En realidad, se llevan bastante bien, para tratarse de mi familia. Pero era una necesidad urgente.

El romance de Ivan con Donna había sido memorable. Él era entonces un oficial jovencito, y ella le llevaba diez años y estaba en un período transitorio, sin marido. No hablaron mucho de sus parientes. Ivan cayó en la cuenta de que nunca le había contado que sus lecciones lo habían salvado unos cuantos años más tarde, durante la misión diplomática en Cetaganda, que estuvo a punto de ser un desastre. Tendría que llamarla cuando volviera de la Colonia Beta. Sí, quizás estuviese deprimida por la acumulación de cumpleaños y necesitara que la alegrasen…

—¿Y en qué basa sus impedimentos? —preguntó Vormoncrief—. ¿Y qué tiene que ver en ello la Colonia Beta?

—Ah, ya veremos en qué queda la cosa cuando lady Donna regrese. Será una sorpresa. Le deseo éxito. —Una sonrisa peculiar torció los labios de By.

Llegaron sus bebidas.

—Oh, muy bien. —Vormoncrief alzó su vaso—. Caballeros, por el matrimonio. ¡He enviado a la Baba!

Ivan se detuvo cuando ya tenía el vaso en los labios.

—¿Cómo dices?

—He conocido a una mujer —presumió Alexi—. De hecho, podríamos decir que he conocido a
la
mujer. Cosa que te agradezco, Ivan. Nunca habría sabido de su existencia de no ser por tu pequeño soplo. By la ha visto una vez… es adecuada en todos los sentidos para ser la señora Vormoncrief, ¿no te parece, By? Magníficas relaciones… es la sobrina del lord auditor Vorthys… ¿Cómo la conociste, Ivan?

—Yo… en casa de mi primo Miles. Está diseñando un jardín para él.

¿Cómo ha llegado Alexi tan lejos, tan rápido?

—No sabía que a lord Vorkosigan le interesaran los jardines. Sobre gustos… En cualquier caso, conseguí localizar el nombre del padre y su dirección gracias a una conversación casual sobre árboles genealógicos. Continente Sur. Tuve que comprarle a la Baba un billete de ida y vuelta, pero es una de las intermediarias más exclusivas (y no es que queden muchas) de Vorbarr Sultana. Hay que contratar a los mejores, lo digo siempre.

—¿La señora Vorsoisson te ha aceptado? —preguntó Ivan, aturdido.
Nunca pretendí que pasara esto

—Bueno, doy por supuesto que lo hará. Cuando le llegue la oferta. Casi nadie usa ya el sistema formal. Se lo tomará como una sorpresa romántica, espero. La volverá loca. —Su pedantería quedaba un poco oscurecida por la ansiedad, que calmó con un gran sorbo de cerveza. By Vorrutyer se llevó al estómago un trago de vino y las palabras que estaba a punto de murmurar.

—¿Crees que aceptará? —preguntó Ivan, con cautela.

—Una mujer en su situación, ¿por qué iba a rehusar? Volverá a tener una casa propia, cosa a la que debe estar acostumbrada, ¿cómo si no conseguirá una? Es una auténtica Vor, así que sin duda apreciará el detalle. Y se librará del mayor Zamori.

Ella no había aceptado aún. Todavía quedaba esperanza. Aquello no era una celebración, sino la nerviosa búsqueda del sedante que ofrecía la bebida para su cháchara. Buena idea: Ivan tomó un largo trago. Espera…

—¿Zamori? Yo no le hablé a Zamori de la viuda.

Ivan había elegido a Vormoncrief con cuidado, porque resultaba lo suficientemente peligroso para poner nervioso a Miles pero no constituía una verdadera amenaza que pudiera frustrar sus pretensiones. En cuestión de estatus, un simple Vor no podía competir con el heredero de un conde que, además, era Auditor Imperial. Físicamente… mm. Tal vez no había pensado lo suficiente en eso. Vormoncrief era un hombre bastante apuesto. Una vez que la señora Vorsoisson estuviese fuera del carismático campo tractor de Miles, la comparación sería… bastante dolorosa. Pero Vormoncrief era un tontorrón, sin duda ella no elegiría…
¿y a cuánto tontorrones casados entonces? Alguien los eligió. No puede ser un impedimento tan grande
. Pero Zamori… Zamori era un hombre serio, no un idiota.

—Algo que se me escapó, me temo. —Vormoncrief se encogió de hombros—. No importa. No es Vor. Eso me da una ventaja con la familia que Zamori no puede igualar. Ella se casó antes con un Vor, después de todo. Y debe saber que una mujer sola no puede educar a un hijo. Será un problema financiero, pero creo que si tomo las riendas con mano firme podré convencerla de que lo envíe a una escuela Vor poco después de la boda. Allí se hará un hombre, y le quitarán esa tendencia suya a dar la lata antes de que se convierta en un hábito.

Terminaron su cerveza; Ivan pidió la siguiente ronda. Vormoncrief fue al lavabo.

Ivan se mordió los nudillos y miró a By.

—¿Problema, Ivan? —inquirió By tranquilamente.

—Mi primo Miles está cortejando a la señora Vorsoisson. Me advirtió que me quitara de en medio.

By alzó las cejas.

—Entonces verlo aniquilar a Vormoncrief debería divertirte. ¿O sería mejor lo contrario?

—Me va a sacar las tripas cuando descubra que yo avisé a Vormoncrief de la existencia de la viuda. Y a Zamori, oh, Dios.

By sonrió, la boca torcida.

—Vamos, vamos. Yo estaba allí. Vormoncrief la aburrió de muerte.

—Sí, pero… tal vez la situación de ella no es cómoda. Tal vez acepte el primer billete que se le ofrezca… Espera, ¿tú? ¿Cómo es que fuiste allí?

—Alexi… filtra. Es una costumbre suya.

—No sabía que estuvieras buscando esposa.

—No la busco. No te dejes llevar por el pánico. Ni estoy dispuesto a echarle encima una Baba (santo Dios, qué anacronismo) a la pobre mujer. Aunque te advierto que no la aburrí. Creo que incluso se sintió un poco intrigada. No estuvo mal para ser un primer reconocimiento. Puede que lleve conmigo a Vormoncrief en mi futuros primeros tanteos amorosos, para destacar por contraste.

By alzó la cabeza, para asegurarse de que el objeto de su análisis no volvía aún y se inclinó hacia delante y bajó la voz hasta un tono más confidencial. Pero no continuó con el tema ni hizo ningún alarde de ingenio. En lugar de eso, murmuró:

—¿Sabes?, creo que mi prima lady Donna se alegrará mucho si la apoyas en su caso. Podrías resultarle muy útil. Tienes influencia sobre un lord Auditor (bajito, pero sorprendentemente convincente en su nuevo papel, me quedé impresionado), con lady Alys y el propio Gregor. Eres importante.

—Ellos son importantes. Yo no.

¿Por qué demonios lo estaba adulando By? Debía de querer algo… desesperadamente.

—¿Estarías dispuesto a verte con lady Donna, cuando regrese?

—Oh —Ivan parpadeó—. Claro, con mucho gusto. Pero… —reflexionó—. No estoy seguro de qué pretende. Aunque vete a Richars, el condado será para uno de sus hijos o hermanos menores. A menos que planees un asesinato en masa en la próxima reunión familiar, lo cual es más de lo que espero de ti, no veo en qué puede beneficiarte eso.

By sonrió brevemente.

—He dicho que no quería el condado. Reúnete con Donna. Ella te lo explicará todo.

—Bueno… muy bien. Buena suerte para ella.

By se echó hacia atrás.

—Bien.

Vormoncrief regresó y se puso a divagar sobre sus planes de boda Vor mientras tomaba su segunda cerveza. Ivan trató sin éxito de cambiar de tema. Byerly se largó poco antes de que le tocara el turno de pagar la siguiente ronda. Ivan puso por excusa oscuros deberes imperiales y escapó por fin.

¿Cómo evitar a Miles? No podía pedir el traslado a alguna embajada lejana hasta que aquella maldita boda hubiera terminado. Entonces sería demasiado tarde. Desertar era una posibilidad, pensó tristemente… tal vez pudiera huir y enrolarse en la Legión Extranjera de Kshatrya. No, con todas las influencias de Miles en la galaxia, no estaría a salvo de su ira en ningún rincón del nexo del agujero de gusano, por muy oscuro que fuese. Ni de su ingenuidad. Ivan tendría que confiar en la suerte, en la atontada personalidad de Vormoncrief y, en cuanto a Zamori… ¿debía secuestrarlo? ¿Asesinarlo? ¿Tal vez presentarle más mujeres? ¡Ah, sí! Pero no a lady Donna. A ésa Ivan pretendía quedársela para él.

Lady Donna. Ella no era ninguna loca adolescente. Cualquier marido que se atreviera a chistar en su presencia corría el riesgo de que lo cortaran las piernas por las rodillas. Elegante, sofisticada, segura… una mujer que sabía lo que quería, y cómo pedirlo. Una mujer de su propia clase, que comprendía el juego. Un poco mayor, sí, pero con lo mucho que duraba la vida hoy en día, ¿qué más daba? Mira a los betanos: la abuela de Miles, que debía de tener más de noventa años, tenía un amante de ochenta. ¿Por qué no había pensado antes en Donna?

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