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Authors: Carl Bowen

Tags: #Fantástico

Caminantes Silenciosos (7 page)

BOOK: Caminantes Silenciosos
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—Ya, bueno. —Recogió su cayado del suelo. A lo mejor la impresión que había llegado a forjarse el Guardián de él no era tan mala como se había imaginado—. Gracias.

—De nada —repuso Garmson, con un asentimiento imperceptible—. Ahora, vete. Quiero estar solo.

Mephi abrió mucho los ojos, ofendido, pero se mordió la lengua al darse cuenta de lo que había estado mirando Garmson todo el tiempo. El Guardián no perdía de vista una de las lápidas más recientes del cementerio; la que exhibía el nombre y las gloriosas hazañas de su hijo, recientemente fallecido. Mephi, sintiéndose intruso, se dio la vuelta y dejó al anciano a solas con sus recuerdos y su dolor.

Capítulo siete

Un puntapié en las costillas despertó a Tajo Infectado poco antes del amanecer. Profirió un gruñido y lanzó un manotazo lánguido en la dirección de la que había venido el golpe. Falló, por suerte, dado que era Arastha la que se lo había propinado. Se sentó en la cama y se restregó la mano por la cara cuando se dio cuenta de que ella estaba allí.

—Levántate —ordenó Arastha, mientras caminaba hacia el otro lado de la cama para despertar a Astillahuesos y a Espina de Alcaudón—. Toda una vehemente generación de Galliard contiene la respiración, a la espera de que dé comienzo vuestra obra.

Tajo Infectado lanzó un gemido y desenredó las piernas del nudo formado por el musculoso y peludo brazo de Astillahuesos y el cuello de Espina de Alcaudón. La propia Arastha era una Galliard, por lo que Tajo Infectado se abstuvo de decirle dónde podía meterse su vehemencia la generación a la que se había referido. Le dolía la espalda, le dolían las piernas y le dolía la garganta después de toda una noche de aullidos. Le dolían todas las partes del cuerpo que podía palparse con la mano. Mano que también le dolía.

—Arriba, Espina de Alcaudón —dijo Arastha, propinándoles un coscorrón a los otros dos—. Despierta Astillahuesos. Esta nueva familia tiene que comenzar su viaje. Todos vosotros, revivid enseguida.

Astillahuesos fue el siguiente en despertar. Se frotó una película de mucosa que le cubría los grandes ojos con el dorso de una zarpa de Crinos. Espina de Alcaudón abrió los ojos a continuación. Se incorporó sobre las rodillas y se estiró encima de la cama, igual que un perro. No parecía magullado en absoluto, hasta que se sentó, se enderezó y se desperezó. La mueca que vio Tajo Infectado en el semblante de Espina de Alcaudón consiguió que todo el esfuerzo de la noche anterior hubiese merecido la pena.

—Pero qué muchachos más adorables —dijo Arastha, cuando todo el mundo se hubo despertado. El ajustado traje de cuero que vestía crujió cuando se puso las manos en las caderas—. Mira que sois encantadores. Sería una bendición del Padre si pudiera pasarme toda la mañana embelesada delante de vosotros.

Tajo Infectado cogió la indirecta y fue el primero en salir de la cama de Arastha. Los otros dos se apresuraron a hacer lo propio.

—Espera —dijo Arastha, invitándole a levantarse sujetándole la barbilla con uno de sus largos dedos—. Antes, responde. ¿A quién habéis elegido como alfa?

Tajo Infectado y Espina de Alcaudón miraron a Astillahuesos, que agachó la cabeza y se rascó el hocico de quiróptero.

—A mí —respondieron ambos a la vez, mientras Astillahuesos guardaba silencio. Se lanzaron sendas miradas fulminantes, antes de volver a encararse con Arastha.

—Ya veo. Pasó lo mismo anoche, cuando conseguisteis extenuarme de esa forma tan deliciosa entre los tres. ¿Habéis comulgado con un espíritu tótem durante mi ausencia?

—Hakaken —dijo Astillahuesos—. Dijeron que era Hakaken.

—El Corazón del Miedo —musitó Arastha, rascando a Astillahuesos entre las orejas. Sus ojos mantenían a Tajo Infectado y a Espina de Alcaudón paralizados en el sitio—. De la Bestia de Guerra, aunque su linaje no le priva de nobleza. ¿Conoces la historia de Hakaken? Era un Señor de la Sombra pagado de sí que pretendía bailar la Espiral Negra para destruir el mismísimo corazón del Laberinto Fragmentado. Creyó que podría soportar la verdad acerca de lo que somos y el poder de lo que sabemos. Llegó a bailar incluso hasta la Octava Espiral, la que se conoce como la Danza de la Paradoja. Cuando la Perdición de los Enigmas le preguntó de qué tenía miedo, Hakaken se limitó a responder: «de la verdad». Nuestro Padre se sintió tan satisfecho que convirtió a Hakaken en el Corazón del Miedo cuando la gloriosa bestia hubo superado la prueba del Noveno Círculo de la Espiral.

Espina de Alcaudón asentía a medida que Arastha desgranaba su relato, Astillahuesos escuchaba con los ojos como platos, absorto, mientras que Tajo Infectado se limitaba a esperar. No le importaba tanto quién había sido Hakaken como lo que éste podría hacer por él y cómo esperaba que le devolviera el favor.

—¿Cuál de vosotros, mis abigarradas almas, ha hablado con el terrible Hakaken? —quiso saber Arastha.

—Yo —dijeron Tajo Infectado y Espina de Alcaudón. Astillahuesos permaneció callado.

—¿Los dos? —musitó Arastha—. ¿Ni siquiera él elevó a uno por encima del otro?

—No, señora —respondió Tajo Infectado.

—¿Y ninguno piensa someterse al mando del otro?

—Llevan toda la noche sin querer someterse —rezongó Astillahuesos.

—Así pues, dado que no pensáis ceder ante el otro —dijo Arastha, con el primer atisbo de auténtica irritación en su voz edulcorada—, ni ante mí, tendréis que acatar la Letanía Oscura.
Servirás al Wyrm en todas sus formas
. Eso incluye las visiones recibidas por Espina de Alcaudón. Se os encomienda a los tres que convirtáis esos presagios en realidad a cualquier coste. Siguiente,
Respetarás a todos los que sirvan al Wyrm
. Trabajaréis juntos, o el Devorador de Almas dispondrá de todos vosotros. Sabed también que
No desafiarás al líder en tiempo de guerra
. Estamos en guerra. Desde este momento hasta que se derrumbe la red de la Tejedora. Por último,
Respetarás el territorio del prójimo
. Trabajaréis juntos, sin cuestionar los puntos fuertes de los demás. Tajo Infectado, tú te ocuparás de que Espina de Alcaudón viva para ver sus visiones convertidas en realidad. Espina de Alcaudón, acatarás las órdenes de Tajo Infectado relativas a tu supervivencia. Tajo Infectado, cuando Espina de Alcaudón llegue a tu antiguo hogar, obedecerás sus dictados. El Padre le ha hablado, y tú no eres quién para cuestionar la voluntad del Padre. Astillahuesos, harás todo lo que se te ordene. ¿Hace falta que continúe?

Los tres Danzantes de la Espiral Negra negaron con la cabeza.

—¿Ha quedado claro? —insistió Arastha. Sus palabras rezumaban cólera, y el cuero que la constreñía comenzaba a darse de sí frente a la presión ejercida por el abultamiento de sus músculos.

Los tres asintieron.

—¡Que responda vuestro alfa! —ladró Arastha.

—Ha quedado claro, señora —dijo Tajo Infectado, en cuanto la mujer hubo pronunciado la palabra «alfa». Espina de Alcaudón no le contradijo, ni siquiera hizo ademán de abrir la boca. Al parecer, el Theurge comenzaba a darse cuenta, al igual que Tajo Infectado, de que la señora no tenía intención de tolerar sus rencillas ahora que había trabajo que hacer.

—Así pues, ¿quiénes sois? —preguntó Arastha, volviéndose hacia él y colocándose justo enfrente de él. Sus ojos eran dos ascuas al rojo. Una de las luces prometía una recompensa mucho más satisfactoria que cualquiera de los divertimentos de la noche anterior, siempre que le diera la respuesta adecuada. La otra le advertía a Tajo Infectado de que Arastha pensaba arrancarle la garganta con sus romos dientes de Homínida si se atrevía a pronunciar la respuesta equivocada.

—Yo soy Tajo Infectado —ladró a su vez, sin asomo de temor ni vacilación.

—¿Quiénes sois? —volvió a exigir Arastha, extendiendo los brazos en un ademán impetuoso que los cogió a todos desprevenidos. Una de las ascuas de sus ojos se apagaba, mientras la luz de la otra arreciaba. A Astillahuesos comenzaron a temblarle las manos, y las garras de sus pies tabletearon contra el duro suelo de piedra. Espina de Alcaudón hizo todo lo posible por no amilanarse.

—¡Somos una manada! —respondió Tajo Infectado—. ¡Somos la Visión de Nuestro Padre!

Espina de Alcaudón esbozó una sonrisa al escuchar aquel improvisado bautismo, y Astillahuesos asintió con tanto fervor que un hilacho de baba escapó de sus labios para rociarle el pelaje que le cubría el pecho. Los vínculos que unían al trío resonaban con armonía.

—¿Quiénes sois? —exclamó Arastha, acercando el rostro a menos de un centímetro de la nariz de Tajo Infectado. Resollaba como un fuelle, sus senos bregaban por fugarse de su celda de cuero, tenía las mejillas teñidas de escarlata, el cuello cuajado de tendones esculpidos en alto relieve. Hasta ese momento, había escuchado las respuestas adecuadas. Sólo la luz de un ascua alumbraba sus ojos—. ¿Quiénes?

—¡La Visión de Nuestro Padre! —aulló Astillahuesos, brincando y levantando las manos. Espina de Alcaudón comenzó a gruñir, contagiado de la exultación de Astillahuesos. Las aletas de la nariz de Tajo Infectado se dilataron, y pudo oler la excitación de Arastha.

Arastha miró a la sublimada bestia en forma de Crinos, antes de atravesar con la mirada a Espina de Alcaudón.

—¿
Quién
? —le gritó al Theurge.

—¡Bastardos de Hakaken! —voceó Espina de Alcaudón, al tiempo que adoptaba la forma de un lobo. El sonido se convirtió en un aullido clamoroso que inundó la cámara de ecos. El calor se deslizaba por la piel de Tajo Infectado igual que un reguero de aceite por un curso de aguas cristalinas.

Arastha se giró hacia Tajo Infectado con los ojos encendidos por el fuego de una Pira de Corrupción alimentada por su pasión. Las imágenes del Wyrm Profanador, G´louogh y Mahsstrac, serpentearon en el mosaico calcificado que colgaba encima de la cama.

—¿QUIÉNES SOIS? —bramó, asiendo los cabellos de Tajo Infectado y levantándolo de su asiento.

—¡Somos el Corazón del Miedo! —respondió Tajo Infectado. Se abalanzó sobre Arastha y la prendió, dispuesto a cubrirla allí mismo—. ¡Somos bastardos del Padre! ¡Somos la Visión de Nuestro Padre!

Arastha se zafó de su presa con una grácil finta, pero sus ojos les prometían a los tres un sin fin de recompensas que estarían esperándolos a su regreso. Cuando la furia y la gloria del momento hubieron alcanzado su cúspide, se vistió con el hermoso manto de su forma de Crinos y dejó escapar un aullido de éxtasis sublime.

—Preparaos, desdichados —prevenía el aullido—. Preparaos, pues la Visión de Nuestro Padre anda cerca. ¡Preparaos y temblad, pues aquí vienen!

Tajo Infectado y Espina de Alcaudón adoptaron sus formas de Crinos, al igual que Astillahuesos, y se sumaron al aullido.

—¡Preparaos y temblad! —le aullaron a cualquiera que se fuese a poner en su camino—. ¡Allá vamos!

Capítulo ocho

Mephi dedicó el resto de la mañana y la mitad de la tarde a deambular de un altar de manada a otro, por el territorio del clan de la Forja del Klaive, antes de regresar a las tumbas de los héroes sagrados. No habló con nadie, ni buscó compañía alguna durante las largas horas que precedían a su partida.

Cuando la luz del día comenzó a atenuarse, dejó de arrastrar los pies y se dirigió a la cúspide yerma de la Colina de las Lamentaciones. Allí era donde la manada del Guarda iba a abrir el puente lunar para el clan del Cielo Nocturno, y era allí donde Mephi iba a reunirse con el resto de la manada de Melinda Buscadora de Luz. Esperaba que, cuando lo hiciera, la reacción de los hombres lobo le proporcionara alguna pista sobre lo que Melinda les había contado acerca de él. Aunque no ardía en deseos de descubrirlo, lo mejor sería pasar por ello cuanto antes.

—Lo que no vas a conseguir nunca —musitó—, si te quedas aquí hasta que salga la luna. Avíate, Caminante.

Tras aquella exhortación poco entusiasta, recogió su cayado y se dirigió al troté hacia el lugar donde estaba seguro de que ya estaría esperando todo el mundo. Sus largas zancadas devoraron la distancia, y los vagabundeos a los que había dedicado casi todo el tiempo desde que llegara, hacía casi una semana, le indicaron el camino sin sombra de duda ni error. Llegó en un suspiro, para encontrar a un grupo de cinco hombres lobo que lo esperaban.

Sólo reconoció a tres de ellos, pero todos siguieron sus evoluciones con la mirada en cuanto apareció. Los que conocía eran Brand Garmson, Cazadora de Lluvia y el Guarda del clan. Garmson y el Guarda permanecían juntos, conversando y señalando en dirección al lugar por donde no tardaría en asomar la luna. Cazadora de Lluvia y los otros dos hombres lobo se agrupaban enfrente de ellos. Varias bolsas y mochilas de viaje yacían en el suelo entre los Fenris y los «vagabundos» que componían parte del Viento Errante.

De los dos hombres lobo que Mephi no reconoció, uno parecía nativo de la zona, mientras que el otro ofrecía el aspecto de un universitario que se preguntara dónde estaba y cómo había llegado hasta allí. El cabello del «universitario» era cobrizo oscuro, y lo llevaba muy corto. Se cubría con un traje de esquiador inmaculado, negro con una franja diagonal de color blanco. Su bufanda y sus guantes iban a juego, y sus botas apenas exhibían rozaduras en las punteras. No llevaba armas encima, según podía ver Mephi, y el brillo vehemente de sus ojos sugería que era de los que prefería recurrir a las palabras antes que a la fuerza. Mephi se preguntó cuánto llevaría aquel muchacho con la manada, si todavía podía permitirse hacer gala de aquella actitud.

Por el contrario, los abultados músculos y la expresión avinagrada del otro suplían con creces las aparentes carencias del universitario. Aunque le sacaba menos de una cabeza a su compañero, sus espaldas eran el doble de anchas. Un martillo pesado, similar al de Karin Jarlsdottir, descansaba cabeza abajo junto al hombre. Esgrimirlo no debía de suponerle ningún problema, a juzgar por sus antebrazos, casi tan gruesos como los muslos del universitario. Tenía el cabello y la barba de color castaño claro, con mechas plateadas. Permanecía en pie, de brazos cruzados, atento tan sólo a sus pensamientos. Mephi se acercó con cautela.

—El margrave no ha venido para despediros —dijo Brand Garmson, sin preámbulos, en cuanto Mephi se hubo sumado al grupo—, pero os desea que tengáis éxito. También os garantiza que seréis bien recibidos en el clan del Cielo Nocturno en su ausencia. Os ruega que no prolonguéis vuestra estancia allí cuando lleguéis, y que os apresuréis a regresar cuando hayáis terminado vuestra labor.

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