Chamán (16 page)

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Authors: Noah Gordon

BOOK: Chamán
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—Se llama Halcón Negro.

—¿Qué es? —le preguntó el general a Davenport, pero quien respondió fue Halcón Negro.

—Soy un sauk. Mis padres eran sauk, grandes hombres. Deseo permanecer donde reposan sus huesos y ser enterrado junto a ellos. ¿Por qué habría de dejar sus campos?

Halcón Negro y el general se miraron fijamente, piedra y acero.

—No he venido aquí a rogar ni a pagarles a ustedes para que abandonen la población. Mi misión consiste en sacarlos de aquí —afirmó Gaines en tono suave—. Pacíficamente, si puedo. Por la fuerza, si es necesario. Les doy dos días para que se vayan. Si no atraviesan el Mississippi para entonces, los obligaré a marcharse.

Los miembros del Pueblo discutieron, sin dejar de mirar el cañón del barco que los apuntaba. Los soldados, que cabalgaban en pequeños grupos, protestando y gritando, estaban bien alimentados y bien armados, con gran cantidad de munición. Los sauk tenían rifles viejos con pocas balas, y carecían de reservas de comida.

Keokuk envió un mensajero a llamar a Wabokieskieh, Nube Blanca, un hechicero que vivía con los winnebago. Nube Blanca, hijo de un winnebago y una sauk, era alto y gordo, tenía el pelo largo y gris, y un ralo bigote negro, una rareza entre los indios. Era un gran chamán que se ocupaba de las necesidades espirituales y médicas de los winnebago, los sauk y los mesquakie. Las tres tribus lo conocían como el Profeta, pero Nube Blanca no tenía ninguna profecía alentadora que ofrecer a Keokuk. Dijo que la milicia era una fuerza superior y que Gaines no atendería a razones. Su amigo Davenport, el negociante, se reunió con el cacique y con el chamán y los apremió a que hicieran lo que se les ordenaba y a que abandonaran la tierra antes de que la disputa se convirtiera en un choque sangriento.

De modo que en la segunda noche de los dos días que se había concedido al Pueblo, abandonaron Sauk-e-nuk como animales trasladados de un lado a otro y atravesaron el Masesibowi, internándose en la tierra de sus enemigos, los iowa.

Ese invierno Dos Cielos perdió la confianza en que el mundo era un sitio seguro. El maíz entregado por el agente indio a la nueva población al oeste de
Masesibowi
era de mala calidad y en modo alguno suficiente para aplacar el hambre. El Pueblo no podía cazar ni conseguir carne suficiente con trampas porque muchos habían trocado sus armas y sus trampas por el whisky de Vandruff. Lamentaron la pérdida de las cosechas abandonadas en los campos. El maíz para hacer harina, los sustanciosos y alimenticios calabacines, las dulces y enormes calabazas. Una noche, cinco mujeres volvieron a atravesar el río y fueron hasta sus antiguos campos, donde cogieron algunas espigas heladas del maíz que habían plantado ellas mismas durante la primavera anterior. Fueron descubiertas por los granjeros blancos y severamente golpeadas.

Halcón Negro dijo que los blancos echarían a los sauk lo más lejos posible y que luego los destruirían. La única alternativa era luchar. A los hombres de piel roja no les cabía otra alternativa que olvidar las enemistades entre las tribus y unirse desde el Canadá hasta Mexico, con la ayuda del Padre Inglés, contra el enemigo más grande, el norteamericano.

Los sauk discutieron intensamente. Al llegar la primavera, la mayor parte del pueblo había decidido quedarse con Keokuk al oeste del anchi río. Sólo trescientos setenta y ocho hombres y sus familias unieron su destino a Halcón Negro. Entre ellos se encontraba Búfalo Verde.

Cargaron las canoas. Halcón negro, el Profeta y Neosho, un hechicero sauk, se instalaron en la canoa que iba delante, y los demás desatracaron y remaron briosamente contra la corriente poderosa del
Maisesibowi
. Halcón negro no quería que hubiera destrucción ni muerte a menos que sus fuerzas fueran atacadas. Mientras avanzaban corriente abajo, al acercarse a un poblado
mookamon
, ordenó a su gente que golpearan los tambores y cantaran. Contando las mujeres, los niños y los ancianos, tenía casi mil trescientas voces, y los colonos huían del ruido atronador. En algunos poblados recogieron comida, pero había demasiadas bocas que alimentar y no tenían tiempo para cazar ni pescar.

Halcón negro había enviado mensajeros a Canadá para pedir ayuda a los británicos y a una docena de tribus. Los mensajeros regresaron con malas noticias. No resultaba sorprendente que antiguos enemigos como los siux, los chippewa y los osage no quisieran unirse a los sauk en contra de los blancos, pero tampoco quiso hacerlo la nación hermana mesquakie, ni ninguna otra nación amiga. Peor aún, el Padre Británico sólo envió a los sauk palabras de aliento y deseos de buena suerte em la guerra.

Al recordar los cañones de los buques de guerra, Halcón Negro hizo que su gente se retirara del río y varara las canoas en la costa este de la que habían sido exiliados. Como cada pizca de comida ela preciosa, cada uno de ellos se convirtió en porteador, inclusi las indias que estaban embarazadas, como Unión de Ríos. Bordearon Rock Island y subieron por el río Rocky hasta encontrarse con los potawatomi, a quienes esperaban arrendar tierras en las que cultivar maíz. A través de los potawatomi, Halcón Negro se enteró de que el Padre que se encontraba en Washington había vendido el territorio sauk a los invasores blancos. La población de Sauk—e—nauk y casi todos sus campos habían sido vendidos a George Davenport, el negociante que, fingiéndose amigo de ellos, los había instado a abandonar las tierras.

Halcón Negro organizó una fiesta del perro, porque sabía que el Pueblonecesitaría la ayuda de los manitús. El Profeta supervisó el estrangulamiento de los perros, la limpieza y la purificación de la carne. Mientras ésta se cocinaba, Halcón Negro colocó sus bolsas de medicinas delante de sus hombres.

—Guerreros —Les dijo—, Sauk-e-nuk ya no existe. Nos han robado nuestras tierras. Los soldados blancos han incendiado nuestros
hedonoso-tes
. Han derribado las vallas de nuestros campos, han roturado el Lugar de los Muertos y plantado maíz entre nuestros huesos sagrados. Éstas son las bolsas de medicina de nuestro padre, Muk—ataquet, que fue el principio de la nación sauk. Fueron entregadas al gran cacique guerrero, Na—namakee, que estuvo en guerra con todas las naciones de los lagos y con todas las naciones de las llanuras, y nunca cayó en desgracia. Espero que vosotros las protejáis.

Los guerreros comieron la carne sagrada, que les proporcipnó coraje y fortaleza. Era necesario porque Halcón Negro sabía que los Cuchillos Largos estarían preparándose para enfrentrase a ellos, Tal vez fue el manitú quien permitió que Unión de Ríos tuviera su bebé en ese campamento, y no en medio del camino, e hizo tanto por el espíritu de los guerreros como la Fiesta del Perro, porque Búfalo Verde llamó a su hijo Wato-kimita, El-que-posee-Tierra.

Aguijoneado por la histeria pública ante el rumor de que Halcón Negro y los sauk estaban en pie de guerra, Reynolds, gobernador de Illinois, convocó a mil voluntarios montados. Respondió más del doble de hombres dispuestos a combatir a los indios, y se alistarion en el servicio militar mil noveciontos treinta y cinco hombres no entrenados. Se reunieron en Beardstown, se fusionaron con trescientos cuarenta y dos milicianos regulares y enseguida pasaron a formar cuatro regimientos y dos batallones de exploradores. Samuel Whiteside, del Distrito de St. Clair, fue proclamado general de brigada y puesto al mando de las tropas.

Los informes de los colonos indicaban dónde se encontraba Halcón Negro, y Whiteside hizo salir a su brigada. Había sido una primavera inicialmente lluviosa, y tuvieron que atravesar a nado incluso los riachuelos más pequeños mientras los esteros normales se convertían en brazos pantanosos del río por los que avanzaban con dificultad. Para llegar a Oquawka, donde debían estar esperando las provisiones, hicieron cinco días de duro viaje por extensiones desprovistas de caminos.

Pero el ejército había cometido un error: no había provisiones, y hacía mucho tiempo que los hombres se habían comido lo que llevaban en las alforjas. Indisciplinados y pendencieros, protestaron ante los oficiales como civiles que eran en realidad, exigiendo comida. Whiteside envió un parte al general Henry Atkinson, del Fuerte Armstrong, y éste mandó de inmediato el vapor Chieftain río abajo con un cargamento de víveres. Whiteside envió primero los dos batallones de la milicia regular, mientras el grueso de los voluntarios pasaban casi una semana llenándose el estómago y descansando.

En ningún momento dejaron de ser conscientes de que se encontraban en un medio desconocido y siniestro. Una templada mañana de mayo, unos mil seiscientos hombres de a caballo, la mayor parte de la fuerza, incendiaron Prophetstown, la población abandonada de Nube Blanca. Al concluir la acción se sintieron inexplicablemente nerviosos, y poco a poco se convencieron de que los indios vengadores esperaban detrás de cada colina. El nerviosismo se transformó pronto en miedo, y el terror provocó una desbandada. Huyeron desesperadamente, abandonando equipos, armas, provisiones y munición, atravesando prados, malezas y bosques, sin detenerse hasta que, individualmente y en pequeños grupos, hicieron una vergonzosa entrada en la población de Dixon, a dieciséis kilómetros del lugar en el que habían empezado a correr.

El primer contacto real tuvo lugar poco después. Halcón Negro y unos cuarenta guerreros indios avanzaban para encontrarse con algunos potawatomi a los que intentaban alquilar un campo de maíz. Habían acampado a orillas del río Rocky, cuando un mensajero les informó que un gran contingente de Cuchillos Largos avanzaba hacia ellos. Halcón Negro ató inmediatamente una bandera blanca a un palo y envió tres sauk desarmados a llevársela a los blancos y solicitar una reunión entre él y el comandante. Detrás de ellos envió a cinco sauk a caballo para que actuaran como observadores.

Las tropas no estaban preparadas para luchar contra los indios, y se aterrorizaron en cuanto vieron a los sauk. Enseguida cogieron a los tres hombres que llevaban la bandera pidiendo tregua y los hicieron prisioneros; luego fueron a buscar a los cinco observadores, dos de los cuales fueron sorprendidos y asesinados. Los otros tres lograron regresar al campamento, perseguidos por la milicia. Cuando llegaron los soldados blancos, fueron atacados por unos treinta y cinco guerreros indios dirigidos por un Halcón Negro totalmente furioso y dispuesto a morir para vengarse de la traición de los blancos. Los soldados que iban a la vanguardia de la caballería no tenían idea de que los indios no contaban con un numeroso ejército de guerreros a sus espaldas. Echaron un vistazo a los sauk que los apuntaban, hicieron girar sus caballos y huyeron.

Nada es tan contagioso como el pánico en medio de una batalla, y a los pocos minutos reinaba el caos entre los soldados. En la confusión, dos de los tres sauk que habían sido capturados con la bandera de tregua lograron escapar. El tercero fue matado de un disparo. Los doscientos setenta y cinco milicianos armados y montados fueron presa del terror y huyeron con tanta desesperación como el grueso del cuerpo de voluntarios, aunque esta vez el peligro no era imaginario.

Los pocos guerreros de Halcón Negro los hicieron huir en desbandada, acosaron a los rezagados y se retiraron con once cabelleras. Algunos de los doscientos sesenta y cuatro blancos que se batían en retirada no se detuvieron hasta que llegaron a su casa, pero la mayor parte de los soldados se dispersaron finalmente en la ciudad de Dixon.

Durante el resto de su vida, la niña que entonces se llamaba Dos Cielos recordaría el regocijo que siguió a la batalla. Era una niña y percibía la esperanza. La noticia de la victoria se extendió rápidamente entre los pieles rojas, y muy pronto se unieron a ellos noventa y dos winnebago.

Halcón Negro se paseaba de un lado a otro luciendo una camisa blanca con chorreras y un libro de leyes encuadernado en cuero bajo el brazo, ambos encontrados en las alforjas abandonadas por un oficial en su huida Su oratoria se intensificó. Dijo que habían demostrado que los mookanonik podían ser derrotados, y que ahora las otras tribus enviarían guerreros para formar la alianza que él había soñado.

Pero pasaban los días y los guerreros no llegaban. Los alimentos empezaban a escasear y la caza era mala. Finalmente, Halcón Negro envió a los winnebago en una dirección y condujo al Pueblo en otra. En contra de lo que había ordenado, los winnebago atacaron las granjas desprotegidas de los blancos y se llevaron varias cabelleras, incluida la de St. Vrain, el agente indio. Durante dos días seguidos el cielo adquirió un color negro verdoso, y el manitú Shagwa agitó el aire y la tierra Wabokieshiek le advirtió a Halcón Negro que en ningún momento viajara sin enviar exploradores por delante, y el padre de Dos Cielos dijo entre dientes que no era necesario ser profeta para saber que iban a ocurrir cosas terribles.

El gobernador Reynolds estaba furioso. La vergüenza por lo que había sucedido a su milicia era compartida por la gente de todos los Estados limítrofes. Los estragos causados por los winnebago fueron exagerados y achacados a Halcón Negro. Empezaron a llegar nuevos voluntarios, atraídos por el rumor, que aún circulaba, de una gratificación establecida por la legislatura de Illinois en 1814: se pagarían cincuenta dólares por cada indio al que se le diera muerte, o por cada india o niño piel roja capturado. Reynolds no tuvo problemas en tomar juramento a otros tres mil hombres. En los fuertes instalados a lo largo del Mississippi ya había acampados dos mil nerviosos soldados a las órdenes del general Henry Atkinson, seguido en la línea de mando por el coronel Zachary Taylor. Fueron enviadas dos compañías de infantería desde Baton Rouge, Louisiana, hasta Illinois, y un ejército de mil soldados regulares se trasladó desde los puestos del este al mando del general Winfield Scott. Estas tropas resultaron aquejadas de cólera mientras atravesaban los Grandes Lagos en los buques de vapor, pero incluso sin ellas era enorme el contingente que, sediento de venganza racial y ansioso por recuperar el honor, se había puesto en marcha.

Para la pequeña Dos Cielos, el mundo había quedado reducido.

Siempre le había parecido enorme cuando realizaban la pausada travesía entre el campamento de invierno de Missouri y la población de verano a orillas del río Rocky. Pero ahora, miraran donde mirasen, había exploradores blancos, y disparos y gritos antes de que tuvieran tiempo de escapar. Se hicieron con algunas cabelleras y perdieron algunos guerreros indios. Tuvieron la suerte de no cruzarse con el cuerpo principal de las tropas de los blancos. Halcón Negro fingió una maniobra y volvió sobre sus pasos, dejando falsas huellas en un intento por evitar a los soldados, pero la mayor parte de sus seguidores eran mujeres y niños, y resultaba difícil ocultar los movimientos de tanta gente.

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