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Authors: Jean Rabe

Tags: #Fantástico

El Dragón Azul (35 page)

BOOK: El Dragón Azul
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—Es verdad que me resulta familiar. —El Custodio esbozó una sonrisa debajo de la capucha, pero no respondió—. Si no eres Raistlin, ¿quién eres?

—Has tardado muchos años en preguntármelo.

—Respetaba tu intimidad, la discreción que tanto parecía gustarte.

—¿Y ya no la respetas?

—Ahora necesito saberlo. Si eres Raistlin, serás mucho más poderoso que yo y podrías ayudarnos.

—No soy tu tío Raistlin —comenzó el Custodio—, pero lo conocí bien. También conocí bien a Dalamar y a muchos otros. En mí hay algo de Raistlin y de cualquier otro mago que haya pasado la Prueba en la Torre de la Alta Hechicería. Todos los que pasan la Prueba se convierten en parte de mí. Sin embargo, creo que Raistlin fue el más grandioso de todos los magos que estudiaron entre mis paredes.

—¿Entre
tus
paredes?

—Yo soy la Torre de Wayreth.

—¡Eso es absurdo! ¡Eres un hombre, no un edificio! —gritó Palin sintiendo que la ira le teñía las mejillas—. La Torre de la Alta Hechicería de Palanthas fue destruida hace más de treinta años. No queda nada del edificio.

—Nada, salvo la magia que impregnaba sus paredes. Yo soy la manifestación viva de la torre. Soy
todas
las torres. Soy la esencia de la magia arcana de la Alta Hechicería.

El Custodio se llevó las manos a la cabeza y se quitó la capucha. Por un instante, Palin vio la cara de su tío Raistlin, la familiar cascada de pelo blanco y plata cayendo sobre los hombros. Luego el semblante cambió, convirtiéndose en el de Par-Salian de los Túnicas Blancas. Enseguida apareció el rostro de Gilthanas, el de Dalamar, el de Ladonna, de los Túnicas Negras, el de Fistandantilus y el de Justarius, de los Túnicas Rojas. Aparecieron otros, cuya identidad Palin sólo atinó a adivinar por las descripciones que había oído. Y otros más que desconocía por completo.

—Todas estas personas vinieron a la Torre, estudiaron allí, dejaron su huella en mí. Su poder contribuyó a crear la esencia que ves ante ti. —El Custodio volvió a ponerse la capucha—. Soy el Custodio de la Torre y también lo que queda de la Torre.

—El Hechicero Oscuro...

—Piensa que soy Raistlin, y no pienso hacerlo cambiar de idea.

Palin cogió una silla y se dejó caer pesadamente sobre ella.

—Creía que eras un hombre.

—Y en cierto sentido lo soy. Soy tu colega y he llegado a verte como a un amigo.

Palin asintió con un gesto.

—En efecto, eres mi amigo.

—Ahora concentrémonos en un asunto más importante —sugirió el Custodio—, la magia de la Era de los Sueños. Me ha resultado difícil convencerme de la necesidad de destruir esos maravillosos objetos; pero, si queremos recuperar la antigua magia, debemos hacer caso a Sageth. Creo que podría ser la solución, nuestra mejor baza para vencer a los señores supremos. Cuanto mayor sea el poder mágico a nuestra disposición, mayores serán nuestras posibilidades de éxito.

—Pero hay algo más, ¿verdad? ¿Qué es?

—Deja que te lo enseñe. —Fue hasta un escritorio grande, abrió uno de los cajones y sacó una bola de cristal con un pedestal de bronce repujado. Llevó ceremoniosamente la bola a la mesa y puso las manos a unos milímetros de su brillante superficie—. Esto es lo que vi esta mañana cuando terminé mi investigación e intenté localizar a Sageth. Su descripción no coincide con la de ningún hombre con habilidades para la magia. La bola de cristal no podía localizarlo, pero reveló esto.

En el centro de la bola apareció una imagen minúscula, que al principio parecía un cuervo. Pero luego la imagen creció y ocupó toda la bola.

—¡Khellendros! —exclamó Palin.

—Es el poder que está detrás de Sageth. Sospecho que el viejo es su títere. Mira con atención; hay algo más.

El Dragón Azul se desvaneció y la Roja llenó la bola.

—Malystryx, la Roja, el dragón que tanto preocupa a nuestro colega el Hechicero Oscuro. Ella también está involucrada en este asunto. Y una mujer. —Sobre la cara de Malys apareció la de una mujer joven con cabello negro rizado y dulces ojos castaños—. Kitiara Uth Matar —dijo el Custodio—. Murió hace muchos años, antes de que tú nacieras, pero su espíritu tiene alguna relación con todo esto.

Separó las manos del cristal y las imágenes se desvanecieron.

—No permitas que tus amigos recuperen la magia arcana, pues la pondrán en manos de un señor supremo. Te entregaré el anillo de Dalamar cuando sepamos con seguridad cómo usar los objetos mágicos y cuando no haya ningún dragón involucrado.

—Tengo que detenerlos.

Palin se levantó y salió rápidamente de la habitación, pensando ya en el encantamiento que lo transportaría a la bóveda de Goldmoon. Cuando bajaba por la escalera se chocó con el Hechicero Oscuro, que lo despidió con una inclinación de cabeza.

—¿Has disfrutado de tu charla con tu tío Raistlin? —preguntó el hechicero.

Pero Palin Majere no pudo contestar. Comenzaba a volverse transparente mientras la piedra que pisaba se convertía en la costa de la Ciudadela de la Luz.

* * *

Poco antes del atardecer el cielo se cubrió de nubarrones grises. Jaspe caminó laboriosamente hacia sus amigos reunidos en el claro. Esperaba que la tormenta no se desatara hasta la noche, después de que salieran las estrellas y celebraran la ceremonia para destruir los objetos mágicos. Después el nivel de magia de Krynn aumentaría, los hechiceros se agruparían y tendrían alguna esperanza de vencer a los señores supremos. Sólo entonces podría llorar a Goldmoon.

Mientras el sol descendía hacia el horizonte, pequeños relámpagos comenzaron a danzar entre las nubes y sonaron truenos suaves, semejantes al lejano repique de un tambor.

Sageth seleccionó un punto donde no había piedras y el suelo era plano. Allí esperaron a que se pusiera el sol. La creciente oscuridad del cielo encapotado comenzaba a ocultar los últimos rayos rojos y anaranjados.

—La magia —dijo el anciano mientras consultaba la tablilla—. Ya es la hora.

Ampolla se preguntó cómo hacía el viejo para leer con esa luz y tomó nota mentalmente para preguntárselo cuando acabara la ceremonia. No quería distraerlo en ese momento.

—Primero la lanza. —Sageth alzó la vista al cielo y señaló una brecha entre las nubes donde se divisaba una estrella—. Poned la lanza aquí.

Jaspe tradujo las palabras de Sageth a Groller. Tras echar un último vistazo a la reliquia de Huma, el semiogro la colocó con cuidado en el suelo, en el sitio indicado por el anciano.

—Ahora el Puño de E'li. Comprobad que toque la lanza. —Jaspe, todavía agotado por la excursión a la Ciudadela, jadeaba al andar—. Y los medallones. Aseguraos de que las cadenas toquen las armas.

Ampolla dio un paso al frente y se quitó el medallón del cuello. Hizo lo que le decían y luego retrocedió con la vista fija en el regalo de Goldmoon. Jaspe sacó el otro medallón del bolsillo y lo colocó junto al primero.

—¡No!

Palin apareció de súbito y corrió hacia ellos, con la Túnica Blanca iluminada por los relámpagos.

—¡No le deis el medallón! ¡No le deis nada! ¡Es un truco!

Rig fue el primero en reaccionar. Dio un salto y cogió el mango de madera del cetro. En ese preciso instante el suelo pareció derretirse bajo sus pies; la hierba se disolvió y la tierra se convirtió en arenas movedizas. Rig comenzó a hundirse en el barro. Dio un respingo y procuró salir del pozo, pero sólo consiguió sumergirse más profundamente. Pronto estuvo cubierto por completo; el marinero sintió una opresión en el pecho y pensó que la falta de aire iba a hacerlo estallar. «Shaon —pensó—. Quizá volvamos a reunimos antes de lo que esperaba.» Luego sintió que unas manos grandes lo sujetaban. Groller lo sacó a la superficie, donde el marinero escupió una bocanada de barro y arena.

El semiogro lo arrastró fuera de la zona, y Rig vio que Palin, Jaspe, Feril, Fiona y
Furia
también corrían. Las tierras movedizas se extendían, amenazando con devorarlos a todos.

Fiona rodeó el pozo de tierras movedizas con la espada en alto, reflejando la luz de los relámpagos.

Palin tenía algo en las manos y recitaba un encantamiento. Feril hacía otro tanto, pero sus palabras no eran lo bastante rápidas y las tierras movedizas iban a tragarlos de un momento a otro. Se extendían como una marea junto a sus tobillos y salpicaban sus rodillas.

Al otro lado del pozo, Sageth echó la cabeza atrás y rió. La tablilla de arcilla se derritió en sus manos y cobró la forma de un hombrecillo de un palmo de estatura que se sumó al perverso regocijo del anciano.

—Has estado bien —dijo Fisura—. Estoy orgulloso de ti. —El diminuto hombrecillo gris miró a su cómplice y guiñó uno de sus grandes ojos negros. Luego sonrió, exhibiendo una ristra de pequeños dientes puntiagudos—. Tormenta sobre Krynn se alegrará. Y, cuando todo esto haya terminado, nos recompensará a los dos.

El hombrecillo gris hizo una señal a la tierra, que escupió la lanza de Huma y los medallones de Goldmoon. Los objetos cayeron junto a sus minúsculos pies. Luego hizo otra señal y la tierra se endureció como una roca, atrapando a Palin y sus amigos.

Un rayo trazó un arco en el cielo y cayó junto a Rig, haciendo temblar la tierra. Se oyó un trueno ensordecedor y comenzó a llover. Era una lluvia fuerte, brutal, pero también desagradablemente cálida, y ahora el viento feroz la empujaba sobre ellos en línea oblicua.

Palin continuó recitando su encantamiento, un hechizo complejo que no podía practicar a la ligera. Feril terminó primero, y un bloque de arena solidificada saltó y alcanzó en la sien al hombrecillo gris. Fisura se tambaleó por el impacto, pero enseguida recuperó el equilibrio. Como buen amo del elemento tierra, ésta no podía dañarlo ni detenerlo.

Colgó el medallón de su corto cuello, cogió el extremo de la Dragonlance y atrastró el arma tras él. Sageth dio media vuelta y lo siguió.

Otro rayo iluminó la silueta de la pareja que se alejaba y la de una figura que se aproximaba. Un dragón emergió de entre las nubes y comenzó a descender hacia ellos. El dragón con escamas de color zafiro y resplandecientes ojos amarillos soltó un rugido feroz. Los rayos danzaban sobre sus dientes y garras antes de precipitarse sobre la tierra.

—¡Khellendros! —exclamó Feril.

Sageth y el huldre continuaron andando hacia el norte.

—Parece que todo marcha a las mil maravillas —dijo el anciano—. ¿Cuándo recibiré mi recompensa por mi participación?

—Creo que ahora —respondió Fisura.

Miró al anciano y extendió sus dedos, largos y delgados. Lo tocó y un instante después le robó los pocos años que le restaban de vida. Sageth se convirtió en piedra, la piedra en polvo, y la lluvia rápidamente barrió los últimos vestigios del viejo.

Fisura sonrió y siguió su camino, mirando atrás de vez en cuando para ver si Tormenta sobre Krynn había terminado de jugar con esos tontos.

—¡Majere! —La palabra salió como un trueno de la boca del dragón—. ¡Ya te he dejado vivir demasiado!

Khellendros batió las alas, aumentó la velocidad y descendió con la cabeza inclinada hacia sus enemigos atrapados.

Sus ojos se posaron sobre el hechicero, que luchaba por liberarse, y pensó en Kitiara.

—¡Hijo de los enemigos de Kitiara! —bramó.

Deseó que su amada compañera estuviera allí para ver su victoria y saborear su éxito. Juró que ella se enteraría. Cuando encontrara su espíritu y la trajera de nuevo a Krynn, la deleitaría con la historia del día en que había matado a Palin Majere y robado la magia para hacer posible su regreso. Dejaría a uno o dos de los otros vivos para que continuaran importunando a Malys.

Fiona había escapado por poco de la trampa de piedra. Permanecía en pie y blandía la espada con actitud desafiante, animando al dragón a que se acercara. La joven solámnica sabía que enfrentarse a un dragón de ese tamaño significaba una muerte segura, pero no hacerlo sería traicionar todo aquello en lo que creía.

—¡Skie! —gritó, usando el nombre con que los humanos habían bautizado al dragón—. ¡Lucha contra mí! ¡No soy una presa indefensa!

A su espalda, Rig levantó el cetro por encima de su hombro.

—Se supone que esto es un poderoso objeto mágico —dijo para sí—. Veamos si es verdad.

Empuñó el Puño de E'li con las manos sudorosas y golpeó con él el suelo de piedra que lo tenía atrapado. La parte superior del cetro, semejante a la cabeza de una maza, cayó con un ruido a cristales rotos que hizo vibrar el aire y quebró la piedra, abriendo grietas que se extendieron en todas las direcciones como las hebras de una telaraña.

—¡Es mágico de verdad! —El marinero se liberó rápidamente y levantó el cetro junto a los pies de Feril—. Ahora tú —dijo.

Khellendros abrió las fauces y descargó un rayo grueso y resplandeciente. El señor supremo descendió velozmente y aterrizó a unos palmos de Feril y Rig. Mientras la kalanesti pronunciaba otro encantamiento, Rig luchó por mantener el equilibrio y golpeó la piedra junto a sus pies. Poco después, Feril también estaba libre.

Jaspe renunció a sus infructuosos intentos de resistirse a la tierra endurecida por arte de magia. Respiraba aguadamente y se sentía extremadamente mareado.

—Si es voluntad de Reorx, me reuniré contigo, Goldmoon —dijo.

A unos pasos de allí, Palin apretó los dientes e hizo un esfuerzo por mantener la concentración. Prácticamente había concluido su hechizo. «Puede salvarnos —pensó—.
Tiene
que salvarnos o moriremos y todo estará perdido.»

Furia,
que había conseguido liberarse por milagro, estaba junto a Palin y ladraba al dragón. La energía que el hechicero había estado absorbiendo del aire se hizo más intensa y rápida. Cuando la última palabra del hechizo salió de sus labios, sintió la fuerza arcana subiendo por sus extremidades.
Furia
aulló y el hechicero se dobló, agotado por el esfuerzo.

Mientras el dragón bajaba en picado, Fiona le lanzó una estocada y lo alcanzó en el vientre. Por desgracia, su espada fue incapaz de atravesar las duras escamas.

—¡Hazme caso, dragón! —gritó—. ¡Lucha conmigo!

—¿Temes a la muerte, Majere? —silbó Khellendros—. ¿Me temes?

Abrió la boca para descargar otro rayo, pero un súbito torrente de mercurio le golpeó un flanco, empujándolo y obligándolo a alejarse de su presa.

—¡Jaspe! —gritó el marinero al ver que el dragón estaba distraído—. ¡Ahora voy!

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