El enviado (60 page)

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Authors: Jesús B. Vilches

Tags: #Fantástica

BOOK: El enviado
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Fue durante esos días cuando fue revelada una de las noticias más trascendentales jamás recibidas y que cambiaría notablemente el curso de los acontecimientos. Al menos en la apreciación que de ellos teníamos. Como si de un secreto divulgado a voces se tratase, desconocido para nosotros, así el mundo que nos rodeaba discurría por unos derroteros que nosotros ignorábamos, pero que, en fin, eran reales y seguirían siéndolo a pesar de nuestra ignorancia.

Ishmant terminó congregando a los jóvenes y narrándoles los trágicos eventos del pasado. Una vez los tuvo dispuestos para escucharle, les miró, con esos ojos oscuros que ningún elfo poseería jamás durante un largo momento, tanto que incluso los jóvenes, al sentirte estudiados, comenzaron a inquietarse.

—Allwënn y Gharin me han contado vuestra historia pero preferiría oírla de vuestros labios—. Anunció tras la dilatada pausa. Los jóvenes se miraron un tanto incrédulos por el inesperado interés y durante unos instantes anduvieron perdidos en esa incertidumbre. Los elfos también se miraron entre ellos pues la petición del humano no era la que ellos esperaban. Con todo, Alexis tomó a su cargo, como ya una vez lo hiciera, relatar la historia. A veces corregido o completado por sus amigos, mucho más distendidos que la última vez que tocaron el tema, narraron al paciente personaje cómo aseguraban haber llegado hasta allí. Ishmant, al parecer ciertamente interesado, les escuchaba con un rostro impasible que denotaba la extraordinaria atención que les prestaba. El guerrero no mutó su expresión durante todo el discurso, habitualmente interrumpido entre los propios interlocutores para añadir o rectificar en lo dicho. Tampoco lo interrumpieron los elfos pese que a Allwënn esta segunda versión le pareció tan descabellada como la primera y Gharin se esforzaba por intentar rescatar una verdad que se resistía a aparecer con evidencia. La narración atravesó el accidente del puente y la ciudad esmeralda de los elfos hasta culminar con lo hechos en los que Ishmant se había visto implicado. Cuando la historia dio trazas de concluir, los jóvenes esperaban del guerrero una reacción parecida a la mostrada por la pareja de ladrones. Sin embargo, volvió a guardar un silencio de sepulcro. Sus ojos parecían los ojos de un buitre: muertos y a la vez brillantes. Con ellos que les escudriñaba el alma.

Tras un instante, dirigió una mirada mortal a los elfos aunque ellos no se sintieron amenazados por sus pupilas. Al fin dijo...

—Poco importa si lo que he oído es la verdad o lo que vosotros creéis que es. En poco o nada van a cambiar las cosas si sois lo que decís o eso sólo es un producto que habita en vuestra mente. Lo importante es que ignoráis hechos muy importantes. Hechos que sí serán decisivos en vuestra existencia y no pueden seguir en lo desconocido por más tiempo.

Dicho esto comenzó a narrar:

«Hoy es el cuadragésimo primer día de la nueva estación de Alda del año 1371 según el calendario Imperial. Año 2372 después de la Escisión elfa. Correspondería al 207 de la Dinastía Van’ Haaldhurr
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. El lugar que pisáis es conocido en la lengua común como El Mundo Conocido. Lo llaman los elfos desde antaño en todas sus lenguas el Shaärylvâhlla’ y los enanos le otorgan el nombre del ‘Urdh'Ghâssam—. Allwënn se llevó las manos a la cara en un gesto de incomprensión al escuchar a su amigo explicar asuntos tan extraordinariamente elementales. Tan ridículo se sintió escuchando una conversación desde un principio tan innecesaria como estúpida que recogiendo sus armas se levantó y se marchó. Ishmant pasó pronto de las nociones de geografía a remitirse a los hechos acaecidos más recientemente.

—En el invierno de 1348 c.I, los templos de la diosa Kallah se levantaron en armas en todas las ciudades del Imperio y mataron a sangre fría. En muchos lugares se los contuvo pero tomaron posesión y control de numerosos enclaves estratégicos. Cortaron suministros, asediaron y reorganizaron sus fuerzas. Lo peor es que no hubo tiempo de reaccionar. Todas las ciudades fueron atacadas al mismo tiempo y cuando aquellas que lograron sobreponerse a las revueltas estuvieron en condiciones de prestar apoyo ya se habían perdido demasiados hombres, cortado demasiados caminos, hundido demasiados barcos y destruido demasiadas ciudades y los siervos de Kallah habían dispuesto del tiempo suficiente para afianzarse y contener cualquier ofensiva—. Esta vez eran los jóvenes los que habían sido atrapados en la fabulosa red de la imaginación y tuvieron que realizar un esfuerzo considerable por creer la veracidad de los hechos que el guerrero contaba—. Los ejércitos de Kallah, vertebrados por los poderosos clanes de guerreros Neffarai, eran diestros pero poco numerosos. Se les tenía prohibido exceder de un número de efectivos pero se entiende que planeaban la revolución desde tiempos inmemoriales y adiestraron a muchos hombres en la clandestinidad. A pesar de todo seguían sin ser número suficiente para abordar una conquista a tan gran escala. Entonces aparecieron los orcos. Y los goblins. Los Saurios, Hombres Bestia, Ogros... Por separado estas criaturas jamás habían representado una seria amenaza que no fuese más allá de la rapiña de una horda de bandoleros. Son criaturas violentas, con demasiadas diferencias internas entre los propios clanes como para que pudiera haberse pensado en un ataque en masa de alguna de esas razas. Lo verdaderamente inconcebible era suponer una alianza que fructificase entre todas y las uniese bajo un mismo estandarte y una misma bandera.

«...Los Señores de la Guerra orcos unieron los clanes. Los Siivhani goblins unificaron a sus vástagos. Eso hicieron los Kaamakk Saurios y los Jefes de Guerra ogros. Las hordas bestia, los terribles Lanceros Oscuros de las familias Arnnamantes de centauros consumidos de las tierras ardientes, Los Dh'uur escorpión...»

«Llegaron de todas partes. Venían en todas direcciones plagaron las tierras libres. Todos llegaron con una fuerza incontenible, con una furia insaciable a engrosar las filas iniciadas por las tropas oscuras de la negra diosa y se formó el ejército que llamaron del Exterminio».

«Los rumores se extendían como el fuego sobre la paja seca. Los grandes Duques de la Guerra de los ejércitos de Kallah, sus monjes, sus Señores del Acero y sus Maestres proporcionaron una estrategia y orden a la mayor horda jamás conocida. Poco se pudo hacer entonces. Con el ejército imperial diseminado y malherido se buscaron las reservas desde Ciudad-Imperio y se convocó una mesa urgente del Gran Concilio y la Cámara de Defensa Imperial. Se había perdido contacto prácticamente con el resto de las ciudades importantes y aquellas alejadas del centro de Arminia que consiguieron reponerse fueron barridas rápidamente por el creciente ejército exterminador».

«De las arduas reuniones se planificó un desesperado plan de ataque, tan arriesgado y descabellado como esperanzador. Las últimas fuerzas imperiales se dividirían en cinco frentes comandadas por los Altos Mariscales de la legión y sus generales. Uno quedaría en la capital para asegurar sus murallas y los siguientes iniciarían las llamadas Cuatro Campañas de la Gloria: la del N’wan’Dallah, en las agrestes tierras del oeste. La del Tylz-Idleayann hacia el sur. La gran campaña del L-Ghauram y la desesperada apuesta en el Dárq’ T’allumm
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. La primera en caer fue la del sur. El Tzuglaiam había sido conquistado muy rápidamente y las tropas allí resultaban demasiado fuertes. La carnicería se produjo en el Oeste. No regresó ni un solo soldado pero contuvieron con valor el avance enemigo durante mucho tiempo. Las campañas más efectivas fueron las otras. En el norte se avanzó y reconquistó buena parte hasta llegar a la frontera con el Armín y en el Este se obligó a retirarse hasta la línea de costa realizando una operación de abrazo entre las dos fuerzas imperiales, el invierno acuciante en una y el imparable avance de las tropas del sur en la otra, sin ninguna fuerza que pudiese controlarlas, resultaron cruciales para la derrota de ambos frentes».

«Se ha hablado mucho sobre quién dirigió tan aplastante escuadra sobre los hombres. Quién logró reunir a tantos seres y tan dispares haciéndoles pelear hasta la muerte bajo sus órdenes. Poco se sabe. Hay rumores que aseguran haber visto criaturas terribles en los campos de batalla, tres y cuatro veces un hombre, que mataban soldados con las manos desnudas. Demonios y espectros de las profundidades del abismo de Sogna y que los muertos se levantaban para luchar contra sus hermanos en vida. Los hay que cuentan haber visto a una criatura gigantesca, un guerrero embutido en una armadura terrorífica y terrible que inspira el temor sólo con escuchar su nombre. Un ser que comanda las legiones y a cuyos pies se arrodillan vencedores y vencidos por igual. Dicen que responde a la advocación de Señor de la Destrucción y le llaman: el Némesis».

«Belhedor cayó inevitablemente después de un asedio terrible. De poco sirvieron las tropas ni las murallas. El emperador y los altos oficiales que aún quedaban fueron ejecutados. La oscuridad se cernió sobre los hombres. La población entera de la capital imperial fue masacrada y con ella se decretaba el exterminio total de los humanos».

«Los reinos enanos, los bosques elfos fueron respetados. Al menos lo han sido aparentemente hasta ahora y ninguna otra raza tenía posibilidad o estuvo dispuesta a socorrer a los humanos. Hemos sido exterminados de la faz del mundo sin motivos y sin piedad. Hoy por hoy apenas se cree que los haya y el exterminio, a menos de manera oficial ha sido levantado. Ya no hay persecuciones porque oficialmente el humano ya no existe. Es historia. Ha sido exterminado».

«Una fuerza oscura gobierna desde Belhedor ahora y lo que un día fue una floreciente civilización, hoy son las ruinas y los despojos de su pasado. Las tropas de Kallah y sus criaturas dominan las ciudades y los caminos. Una ley oscura y terrible se dicta entre los muros de Belhedor y se extiende a todas las fronteras. Entre ellas existe un mandato que prohíbe tratar con humanos. Hablar con un humano es un delito. Alimentarlo, esconderlo o sencillamente acompañarlo se paga con la vida. Eso os convierte a vosotros y a mí en piezas de colección cuyas cabezas valen una fortuna. Y a los elfos que nos acompañan les hacemos correr un peligro de muerte. Ahora comprenderéis mejor la ruta tomada por tan impracticables terrenos. Éste es nuestro mundo ahora y así es como habréis de conocerlo».

El silencio se adueñó de todo tras la última palabra de Ishmant. Los jóvenes se miraron entre ellos estupefactos y un tanto sorprendidos por las revelaciones. Había sido demasiado denso, demasiado impacto en tan poco tiempo. Necesitarían algunos días para asimilarlo por completo, pero al menos, por una parte se sentían más integrantes de lo que ocurría. Al menos ahora tenían un por qué, aunque no fuese para nada gratificante.

Yo también lo supe. De hecho, algún tiempo antes que ellos. Alann acabó confesándome la situación. Un secreto como aquél no puede ocultarse por mucho tiempo y no pude sino preguntarme cómo había sido posible pasar tantos días con los elfos y seguir desconociéndolo.

«La mayoría de los que aquí habitamos provenimos de Yronn, un pueblo a orillas del S’uam. Cuando los templos de Kallah se revelaron y tomaron la ciudad, el Capitán y un grupo de sus hombres, junto a la Dama Gwydeneth y los mercenarios de Akkôlom consiguieron conducir a algunos refugiados hasta estos bosques. Su oscura leyenda mantuvo a raya a los
pieles verdes
. Por aquellos entonces yo aún era apenas un bebé. Tarde o temprano terminas conociendo estas gestas».

«Durante un tiempo estuvimos atentos a las oleadas de refugiados que bajaban del S’uam y recogíamos a tantos como pudimos. Así, por ejemplo llegaron Taarom y otros que huían del Ducado de Dáhnover. Así encontramos también a Thurg, Ghraam y Halverg: los enanos. Habían escapado de las minas del Urtha. Pero pronto dejaron de aparecer. De hecho tú eres el primer humano vivo que hemos visto en casi veinte años, por eso tanta expectación. Las pocas noticias que recibíamos del exterior apuntaban a auténticas masacres. Dijeron que las tropas del imperio habían iniciado una ofensiva y que una gran legión se acercaba hacia el sur y otra bajaría del norte por la línea de las tierras occidentales. Aquí no llegamos a ver ninguna coraza imperial, ningún penacho, ninguna lanza».

«La Dama y Akkôlom idearon este emplazamiento en los árboles y reorganizaron a los habitantes. El Capitán adiestró a los hombres y colaboró en las tareas de construcción. Hoy día estamos organizados de forma que nadie puede acercarse a este lugar sin que nosotros lo delatemos antes. Es nuestro hogar y ha permanecido seguro durante veinte años».

Pregunté cómo me encontraron y durante cuánto tiempo estuve inconsciente. La patrulla de Forja me encontró.

—Forja y su patrulla detectaron vuestra presencia en los límites exteriores y decidieron seguiros. Caminasteis durante mucho trayecto cerca de los márgenes del bosque y decidieron no intervenir. No erais ningún peligro para la seguridad de nuestro enclave, bien oculto en el corazón del bosque, pero no os perdieron el rastro. Cuando virasteis hacia las profundidades empezaron a preocuparse. Fue entonces cuando se detectó a los perros goblins y parecía claro que os seguían así que decidieron esperar y salir cuando la oportunidad fuese la más idónea para intervenir. El puente hacia la ciudadela fue el momento. Nos vestimos como las viejas Custodias elfas para atacar a los intrusos. Eso hace que en estos bosques se mantenga viva la leyenda y disuade a los posibles intrusos. Te rescataron de las aguas y al ver que tus amigos continuaban hacia la ciudadela, decidieron regresar al campamento. Este enclave está diametralmente opuesto a la dirección que ellos tomaron y con el susto en sus cuerpos, es más rentable dejarles salir para que nuestra mascarada corra de boca en boca. Lamento lo de tu amigo. Esa espada goblin le dio un tajo de muerte. No se pudo hacer nada por él.

Falo había muerto durante el ataque de los goblins. Aquello fue un mazazo terrible para mí. No había querido creerlo. Esperaba que aquel incordioso compañero de viaje siguiese importunando a mis amigos. Que Allwënn hubiese conseguido salvarle ya que no logró evitar mi caída. Pero la evidencia me hizo saber que no era así. Alann me preguntó sobre el pasado y mi historia pero, hábil de mí, resolví tan embarazosa situación fingiendo una amnesia total desde mi accidente y fue fácil de creer por todos. No quería hacerme señalar tan pronto y preferí reservar mi propio secreto hasta sentirme seguro.

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