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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

El Prefecto (15 page)

BOOK: El Prefecto
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—¿Entonces confías en mí?

—Ya te lo he dicho. Sal ahí afuera y mira debajo de todas las piedras que quieras. Estaré a tu lado.

9

El látigo cazador era un nervioso garabato negro contra un fondo de luz roja. El sirviente escolta se había estropeado, pero le había dado a Thalia instrucciones claras sobre el lugar donde tenía que ir. Aceleró el paso. El cilindro le pesaba mucho en la cadera. Llegó a un enorme espacio parecido a un estadio. Estaba en un balcón rodeado de una baranda, y la pared opuesta se encontraba a unos cien metros de distancia. Estaba dividida en innumerables particiones parecidas a cajas, apiladas en diferentes niveles, pero la luz roja era demasiado tenue para que Thalia pudiera ver algo más. Si miraba hacia el techo solo veía oscuridad, y no tenía ni idea de lo alto que podía ser.

A su lado, el látigo cazador chasqueó nerviosamente y evaluó el nuevo espacio en que se encontraba.

—Tranquilo —le susurró—. Mantén posición defensiva uno.

Entonces una nueva voz salió de ningún sitio.

—Bienvenida, Thalia. Le habla Orson Newkirk. Siento los problemas que ha tenido con el sirviente.

Ella alzó la voz para que la oyera.

—No puedo verlo, ciudadano Newkirk.

—Disculpe. Es de muy mala educación no recibir a los invitados, pero hacía mucho tiempo que no me desconectaban y ha habido un problema con una de las válvulas de desconexión. Ahora ya está todo arreglado. Ahora mismo bajo. Estaré con usted en un santiamén.

—¿Que baja? —preguntó Thalia mirando hacia arriba.

—¿Qué sabe de nosotros exactamente, Thalia? —preguntó Newkirk con voz divertida.

—Sé que no se meten en líos con Panoplia —respondió de forma ambigua para ocultar su ignorancia.

—Bueno, eso está bien. Al menos no ha oído nada malo.

A Thalia se le estaba agarrotando el cuello.

—¿Debería?

—Tenemos nuestros críticos. Gente que piensa que el nivel de abstracción que practicamos aquí es erróneo, o inmoral.

—No he venido a juzgarlos, sino a instalar un parche de
software
.

Ahora podía ver algo en la oscuridad: una mota de luz que descendía hacia ella. Cuando Orson Newkirk fue totalmente visible, Thalia vio que estaba encerrado en una caja rectangular de cristal, que estaba siendo bajada por una línea apenas visible. La caja no era mucho más grande que una maleta.

Era un busto, pensó Thalia: una cabeza humana, la mitad del torso superior, y nada más. Nada debajo de las costillas. Ni brazos, ni hombros. Solo una cabeza y un pecho. La base de su torso desaparecía en un dispositivo de soporte vital en forma de anillo. En la parte posterior tenía un armazón reforzado que sostenía el torso, el cuello y la cabeza.

—Dicen que solo somos cabezas —dijo Newkirk en tono simpático—. ¡Están completamente equivocados! Cualquiera puede mantener viva una cabeza, pero sin el entorno hormonal del resto del cuerpo, no consigues nada remotamente parecido a la consciencia humana. Somos criaturas de química, no cables. Por eso conservamos lo que necesitamos y tiramos el resto. Sigo teniendo glándulas, ¿sabe? Las glándulas marcan toda la diferencia. Las glándulas hacen al hombre.

—¿Todas sus glándulas? —preguntó Thalia, mirando el torso truncado.

—Las cosas pueden cambiarse de sitio y redirigirse, Thalia. Ábrame y encontrará un uso del espacio muy eficaz.

La caja se detuvo y la cabeza de Newkirk quedó a la altura de Thalia.

—No lo entiendo —dijo ella, pensando en los resonantes y mohosos espacios que acababa de atravesar—. ¿Por qué se han hecho esto? No necesitan el espacio.

—No se trata de espacio, sino de recursos.

Newkirk le sonrió. Tenía el rostro de un hombre joven no carente de atractivo, si se ignoraba todo lo demás. Sus ojos eran dos órbitas blancas excepto por el diminuto puntito de la pupila. Temblaban sin cesar, igual que el movimiento coordinado de alguien sumido en un profundo sueño REM.

—¿Recursos? —preguntó ella.

—Los fondos tienen que usarse de la forma más eficaz posible. En Sea-Tac viven más de un millón de personas. Si cada una de ellas tuviera las necesidades energéticas de un humano adulto, gastaríamos tanto dinero alimentándolas y dándoles de beber que no nos quedaría ni un céntimo para la amplitud de banda.

—¿La amplitud de banda? —preguntó Thalia, insegura de adonde conducía aquella conversación.

—Para la abstracción, por supuesto —respondió Newkirk, sorprendido de que no fuera obvio.

—Pero si no hay. Mis gafas no funcionaban.

—Porque estaba fuera del núcleo participativo. Está fuertemente protegido. No malgastamos ni un vatio de abstracción donde no es necesaria.

Ella lo interrumpió.

—¿Dónde está todo el mundo, ciudadano?

—Estamos todos aquí.

Las luces brillaron y descendieron en una ola desde un punto que parecía casi infinitamente lejano. Thalia vio hileras e hileras de compartimentos, cada uno de los cuales contenía una caja de cristal idéntica a la de Newkirk. No había espacio para todo aquello dentro del hábitat, pensó.

—¿Por qué se han hecho esto?

—Esa no es la pregunta adecuada. Lo que debería preguntarme es a quién tiene que matar para unirse a nosotros.

Ella rió, nerviosa.

—No, gracias.

—No sabe lo que se pierde.

—Puede que no. Sé me gusta tener un cuerpo, ser capaz de andar y de respirar.

—Pero no sabe nada de la abstracción. Si la experimentó antes de convertirse en prefecto, ahora ya es solo un recuerdo lejano. Como vislumbrar las puertas del cielo entre una grieta en las nubes antes de que vuelvan a cerrarse.

—He probado la abstracción. Tuve implantes antes de unirme a Panoplia.

—La ha probado, sí. Pero solo en Sea-Tac se puede conocer el éxtasis de la inmersión total.

Thalia miró el espacio abierto, las cajas apiladas en la pared lejana, el interminable desfile de bustos humanos.

—Están en otra parte, ¿verdad? Mentalmente, quiero decir. Sus mentes no están en Sea-Tac.

—¿De qué serviría? Ellos son los únicos ciudadanos reales del Anillo Brillante, los únicos que lo habitan de verdad. Sus mentes están ahí afuera, Thalia, esparcidas por todo el volumen del espacio cercano a Yellowstone, un coro invisible, ángeles en la arquitectura.

—Han pagado un precio muy alto.

—Pagarían gustosos diez veces más.

—Debería comenzar con la actualización —dijo Thalia.

—El núcleo de voto está situado al final del eje. Siga el camino y la llevará a la base en dos rotaciones.

Thalia hizo lo que el ciudadano Newkirk le había dicho. Cuando llegó al final del eje (Newkirk también descendió hasta que se quedó flotando a tan solo un metro del suelo), extendió la mano derecha e invocó al látigo cazador. Este saltó hacia su mano y retrajo el filamento con un chasquido supersónico. Thalia se lo abrochó al cinturón.

—Le voy a explicar lo que tengo que hacer. Voy a abrir una ventana de acceso de diez minutos en la arquitectura interna del núcleo de voto. —Dio un golpecito al cilindro que había traído con ella—. Luego realizaré una actualización menor del
software
. No tendré que desactivar la abstracción más de unos pocos milisegundos. —Echó una ojeada a la pared de bustos—. No se darán cuenta, ¿verdad?

—¿Unos pocos milisegundos? No creo. De todos modos, la introducción de
software
en sus implantes restará importancia a cualquier fallo.

—Entonces, no hay razón para no empezar de inmediato.

El cilindro de Thalia se abrió como la caja de un puzle, y mostró estantes de herramientas especializadas y disquetes de datos codificados por colores. Sacó la primera de las cuatro autorizaciones de un solo uso y la sostuvo a la altura de los ojos. La presionó con los dedos y el texto se esparció en la superficie del rectángulo.

—Soy la prefecto de campo ayudante Thalia Ng. Confirme invalidación del acceso de seguridad Probidad Tres Saxífraga.

—Invalidación confirmada —respondió el aparato—. Dispone de seiscientos segundos de acceso.

—Muestre puerto de entrada dieciséis.

El núcleo de voto bajó hasta el suelo como un periscopio y rotó sobre su eje. Apareció una ranura iluminada. Thalia alargó la mano hacia el cilindro y extrajo el disquete que contenía la actualización de
software
relevante. Metió el disquete en la ranura y se tranquilizó al sentir que el pilar lo aceptaba. El disquete desapareció en el núcleo de voto, acompañado de una serie de débiles ruidos sordos.

—El disquete contiene un fragmento de datos. ¿Qué quiere que haga con este fragmento de datos, prefecto de campo ayudante Ng?

—Use el fragmento para sobrescribir los contenidos del segmento de datos ejecutable alfa alfa cinco seis uno. —Se giró hacia Newkirk y susurró—: Solo será un instante. Es un fragmento ejecutable, así que no será necesario recompilar la pila operativa principal.

—No puedo sobrescribir los contenidos del segmento de datos ejecutable alfa alfa cinco seis uno —dijo el núcleo.

Thalia sintió una gota de sudor en la frente.

—Clarifique.

—La operación solicitada provocaría un conflicto de fase terciaria en la matriz de memoria virtual que dirige la imagen ejecutable en el segmento kappa épsilon nueve nueve cuatro.

—¿Algún problema, prefecto? —preguntó Newkirk con amabilidad.

Thalia se secó la frente.

—Nada que no pueda resolver. La arquitectura es un poco más compleja de lo que esperaba. Quizá tenga que desactivar la abstracción un poco más que unos milisegundos.

—¿Cuánto es un poco más?

—Tal vez una décima de segundo.

—Eso no pasará desapercibido.

—Dispone de cuatrocientos ochenta segundos de acceso, prefecto de campo ayudante Ng.

—Gracias —dijo Thalia intentando no sonar demasiado nerviosa—. Por favor, evalúe lo siguiente. Suspenda la ejecución en tiempo de ejecución de todas las imágenes entre los segmentos alfa alfa a kappa épsilon incluido, luego sobrescriba el segmento de datos que le he solicitado. Confirme que esto no implicará una suspensión del acceso a la abstracción superior a cien milisegundos…

—El conflicto de fase terciaria quedaría entonces resuelto, pero surgiría un conflicto de fase cuaternaria.

Thalia maldijo entre dientes. ¿Por qué no había explorado la arquitectura antes de abrir la ventana de acceso de un solo uso? Habría averiguado todo lo que necesitaba sin usar los privilegios de Panoplia.

De repente, vio una salida.

—Dígame qué sería necesario para instalar el nuevo segmento de datos.

—El nuevo segmento de datos puede ser instalado, pero será necesario volver a construir todas las imágenes ejecutables en todos los segmentos entre alfa alfa y kappa épsilon incluido.

—¿Estatus de la abstracción durante el tiempo de inactividad?

—La abstracción quedará totalmente suspendida durante la reconstrucción.

—¿Tiempo estimado de la reconstrucción? —preguntó Thalia con la garganta seca.

—Trescientos cuarenta segundos, con un margen de diez segundos para un intervalo de confianza del noventa y nueve por ciento.

—¿Tiempo restante en la ventana de acceso?

—Dispone de cuatrocientos seis segundos de acceso, prefecto de campo ayudante Ng.

Miró a Newkirk, que estaba examinándola con expresión divertida, si es que su máscara transmitía alguna clase de expresión.

—Ya ha oído lo que ha dicho la máquina —dijo Thalia—. Perderán abstracción durante más de cinco minutos. Tengo que empezar la reconstrucción en el próximo minuto para tener la oportunidad de acabarla antes de que se cierre la ventana.

—¿Y si no se reconstruye a tiempo?

—El núcleo cambiará al modo de seguridad por defecto. Entonces necesitaré una autorización de más de seiscientos segundos para desbloquearlo. Podrían quedarse varios días sin abstracción, pues Panoplia está muy ocupada en este momento.

—Perder abstracción durante cinco minutos nos costará caro.

—Ojalá hubiera otro modo de hacerlo. Pero tengo que empezar esa reconstrucción.

—Entonces haga lo que tenga que hacer.

—¿Desea avisar a los ciudadanos? —preguntó Thalia.

—No les serviría de nada, ni a ellos ni a mí. —Endureció el tono de voz—. Comience, prefecto. Acabemos con esto.

Thalia asintió y le ordenó al núcleo de voto que comenzara la reconstrucción.

—La abstracción quedará interrumpida dentro de diez segundos —le informó el pilar—. Se reanudará dentro de trescientos cuarenta segundos.

—Tiempo en ventana.

—La ventana de acceso se cerrará dentro de trescientos cuarenta y cuatro segundos.

—Le gusta apurar —dijo Newkirk.

Thalia iba a responder, pero cuando estaba abriendo la boca se dio cuenta de que no serviría de nada. El rostro del hombre se puso rígido como una máscara. Sus ojos dejaron de parpadear. Parecía muerto; o mejor dicho, se había convertido en el busto de piedra que siempre había parecido.

Todos estarían igual, pensó Thalia. Un millón doscientas setenta y cuatro mil seiscientas dieciocho personas de Carrusel Nueva Seattle-Tacoma estarían ahora en el limbo, aislados del reino de la realidad abstracta que constituía todo su mundo. Solo con mirar a Newkirk, supo que no había conciencia dentro de aquel cráneo. Si su mente existía, estaba en otra parte, llamando a una puerta que permanecería totalmente cerrada durante otros cinco minutos.

Thalia estaba completamente sola en una sala que contenía más de un millón de personas.

—Deme una actualización —pidió.

—La reconstrucción avanza según lo previsto. Tiempo estimado de reactivación de la abstracción, doscientos noventa segundos.

Thalia apretó los puños. Iban a ser los tres minutos más largos de su vida.

—Siento volver a molestarla —dijo Dreyfus cuando la copia de nivel beta de Delphine Ruskin-Sartorious apareció en la sala de interrogatorios—, pero me preguntaba si le importaría responder a algunas preguntas más.

—Estoy a su disposición, como ya ha dejado perfectamente claro.

Dreyfus sonrió brevemente.

—No hagamos esto más difícil de lo que es necesario, Delphine. Puede que discrepemos sobre la santidad de las simulaciones de nivel beta, pero ambos estamos de acuerdo en que se ha cometido un crimen. Necesito su ayuda para llegar hasta el fondo del asunto.

Delphine tenía los brazos cruzados, y unas pulseras plateadas le colgaban de las muñecas.

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