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Authors: Malcolm Beith

Tags: #Politica,

El Ultimo Narco: Chapo (26 page)

BOOK: El Ultimo Narco: Chapo
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La noche del 20 de noviembre de 2006, Emma inició la competencia para ser la Reina de Canelas, un honor que se confiere cada año a la joven más hermosa del municipio de unos 2 mil habitantes. La tradición de reinas de belleza es sólida en Sinaloa. En todas partes del estado, incluyendo las ciudades grandes, las jóvenes esperan con ansias el día en que puedan entrar en el concurso local vestidas de largo y competir con sus amigas. Todos asisten a disfrutar del concurso, pues normalmente se mezcla con alguna feria de los productos y la agricultura de la zona (en el caso de Canelas, se elogian las guayabas y el café).

Emma enfrentaba la dura competencia de otras cuatro jóvenes, pero recibió algo de ayuda para ganar el concurso. Aunque sus rivales eran igualmente hermosas, ya corría el rumor de que tenía a alguien muy importante de su lado.

Al parecer, El Chapo se había prendado de la joven Emma el año anterior, cuando se había escondido en La Angostura, donde se conocieron. No está claro si su relación prosperó enseguida, pero es cierto que él se sentía atraído por ella.

Para el concurso, Emma se dispuso a organizar un gran baile, que es una parte tradicional de la lucha de las reinas para conseguir votos; la gente murmuraba sobre que El Chapo y sus hombres aparecerían pronto.

El día del baile, el 6 de enero, los vecinos de Canelas despertaron en medio de una niebla de invierno. Comenzaron a preparar la fiesta de esa tarde, que sin duda se prolongaría hasta entrada la noche. Entonces oyeron el estruendo.

En la montaña, por el camino que llevaba al pueblo, aparecieron unas 200 motocicletas todo terreno. Los visitantes llevaban pasamontañas negros y estaban armados con pistolas. Se repartieron por las entradas del pueblo y bloquearon todas las calles. Poco después, aterrizó en la pista aérea del pueblo un avión que llevaba a Los Cane los de Durango, un famoso grupo norteño de un lugar cerca de Tamazula, que se creía que era uno de los favoritos del Chapo. Los vecinos recuerdan que también estaban armados con pistolas con chapa de oro.

Hacia las cuatro y media de la tarde aterrizaron otros seis aviones pequeños. Un hombre descendió de una de las naves. Llevaba jeans, sudadera, tenis negros y una gorra. Llevaba un Kalashnikov AK-47, que en el mundo del narcotráfico se conoce como «cuerno de chivo». En el cinturón llevaba una pistola. El Chapo había llegado.

Nacho Coronel siguió a su jefe por la escalerilla del avión. Llegaron otras tres naves con hombres en uniforme verde olivo. Otros dos aviones llevaron armas y cajas de whisky.

Dos helicópteros volaban en círculos, vigilantes. Los Canelos de Durango abrieron el baile. Todo salió a pedir de boca y se alargó a la noche. El Chapo, un ávido bailarín según los que lo habían visto frecuentar las fiestas de los pueblos, dominaba la pista.

A la mañana siguiente, los hombres se fueron con la misma eficiencia con la que habían llegado. Los habitantes de la región recuerdan el día como si hubiera sido ayer, aun los que no estuvieron presentes.

El 2 de julio de 2007, el día que Emma cumplió dieciocho años, en La Angostura se celebró el cuarto matrimonio del Chapo. Se rumoró que varios altos funcionarios sinaloenses estuvieron entre los invitados.

Emma Coronel Aispuro se había convertido en Emma Guzmán Coronel, o como prefieren llamarla algunos periodistas mexicanos, «la reina Emma I». Los testigos dijeron a los reporteros que la noche de su boda, la belleza de piel blanca se veía feliz. En una foto en la que se ve bailando con El Chapo, al parecer esa misma noche, lanza una son risa tímida a su nuevo esposo, que llevaba gorra de beisbol y todavía tenía bigote. Él también se ve sonriente.

Los padres de Emma estaban orgullosos del enlace de su hija. Después de todo, el padre es empleado del Chapo, según los que aseguran que lo conocen. Cultiva marihuana y amapola.

Las revelaciones de la boda del Chapo fueron otra bofetada en el rostro de las autoridades mexicanas. Días después del gran baile en honor de Emma, se desplegaron 150 soldados en la zona que fijaron retenes para (al menos ostensiblemente) buscar al Chapo. Se quedaron 44 días y se fueron antes de la boda. También abandonaron Canelas en masa varios días a finales de febrero, con el resultado de que la coronación de Emma transcurrió sin interferencias (y, en opinión de los lugareños, en caso de que se presentara El Chapo no querían estar cerca y tener que actuar).

Un día después de la boda, los soldados volvieron. Resultó que El Chapo había fijado la boda originalmente para el 3 de julio y luego la adelantó un día para ganarle la partida a sus enemigos. Funcionó; cuando los militares allanaron Canelas, El Chapo y su nueva esposa ya se habían ido. Algunos vecinos dijeron que partieron a Colombia; otros, que se fueron a vivir a un rancho nuevo más adentro de la sierra.

En todas partes y en ninguna

Para las autoridades, cazar al Chapo siempre ha sido un experimento frustrante. Reciben cientos de informes al año de personas que afirman que vieron al Chapo, pero él siempre lleva la delantera. Protegido por su círculo interno (y capa tras capa de gente común que siente una profunda desconfianza hacia la policía y el gobierno). El Chapo siempre se escapa.

Los periodistas también oyen hablar de su paradero. «Una vez, el mismo día, me llegaron informes de que los habían visto en Nuevo Laredo, Mochicahui, Badiraguato, Mexicali, Caborca y Agua Prieta», dijo en 2005 el extinto Jesús Blancornelas, un periodista de Tijuana, escritor y experto en narcotráfico. «Todos creen que lo están viendo».

Descifrar qué informes son precisos es una gran dificultad. El Ejército mexicano, la PGR y la Policía Federal decían que tenían gente infiltrada tratando de acercase al hombre, o por lo menos buenos informes de inteligencia, pero El Chapo también tiene su círculo de confianza. Ha hecho matar informantes por su traición y en los últimos años está cada vez menos abierto a los recién llegados.

Pese a que la red se cierra a su alrededor, El Chapo no ha dejado de ser osado.

Una fría tarde de noviembre, alrededor de 30 comensales disfrutaban una comida en Las Palmas, un restaurante en la colonia Las Quintas de Culiacán. Un grupo de hombres armados entró por la puerta.

«Caballeros, por favor. Concédanme un momento de su tiempo. Va a venir un hombre, el jefe. Les pedimos que se queden en sus lugares. Las puertas se cerrarán y no se permitirá que nadie salga. Tampoco pueden usar sus celulares. No se preocupen; si hacen todo lo que les pedimos, no pasará nada. Sigan comiendo y no pidan la cuenta. El jefe pagará. Gracias».

El Chapo entró.

«Los comensales se quedaron inmóviles, estupefactos, incómodos y asustados. El miedo y la parálisis; un ataque al corazón. Aquí, en este espacio diminuto, en medio de mesas y sillas de madera, platos rebosantes de comida, botellas de cerveza fría, fuentes de calamares y camarones», cuenta el periodista local Javier Valdez de Río Doce, quien publicó la noticia.

Según un testigo, El Chapo le dio la mano a todos, presentándose y ofreciendo el tradicional saludo mexicano: «A sus órdenes». A continuación se retiró a un salón posterior durante dos horas y se dio un festín de carne y camarones de la costa de Sinaloa. Los comensales siguieron comiendo; los que ya habían terminado simplemente se quedaron en su lugar, a la espera de que el zar de las drogas estuviera listo para dejarlos partir.

Al cabo, así ocurrió. Liberados, los comensales vieron que sus cuentas habían sido saldadas. El Chapo había mantenido su palabra.

Siempre es la misma historia: alrededor de una docena de hombres armados entran en un restaurante lleno de comensales; ¿podrían entregar sus celulares y quedarse en su lugar mientras El Chapo come? Etcétera, etcétera.

Las autoridades están obligadas a investigar estas historias o por lo menos a determinar su validez. La mayor parte de las veces es casi imposible probar que hubiera ocurrido nada. Meseros y empleados de los restaurantes citados niegan todo enfáticamente.

Cuando en un tabloide de Nuevo Laredo, que es uno de los principales frentes de guerra, se publicó una historia sobre la aparición del Chapo en un restaurante, el chef negó vehementemente que hubiera ocurrido. Pero el FBI confirmó los relatos de los testigos y Los Angeles Times publicó la historia: «El general vino a inspeccionar el campo de batalla», escribió el corresponsal Richard Boudreaux sobre la visita descarada del Chapo.

En un solo mes se creyó ver al Chapo en la ciudad de Guanajuato en el centro del país, Villahermosa en el sureste, la región fronteriza con Guatemala y en Centroamérica. La PGR investigó todos los avistamientos, que fueron «rumores sin confirmar». No se encontraron pruebas de su presencia.

En ciudades como Culiacán, Monterrey, Torreón y Mexicali, los rumores de la llegada inminente del Chapo causan una reacción entre las masas. Gente de la sierra y aun de Badiraguato, que se halla en la falda de la montaña, espera su llegada en cualquier momento. Muchos lo llaman «Viejo» o «Tío» en señal de gran respeto.

«Todos lo quieren y lo respetan», dijo un lugareño que afirma que trabajó con El Chapo en las montañas de Durango. Hay una buena razón: cuando las intensas lluvias afectaron la agricultura un año, El Chapo entregó a sus gomeros suministros por valor de decenas de miles de dólares. En Navidad llegó otro regalo: 100 vehículos todoterreno para los vecinos.

Las autoridades dicen que El Chapo es un «seductor». Da la apariencia de ser protector del pueblo, lo que inspira lealtad y confianza entre los empleados y aun entre los lugareños menos conectados con el tráfico de drogas. Por su estilo seductor, todos los integrantes de su red se identifican con él y la estructura del grupo se mantiene permanentemente. Es una coexistencia extraña: en todo momento, como dice la PGR, El Chapo puede infundir solidaridad y «terror reverencial» en su organización.

La reverencia enfurece a las autoridades. «¿Por qué apoyar a un tipo que envenena a la sociedad?», pregunta furioso el agente de la DEA en la ciudad de México. También el gobierno mexicano ha expresado repetidamente su indignación por los elogios mediáticos al Chapo, en parte porque le recuerda continuamente sus fallas en la guerra contra las drogas, antes que sus éxitos, y también por miedo de que se quede en su pedestal.

Cuando la revista Forbes incluyó al Chapo en el número 701 de su lista de los hombres más ricos del mundo, el régimen de Calderón se sintió ofendido. El Presidente condenó esa publicación y otras, diciendo que «además de atacar y mentir sobre la situación de México, también elogian a los criminales».

El fiscal general de ese entonces, Eduardo Medina Mora, declaró que la metodología de Forbes estaba equivocada y arremetió contra la revista por glorificar a un delincuente. Medina Mora dijo que incluir al Chapo en una lista de empresarios honestos no era propio del prestigio de la revista, y agregó: «No puedo dejar de mencionar que ese dinero, en el caso de mi país, se relaciona con una ola de violencia en los últimos años, con confrontaciones entre bandas rivales y la muerte de muchos inocentes que se cruzaron en la línea de fuego de los asesinos».

«Nunca aceptaré que un criminal se considere distinguido», continuó, «aun si se trata de una revista como Forbes. Esta persona pagará con cárcel el dolor que ha infligido a la sociedad mexicana y al pueblo de otras naciones. Tal es su destino».

Tal vez Medina Mora tenga razón en su argumentación contra Forbes, pero quizá por las causas equivocadas. Algunos especialistas en derecho dicen que ni siquiera las acusaciones estadounidenses contra El Chapo se sostendrían en los tribunales.

Josué Félix, hijo del Padrino Félix Gallardo, está de acuerdo; piensa que mucho de lo que se dice del Chapo es bombo, como lo que se dice de su padre. «Mire, es obvio que mi padre hizo cosas ilegales; de eso no hay duda. Pero mucho fue fabricado para hacerlo el jefe de todo. Es imposible que haya amasado esa fortuna, y si la amasó, ¿dónde está? Lo convirtieron en un personaje, un símbolo».

Pero esto le ha servido al Chapo; él conoce al público para el cual está actuando. Se ha convertido en el líder de un pueblo que casi nada ha recibido del gobierno, gente para la cual la prioridad es sobrevivir, más que preocuparse sobre de qué lado de la ley se encuentra, gente que admira al que se levantó de la pobreza más abyecta para ser un hombre libre y de éxito, que vive según sus deseos en las montañas de México. A la mayoría de la gente de Sinaloa y Durango no podría importarle menos el lugar que ocupa El Chapo en la lista de Forbes, si es que acaso han oído hablar de la revista.

«Alguien me comentó sobre lo de Forbes, pero me vale madres», dijo un treintañero de Tamazula. «El Chapo es como un dios: omnipotente, fuera de la ley, fuera de México. Por eso lo quiero y lo querré siempre».

Está en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Su nombre aparece en narco-mantas, le dedican páginas en Facebook y en los foros de Internet hay pláticas constantes sobre sus hazañas y su paradero.

La mística del Chapo prospera no sólo entre el pueblo de México, sino también en los bajos fondos. Pocos se atreven a contrariarlo, pero hay pocos motivos para ello. Si alguien hace un trabajo, se le paga con generosidad. Si alguien no consigue lo que pidió el jefe, habrá repercusiones. Negocios son negocios. En Culiacán, Tamazula y Badiraguato, quienes dicen que trabajan para El Chapo están en deuda con él.

Según la PGR, El Chapo, ha demostrado que es un maestro para «generar sentimientos naturales de dependencia y lealtad». Esto le ha permitido crear una organización que cumple sus designios, una en la que los empleados son tan leales que «sacrificarían su seguridad para salvarlo a él o a su familia».

Visita las plantaciones desde Guerrero hasta Chihuahua para cerciorarse de que todo marcha en orden. Se ha dicho incluso que viaja con protección de los militares. Los gomeros locales se alegran siempre que lo ven.

Carlos, de Badiraguato, supervisa el transporte de marihuana y amapola de la sierra. Dice que en varias ocasiones se ha topado con El Chapo. Una vez, el jefe vino a revisar una nueva plantación de marihuana cerca de Badiraguato. El Chapo estaba preocupado porque se encontraba demasiado cerca del pueblo; los militares la descubrirían y la arrancarían. Carlos se las arregló para convencerlo de que sobornaría a los policías para que miraran a otro lado.

Carlos explicó cómo lo miró El Chapo, serio como siempre: Si cuento contigo para que siga la entrega de las cantidades necesarias de marihuana al pueblo de Pericos (de donde se encaminaría al norte, a la frontera), no habrá problemas.

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