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Authors: Greg Bear

Tags: #ciencia ficción

Eternidad (4 page)

BOOK: Eternidad
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El presidente sonrió. Costaba imaginarse a un viejo veterano como Olmy viviendo una vida de ocio y estudio.

—Envié a ser Olmy en misión a la Tierra recuperada para que me ofreciera una visión independiente de nuestras relaciones. Esto parecía necesario a la luz de los cuatro atentados recientes contra funcionarios del Hexamon y dirigentes terrestres. En el Hexamon no estamos habituados a actitudes tan... extremas.

—Tal vez sean el último vestigio del pasado político de la Tierra, o tal vez se trata de un síntoma de tensiones que desconocemos... reflejo de nuestros propios ajustes en los distritos orbitales.

»Pedí a Olmy que me presentara un panorama de la marcha de la Recuperación. Algunos creen que ha terminado, y por ello nuestro Hexamon ha definido la Tierra como «recuperada», en pretérito, misión cumplida. No estoy convencido. ¿Cuánto tiempo y esfuerzo se necesitará para realmente devolver la salud a la Tierra?

—La Recuperación marcha tan bien como cabría esperar, ser presidente. —Olmy alteró conscientemente su modo de hablar y pictografiar—. Como bien sabe el senador de Australia y Nueva Zelanda, ni siquiera el alcance de la tecnología del Hexamon puede compensar la falta de recursos, y menos cuando se desea lograr semejante transformación en pocos decenios. Hace falta un cierto tiempo para que se restañen las heridas de la Tierra, y no podemos acelerar demasiado el proceso. Estimo que la mitad de la tarea está realizada, si definimos la recuperación plena como un retorno a condiciones económicas comparables a las que imperaban antes de la Muerte.

—¿Eso no dependerá del grado de ambición que tengamos en la Tierra? —preguntó Ras Mishiney—. Si deseamos llevar a los terrestres a un nivel comparable al de los distritos o Thistledown... —No completó la frase. No era necesario.

—Eso podría llevar un siglo o más —dijo Olmy—. Entre los viejos nativos no existe un acuerdo universal acerca de la celeridad del progreso. Algunos se resistirían abiertamente.

—¿Nuestras relaciones con la Tierra son relativamente estables? —preguntó el presidente.

—Podrían mejorar muchísimo, ser. Todavía hay zonas de fuerte resistencia política, África del Sur y Malasia entre otras.

Ras Mishiney sonrió irónicamente. El intento surafricano de invadir Australia todavía era un recuerdo doloroso, una de las mayores crisis habidas durante las cuatro décadas de la Recuperación.

—Pero la resistencia es estrictamente política, no militar, y no está muy organizada. África del Sur está sometida después de las derrotas de Voortrekker, y las actividades de Malasia son caóticas. No resultan inquietantes por el momento.

—¿Nuestras pequeñas «plagas sanitarias» han cumplido su cometido?

Olmy dio un respingo. Se suponía que el uso de sustancias psicobiológicas en la Tierra era alto secreto; sólo los viejos nativos de mayor confianza estaban al corriente. ¿Era Ras Mishiney uno de ellos? ¿Parren Siliom confiaba tanto en Tikk que podía mencionarlo de pasada?

—Sí, ser.

—Pero tenías reservas en cuanto a estos tratamientos masivos.

—Siempre reconocí que eran necesarios.

—¿Sin ninguna duda?

Olmy sospechó que jugaban con él, y no le agradó la sensación.

—Si te refieres, ser presidente, a la oposición de la ex defensora de la Tierra, Suli Ram Kikura, no necesariamente compartimos las ideas políticas, aunque compartamos el lecho.

—Eso ya pertenece al pasado. Perdona mi interrupción, ser Olmy. Continúa, por favor.

—Existe una fuerte tensión entre la mayoría de los viejos nativos y los partidos gobernantes de los cuerpos orbitales.

—Es un problema que me resulta doloroso —dijo Parren Siliom.

—No sé si puede superarse. Nos guardan mucho rencor. Los privamos de su infancia.

—¡Los libramos de la Muerte! —exclamó el presidente. El fantasma de Ras Mishiney sonrió vagamente.

—Les impedimos crecer y recobrarse por su cuenta, ser. El Hexamon Terrestre que construyó y lanzó Thistledown surgió por su cuenta de esa desgracia. Algunos viejos nativos consideran que los hemos ayudado demasiado, que les hemos impuesto nuestras costumbres.

Parren Siliom asintió a regañadientes. Olmy había notado un endurecimiento de la actitud hacia los viejos nativos entre los administradores del Hexamon en los cuerpos orbitales a lo largo de la última década. Y los viejos nativos, siendo muchos de ellos como eran —toscos e incultos, todavía anonadados por la Muerte, sin el refinamiento político y administrativo adquirido durante siglos de experiencia en la Vía—, habían llegado a sentir resentimiento por la mano firme pero suave de sus poderosos descendientes.

—El Senado Terrestre es prudente y voluntarioso —dijo Olmy, evitando la mirada de Ras Mishiney—. Las peores insatisfacciones, aparte de las mencionadas, parecían estar en China y en el Sureste Asiático.

—Donde la ciencia y la tecnología renacieron por primera vez después de la Muerte, en nuestra propia historia... pueblos fuertes y tenaces. ¿Cuánto resentimiento hay entre los viejos nativos en general?

—Desde luego no llega al punto de ser activismo mundial, ser presidente. Considéralo un prejuicio, no un furor.

—¿Qué hay de Gerald Brooks en Inglaterra?

—Me encontré con él, ser. No es una amenaza.

—Me preocupa. Tiene muchos simpatizantes en Europa.

—A lo sumo dos mil, en una población recuperada de diez millones. Es elocuente pero no poderoso. Siente profunda gratitud por lo que el Hexamon ha hecho por la Tierra... sólo siente rencor hacia los administradores que tratan a los terrestres como niños. —
Y hay demasiados
, pensó.

—Siente rencor por mis administradores. —El presidente se paseó por la plataforma. Olmy lo observó, irónico. Los políticos habían cambiado desde los días de su juventud. Desde la Secesión. La conducta formal parecía un arte del pasado—. ¿Y los movimientos religiosos?

—Fuertes como siempre.

—Mmm. —Parren Siliom sacudió la cabeza, como regodeándose en esas malas nuevas que alimentaban su irritación.

—Hay por lo menos treinta y dos grupos religiosos que no aceptan a tus administradores como líderes temporales ni espirituales.

—No esperamos que los acepten como líderes espirituales —dijo Parren Siliom.

—Varios funcionarios intentaron imponer la regla del Buen Hombre sobre los viejos nativos —le recordó Olmy—. Incluso sobre los coetáneos del honorable Nader...

¿Cuánto tiempo hacía que un repcorp fanático ortodoxo había recomendado el uso de una sustancia psicobiológica ilegal para convertir a los infieles a la Estrella, el Hado y el Pneuma? ¿Quince años? Olmy y Ram Kikura habían contribuido a que la idea fuera desestimada incluso antes que llegara a una sesión secreta del Nexo, pero Olmy se había convertido de la noche a la mañana a las opiniones radicales de ella.

—Hemos dado cuenta de estos renegados —le dijo Parren Siliom.

—Tal vez no con la dureza suficiente. Muchos aún ocupan posiciones de influencia y continúan con sus campañas. En todo caso, ninguno de estos movimientos está a favor de una rebelión abierta.

—¿Desobediencia civil?

—Es un derecho protegido en el Hexamon —dijo Olmy.

—Rara vez usado en las últimas décadas —replicó Parren Siliom—. ¿Y qué hay de los Empresarios Renovados?

—No constituyen una amenaza.

—¿No? —El presidente parecía defraudado.

—No. Sienten una auténtica reverencia por el Hexamon, al margen de sus otras creencias. Además, su líder falleció hace tres semanas en el viejo territorio de Nevada.

—De muerte natural, ser presidente —puntualizó Tikk—. Es un detalle importante. Ella rechazó los ofrecimientos de rejuvenecimiento y de copiar sus datos en implantaciones...

—Los rechazó porque no se ofrecían a sus seguidores. —aclaró Olmy.

—No contamos con los recursos suficientes para dar la inmortalidad a todos los ciudadanos del Hexamon Terrestre —dijo Parren Siliom—. Y de todos modos, no estarían socialmente preparados.

—Es verdad —admitió Olmy—. En todo caso, nunca se opusieron a los planes del Hexamon fuera de su territorio.

—¿Te has reunido con el senador Kanazawa en Hawai? —preguntó Ras Mishiney con cierto disgusto. De pronto Olmy comprendió por qué el senador estaba presente. Ras Mishiney era un ferviente defensor de los cuerpos orbitales.

—No —respondió Olmy—. Por lo que sé, siempre ha colaborado con el Hexamon.

—Ha acumulado mucho poder personal en los últimos años. Sobre todo en la cuenca del Pacífico.

—Es un político y un administrador competente —añadió Parren Siliom, conteniendo al senador con una mirada—. No es nuestro deber conservar el poder para siempre. Somos médicos y educadores, no tiranos. ¿Hay alguna otra cosa importante, ser Olmy?

La había, pero Olmy sabía que no se comentaría delante de los parciales.

—No, ser. Todos los detalles están registrados.

—Caballeros —dijo el presidente, alzando los brazos y abriendo las manos—, ¿alguna pregunta final para ser Olmy?

—Sólo una —dijo el parcial de Tikk—. ¿Qué opinas de la reapertura de la Vía? Olmy sonrió.

—Mi opinión sobre ese tema carece de importancia, ser Tikk.

—Mi original siente gran curiosidad por la opinión de los que recuerdan la Vía vivamente. —Tikk había nacido después de la Secesión; era uno de los neogeshels más jóvenes de Axis Euclid.

—Ser Olmy tiene derecho a guardarse sus opiniones —dijo Parren Siliom.

El parcial de Tikk se disculpó sin sinceridad.

—Gracias, ser presidente —le dijo el parcial de Mishiney—. Agradezco tu colaboración con el Parlamento de la Tierra. Ansío estudiar tu informe completo, ser Olmy.

Los fantasmas se disiparon, dejándolos a solas sobre el oscuro e insondable vacío, donde ya no había Luna ni Tierra. Olmy miró abajo y vio un destello de luz entre las estrellas. Thistledown, pensó, y sus implantaciones le brindaron enseguida un cálculo que confirmó su conjetura.

—Una pregunta más, ser Olmy, y esta reunión habrá terminado. Si los neogeshels logran persuadir al Hexamon de que reabra la Vía, ¿tenemos los recursos para continuar respaldando a la Tierra en igual medida que ahora?

—No, ser presidente. Una reapertura provocaría retrasos considerables, por lo menos en los principales proyectos de rehabilitación.

—Andamos muy escasos de recursos, ¿verdad? Más de lo que el Hexamon está dispuesto a admitir. No obstante, algunos terrestres, Mishiney entre ellos, creen que con el tiempo la reapertura nos beneficiaría a todos.

El presidente sacudió la cabeza y pictografió un símbolo de buen juicio y un símbolo de extrema necedad: un hombre afilando una espada ridículamente larga. El símbolo ya no se relacionaba con la guerra en sí, pero aun así la implicación era un poco sorprendente para Olmy.
¿Guerra con quién?

—Debemos aprender a adaptarnos a las circunstancias actuales. Creo profundamente en ello —dijo Parren Siliom—. Pero mi influencia tiene sus límites. Muchos de los nuestros se han puesto nostálgicos. ¿Puedes creerlo? Incluso yo. Yo fui uno de los agitadores que respaldó a Rosen Gardner y exigió el retorno a la Tierra, a lo que considerábamos nuestro verdadero hogar... ¡Pero nosotros nunca habíamos estado en la Tierra! Nos creemos sumamente refinados, pero nuestras emociones y motivaciones más profundas son irracionales y proteicas. Tal vez un mayor grado de talsit ayudaría, ¿no?

Olmy sonrió cautelosamente.

El presidente aflojó los hombros. Los irguió con esfuerzo.

—Deberíamos aprender a vivir sin estos lujos. El Buen Hombre nunca recurrió al talsit. —Caminó hasta el borde de la plataforma, como para evitar el abismo que tenían bajo los pies. La Tierra aparecía de nuevo—. ¿Los neogeshels han iniciado actividades en la Tierra? Al margen de gente como Mishiney.

—No. Parecen contentarse con ignorar la Tierra, ser presidente.

—No esperaba menos de semejantes visionarios. Es un filón político que lamentarán haber pasado por alto. ¡No creerán que la Tierra no participará en semejante decisión! ¿Y en Thistledown?

—Todavía hacen campaña abiertamente. No encontré indicios de actividades subversivas.

—Un hombre en mi posición mantiene un equilibrio precario, tratando de azuzar unas facciones contra otras. Sé que mi permanencia en este puesto es limitada. No sirvo para ocultar mis opiniones y actualmente no son opiniones fáciles de sostener. Hace tres años que lucho contra la idea de la reapertura. Se niega a morir. Pero no puedo evitar creer que nada bueno saldrá de ello. No se puede regresar a casa. Y menos si no podemos decidir dónde está. Vivimos en una época delicada. Escasez, fatiga. Supongo que un día la reapertura será inevitable... ¡pero no ahora! No hasta que hayamos concluido nuestra tarea en la Tierra. —Parren Siliom miró a Olmy con una expresión rayana en la súplica—. Me temo que siento tanta curiosidad como el mismo senador Tikk. ¿Qué opinas de la Vía?

Olmy sacudió la cabeza.

—Estoy resignado a prescindir de ella, ser presidente.

—Pero pronto no podrás renovar tus componentes corporales... ¿o el déficit ya es agudo?

—Lo es —admitió Olmy.

—¿Te resignarás voluntariamente a quedar en Memoria de Ciudad?

—O a la muerte. Pero faltan años para eso.

—¿Echas de menos los desafíos, las oportunidades?

—Trato de no preocuparme por el pasado —dijo Olmy. No era del todo franco, pero había aprendido hacía tiempo que no siempre convenía decir lo que uno pensaba.

—Has sido un enigma durante todos tus años de servicio, ser Olmy. Así lo dicen los registros. No te presionaré. Pero en tu breve examen del problema, ¿has pensado en lo que podría sucedernos si reabriéramos la Vía?

Olmy no respondió de inmediato. El presidente parecía saber más de lo conveniente acerca de sus actividades recientes.

—La Vía podría ser reocupada por los jarts, ser.

—En efecto. Nuestros ávidos neogeshels suelen pasar por alto ese problema. Yo no puedo. Estoy al corriente de tus investigaciones. Creo que manifiestas una gran lucidez.

—¿En qué sentido?

—Tus investigaciones en Memoria de Ciudad y en las bibliotecas de Thistledown. Tengo mis propios espías, ser Olmy. Al parecer estás buscando información relacionada con la apertura, y hace años que estudias, me imagino que a un gran coste personal. —Parren Siliom lo miró sagaz, luego se volvió hacia la barandilla, golpeándola ligeramente con los nudillos—. Oficialmente, te eximo de tus obligaciones. Extraoficialmente, te ruego que continúes con tus estudios.

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