Durante el período del Exilio, los judíos tomaron de los babilonios la semana, y entonces fue cuando el sábado cobró su importancia postexiliar (v. cap. 5). También fue entonces cuando el número siete adquirió importancia mística. Para el propósito del autor del Apocalipsis era una coincidencia afortunada el hecho de que la ciudad Roma, como era sabido en todas partes, se construyera sobre siete colinas.
Los capítulos segundo y tercero de Apocalipsis son bastante prosaicos, pues en ellos Juan transmite mensajes de cada uno de siete ángeles a las siete iglesias en un lenguaje relativamente llano.
Se condenan los fracasos de las iglesias y se alaba su lealtad. Claro es que los lectores originales a quienes se dirigían los mensajes entendían todas las alusiones, pero los lectores modernos quedan frustrados por la falta de información sobre el ambiente. Así, se vierten alabanzas sobre la iglesia de Éfeso, pero hay algunas fallas misteriosas:
Apocalipsis 2.4.
Pero tengo contra ti que dejaste tu primera caridad.
[3]
Por lo visto, la iglesia efesia no mostraba su entusiasmo anterior en cierta manera que no se especifica. Sin embargo, se la alaba por rechazar a una secta que Juan considera con firme desaprobación:
Apocalipsis 2.6. ...
aborreces las obras de los nicolaítas, como las aborrezco yo.
No se sabe con precisión quiénes fueron los nicolaítas ni cuáles eran sus doctrinas. Por el nombre, es de suponer que siguieran las enseñanzas de alguien llamado Nicolás.
El Nuevo Testamento sólo menciona a un Nicolás: uno de los siete hombres nombrados jefes de la facción helénica en los albores de la historia de la Iglesia (v. cap. 9).
Hechos 6.5. ...
y eligieron a Esteban..., y a Felipe... y Nicolás, prosélito antioqueño.
En siglos pasados se supuso que los nicolaítas abogaban por unas relaciones sexuales sin trabas; es decir, por el «amor libre».
Surgió la leyenda de que Nicolás, el prosélito de Antioquía, tomando muy al pie de la letra las doctrinas comunitarias de los apóstoles al principio mismo de su predicación (v. cap. 9), se ofreció a compartir su mujer con los demás. Tal vez obedeciera esta idea al hecho de que Antioquía, al igual que otras grandes ciudades gentiles, tenía fama de ser sumamente licenciosa entre los cristianos y judíos puritanos de la época romana.
En la carta a la iglesia de Pérgamo encontramos un indicio en ese sentido. Se advierte:
Apocalipsis 2.14. ...
toleras ahí a quienes siguen tu doctrina de Balam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezos delante de los hijos de Israel...
Apocalipsis 2.15. ...
también... a quienes siguen de igual modo la doctrina de los nicolaítas.
[4]
Parece que se mencionan como dos herejías distintas la de Balam y la de los nicolaítas, pero tal vez se deba al paralelismo de la poesía hebrea, donde se alude a lo mismo de dos maneras diferentes. Si es así, ¿cuál era la doctrina de Balam?
En el libro de los Números hay un pasaje inmediatamente posterior al de los oráculos de Balam (v. cap. I, 4), cuya intención era hostil a Israel pero que resultó a favor de éste por voluntad de Dios y en contra del propósito de Balam:
Números 25.1.
Estaba Israel estacionado en Selim, y el pueblo se prostituyó por el trato con las hijas de Moab.
Se supone que Balam aconsejó a Balac, rey de Moab, que tentaran a los israelitas de esa manera, pues tal seducción atraería la ira de Dios sobre los pecadores para gran beneficio de Moab.
Así, cuando los israelitas tomaron más tarde a mujeres vivas como botín de guerra, se citan las coléricas palabras de Moisés en que recomienda su muerte:
Números 31.16.
Fueron ellas las que por consejo de Balam arrastraron a los hijos de Israel a ser infieles a Yahvé...
[5]
En consecuencia, el nombre de Balam estaba vinculado a la licencia sexual, lo que lo asociaría con el nicolaitismo como doctrina de relajación de las severas restricciones sexuales exigidas por la Ley y, además, por la doctrina de Pablo.
Otro indicio de esto se halla en el mensaje a la iglesia de Tiatira:
Apocalipsis 2.20.
Pero tengo contra ti que permites a Jezabel, ésa que a sí misma se dice profetisa, enseñar y extraviar a mis siervos hasta hacerlos fornicar...
La iglesia de Sardes recibe la alabanza negativa de que entre ellos hay unos pocos justos y, para el que lo merezca, el mensaje es:
Apocalipsis 3.5. ...
jamás borraré su nombre del libro de la vida...
Originalmente, el libro de la vida no era más que una expresión metafórica que significaba la lista de personas vivas. Es como si en el cielo se mantuviese un enorme censo de todos los vivos de cualquier época. A su muerte, las personas eran borradas del libro. Así, Moisés aboga por los israelitas a Dios tras el incidente del becerro de oro (v. cap. I, 2), diciendo que preferiría la muerte a que no se perdonase a los israelitas:
Éxodo 32.32.
Pero perdónales su pecado, o bórrame de tu libro, del que tú tienes escrito,
Sin embargo, en tiempos posteriores, cuando se creó la doctrina de la resurrección de los muertos en una vida futura, el libro de la vida se convirtió no en la lista de los que vivían en el mundo, sino en la de aquellos a quienes se recompensaría con una nueva vida en el cielo. Dice el libro de Daniel al hablar de la resurrección:
Daniel 12.1. ...
será un tiempo de angustia... Entonces se salvarán los que de tu pueblo estén escritos en el libro.
Y en el libro de los Salmos se ruega a Dios que descargue el castigo sobre los malvados:
Salmo 69.29.
[6]
Que sean borrados del libro de la vida y no sean inscritos con los justos
Se alaba a Filadelfia:
Apocalipsis 3,8. ...
teniendo poco poder, guardaste, sin embargo, mi palabra y no negaste mi nombre.
Más de mil años sobreviviría Filadelfia a esta alabanza. Durante un período de tres siglos, a partir de 1071, los turcos dominaron lenta pero inexorablemente toda Asia Menor, erradicando el cristianismo y convirtiéndola en musulmana, situación que aún persiste en nuestros días. La última ciudad que tomaron los turcos, el último bastión que resistió, la que más tardó en negar su nombre, fue Filadelfia. Tras un asedio de ocho años, al fin cayó en 1390.
En 1682, William Penn estableció una nueva colonia en el Nuevo Mundo, a la orilla del río Delaware, fundando una ciudad. Escogió el nombre de Filadelfia por dos razones. En primer lugar quiere decir «amor de hermana» (o de hermano), de modo que una ciudad de ese nombre podría llamarse «ciudad del amor fraterno». En segundo lugar, Penn recordó el encomio a Filadelfia del Apocalipsis. Penn fundó Filadelfia y ahora es la cuarta ciudad más grande de los Estados Unidos, mayor de lo que fuese cualquiera de las Filadelfia antiguas.
A Laodicea se la condena severamente:
Apocalipsis 3.15.
Conozco tus palabras y que no eres ni frío ni caliente.
Apocalipsis 5.16.
¡Ojalá fueras frío o caliente!,
[7]
mas porque eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca.
Por eso,
laodicean
es una palabra que ha surgido en lengua inglesa para significar «tibio» o «indiferente».
La escena cambia ahora al cielo; todo el resto del libro del Apocalipsis llega a una densidad mística. Juan empieza describiendo a Dios en medio de la corte celestial con imágenes extraídas de Daniel y de Ezequiel, con los serafines de Isaías (v. cap. I, 23) en lugar destacado. En medio de toda esta perfección aparece un libro cerrado con siete sellos. Por lo visto contiene los secretos del futuro, que no pueden revelarse hasta que los sellos vayan rompiéndose.
Entra en escena el héroe que revelará el contenido del libro:
Apocalipsis 5.6.
Vi... en medio de los ancianos, un cordero, que estaba en pie como degollado...
Apocalipsis 5.7.
Vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono.
La imagen del Mesías como un cordero convertido en una especie de grandioso sacrificio pascual aparece en el cuarto evangelio (v. cap. 8). Se declara explícitamente en la Primera Epístola de Pedro:
1 Pedro 1.18. ...
habéis sido rescatados...
1 Pedro 1.19. ...
con la preciosa sangre de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha,
A fines del siglo I la metáfora era tan famosa, que el autor del Apocalipsis no tuvo que explicar la identidad del Cordero.
Uno por uno se fueron abriendo los sellos, y con cada uno de los cuatro primeros apareció un jinete:
Apocalipsis 6.1.
Así que el Cordero abrió el primero de los siete sellos...
Apocalipsis 6.2. ...
Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió... para vencer aún...
Apocalipsis 6.3.
Cuando abrió el segundo sello...
Apocalipsis 6.4.
Salió otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar la paz de la tierra...
Apocalipsis 6.5.
Cuando abrió el sello tercero... vi un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
Apocalipsis 6.6.
Y oí como una voz... que decía: Dos libras de trigo por un denario...
Apocalipsis 6.7.
Cuando abrió el sello cuarto...
Apocalipsis 6.8. ...
vi un caballo bayo, y el que cabalgaba sobre él tenía por nombre Mortandad...
Son «los cuatro jinetes del Apocalipsis», que representan los diversos males que caerán sobre el mundo (en especial sobre el imperio romano, al que sus súbditos consideraban sinónimo de «mundo»), señalando el comienzo de su disolución y la llegada de la era mesiánica.
El caballo blanco y su jinete parecen representar una invasión extranjera. Cuando menos, el arco es prácticamente el símbolo de los invasores partos, que desde el tiempo de Julio César habían sido el azote del Oriente. En los días de Herodes el Grande habían ocupado Jerusalén, y no mucho después sus hordas se habían adentrado mucho en el este.
El caballo bermejo y su jinete también parecen significar cierta forma de guerra. Pueden ser los sangrientos desórdenes de una guerra civil o de una insurrección.
El caballo negro y su jinete representan el hambre, pues el precio ofrecido por dos libras de trigo es mucho más elevado que el ordinario; tanto, que el pueblo llano no podía comprar lo suficiente para vivir.
El bayo y su jinete se llaman «Mortandad», pero no de la que sigue al hambre o a la guerra. «Mortandad» representa más bien muerte por enfermedad, como cuando nos referimos a la «peste negra», por ejemplo.
En resumen, los cuatro jinetes pueden definirse como Guerra, Revolución, Hambre y Peste.
Hay muchos que buscan el significado simbólico del Apocalipsis en acontecimientos sucedidos en siglos posteriores a la redacción del libro. Para ellos, nunca cabalgaron los cuatro jinetes con tantas consecuencias como en los días de la Primera Guerra Mundial. No sólo fue la más sangrienta, estúpida y feroz matanza conocida hasta entonces, tanto en el frente occidental como en el oriental, sino que hubo una revolución en Rusia que aún nos afecta en la actualidad, además de hambre en Alemania y Rusia durante los años inmediatamente posteriores a la guerra, y de una gripe pandémica en 1918 de alcance universal que causó mayor exterminio que la guerra.
La guerra, la revolución, el hambre y la peste jamás se enseñorearon del mundo como en los años de 1914 a 1920.
Cuando se abre el quinto sello, se revelan las almas de los mártires que esperan el juicio, y al llegar el turno del sexto el universo físico empieza a desmoronarse. Parece llegado el punto culminante. Al abrirse el séptimo sello, vendría el gran día del juicio. Pero en todo el libro del Apocalipsis se manifiesta, por lo visto, una fuerte desgana a que se produzca el desenlace. Se retrasa una y otra vez.
El primer aplazamiento se produce después de abrir el sello sexto; antes de que se toque el séptimo, hay una pausa
Apocalipsis 7.1. ...
vi cuatro ángeles...
Apocalipsis 7.3.
No hagáis daño a la tierra... hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes.
Desde la más remota antigüedad era costumbre en Babilonia utilizar sellos con fines de identificación. Eran pequeños camafeos cilíndricos que se pasaban sobre la suave arcilla que los babilonios empleaban como superficie escriptoria. Surgía una imagen característica que hacía las veces de firma en documentos modernos.
De modo semejante se marcaba al esclavo (igual que a nuestro ganado en el Oeste) para mostrar de manera indeleble quién era el amo. Una marca característica hacía las veces de sello. Lo que se dice en el versículo, pues, es que a los justos se les impone cierta marca (no se especifican detalles) con un símbolo (que tampoco se describe) que los identifica como siervos de Dios que se mantendrán sanos y salvos durante los desastres finales.
Se especifica el número de los que se salvarán:
Apocalipsis 7.4.
Oí que el número de los sellados era de ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel.
Debido a lo reducido de la cifra comparada con la población total de la tierra, ha surgido la idea de que se salvarán muy pocos. Por otro lado, la cantidad no debe tomarse al pie de la letra.
En sentido figurado, las doce tribus de Israel representan a todos los justos. El número de 144.000 es doce veces doce veces mil, y hay que considerar el significado místico de tales números.
Así como el siete extrae su inicial sentido místico del número de planetas que se ven en el firmamento, de igual modo toma el doce su significación sagrada del hecho de que hay doce meses en el año. De ahí se derivan los doce signos del zodíaco y la idea de que con doce se llega a un círculo completo. El número 144, que es doce veces doce, representa una consumación acentuada. Simboliza a todos los justos (12) de todas las tribus (12), y ninguno queda fuera.