Guía de la Biblia. Nuevo Testamento (68 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

BOOK: Guía de la Biblia. Nuevo Testamento
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En cuanto al mil, era el número más alto que poseía nombre específico en la antigüedad. Los griegos utilizaban la palabra «mirioi» para significar diez mil, pero no se trata realmente de un número. Originalmente significa «innumerable», que es el sentido que nosotros damos a la expresión de «una miríada de objetos». Multiplicar algo por mil era aumentarlo hasta donde convenientemente se podía en el lenguaje de la época. De ello se desprende que el número 144.000 no significa de manera específica esa cantidad, sino que es un modo enfático de decir: «¡Todos los justos! ¡Gran cantidad de ellos!»

(Debería notarse que la palabra «mil» siguió siendo la representación numérica más alta hasta bien avanzada la Edad Media. Sólo entonces en Italia se inventaron números como «millón».)

El Apocalipsis continúa dilatando la integridad mística del número mediante la afirmación de que hay doce mil en cada una de las doce tribus, que se enumeran en el orden siguiente: Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín.

Es una lista extraña. Al parecer, los doce hijos de Jacob deberían haberse incluido, pero aparece Manasés, hijo de José y nieto de Jacob. Para dejar sitio a Manasés, debía omitirse a uno de los hijos de Jacob, y el ausente es Dan.

Es muy probable que se trate de un error por parte de Juan o de algún copista posterior. Quizá se escribiera Man por Dan y otro copista posterior supusiera que Man era abreviatura de Manasés.

Sin embargo, a algunos les resulta difícil aceptar algo tan prosaico como un error por parte de un copista bíblico, de modo que buscan significados en las cosas más triviales. Han sugerido, por ejemplo, que Dan se omitió a propósito porque el Anticristo surgiría de esa tribu.

Esta idea sólo pudo surgir del pasaje del Testamento de Jacob (v. cap. I, 1), que dice:

Génesis 49.17.
Es Dan como serpiente en el camino,

Resulta forzado vincular esta descripción metafórica de Dan como serpiente (que tal vez se refiera a la serpiente como símbolo totémico de la tribu en tiempos primitivos, igual que el león de Judá y el lobo de Benjamín) con la identificación postexiliar de la serpiente en el jardín de Edén con Satanás y, de ahí, con el Anticristo; pero todo esto es un salto fácil para los místicos.

Los justos están ahora ante el Cordero, y todos sus sufrimientos quedan borrados con una frase famosa:

Apocalipsis 7.14. ...
Éstos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero.

Éufrates

Y por fin se abre el séptimo sello. Cabría esperar que se aproxima el desenlace de la visión, pero sigue retrasándose. En cambio, se inicia una nueva serie de siete acontecimientos con siete ángeles, cada uno de los cuales toca una trompeta de manera sucesiva mientras horribles catástrofes suceden a cada clarinada. Cuando llega el turno al quinto ángel, el infierno mismo se abre:

Apocalipsis 9.2. ...
y subió del pozo humo...

Apocalipsis 9.3.
Del humo salieron langostas sobre la tierra...

Apocalipsis 9.7.
Las langostas eran semejantes a caballos preparados para la guerra... y sus rostros eran como rostros de hombre;

La descripción de Juan se inspira claramente en el gran azote del Oriente: la caballería parta, que arremete como una nube de langostas, lanzando sus fatídicos ataques y desapareciendo antes de que se pudiera ofrecer resistencia. El general romano Craso fue derrotado de esa manera en el 53 aC, al este de Siria. La derrota no quedó vengada de manera conveniente y jamás se olvidó.

Las armas características de los jinetes partos eran sus arcos, que utilizaban con gran eficacia. Incluso en la retirada se alzaban sobre la silla y disparaban al unísono una rápida andanada de flechas a sus perseguidores. El «disparo parto» era a menudo muy eficaz. Tal vez sea a esa táctica a lo que se refiere el Apocalipsis cuando describe así a las langostas:

Apocalipsis 9.10.
Tenían colas semejantes a los escorpiones, y aguijones...

Cuando el sexto ángel toca su trompeta, prosigue la imagen de la caballería parta. El sexto ángel recibe instrucciones:

Apocalipsis 9.14. ...
Suelta los cuatro ángeles que están ligados sobre el gran río Éufrates.

El Éufrates servía de frontera en doble sentido. En primer lugar, constituía los límites de Israel en la época gloriosa de David y Salomón; y desde entonces ha constituido la frontera ideal de Israel. En segundo lugar, fue frontera durante casi toda la era imperial. Los «ángeles» ligados sobre el Éufrates contenían a las huestes enemigas en la otra orilla.

Los ángeles del Éufrates tienen un ejército increíblemente numeroso: esa impresión recibe la infantería al soportar la repentina carga de un contingente de jinetes:

Apocalipsis 9.16.
El número de los del ejército de caballería era de dos miríadas de miríadas.
..

Es el número que se obtiene aplicando el «mirioi» griego como sinónimo de lo innumerable, subrayado por la repetición («una innumerable cantidad innumerable»), y por añadidura multiplicado por dos. Si entendemos «mirioi» como diez mil, resulta doscientos mil por mil, o doscientos millones, cantidad igual a toda la población de los Estados Unidos.

La gran ciudad

Entonces, antes de que suene la séptima y última trompeta, se produce otra digresión con que se describe el triunfo momentáneo del mal.

Esa victoria temporal representa la persecución de Domiciano, entonces en curso. El lenguaje empleado para narrar la persecución se remonta al Antiguo Testamento, como todo en el Apocalipsis. Por consiguiente, la opresión de la Iglesia por Roma se vierte en términos que Daniel utiliza para describir la opresión del Templo por los seléucidas:

Apocalipsis 11.2.
El atrio exterior del templo... ha sido entregado a las naciones
[8]
que hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses.

Es el período de tres años y medio durante los cuales fue profanado el Templo en la época de Antíoco IV. La utilización del simbolismo templario se ha presentado como prueba de que el Templo aún estaba en pie en los días que se escribió el Apocalipsis, y de que el libro se redactó consiguientemente durante la persecución de Nerón. Sin embargo, el Apocalipsis utiliza el simbolismo veterotestamentario de manera tan uniforme, que semejante inferencia no entraña convicción alguna. Juan hablaría del Templo como símbolo de la Iglesia tanto si el templo estaba en pie como si no, y sus lectores entenderían la alegoría.

Se describe a dos profetas:

Apocalipsis 11.3.
Mandaré a mis dos testigos...

Apocalipsis 11.7.
Cuando hubieren acabado su testimonio, la bestia, que sube del abismo... les quitará la vida.

Apocalipsis 11.8.
Su cuerpo yacerá en la plaza de la gran ciudad...

Esto continúa la alegoría, indicando que la Iglesia será perseguida por las fuerzas de Satanás y quedará momentáneamente derrotada. Sin embargo, la forma particular de la alegoría quizá recibiese la influencia de acontecimientos concretos. Algunos han sugerido que los dos testigos pueden ser Pablo y Pedro, apóstoles que según la tradición fueron martirizados por Nerón, a quien muy bien podría describirse como «la bestia que sube del abismo». En ese caso, la «gran ciudad» sería Roma.

Un copista posterior quizá creyese que la gran ciudad era Jerusalén, añadiendo esta frase:

Apocalipsis 11.8. ...
la gran ciudad..., donde su Señor
[9]
fue crucificado.

El dragón

Ya suena la séptima trompeta, pero todavía no se llega al desenlace. En cambio, se presenta una nueva alegoría que representa el combate del bien y del mal desde el punto de vista de los mitos babilónicos:

Apocalipsis 12.1.
Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas,

En la mitología babilónica se trataría de una diosa del sol, y las doce estrellas representarían los signos del zodíaco que el astro atraviesa cada año. Para Juan, sería el símbolo del Israel idealizado, con las doce estrellas representando las doce tribus. La mujer estaba de parto y dio a luz al Mesías:

Apocalipsis 12.5.
Parió un varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro...

Pero en los cielos también había un adversario, que asimismo se presenta bajo aspecto babilónico:

Apocalipsis 12.3.
Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragón de color de fuego
[10]
que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre la cabeza siete coronas.

El dragón simboliza el caos. Es el Tiamat babilonio o el Leviatán hebreo, a los que había que destruir en el principio para que pudiera crearse el orden universal, y a quienes también habría que derrotar a lo último con objeto de que el universo creado tuviera un fin apropiado. Cabría esperar que el número místico de siete cabezas y siete coronas se extendiera a siete cuernos. La cifra de diez cuernos, bastante inadecuada, se remonta a la cuarta bestia de Daniel, cuyas astas representan a los diez reyes seléucidas hasta Antíoco (v. cap. I, 27).

El dragón también simboliza a Satanás o Anticristo. Está dispuesto a devorar al Mesías en el momento mismo de su nacimiento, pero éste tiene de su lado a todas las huestes celestiales:

Apocalipsis 12.7.
Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón,

Apocalipsis 12.8.
y peleó el dragón y sus ángeles,
[11]
y no pudieron triunfar...

Apocalipsis 12.9.
Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás... y sus ángeles fueron con él precipitados.

Esto refleja las leyendas surgidas en época postexiliar bajo la influencia persa. Dios y Satanás dirigen ejércitos rivales en la lucha del bien y del mal. Pero sólo en el Apocalipsis recibe la aquiescencia canónica ese dualismo persa.

Milton, en su épico
Paraíso perdido,
comienza su descripción del pecado del hombre en el preciso momento en que Satanás y sus ángeles (ahora convertidos en demonios) son arrojados al infierno y poco a poco van recobrando el sentido tras el impacto de la caída.

Satanás, arrojado a la tierra e incapaz de prevalecer contra Dios, podía sin embargo descargar su bilis contra los justos del mundo:

Apocalipsis 12.17.
Se enfureció el dragón contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra los que guardan los preceptos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.

Por supuesto, eso es lo que, a ojos del autor del Apocalipsis, explica todas las tribulaciones de la Iglesia.

La bestia

A medida que se acerca el fin del mundo, se incrementa la maldad de Satanás que, simbolizado en el dragón, transmite sus poderes a una entidad terrena manifestada en la forma de la bestia de Daniel: la famosa representación alegórica de los imperios paganos que oprimen a los justos (v. cap. I, 27).

Apocalipsis 13.1.
Vi cómo salía del mar una bestia, que tenía diez cuernos y siete cabezas... y sobre las cabezas nombres de blasfemia.

Apocalipsis 13.2.
...Diole el dragón su poder...

Apocalipsis 13.3.
Vi a la primera de las cabezas como herida de muerte, pero su llaga mortal fue curada...

La bestia (con las siete cabezas y diez cuernos habituales) es, por supuesto, el imperio romano, que inicialmente inquietó la conciencia judía desde el otro lado del mar Mediterráneo.

El anuncio de que sobre sus cabezas había «nombres de blasfemia» se refiere a la exigencia de que los emperadores debían adorarse como dioses. El culto al emperador era un ritual oficial del Estado, designado como una formalidad para unir a todos los ciudadanos del imperio, de otro modo tan diferentes en lengua, costumbres y religión. Era un gesto de unificación equivalente a nuestro saludo a la bandera y al juramento de fidelidad.

Lo que hizo sospechosos a los cristianos fue su negativa a aceptar el superficial rito del culto al emperador; no por cuestión religiosa, sino por el recelo de que traicionasen al Estado. Eso no debería sorprendernos, pues en la actualidad hay sectas cristianas que rechazan el saludo a la bandera y el juramento de fidelidad alegando que son actos idólatras, y también existen ultrapatriotas que se sienten ofendidos por ello y toman fuertes medidas contra tales sectas cuando están en posición de hacerlo.

La llaga curada que mató a una de las cabezas puede referirse a Nerón. En realidad, de los doce emperadores romanos (contando a Julio César) que reinaron hasta la época en que se escribió el Apocalipsis, no menos de seis murieron asesinados o se suicidaron: Julio César, Calígula, Nerón, Galba, Otón y Vitelio. Claudio tal vez fuera envenenado y Domiciano fue asesinado. (Sólo Augusto, Tiberio, Vespasiano y Tito murieron de causas naturales.)

Sin embargo, la muerte de Nerón sería la más importante para los cristianos, al menos hasta la llegada de Domiciano. Su suicidio se señalaría alegóricamente en la bestia. El hecho de que el imperio romano sobreviviera y de que reinaran nuevos emperadores se explicaría por la curación de la llaga.

La bestia que representa al imperio romano es adorada por todos los hombres menos por los justos. Los que la veneraban podían vivir en paz y seguridad; los que se negaban a rendirle culto (los cristianos) eran perseguidos. Así como Dios sellaba a los justos que le pertenecían, de igual modo marcaba la bestia (el imperio romano) a los que rendían culto al emperador y que, por tanto, le pertenecían:

Apocalipsis 13.15. ...
hiciese morir a cuantos no se postrasen ante la imagen de la bestia,

Apocalipsis 13.16.
e hizo
(la bestia)
que a todos... se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente,

Apocalipsis 13.17.
y que nadie pudiese comprar o vender, sino el que tuviese la marca...

El número de la bestia

Incluso el imperio romano es una especie de abstracción, y el autor del Apocalipsis se centra en un hombre concreto a quien se muestra reacio a nombrar, quizá porque si lo hiciera sería reo de traición y de la pena de muerte. Identifica a ese hombre con cautela, de tal modo que sus lectores más enterados sabrán exactamente a quién se refiere, pero la ley no podrá acusarle de nada:

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