La velocidad de la oscuridad (8 page)

BOOK: La velocidad de la oscuridad
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No lo sé. Sé que el señor Aldrin ha sido nuestro encargado y que siempre ha sido agradable y paciente con nosotros y que nos ha proporcionado cosas para hacer más fácil nuestro trabajo, pero no sé si quiere lo mejor para nosotros. ¿Cómo sabría qué es? ¿Querría que yo me casara con Marjory? ¿Qué sabe de ninguno de nosotros fuera del trabajo?

—Gracias —digo, algo seguro y convencional que decir casi en cualquier ocasión. La doctora Fornum estaría orgullosa.

—Muy bien, pues —dice. Intento no permitir que mi mente se enmarañe con esas palabras que casi no tienen ningún significado en este momento. Es una forma de hablar: está llegando al final de la conversación—. Llámame si necesitáis ayuda. Déjame que te dé mi número de teléfono...

Me da un número. Mi sistema de teléfono lo guarda, aunque yo no lo olvidaré. Los números son fáciles y éste lo es especialmente, ya que es una serie de primos, aunque probablemente él nunca se ha dado cuenta.

—Adiós, Lou —dice al final—. Intenta no preocuparte.

Intentar no es conseguir. Digo adiós, cuelgo el teléfono y vuelvo a mis tallarines, ahora levemente pasados. No me importa que los tallarines estén pasados: están suaves y deliciosos. A la mayoría de la gente no le gustan los tallarines con mantequilla de cacahuete, pero a mí sí.

Pienso en que el señor Crenshaw quiere aplicarnos el tratamiento. No creo que pueda obligarnos. Hay leyes sobre nosotros y la investigación médica. No sé exactamente qué dicen esas leyes, pero no creo que le permitan obligarnos a seguirlo. El señor Aldrin debe de saber más que yo sobre el tema; es director. Así que seguramente piensa que el señor Crenshaw puede hacerlo o que intentará hacerlo.

Me cuesta trabajo dormir.

El viernes por la mañana, Cameron me dice que el señor Aldrin lo llamó también a él. Los llamó a todos. El señor Crenshaw no nos ha dicho todavía nada a ninguno. Noto esa incómoda sensación en el estómago, como antes de un examen que no espero aprobar. Es un alivio encender el ordenador y ponerme a trabajar.

No sucede nada en todo el día, excepto que termino la primera mitad del proyecto actual y todas las pruebas salen bien. Después de almorzar, Cameron me dice que la Sociedad Autista local ha convocado una reunión en el Centro para hablar del artículo sobre la investigación. Él va a acudir. Cree que deberíamos acudir todos. Yo no había planeado hacer otra cosa este sábado aparte de limpiar mi coche, y de todas formas voy al Centro casi todos los sábados por la mañana.

El sábado por la mañana, me encamino al Centro. Es un paseo largo, pero tan temprano no hace calor y me sienta bien. Además, hay un muro de ladrillo en el camino, de dos colores, pardos y rojos, colocados en pautas interesantes. Me gusta verlo.

En el Centro, veo no sólo a gente de mi grupo de trabajo, sino también a quienes están dispersos por toda la ciudad. Algunos, sobre todo los de más edad, viven en hogares de adultos o talleres protegidos con mucha supervisión, y viven en grupos. Stefan es profesor de la universidad más pequeña que hay; investiga algo de biología. Mai es profesora de la universidad más grande; su especialidad es una mezcla de matemáticas y biofísica. Ninguno de los dos viene mucho a las reuniones. He advertido que la gente que no tiene pareja viene con más frecuencia; los jóvenes que son como Joe Lee casi nunca aparecen.

Charlo con algunos de los que conozco y a los que aprecio, unos del trabajo y otros de otras partes, como Murray, que trabaja para una gran empresa de contabilidad. Murray quiere que le hable de mi esgrima; estudia aikido y tampoco se lo ha dicho a su psiquiatra. Sé que Murray ha oído lo del nuevo tratamiento, o por qué otro motivo estaría aquí hoy, pero creo que no quiere hablar sobre el tema. No trabaja con nosotros; puede que no sepa que las pruebas con humanos están cerca. Tal vez lo quiere y lo desea. No quiero preguntárselo, no hoy.

El Centro no es sólo para personas autistas; asiste mucha gente con distintas discapacidades también, sobre todo los fines de semana. No sé cuál es la discapacidad de todos. No quiero pensar en todas las cosas malas que le pueden pasar a la gente.

Algunos son amistosos y hablan con nosotros, y algunos no. Emmy se me acerca hoy. Casi siempre está. Es más baja que yo, con el pelo oscuro y liso y gafas gruesas. No sé por qué no se ha operado los ojos. No es educado preguntarlo. Emmy siempre parece enfadada. Sus cejas se juntan, y tiene pequeñas masas de músculo en las comisuras de la boca, y su boca se vuelve hacia abajo.

—Tienes novia —dice.

—No.

—Sí. Linda me lo ha dicho. No es una de nosotros.

—No —repito. Marjory no es mi novia (todavía) y no quiero hablar de ella con Emmy. Linda no debería haberle dicho nada y, desde luego, no eso. Yo no le he dicho a Linda que Marjory es mi novia porque no lo es. No estaría bien.

—Donde juegas con las espadas —dice Emmy—. Hay una chica...

—No es una chica. Es una mujer, y no es mi novia.

Todavía, pienso. Siento calor en el cuello al pensar en Marjory y la expresión de su rostro la semana pasada.

—Linda dice que lo es. Es una espía, Lou.

Emmy rara vez usa el nombre de la gente; cuando dice mi nombre es como si me diera un manotazo en el brazo.

—¿Qué quieres decir con eso de que es una «espía»?

—Trabaja en la universidad. Donde hacen ese proyecto, ya sabes.

Me mira, como si yo estuviera en el proyecto. Se refiere al grupo de investigación de discapacidades de desarrollo. Cuando yo era niño, mis padres me llevaron allí a evaluarme y durante tres años fui a la clase especial. Luego mis padres decidieron que el grupo estaba más interesado en publicar estudios para conseguir becas que en ayudar a los niños, así que me pusieron en otro programa, en la clínica regional. La política de nuestra sociedad local exige que los investigadores revelen que lo son: no les permitimos asistir a nuestras reuniones.

Emmy también trabaja en la universidad, como conserje, y supongo que por eso sabe que Marjory trabaja allí.

—Mucha gente trabaja en la universidad —digo—. No todos pertenecen al grupo de investigación.

—Es una espía, Lou —repite Emmy—. Sólo está interesada en tu diagnóstico, no en ti como persona.

Siento que un vacío se abre en mi interior: estoy seguro de que Marjory no es investigadora, pero no tan seguro.

—Para ella eres una rareza —dice Emmy—. Un sujeto.

Hace que la palabra
sujeto
parezca
obscena
, si es que yo comprendo lo que es obsceno. Desagradable. Un ratón en el laberinto, un mono en una jaula. Pienso en el nuevo tratamiento: quienes se sometan a él primero serán sujetos, como los simios con los que lo probaron antes.

—Eso no es verdad —digo. Noto el picoteo del sudor en las axilas, en el cuello, y el leve temblor que me da cuando me siento amenazado—. Pero, además, no es mi novia.

—Me alegro de que tengas tanto sentido común.

Entro en la reunión porque si me marchara del Centro, Emmy le hablaría a los demás acerca de Marjory y de mí. Es difícil escuchar al orador. Habla sobre el protocolo de la investigación y sus implicaciones. Oigo y no oigo lo que dice; advierto que dice algo que no he oído nunca, pero no presto mucha atención. Puedo leer el discurso colgado en la web del Centro más tarde. No estaba pensando en Marjory hasta que Emmy dijo eso sobre ella, pero ahora no puedo dejar de pensar en Marjory.

Le gusto a Marjory. Estoy seguro de que le gusto. Estoy seguro de que le gusto como yo soy, como Lou que practica esgrima con el grupo, como Lou al que le pidió que fuera con ella al aeropuerto ese miércoles por la noche. Lucía dijo que le gustaba a Marjory. Lucía no miente.

Pero hay gustos y gustos. A mí me gusta el jamón, como comida. No me importa lo que piense el jamón cuando lo muerdo. Sé que el jamón no piensa, así que no me importa morderlo. Algunas personas no quieren comer carne porque los animales de los que procede antes estaban vivos y tal vez tenían sentimientos y pensamientos, pero eso a mí no me importa una vez que están muertos. Todo lo que se come estuvo vivo una vez, quitando unos cuantos gramos de minerales, y un árbol podría tener pensamientos y sentimientos si supiéramos acceder a ellos.

¿Y si le gusto a Marjory como dice Emmy... como una cosa, como un sujeto, el equivalente a mi bocado de jamón? ¿Y si le gusto más que algún otro sujeto de investigación porque soy tranquilo y amistoso?

No me siento tranquilo y amistoso. Me apetece pegar a alguien.

El consejero de la reunión no dice nada que ya no sepamos. No puede explicar el método; no sabe adónde hay que ir para solicitar formar parte del estudio. No dice que la compañía para la que trabajo ha comprado la investigación. Tal vez no lo sabe. Yo no digo nada. No estoy seguro de que el señor Aldrin esté en lo cierto al respecto.

Después de la reunión los demás quieren quedarse y hablar sobre el nuevo proceso, pero yo me marcho rápidamente. Quiero irme a casa y pensar en Marjory sin tener a Emmy cerca. No quiero pensar que Marjory es investigadora; quiero pensar en ella sentada a mi lado en el coche. Quiero pensar en su olor y en las luces de su pelo, e incluso en la forma en que lucha con un sable.

Es más fácil pensar en Marjory mientras limpio el coche. Saco el forro de piel de oveja del asiento y lo sacudo. No importa con cuánto cuidado lo haga, siempre quedan cositas, polvo e hilos y (hoy) un clip. No sé de dónde ha salido. Lo coloco en el salpicadero y limpio los asientos con un cepillito, y luego paso la aspiradora por el suelo. El ruido de la aspiradora me lastima los oídos, pero es más rápido que barrer y se me mete menos polvo por la nariz. Limpio la cara interior del parabrisas cuidando de llegar hasta los rincones, y luego limpio los retrovisores. Las tiendas venden productos especiales para limpiar coches, pero todos huelen muy mal y me marean, así que yo uso simplemente un trapo mojado.

Vuelvo a poner el forro de piel de oveja en los asientos y lo ato en su sitio, con fuerza. Ahora mi coche está limpio para el domingo por la mañana. Aunque voy en autobús a la iglesia, me gusta pensar que mi coche está allí esperándome limpito, con su ropa de domingo el domingo.

Me doy una ducha rápida, sin pensar en Marjory, y luego me voy a la cama y pienso en ella. Se mueve en mis pensamientos, siempre se mueve y sin embargo siempre está quieta. Su cara se me expresa más claramente que la mayoría de las caras. Las expresiones permanecen lo suficiente para que yo pueda interpretarlas. Cuando me quedo dormido, ella está sonriendo.

4

Desde la calle Tom vio a Marjory Shaw y Don Poiteau cruzar el patio. Lucía creía que Marjory se sentía atraída por Lou Arrendale, pero allí estaba paseando con Don. Cierto, Don le llevaba el equipo, pero... si no le caía bien, ¿no debería llevarlo ella?

Suspiró y se pasó una mano por el pelo, cada vez más escaso. Le encantaba el deporte de la esgrima, le encantaba tener gente cerca, pero la constante carga de las intrigas interpersonales lo agotaba cada vez más a medida que se iba haciendo viejo. Quería que su casa y la de Lucía fuera un lugar donde la gente desarrollara su potencial, físico y social, pero a veces se sentía atrapado con un puñado de eternos adolescentes. Tarde o temprano, todos acudían a él con sus quejas, sus rencillas, sus sentimientos heridos.

O se los confiaban a Lucía. Sobre todo las mujeres. Se sentaban con ella, fingiendo interesarse en su costura o sus fotografías, y le echaban encima sus problemas. Lucía y él se pasaban horas hablando de lo que sucedía, de quién necesitaba qué tipo de apoyo, de cómo ayudarlos más sin cargar con demasiada responsabilidad.

Mientras Don y Marjory se acercaban, Tom notó que ella estaba molesta. Don, como de costumbre, se mostraba ajeno, caminando rápido, haciendo oscilar su bolsa, entusiasmado con lo que estaba diciendo. Ahí lo tenemos, pensó Tom. Antes de que terminara la noche estaba seguro de que se enteraría de qué había hecho Don para molestar a Marjory y de que Don le contaría que Marjory no era lo bastante comprensiva.

—Tiene que tener sus cosas exactamente en el mismo sitio siempre, no puede ser en otro lugar —estaba diciendo Don.

—Se llama orden —dijo Marjory. Parecía relamida, lo que significaba que estaba más que molesta—. ¿Tienes algo que objetar al orden?

—Tengo algo que objetar a la obsesión. Tú, por ejemplo, demuestras una sana flexibilidad al aparcar a veces en este lado de la calle y a veces en el otro y llevando ropa distinta. Lou lleva la misma ropa todas las semanas (limpia, eso lo reconozco, pero la misma), y esa manía que tiene con el sitio donde guarda el equipo...

—Lo pusiste en el sitio equivocado y Tom te hizo cambiarlo, ¿no? —dijo Marjory.

—Porque Lou se inquietaría —contestó Don, hosco—. No es justo...

Tom advirtió que Marjory tenía ganas de gritarle a Don. A él le pasaba lo mismo. Pero gritarle a Don nunca parecía servir de nada. Don había tenido una novia dispuesta y trabajadora que se había pasado ocho años de su vida haciéndole de padre y madre, y seguía igual.

—A mí también me gustan las cosas ordenadas —dijo Tom, intentando que no se notara su malestar—. Es mucho más sencillo si cada cual sabe dónde encontrar su equipo. Además, dejar las cosas tiradas puede considerarse tan obsesivo como insistir en ponerlas en el mismo sitio.

—Vamos, Tom:
descuidado
y
obsesivo
son antónimos.

Don ni siquiera parecía molesto, sólo divertido, como si Tom fuera un niño ignorante. Tom se preguntó si Don actuaría así en el trabajo. Si lo hacía, eso explicaba que fuera siempre a salto de mata de empleo en empleo.

—No le eches la culpa a Lou de mis reglas —dijo Tom. Don se encogió de hombros y entró en la casa a recoger su equipo.

Unos cuantos minutos de paz, antes de que las cosas empezaran... Tom se sentó junto a Lucía, que había empezado sus estiramientos, y trató de tocarse los dedos de los pies. Antes era fácil. Marjory se sentó al otro lado de Lucía y se inclinó hacia delante, intentando tocarse las rodillas con la frente.

—Lou debería venir esta noche —dijo Lucía. Dirigió a Marjory una mirada de reojo.

—No sé si le molesté —contestó Marjory—. Al pedirle que me acompañara al aeropuerto.

—No lo creo. Yo diría que estaba muy contento. ¿Sucedió algo?

—No. Recogimos a mi amiga; dejé a Lou aquí. Eso fue todo. Don ha dicho algo sobre su equipo...

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