Serguéi Yakovlevich Efrón era hijo de activistas revolucionarios anarquistas amigos de Kropotkin. En 1908 la madre había emigrado con su hijo menor a París para no ser detenida por el zarismo. El muchacho se suicidó allí y, poco después, la madre, desesperada, hizo lo mismo. En Rusia se la había condenado a cadena perpetua en rebeldía. Por lo tanto a Serguéi, París no le traía tan buenos recuerdos como a Marina. Ambos se conocieron en Crimea, en el año 1912. Tenían diecisiete años él y uno más ella. Él, ya por aquel entonces, estaba tuberculoso. Seis meses más tarde se casaron, «en ese momento decidí que no lo abandonaría nunca, pasara lo que pasara». Serguéi había estudiado en la Escuela Militar de Peterhof. Poco después del matrimonio fueron a instalarse en una casa, relativamente cercana a la de los padres de ella, en Borisoglebski pereúlok, número 6, un pasaje donde hoy está alojada la casa museo que lleva su nombre. En este inmueble vivió desde el año 1914 a 1922, pues Serguéi se alistó en el Ejército Blanco. Luchó en estas filas desde 1917 a 1922, siendo gravemente herido. Marina, en el escrito a Beria, se preguntaba cómo era posible que un hijo de revolucionarios perseguidos cruelmente por el zarismo, se encontrara en las filas de los blancos luchando contra sus propios hermanos. Ella respondía que su marido había juzgado este suceso de su vida como «un error fatal» pero no añade más datos para justificarlo. ¿Quizá tuvo su origen en las disputas entre anarquistas y comunistas? De otra forma se hace bastante incomprensible este vaivén ideológico de Serguéi, una persona por otra parte sin las aptitudes físicas y convicciones políticas adecuadas. Derrotadas definitivamente las tropas blancas en Crimea, en cuyas filas servía Efrón, éste, tras atravesar Turquía y varios países europeos, se instaló, en el año 1922, en Praga. En la capital checa se matriculó en la Facultad de Historia y Filología. Marina cifraba en esta ciudad el comienzo de su conversión al comunismo soviético. En París se llevaría a cabo esa transformación definitiva a través de la publicación de revistas creadas y dirigidas por él, así como con la fundación de asociaciones políticas y culturales prosoviéticas.
Marina no sólo estuvo al margen de estas actividades, sino que las ignoraba. Finalmente Serguéi fue acusado por la policía francesa de participar en los asesinatos de Leon Sedov, hijo de Trotsky, y del comunista de origen polaco, Ignacio Reiss-Poretski, espía arrepentido que había huido a Suiza, después de enviar su renuncia a través de la embajada. Para evitar el arresto, Serguéi huyó de Francia a través de España, en 1931. Ariadna, la hija de ambos, había regresado antes a Moscú. Marina, en sus escritos absolutorios, se refiere a su primogénita como buena pintora y periodista de mucho talento, leal al gobierno de su país de origen. Ariadna tuvo mejor suerte que su padre. Sobrevivió al campo de concentración, donde perdió al hijo que estaba esperando. Murió en el año 1975 y dedicó los últimos años de su vida a recoger muchos de los documentos de la madre, que se exhiben en Borisoglebski pereúlok. Según se contaba, Serguéi fue asesinado por el mismo Beria. Marina en vano le explicaba al policía que su marido era incapaz de una traición, falsedad o deslealtad, «es de una pureza, capacidad de sacrificio y responsabilidad extraordinarias». Serguéi había trabajado para la España republicana formando a brigadistas internacionales.
La casa de Borisoglebski pereúlok estaba junto a la plaza Sobachya Ploschadka (Plazuela del Perrito), algo semejante a nuestra madrileña Puerta del Sol. Centro vital y sentimental del antiguo Moscú que desapareció por debajo del Nuevo Arbat («la mandíbula postiza de Moscú»), obra de Jruschov en los años sesenta. Marina vivió ocho años en esta casa que ahora visito, durante los cuales escribió todas las obras más importantes de su período ruso. Es un edificio de dos plantas con cuatro pisos. El suyo tenía tres niveles, parecía un laberinto —y así lo sigo encontrando yo— y un barco (según ella). Al lado de la casa todavía crece un álamo y un olmo que la «conocieron». A este lugar trasladó varios objetos queridos de la casa de su infancia en Trejprudni pereúlok. En esta casa trabajó en las
Poesías juveniles
, publicadas póstumamente. Nació su segunda hija, Irina. Vivió la primera relación homosexual con Sofía Parnok, y otra con Mandelstam. Escribió su ciclo de poesía sobre Moscú y los versos a Blok: «En Moscú, las cúpulas en llamas. / En Moscú, ya tañen las campanas. / Los sepulcros están aquí, en hilera, / y allí duermen los zares, las zarinas. //
Tú no sabes aún que en el alba del Kremlin / se respira mejor que en cualquier otro sitio. / Tú no sabes que en el alba del Kremlin / yo te rezo hasta el alba. // Tú pasas sobre el Neva / y yo sobre el Moscova, / cabizbaja. Se duermen las farolas. // Te quiero en el insomnio. / Te escucho en el insomnio. / Mientras que por el Kremlin / despiertan campaneros. // Mi río con tu río, / mi mano con tu mano / se ignoran. Cariño mío, alegría // hasta que el alba alcance a la siguiente» (1916, traducción de Lola Díaz).
Campamento de cisnes
fue una colección de poemas dedicados a los combatientes blancos enfrentados a la revolución. Aquí, en este inmueble totalmente restaurado que también se utiliza como centro cultural, comenzó a escribir prosa autobiográfica, entre ellas,
Mi buhardilla
, obras que aparecieron en Francia durante el exilio. También aquí surgió su interés por el teatro:
El ángel de piedra, El fin de Casanova
, etc. En 1921 aparecía su libro de poemas
Verstas
.
El tres de febrero del año 1920, Marina asistió a uno de los momentos más terribles y trágicos de su corta existencia: la muerte de su segunda hija, Irina. Tenía dos años. Su primera hija Ariadna (Alia) estaba enferma de malaria y Marina dejó a Irina en un albergue, donde murió de hambre, «tenía tanto miedo de ir al albergue (tenía miedo de que sucediera lo que finalmente acaba de suceder), que deposité mi confianza en el destino […]. Murió sin estar enferma, de debilidad. Y yo no fui al entierro. Ese día Alia tenía más de cuarenta de fiebre y —é debo decir la Verdad?— sencillamente
no podía
. —
¡Ah
, señores!—. Aquí se podrían decir muchas cosas. Sólo diré que es como un mal sueño, y no hago sino pensar que pronto despertaré» (carta a los esposos Zviaguíntseva). Optó por una hija sobre la otra, de la misma manera como lo había hecho su madre en favor de su hermana. «—¡Yo estaba tan abandonada! Todo el mundo tiene a alguien: un marido, un padre, un hermano— yo sólo tenía a Alia, y Alia estaba enferma, y me sumí completamente en su enfermedad y Dios me castigó», continúa diciendo en la carta. El recuerdo de la hija y la mala conciencia le hacen pedir que si tuviera que dejar a Alia en un sanatorio, iría a vivir con ese matrimonio a su casa, «aunque tuviera que dormir en el corredor o en la cocina —¡se lo suplico!—», pues no podía regresar a su casa de Borisoglebski, «acabaría ahorcándome». Las condiciones de vida en ella eran terribles, según ella misma continúa narrando, pues no había calefacción y por las mañanas la temperatura era bajo cero, «a pesar de que cuando cae la noche la caliento y, últimamente, la caliento incluso durante la noche». La carta la envió desde el apartamento de V. A. Zhukóvskaya, en la calle Merzliakovski, número 16. En el verano de 1918, escribía en esta casa estos versos para su hija Alia: «No sé dónde estás tú y dónde yo. / Las mismas canciones, los mismos afanes. / ¡Tan unidas en la amistad! / Tan cercanas en la orfandad! […] / ¡Ah, sibila! ¿por qué para mi / niña — un destino como éste? / Suerte rusa— ¿por qué para ella…? / Y un siglo entero: Rusia, serbal…». Dos años después, sin nombrarla, se refiere a Trina: «… Como una infanticida a la que juzgan / me veo — detestable, temerosa. / Aun en el infierno te diré: / Mi amor, ¿qué te hice yo?». La traducción, como la del poema siguiente, es de Selma Ancira. En la declaración de Ariadna, escrita en la Lubianka, durante su detención en el año 1939, cuenta que antes de la revolución vivían bien porque quizá habían heredado algún dinero de sus padres (se refiere a sus abuelos), vivían en un piso arrendado en Borisoglebski pereúlok en Moscú, junto a Arbat). Los tiempos revolucionarios y posrevolucionarios fueron terribles para sus condiciones de vida. Se quedaron las tres mujeres sin medios para la subsistencia y sin ayuda alguna. Marina era mujer poco o nada práctica y tuvo que vender sus pertenencias (entre ellas las antigüedades) para alimentar a sus hijas. El frío penetraba en esta misma casa que, ahora mientras la visito, disfruta de buena calefacción, y lo helaba todo. Marina llegó a calentarla con las vigas del techo, que cortaba de la misma buhardilla, pues ya se habían sacrificado todos los muebles y utensilios de madera. «Todo en la casa excepto el alma estaba congelado, y nada en la casa, excepto los libros, se salvó.» Los amigos que la visitaban le llevaban leña, tabaco, patatas o un cupón para una comida gratis. Marina y su hija se convirtieron en nómadas dentro de su propio hogar. En el verano habitaban una pequeña habitación del desván; mientras que, en el invierno, la cocina hacía las veces de dormitorio. El invierno más crudo fue el del año 1918 al 1919. Nuevos inquilinos las fueron desplazando hasta que el último año, antes de exiliarse, quedaron relegadas a dos habitaciones del sótano, un espacio si cabe aún más terrible. En octubre de 1919 fechó este poema tan descriptivo de aquella situación: «¡Es mi palacio buhardilla, mi buhardilla palacio! / Adelante. Una montaña de manuscritos… ¡Déme la mano! —y guarde su derecha— / Las goteras han dejado aquí un charco. // Ahora admire, sentado en el arcón, / el Flandes que me tejió la araña. / No crea a la gente cuando inventa / una mujer — ¡no vive sin encajes! // le mostraré las joyas de esta buhardilla: / aquí llegan el ángel y el demonio; / y el que está por encima de los dos. / El cielo no está lejos — ¡del tejado! // Mis hijas las zarinas del desván, / junto a mi alegre musa — mientras yo / le caliento la cena inexistente — / le mostrarán mi Imperio. //— ¿Qué hará si se le acaba la leña? /— ¿Leña? ¡El poeta tiene — las palabras / siempre prendidas — de reserva! / A nosotros este año no nos amenaza… // Las cortezas del poeta han sido siempre duras, / y el Moscú rojo ¡nos importa poco! / Mire: de punta — a punta — / nuestro Moscú es — ¡azul cielo! // Aunque hostigara mucho a los poetas / este terrible año diecinueve — / no importa — ¡viviremos sin pan! / El tejado no está lejos — ¡del cielo!». Marina también tuvo que vender toda su biblioteca. Esta casa, en la que en algún tiempo fue feliz, se convirtió en un extraño, y horrible lugar «donde todo estaba movido una vez y todas, todo estaba constantemente e irrevocablemente movido». A pesar de los infortunios resistió y pudo marcharse durante uno de los momentos más represivos contra la inteligencia.
Antes de estas fechas infaustas, casi nada más llegar a la casa de Borisoglebski, Marina entabló una relación amorosa con Sofía Parnok que duró del año 1914 al 1916. Sofía tenía siete años más que Marina. En «La Maison du Vieux Pimene», la Tsvietáieva se refiere a dos amigos de infancia, que eran hermanos: Serioja fue su primer amor; Nadia, su primera pasión. Ambos murieron prematuramente de tuberculosis. Fue su primer gran dolor. Como resultado de esa relación homosexual surgió el ciclo de poemas «La amiga». En París, al tener noticia de la muerte de Sofía, redactó la
Carta a la amazona
en francés. El tema principal no es tanto el amor entre mujeres como la imposibilidad de la maternidad: «(¿Una hija adoptiva? ¿Ni tuya, ni mía? ¿Además, con dos madres? La naturaleza hace muy bien lo que hace.) / El niño, único punto atacable que perjudica toda la causa. El que salva la causa del hombre. Y la de la humanidad…». Es el único punto fallido, el único atacable, la única brecha en esa entidad perfecta que son dos mujeres que se aman. Lo imposible no es resistir la tentación del hombre, sino la necesidad del hijo. Además de con Sofía Parnok (1885-1933) se especulan otras varias relaciones homosexuales de Marina, casi siempre más ideales que físicas. Sofía la abandonó por otra mujer. ¿Abandonó a la mujer o a la mujer casada y con un hijo? Como comenta Hélene Cixous, «ella se identifica en la
Carta a la amazona
con la mayor abandonada. Ama, admira a la abandonada. Lo que Tsvietáieva ama es el abandono. Fue abandonada por una mujer, por otra mujer, no por un hombre. Digo esto y me detengo. Me detengo en este camino porque cuando digo hombre y mujer, ya no sé lo que estoy diciendo. Tsvietáieva no sabe lo que dice cuando habla de hombre y mujer». Otra amante fue la actriz Sonechka Holliday, o se narra esta historia en el relato
La historia de Sonechka
. Se especuló con otra relación homosexual entre Marina y Natalia C. Barney, una millonaria norteamericana que tenía un salón literario en el número 20 de la Rue Jacob. Natalia tuvo varias amantes y un amante platónico, Remy de Gourmont, quien mantuvo con ella una importante correspondencia reunida en
Cartas a la amazona
, que a ella le inspiró
Pensamientos de una amazona
. El libro de Marina quizá fue una respuesta a éste. Quizá Marina pasó alguna vez por allí pero su imagen de
poeta-clochard
no les debió de agradar en demasía. También en Praga mantuvo otra relación materno-amorosa con Anna Teskova, escritora checa que la ayudó y a la que le envió la última carta antes de partir de París. Estaba llena de malos pensamientos, «llegó el día en que debemos separarnos de todo para siempre». En el poema «Amiga» escribe: «Bajo la manta de felpa / evoco el sueño de ayer. / ¿Qué, de quién fue la victoria? / ¿Quién se dejó vencer? // Otra vez el recuerdo, / otra vez el dolor. / Lo que no tuvo nombre, / ¿puede llamarse amor? // ¿Quién fue cazador? ¿Quién presa? / ¡Todo endiablado, al revés! / ¿Qué oyó el gato siberiano / ronroneando a placer? // En aquel duelo obstinado, / ¿qué mano daba el saque? / De los dos corazones, / ¿cuál volaba a galope? // Con todo, ni sé qué fue, / qué quiero, o por qué me quejo. // Sigo sin saber: ¿Vencí / o me vencieron?» (1914, traducción de Lola Díaz).
La lista de enamoramientos de la Tsvietáieva es larga. En 1923, en Checoslovaquia, se encaprichó del amigo de su marido, Konstantin Rodzévich. Serguéi y Konstantin habían luchado juntos en el Ejército Blanco. De esta relación surgió
El poema de la montaña
y
El poema del fin
. La montaña es la de Smíchov desde la cual se ve el Moldava y los puentes sobre él. Confirmaba así lo que Blok había dicho de Marina: «Tiene una sinceridad temeraria». Ella no quiso seguir para no romper su matrimonio. Poco después nacería su tercer hijo y único varón, Mur, por el que siempre tuvo devoción. «Lloraba la montaña nuestra pena / cuando sobre la frente, no en el acto, / ya no es “memento”, sino el mar, ¡él solo! / Mañana, que es cuando comprenderemos» (Versión de E. Burgos). Pasternak y Rilke fueron otros dos de sus amores imposibles. Mientras Marina le proponía a Rilke excluir del triángulo epistolar a Pasternak, éste estaba decidido abandonar a su esposa. «Eres mi único cielo legítimo y mi mujer», le llegó a escribir el autor de
Doctor Zhivago
, y ella a su vez le contestó: «Te amo. ¿Cuánto te añoro?». Marina le pidió a Rilke que se encontrara con ella, que financiara su viaje y sus gastos para el encuentro. En la última carta a Rilke, Marina le dice: «El amor vive en las palabras y muere en las acciones; al menos el amor de los poetas». Con Mandelstam comprimió la pasión y las contradicciones del judaísmo. Lo conoció en San Petersburgo. En
Verstas
le dedicó una serie de poemas, también el verso en prosa
Historia de una dedicatoria
. A Bieli le dedicó el ciclo de poemas
El espíritu cautivo
. También pasaron por su mente Ehrenburg (que poco la ayudó en sus últimos meses) y el crítico Slonim. La relación con el editor Vishniak fue algo más seria. Le inspiró
Nueve cartas con una décima retenida y una undécima recibida
, relato amoroso en forma epistolar, reescrito en francés con el título de
Noches florentinas
. Años después se encontró con Vishniak en París. Iban por la calle Marina y su hijo y él se les acercó a saludarlos. Marina no lo reconoció. Su amor había sido ¿realidad o invención? Él murió en un campo de concentración alemán. En la única misiva que él le contestó, le devolvía las cartas y poemas después de disculparse por su indiferencia a causa de la enfermedad, «he conservado sólo una, la última, la que me entregó en el momento de su partida. Me es tan entrañable como el final de cierto camino; como el último sonido de una voz que se aleja». El amor de Marina por los hombres y mujeres estaba basa en la ausencia, en la espera, en el dolor y el sufrimiento, en la no consumación, en el platonismo. El amor para Marina estaba más cerca del limbo que del paraíso o el infierno. Lo imaginaba, lo recreaba, se consumía en él. El otro enamorado la mayoría de las veces es un pretexto, un testaferro. ¿Era Marina infiel a Serguéi, de quien nunca se separó? En
Noches florentinas
hace el siguiente comentario: «(Fidelidad). Imposibilidad de otra (de ser otra). Todo el resto es Lucifer (orgullo) y Lutero (deber). Como usted ve, mi cabeza se aprovecha de mi corazón. Alguna vez lléveme durante toda una noche. Para que lo olvide un poco encontrándolo. Para que seamos dos a llevarlo consigo». En la
Correspondencia del verano de
1926, añade: «La fidelidad, como duelo con una misma, no me sirve (yo como trampolín, es humillante). La fidelidad como constancia de la pasión, me es incomprensible, ajena. (La fidelidad tanto como la infelicidad todo lo separa.) Una sola vez se acercó a mí (quizá no era ella, no sé, soy poco observadora, pero entonces se trataba de la infidelidad, que es una forma de fidelidad). La infidelidad por admiración».