Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (30 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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Luke se preguntó qué ocurriría cuando los datos de puesta al día de aquellos planetas llegaran al registro central y la
Babosa del Fango
se encontrara súbitamente en dos sitios a la vez. Y entonces, y sólo por un momento, jugueteó con la idea de que en realidad los dos sitios eran el mismo..., de que seguían estando en Coruscant, quizá incluso en su refugio de ermitaño, y de que todo lo ocurrido desde que conoció a Akanah era el resultado de algún complicadísimo engaño.

Luke rechazó rápidamente esa idea por considerar que daba una solución demasiado radical al misterio. Pero el hacerlo dejaba una pregunta muy inquietante por responder: ¿de qué era capaz realmente Akanah? ¿Cuáles eran los límites de su poder?

«¿Puedo ocultarnos durante la partida?», le había preguntado.

Y a Luke no se le había ocurrido ningún motivo para negarse.

¿Qué había hecho Akanah? ¿Algo que podía ocultarlos por completo del mejor sistema de seguridad planetaria que podían llegar a diseñar los mejores ingenieros? Luke se dio cuenta de que había toda una pauta oculta que se le había estado pasando por alto. ¿Cómo se las había arreglado Akanah para entrar en su refugio sin que él percibiera su presencia? ¿Cómo había logrado burlar la vigilancia del androide de seguridad para entrar en el comunal de Teyr? Todas aquellas preguntas señalaban hacia la misma respuesta: Akanah poseía algún poder de engaño, ilusión o camuflaje que iba mucho más allá de cualquier capacidad que Luke pudiera invocar.

«Akanah puede ver a través de mis proyecciones —pensó, acordándose de cómo se lo había demostrado—. Me pregunto si yo podría ver a través de las suyas... De hecho, me pregunto si podría darme cuenta de que está usando una proyección.»

Luke estaba tan absorto en aquellos pensamientos que estuvo a punto de pasar por alto la otra sorpresa que contenía el informe enviado por Coruscant. La sorpresa estaba aguardándole en la sección que contenía el historial de propiedad, y sus ojos se posaron sobre ella mientras se estaba preguntando qué necesidad había podido tener Akanah de comprar una nave si poseía tales talentos para pasar desapercibida.

«Podrías haberte introducido en cualquier nave cuando quisieras —estaba pensando—. No tenías por qué verte atrapada en Lucazec. Demonios, pero si podrías haber robado el dinero para pagar el pasaje, o incluso para lo que costara la nave...»

Y entonces vio que el único propietario anterior del esquife había sido un hombre llamado Andras Pell, y que la categoría de transferencia registrada era:

CLASE III, LIBRE DE IMPUESTOS — HERENCIA POR MATRIMONIO.

Luke se levantó del sillón de pilotaje y giró sobre sus talones para clavar la mirada en la cortina corrida que ocultaba la litera. «Me pregunto cómo compraste tu libertad... —pensó sin apartar los ojos de la cortina que le impedía ver a Akanah—. ¿Y qué más me estás ocultando?»

Akanah hibernó —o se escondió— durante casi diez horas. Pero en vez de frustrar la curiosidad de Luke, su ausencia produjo el efecto de impulsarla en una nueva dirección. Durante las cinco últimas horas del aislamiento de Akanah, la
Babosa del Fango
flotó a la deriva por el espacio real en la periferia de la Nube de Oort de Atzerri, teniendo a los fríos cometas de hielo de metano por única compañía. Con todas sus anteriores inhibiciones sobre el llevar a cabo averiguaciones a espaldas de Akanah desaparecidas, Luke hizo pleno uso del tiempo, sus créditos y sus códigos de acceso de alta prioridad.

Pidió a Carratos cualquier información disponible procedente de las redes de noticias y los registros políticos o policiales sobre Akanah Norand Pell, Andras Pell y Talsava. Envió la misma solicitud al departamento de archivos criminales y el registro de ciudadanos de Coruscant y a las sedes centrales de la Red Global de Noticias de Coruscant y la Red de Noticias Primaria de la Nueva República.

También se puso en contacto con el Servicio de Referencia de la Nueva República y solicitó un resumen de información sobre las convenciones y costumbres que regían la elección de nombres en Lucazec y Carratos, pensando que tal vez pudiera extraer otra pista de los nombres con que contaba.

Una segunda solicitud dirigida a la misma fuente pedía extractos de quinientas palabras de todos los textos en los que hubieran sido detectadas las palabras clave «fallanassis» y «Corriente Blanca». Después de mantener una corta discusión consigo mismo, y a pesar de las patéticas y sensacionales inexactitudes en que incurría
Los secretos del poder de los Jedi
, Luke también se puso en contacto con un traficante de información de Atzerri y pagó cien créditos a cambio de una búsqueda basada en las mismas claves.

También solicitó un folleto de Términos y Condiciones Actuales al despacho del jefe de bibliotecarios de Obra-Skai. Los ordenadores de la biblioteca constituían la única organización que podía ofrecer más variedad y un mayor volumen de registros que los bancos de datos de Coruscant.

Pero la biblioteca era el gran tesoro planetario de Obra-Skai, y a la hora de compartirlo su generosidad tenía ciertos límites. Para proteger la biblioteca contra los robos, y a fin de proporcionarle los recursos necesarios para su mantenimiento, acceder a los registros significaba ir a Obra-Skai o contratar los servicios de uno de los investigadores adiestrados por la propia biblioteca.

En cualquiera de los dos casos, Obra-Skai no era una fuente de información a la que se recurriese cuando estabas buscando respuestas rápidas. El lenguaje oficial de los sistemas de registros de la Nueva República era el básico, y todos los datos conocidos por Coruscant estaban clasificados en una de varias especificaciones de datos a las que se podía acceder con suma facilidad. Pero la biblioteca de Obra-Skai consistía en una colección de documentos primarios en diez mil formatos de almacenamiento distintos y en un número incontable de lenguajes. El índice general más completo sólo abarcaba el quince por ciento de los fondos de la biblioteca, y todos los índices de especialidades combinados sólo aumentaban ese porcentaje en unas cuantas unidades.

Ésas eran las razones principales por las que el folleto —que Luke recibió pocos minutos después de haberlo solicitado, en lo que supuso la primera respuesta a todas sus solicitudes— informaba de que una búsqueda normal de datos en un segmento de la biblioteca duraba un promedio de ocho días. La lista de espera para el tiempo de terminal era tan larga que las solicitudes tardaban quince días en ser satisfechas, y en el momento actual había ochenta peticiones de contratar los servicios de un investigador pendientes de ser atendidas.

Aquellas cifras bastaban para desanimar a cualquiera, pero aun así Luke envió un mensaje de mando-control a Erredós y Cetrespeó por un canal especial de hipercomunicaciones sintonizado con Yavin 4, dándoles instrucciones de ir a Obra-Skai y examinar los bancos de datos de la biblioteca en su nombre, tal como ya habían hecho en una ocasión anterior.

La única de todas sus solicitudes que fue rechazada había sido dirigida al Memorando Diario de Evaluación Táctica del Departamento de la Flota —también conocido como el mapa de problemas—, que consistía en un compendio de informes de situación procedentes de todos los mandos de base y unidades de la Flota. A diferencia del sistema de hipercomunicaciones de su ala-E, el de la
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carecía de índice militar, y no hubo forma de persuadir a la Sección de Inteligencia de que enviara un expediente marcado con la estrella blanca a lo que consideraba un receptor de naturaleza altamente dudosa.

Luke estuvo pensando en establecer contacto directo con el almirante Ackbar para pedirle una evaluación de los problemas surgidos en Farlax, ya que el noticiario que había leído en Atzerri era casi tan sensacionalista e increíble como el documento sobre los Jedi. Pero el hacerlo prometía suscitar preguntas que Luke no estaba preparado para responder y, posiblemente, hubiese acabado obligándole a una decisión que todavía no estaba preparado para tomar.

En vez de ello, Luke eligió ponerse en contacto con los departamentos de información pública del Senado y del Ministerio General. Solicitó el registro oficial de los últimos veinte días, con la esperanza de que podría leer entre líneas lo suficientemente bien para saber si había llegado el momento de volver a casa.

Después atenuó las luces del compartimiento de vuelo, se tumbó sobre la cubierta detrás de los sillones de control y cerró los ojos. Todas las solicitudes pendientes de respuesta requerían una cierta cantidad de paciencia, que iba desde los minutos hasta las horas y los días. Pero el mero hecho de enviarlas ya había bastado para que sus circunstancias actuales empezaran a adquirir un aspecto bastante más prometedor. Aun suponiendo que algunos de sus esfuerzos no le aportaran ningún dato de utilidad, Luke podía permitirse albergar la esperanza de que cuando él y Akanah volvieran a hablar ya no tendría que hacerlo desde una situación de inferioridad.

«Por mucho que lamente decirlo, ahora lo que necesito es una razón para confiar en ti y no meramente una razón para querer hacerlo —pensó—. Si vamos a seguir adelante juntos, tendrás que empezar a confiar en mí.»

Una sensación vagamente parecida al cosquilleo de una pluma que se moviera dentro de su cráneo le despertó e hizo que Luke fuera consciente de dos cosas al mismo tiempo: de que se había quedado dormido encima de la cubierta, y de que estaba siendo observado.

Volvió la cabeza en la dirección de la que llegaba la sensación y abrió los ojos..., y se encontró contemplando a Akanah. La joven estaba sentada al borde del catre con las manos cruzadas encima del regazo, y el estado de su cabellera indicaba que acababa de levantarse.

—Hola —dijo Akanah—. Siento haber monopolizado la litera durante tanto tiempo. No pretendía hacerlo.

Luke, un poco sorprendido por su disculpa, se irguió hasta quedar sentado.

—Oh, no importa —respondió con voz un tanto pastosa—. Debía de hacerte mucha falta, ¿no? Al menos lo parecía cuando estábamos en Talos.

Akanah asintió.

—Ya que has mencionado Talos... Bueno, hay algunas cosas de las que debemos hablar —dijo—. Has tenido mucha paciencia conmigo, y yo he sido terriblemente injusta contigo. Mereces saber lo que me ha estado ocurriendo.

Luke, que ya tenía preparado su discurso de abertura, volvió a verse pillado por sorpresa y no supo qué decir.

—Bueno, pues adelante... Te escucho —acabó murmurando, no ocurriéndosele nada mejor.

Akanah señaló la parte delantera de la cubierta con una inclinación de la cabeza.

—Tienes algunos mensajes —dijo—. Probablemente querrás echarles un vistazo antes.

Luke le lanzó una mirada entre perpleja e interrogativa, pero fue hasta el asiento del copiloto y repasó la lista de contestaciones registradas en el sistema.

Había un acuse de recibo enviado por Streen desde Yavin 4 que Luke decidió leer más tarde. Tampoco prestó atención a las carpetas de prensa enviadas por el Senado y el Ministerio General, que eran irrelevantes por el momento.

El Servicio de Referencia de la Nueva República había respondido con un breve resumen sobre la elección de nombres que terminaba con tres mensajes:

Clave de búsqueda: fallanassis — No encontrada

Clave de búsqueda: corriente blanca — No encontrada en esa combinación

Clave de búsqueda: fallanassis + corriente blanca — No encontrada

Lo mismo había ocurrido con la respuesta del traficante de información de Atzerri, que consistía en una nota pidiéndole disculpas y una oferta de reducir la tarifa de búsqueda a la mitad en la próxima solicitud de Luke.

Luke fue examinando con creciente preocupación más de media docena de réplicas procedentes de distintas agencias y compañías de Carratos y Coruscant. Todas estaban singularmente desprovistas de información y sólo contenían unas cuantas fechas, unos cuantos datos pertenecientes a la categoría de las estadísticas vitales, y varios mensajes de no encontrado y no figura en los registros, con una pareja de secas negativas consistentes en una lacónica solicitud denegada perdidas entre el montón de contestaciones.

—Si me lo permites, voy a resumirte lo que dicen tus mensajes —dijo Akanah en voz baja y suave—. Mi nombre completo era Akanah Norand Gross, y ahora me llamo Akanah Norand Pell. Estuve casada en Carratos con Andras Pell, que tenía treinta y seis años más que yo. Andras murió un año después de que contrajéramos matrimonio, y yo heredé esta nave y unos cuantos miles de créditos. Su obituario afirma que la muerte se debió a causas naturales, y su defunción no parece haber despertado el interés de ningún funcionario, pero te estás preguntando si además de casarme con él pude haberle asesinado para escapar de Carratos. Y sean cuales sean las fuentes que has consultado, no contienen absolutamente ninguna información sobre los fallanassis.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Luke, retorciéndose en el sillón hasta quedar de cara a ella—. ¿Has leído mi correo?

—No. No he necesitado hacerlo.

—Sabías que iba a tratar de verificar la historia que me contaste, ¿verdad?

—Oh... Pensé que acabarías haciéndolo tarde o temprano. De hecho, pensaba que tardarías menos en hacerlo.

—Así que hiciste algunas averiguaciones por tu cuenta, y te enteraste de lo poco que había conseguido averiguar.

—Hice algunas averiguaciones, sí, pero para mí misma y porque necesitaba hacerlas —le corrigió Akanah—. No eres el único que anda buscando los fragmentos perdidos de su pasado.

Luke se inclinó hacia adelante hasta que quedó sentado al borde del asiento del copiloto.

—¿Y por qué hay tan pocos? —preguntó, y el tono acusatorio desapareció de su voz.

—Talsava y yo pasamos toda nuestra estancia en Carratos viviendo entre las sombras. Llegamos allí sin pasar por ninguna clase de control o registro oficial. Vivíamos en una región de Chofin donde la gente entra y sale sin que nadie se entere de sus idas y venidas. Cuando Talsava se fue, me convertí en uno de esos seres invisibles, no tenía absolutamente nada, y no hacía nada que pudiera introducir mi nombre en los registros de identidad laborales. De todo el período de tiempo que pasé en Carratos sólo hubo una pequeña parte en la que viviera por encima de esa frontera que separaba lo invisible de lo visible, y fueron los dos últimos años..., los años que pasé con Andras.

—¿Nadie se preguntó quién eras y de dónde habías venido?

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