Read Campeones de la Fuerza Online
Authors: Kevin J. Anderson
Pero cuando un líder militar lograse imponerse a los demás, las fuerzas combinadas del Imperio se lanzarían sobre la Nueva República..., a menos que Kyp Durron las destruyera antes.
Han y Lando encontraron los restos de una enana roja que había estallado en la periferia del Núcleo. El pequeño sol de escasa magnitud nunca había tenido nada de particular, y según el atlas planetario del
Halcón
carecía de mundos habitables. Pero las misiones de exploración habían averiguado que el sistema de la enana roja albergaba un astillero de construcción de naves espaciales, un depósito de armamento, y espacio para el almacenamiento de archivos protegidos bajo la forma de bóvedas blindadas excavadas en las profundidades de varios planetas rocosos desprovistos de vida.
Han alzó la mirada hacia el visor y vio que la pequeña estrella había estallado de una manera menos espectacular que el sol de Carida, produciendo una pequeña erupción sin la masa suficiente para generar una reacción en cadena significativa. Pero aun así las ondas expansivas habían pulverizado e incinerado a los planetas que se movían en órbitas más cercanas a la enana roja.
—Lo ha vuelto a hacer —dijo Han—. No hay manera de que se te pase por alto un rastro como el que está dejando Kyp, ¿verdad? Lando entrecerró los ojos mientras inspeccionaba los sensores. —He localizado a once Destructores Estelares de la clase Victoria saliendo del sistema —dijo.
—Oh, eso es sencillamente estupendo —dijo Han. Ya tenía preocupaciones más que suficientes con Kyp y el
Triturador de Soles
, y lo último que deseaba en aquellos momentos era tener que vérselas con una flota imperial al mismo tiempo—. ¿Todavía no nos han detectado?
—No lo creo. Aún hay muchas radiaciones e interferencias como resultado de esa explosión. Tengo la impresión de que se han limitado a hacer las maletas y salir corriendo.
Han empezó a sentir un poco de esperanza.
—¿Crees que esto ocurrió recientemente? Puede que Kyp acabe de hacer estallar la estrella, ¿no?
—Podría ser.
—Muy bien. Entonces será mejor que empieces a buscar...
—Ya le tengo, Han. El
Triturador de Soles
se encuentra a bastante altura por encima de la eclíptica, como si estuviera..., como si estuviera contemplando lo que ocurre.
—Traza un curso —dijo Han, irguiéndose en el asiento—. Vamos a por él. Máxima velocidad, Lando.
Conectó el sistema de encendido y la hilera de motores sublumínicos del
Halcón
despidió una llamarada blanca. La aceleración incrustó a Han y Lando en los respaldos de sus asientos mientras la nave describía un grácil viraje, deslizándose por encima del plano orbital para empezar a aproximarse al puntito que acababa de aparecer en las pantallas de sus sensores. Pero el
Triturador de Soles
se puso en movimiento en cuanto el
Halcón
empezó a reducir la distancia que se interponía entre ellos.
—Nos ha detectado. ¡Sigámosle! —gritó Han—. Si pasa a velocidad lumínica le habremos perdido.
El
Halcón
salió disparado hacia adelante. Han clavó la mirada en un puntito luminoso que se desplazaba sobre el panorama estelar en una trayectoria que le haría cruzar el rumbo que estaban siguiendo.
—¿Quieres que conecte los láser, Han? —preguntó Lando—. No vamos a dispararle, ¿verdad? ¿Y si no se para?
—Dispararle no serviría de nada..., no con esa armadura cuántica suya. —Han abrió un canal de comunicaciones—. Kyp, soy yo... Soy Han Solo. Tenemos que hablar contigo, chico.
La respuesta del
Triturador de Soles
consistió en un parpadeo acompañado por un cambio de curso y un aumento de la velocidad.
—Pisa a fondo, Lando —dijo Han—. Vamos a seguirle.
—Ya estamos a punto de rebasar las líneas rojas —replicó Lando.
—El
Halcón
aguantará —dijo Han, y volvió a inclinarse sobre el sistema de comunicaciones—. ¡Eh, Kyp, escúchame!
El
Triturador de Soles
describió un arco y empezó a aumentar de tamaño en el visor.
—Ah... ¿Han? —exclamó Lando—. Viene hacia nosotros.
Han se sintió invadido por una oleada de júbilo, y se alegró de que Kyp estuviera dando la vuelta para hablar con ellos.
—Creo que va a embestirnos —dijo Lando.
Han parpadeó con incredulidad y se inclinó sobre el transmisor.
—No lo hagas, Kyp. ¡Kyp! ¡Soy yo, Han!
El
Triturador de Soles
pasó junto a ellos a toda velocidad, desviándose en el último momento para lanzar una andanada de haces láser desde las armas defensivas instaladas en su casco. Han oyó los golpes sordos de los disparos al hacer impacto en el
Halcón
, pero no causaron ningún daño.
—Debe de haber sido una advertencia —dijo Lando.
—Sí, ¿eh? ¡Pues menuda advertencia! —replicó Han—. Kyp, ¿por qué no...?
La voz áspera y quebradiza del joven brotó por fin del canal de comunicaciones.
—Déjame en paz, Han. Vete de aquí. Tengo mucho trabajo que hacer.
—Hmmmm. Bueno, Kyp, la verdad es que ése es precisamente el tema del que me gustaría hablar contigo... —balbuceó Han, sintiéndose repentinamente confuso y sin saber muy bien qué debía decirle.
El
Triturador de Soles
volvió a avanzar hacia ellos como si se dispusiera a lanzar otra andanada de fuego láser. Han movió velozmente las manos sobre los controles cuando la pequeña nave pasaba a toda velocidad junto a ellos y disparó el rayo tractor del
Halcón Milenario
, centrándolo sobre la diminuta superarma y estableciendo contacto.
—¡Eh, le he pillado! —exclamó, muy sorprendido.
La inercia del
Triturador de Soles
bastó para que el
Halcón
se bamboleara y empezase a girar, pero el rayo tractor aguantó el repentino tirón. Han incrementó el aflujo de energía y reforzó su presa invisible. Las dos naves acabaron quedándose relativamente inmóviles muy por encima del plano orbital que había ocupado la enana roja antes de estallar.
—Muy bien, Han —dijo Kyp—. Si es así como lo quieres... No puedo permitir que me detengas.
El canal de comunicaciones volvió a quedar en silencio.
—No me ha gustado nada cómo sonaba eso, Han —dijo Lando.
La voz de Kyp volvió a surgir del canal de comunicaciones.
—Uno de estos torpedos de resonancia basta para hacer estallar toda una estrella —dijo—. Estoy seguro de que un montón de chatarra como el
Halcón
no le durará ni un segundo.
Han alzó la mirada hacia la silueta cristalina del
Triturador de Soles
. El proyector toroidal quedó envuelto en un chisporroteo azul verdoso, y empezó a acumular la energía necesaria para lanzar uno de sus proyectiles a una distancia tan reducida que en términos espaciales equivalía al disparar a quemarropa.
—Tengo un mal presentimiento, Lando —murmuró Han.
La luz de mediados de la mañana entraba por los tragaluces del techo del templo y se derramaba sobre la gran sala de audiencias. Haces de claridad dorada llenaban de manchitas luminosas las losas del suelo y se reflejaban en los bloques de piedra tallada de las paredes.
El espíritu de Luke Skywalker estaba inmóvil detrás de su cuerpo inmóvil sobre la plataforma, viendo cómo Cilghal llevaba a los gemelos a hacerle otra visita. Cilghal los tenía cogidos de la mano, y avanzaba con pasos rápidos y llenos de fluidez. Aquella mañana se había puesto su atuendo azul de embajadora en vez de la oscura túnica Jedi. Detrás de la embajadora calamariana venían Streen, con el rostro ensombrecido por la culpabilidad, y la esbelta y musculosa Kirana Ti.
Erredós se mantenía cerca del cuerpo de Luke y rodaba de un lado a otro como si fuese un centinela. El androide astromecánico se había impuesto a sí mismo la misión de proteger al Maestro Jedi después de la devastadora tempestad. Luke descubrió que la lealtad del pequeño androide le conmovía profundamente, aunque no le había sorprendido.
Los gemelos de Han y Leia contemplaron a Luke con los ojos muy abiertos, y el espíritu de Luke los contempló a su vez sintiéndose lleno de tristeza y anhelo. Luke no podía comunicarse, y se sentía atrapado. ¿Qué habría hecho Obi-Wan Kenobi de haberse encontrado en una situación semejante? Luke creía que la Fuerza le proporcionaría una respuesta... siempre que supiese dónde debía buscarla, por supuesto.
—¿Veis, niños? Vuestro tío Luke no corre ningún peligro. Anoche logramos rescatarle... Vuestra madre nos ayudó, y todos ayudamos. Todavía estamos intentando descubrir la manera de despertarle.
—¡Estoy despierto! —gritó Luke en el vacío del plano espiritual—. He de dar con una forma de hacéroslo saber...
Los gemelos estaban contemplando el cuerpo inmóvil de su tío.
—Está despierto —dijo Jacen—. Está ahí.
El niño alzó sus pupilas oscuras para mirar directamente al espíritu de Luke.
Luke, muy sorprendido, le devolvió la mirada.
—¿Puedes verme, Jacen? —preguntó—. ¿Puedes entenderme? Tanto Jaina como Jacen asintieron con la cabeza. Cilghal puso las manos sobre los hombros de los gemelos y se los llevó.
—Claro que está ahí, niños.
Luke se dispuso a seguirles sintiéndose excitado y repentinamente lleno de nuevas esperanzas, pero Streen fue hacia la plataforma y cayó de rodillas ante ella. Parecía tan triste y desesperado que Luke percibió las oleadas de confusión que emanaban de él con tanta intensidad como si fuesen un golpe físico.
—¡Lo lamento profundamente, Maestro Skywalker! —exclamó Streen—. Presté oídos a las voces equivocadas dentro de mi cabeza... El Hombre Oscuro me engañó. Nunca volverá a hacerlo.
Streen alzó la mirada y sus pupilas se movieron rápidamente de un lado a otro sin centrarse en nada. El anciano ermitaño también daba la impresión de estar mirando a Luke.
—¿Tú también puedes verme, Streen? ¿Puedes oírme?
Luke estaba pensando a toda velocidad, y se preguntó si sus capacidades habrían cambiado con su nuevo estado.
—El Hombre Oscuro vino a mí —dijo Streen—, pero también siento tu presencia aquí, Maestro Skywalker. Nunca dudaré de ti.
Kirana Ti puso la mano sobre el hombro de Streen y se lo apretó suavemente. La mente de Luke estaba funcionando a toda velocidad. Exar Kun podía comunicarse con los demás, aunque sólo fuese de maneras muy sutiles, y Luke acababa de descubrir que el también podía hacerlo. Ya podía hablar con los gemelos, y el comprenderlo hizo que se sintiera invadido por una oleada de júbilo.
Empezó a hacer planes mientras los otros estudiantes Jedi salían de la gran sala llena de ecos. Luke sintió una nueva confianza en sí mismo y por fin tuvo la seguridad de que podría escapar de aquella trampa, quizá con la ayuda de sus estudiantes Jedi, su nueva generación de Caballeros Jedi.
—Qué conmovedor... —dijo de repente una voz que no pertenecía a aquel mundo y que parecía surgir de los muros de piedra—. Tus torpes estudiantes siguen creyendo que pueden salvarte..., pero yo se muchas cosas que ellos ignoran. Mi adiestramiento no quedó limitado por la cobardía, como sí le ocurrió al tuyo.
Exar Kun apareció ante Luke, una silueta de negrura ondulante.
—Gantoris era mío, y fue destruido —siguió diciendo—. Kyp Durron continúa estando bajo mi tutela. Streen ya es mío, y los demás también empezarán a oír mi voz. —Exar Kun alzó sus brazos espectrales—. Todas las piezas van ocupando el lugar que les corresponde.
»Resucitaré a la Hermandad del Sith, y utilizaré a tus estudiantes Jedi para formar el núcleo de un ejército invencible que estará armado con la Fuerza.
Luke avanzó hacia Exar Kun aunque aún no sabía cómo luchar con aquel enemigo intangible. Exar Kun se rió, como si acabara de ocurrírsele una idea.
—Vine a ti por primera vez en un sueño disfrazado con la identidad de tu padre corrompido, Skywalker... Quizá debería aparecerme a ellos con tu forma. Si las palabras salen de tu boca, entonces no cabe duda que seguirán las enseñanzas del Sith.
—¡No! —gritó Luke.
Impulsó su cuerpo astral hacia adelante en un intento de caer sobre la silueta iridiscente del Señor del Sith. La forma resplandeciente en que se había convertido Luke pasó a través de las sombras sin encontrar ningún obstáculo, pero Exar Kun pareció perder la corporeidad durante un momento.
Luke sintió como si una lanza de hielo se hundiera en el núcleo de su ser cuando entró en contacto con Kun, pero se obligó a mantenerse impasible mientras el Señor Oscuro retrocedía hacia el muro de piedra y empezaba a infiltrarse en las grietas para escapar.
—Ya he sido tentado por el lado oscuro —dijo Luke—, y salí de esa prueba siendo más fuerte de lo que era antes de pasar por ella. Tú eres débil porque sólo conoces las enseñanzas malignas. Tu comprensión no es más grande que la de mis estudiantes.
—Ya veremos quién es el más fuerte... —replicó Exar Kun antes de desaparecer del todo.
El sol se había ocultado detrás de la gigantesca bola de Yavin. La llegada de la seminoche de la luna hizo que el cielo quedara iluminado únicamente por el resplandor anaranjado reflejado desde el gigante gaseoso, con lo que la jungla cobró una apariencia general rojiza.
Las ruidosas colonias de salamandras peludas se instalaron en las ramas más altas para pasar la noche. Los depredadores y las presas ejecutaban las danzas de la supervivencia entre la maleza. Escarabajos piraña color azul zafiro zumbaban sobre las perezosas corrientes de los ríos en busca de víctimas, y otros insectos entonaban sus cánticos de apareamiento.
Y muy lejos, en las profundidades ocultas de la jungla, unas horribles criaturas nocturnas surgieron de sus cavernas llenas de sombras y agitaron sus alas coriáceas. Aquellos seres que carecían de mente y se expresaban con siseos y bufidos empezaron a seguir una compulsión irresistible que tiraba de ellos llevándolos hacia el Gran Templo...
Las alas de las criaturas se agitaban con un sonido parecido al de un trapo húmedo que chocara contra una piedra, apoyándose en las corrientes de aire descendentes que surgían debido al rápido enfriamiento de la atmósfera. Venas purpúreas palpitaban mientras sus negros corazones latían rápidamente, proporcionándoles la energía necesaria para su largo vuelo.
Una cabeza temible se extendía al final de cada uno de los dos largos y sinuosos cuellos que brotaban de cada torso lleno de músculos. Una cola de aspecto mortífero terminada en un aguijón sobre el que relucían los cristales del veneno colgaba detrás de cada criatura, y escamas iridiscentes brillaban bajo la luz rojo oscuro de la seminoche como si estuvieran iluminadas por ascuas recién removidas. Ojos amarillos de reptil ensancharon sus pupilas verticales y buscaron su objetivo.