Read Campeones de la Fuerza Online
Authors: Kevin J. Anderson
—¡Esa luna iba a ser mi guarnición! —gritó Lando, y faltó poco para que se le quebrara la voz—. Primero Moruth Doole, ahora una
Estrella de la Muerte
... Oh, este negocio tiene peor aspecto a cada momento que pasa.
Mara Jade se inclinó entre Han y Lando, deslizándose por entre los dos asientos con el rostro tan impasible como si estuviera tallado en piedra, y empezó a gritar por la unidad de comunicaciones.
—¡Aquí Mara Jade! Adelante todas las naves, informen inmediatamente... ¿Cuántas pérdidas hemos tenido? ¿Llegó a tiempo la orden de evacuación?
La voz fría e impasible de una guardia de Mistryl surgió del comunicador un instante después y respondió a sus preguntas.
—Sí, comandante Jade —dijo la guerrera—. Salimos de allí lo más deprisa posible en cuanto fue detectada la presencia del intruso. Todas las naves consiguieron alejarse de la base salvo dos, y otra nave quedó destruida al ser alcanzada por la nube de restos.
Mara asintió.
—Bien, entonces todavía disponemos de una fuerza de combate bastante poderosa —dijo.
—¡Una fuerza de combate! —exclamó Han—. ¿Contra esa cosa? ¿Y qué quieres hacer con ella? Eso es una
Estrella de la Muerte
, no un carguero mercante...
Han alzó la mirada hacia el visor superior y vio la silueta esquelética del prototipo flotando sobre Kessel. La superarma parecía estar contemplando pensativamente la destrucción que acababa de provocar.
—Pero tenemos que hacer algo antes de que también destruya el planeta, Han —dijo Lando con voz implorante—. Piensa en toda la especia que hay allí abajo...
Mara volvió a inclinarse sobre el comunicador.
—Formación de ataque gamma —ordenó—. Vamos a ir hacia esa
Estrella de la Muerte
y le daremos una buena paliza. —Después se volvió hacia Han y bajó la voz—. Si no es más que un prototipo, entonces supongo que no dispondrán de las defensas con que contaba la auténtica
Estrella de la Muerte
. No habrá escuadrones de cazas TIE ni fortificaciones con baterías turboláser esparcidas sobre la superficie... Esas defensas fueron las que causaron los daños más graves a vuestras flotas rebeldes, ¿no?
—No del todo —dijo Lando—. La segunda
Estrella de la Muerte
utilizó el superláser contra algunos de nuestros navíos de combate más grandes.
Mara frunció los labios mientras pensaba.
—Bien, entonces tendremos que mantenerles lo más ocupados posible —dijo por fin—. No creo que ese superláser pueda ser muy efectivo si tiene que ir siguiendo la trayectoria de objetos pequeños que se mueven muy deprisa.
—Pero las probabilidades están en contra de nosotros —dijo Lando—. No me gusta nada, Mara.
—No se te ocurra volverme a hablar jamás de las probabilidades, ¿entendido? —gruñó Han mientras se inclinaba sobre el panel y seguía maniobrando la nave.
—Oh, tranquilo —dijo Lando enarcando las cejas—. Ya sabes que me chiflan las causas perdidas, Han.
El
Halcón Milenario
se puso a la vanguardia de la formación de ataque de los contrabandistas. Han quedó impresionado al ver cómo aquel abigarrado conjunto de naves grandes y pequeñas se desplazaba con increíble fluidez, formando un dibujo tan impecable como si sus pilotos estuvieran perfectamente entrenados y tuvieran una gran experiencia en aquel tipo de maniobras, y comprendió que todos debían sentir un gran respeto hacia Mara Jade. Por regla general los contrabandistas eran notoriamente independientes y no aceptaban órdenes de nadie.
Una nave —un Z-95 Cazador de Cabezas cuya forma general recordaba a la de un insecto, el tipo de nave en la que solía desplazarse Mara— aceleró hasta colocarse al lado del
Halcón
, y su piloto les habló por el canal de comunicaciones abierto.
—Aquí Kithra,
Halcón
—dijo—. Me ocuparé del ala derecha, y Shana se ocupará de la izquierda. Tú volarás por el centro, y atacaremos a la
Estrella de la Muerte
simultáneamente por tres puntos distintos.
Han reconoció la voz seca y decidida de otra guerrera. ¿Cuántas guardias de Mistryl se habría traído consigo Mara?
—De acuerdo, Kithra —dijo Mara, y se volvió hacia Han—. Bien, Solo, ¿estás preparado para dirigir el ataque?
—Maldita sea, pero si yo nunca he tenido la más mínima intención de lanzar el
Halcón
contra una
Estrella de la Muerte
... —gimió Han mientras se preparaba para la batalla—. Lo único que hice fue llevar a Lando hasta Kessel.
—Piensa en esto como si fuera una especie de bonificación añadida —dijo Mara.
—Oh, Han, vamos... —le apremió Lando—. Tenemos que actuar antes de que esa
Estrella de la Muerte
vuelva a disparar.
—Es una suerte que Leia no esté aquí —murmuró Han—. Probablemente conseguiría convencerme de que no me metiera en este lío.
Las naves empezaron a converger sobre el leviatán esquelético y el superláser volvió a hacer fuego, calcinando la textura del espacio con un chorro de energía verde esmeralda..., pero el haz pasó a través de las naves dispersas que descendían hacia él y no causó ningún daño.
—Escudos arriba —dijo Han—, aunque no sé de qué pueden servirnos contra eso.
Dos segmentos de la flota de los contrabandistas se desprendieron como la piel de una serpiente susurrante del grueso de la formación, uno a cada lado del
Halcón
. Un ala iba encabezada por Kithra a bordo de su Cazador de Cabezas, y la otra estaba encabezada por Shana a bordo de un burlador de bloqueos lleno de ángulos, un modelo antiguo y menos maniobrable que podía ser considerado como un predecesor del diseño de carguero ligero del
Halcón
.
Las naves contrabandistas siguieron avanzando con sus cañones de energía disparando sin cesar, y las andanadas dibujaron un letal trazado de fuego sobre las superestructuras y vigas de la inmensa esfera.
Han lanzó tres torpedos de protones contra el laberinto de remaches y soportes mientras avanzaban hacia la enorme estructura. Unas cuantas vigas reforzadas se iluminaron con el resplandor del metal fundido bajo los impactos de los proyectiles y los haces de energía.
—Tardaremos como mínimo un año en destruir esa cosa trocito a trocito —dijo Han mientras disparaba el armamento delantero del
Halcón
.
—Eh, nunca he afirmado que esto fuera a resultar fácil —dijo Mara.
Las colas cefálicas de Tol Sivron estaban temblando, y sus negros ojillos permanecían entrecerrados para distinguir mejor la aproximación de las pequeñas naves que venían hacia ellos. Se las veía tan triviales, y sus sistemas de armamento parecían tan diminutos y poco temibles...
—No puedo creer que nos estén atacando —dijo por fin—. ¿Qué creen que van a conseguir con eso?
El capitán de las tropas de asalto estaba sentado en el puesto de control táctico, y se volvió hacia Tol Sivron para hablar a través del altavoz de su casco blanco.
—Si me permite hacer una observación, director... Bueno, esta estación de combate ha sido diseñada con el único fin de demostrar la validez de unos conceptos. Nunca fue concebida para defenderse contra una multiplicidad de pequeñas amenazas. De hecho, la
Estrella de la Muerte
fue diseñada para albergar siete mil cazas TIE, por no mencionar los millares de cañones turboláser de superficie, los cañones iónicos y la escolta de varios Destructores Estelares de la clase Imperial. No disponemos de nada de todo eso.
»Consideradas de manera individual, esas naves rebeldes quizá sólo sean una amenaza insignificante, pero juntas pueden atacarnos durante un período de tiempo bastante largo, y si tenemos un poco de mala suerte... Bueno, en ese caso podrían llegar a causarnos daños estructurales realmente significativos.
—¿Quiere decir que no contamos con cazas defensivos? —preguntó Tol Sivron con seca desaprobación—. Eso es un error de planificación realmente lamentable... ¿Quién redactó esa sección de los manuales de procedimiento? Quiero saberlo ahora mismo.
—Eso carece de importancia en estos momentos, director —dijo el capitán de las tropas de asalto, con una sombra casi imperceptible de exasperación en su voz filtrada.
—¡Pues a mí me importa muchísimo! —exclamó Tol Sivron.
Se volvió hacia el rostro demoníaco de Yemm, que ya había empezado a examinar los manuales y registros.
—Parece ser que la responsable de redactar esa sección fue la doctora Qwi Xux, director —dijo Yemm por fin—. Dedicó una gran parte de su tiempo al manejo y mantenimiento del superláser, pero apenas se ocupó de las consideraciones tácticas.
Sivron suspiró.
—Bien, ya veo que hemos encontrado un defecto en el sistema aprobado —dijo—. Nunca se debería haber tolerado que puntos débiles de tal magnitud pasaran inadvertidos para los informes de progreso y las reuniones de examen.
—Pero no creo que debamos permitir que esto nos haga olvidar los maravillosos resultados que ha obtenido el superláser, director —dijo Doxin.
—Desde luego, desde luego —dijo Sivron—. Bien, creo que deberíamos celebrar inmediatamente una reunión para comentar y analizar las implicaciones de...
El capitán de las tropas de asalto se levantó de su puesto.
—¡Debemos establecer ciertas prioridades ahora mismo, director! —gritó—. Estamos siendo atacados.
Una explosión exterior hizo que toda la estructura de la
Estrella de la Muerte
vibrase alrededor de la cámara de control.
—Eso han sido tres impactos directos con torpedos de protones —murmuró el capitán de las tropas de asalto—. De momento...
Sivron volvió la mirada hacia las pantallas y vio cómo cuatro Z-95 Cazadores de Cabezas emergían de la superestructura y se alejaban a toda velocidad con sus motores traseros escupiendo chorros de llamas.
—Bueno, pues entonces vuelva a disparar nuestro láser —dijo—. Quizá esta vez consigamos acertar a alguna de esas naves.
—El núcleo de energía está a media carga —observó Doxin.
Sivron giró sobre sí mismo y separó los labios para mostrar dos hileras de dientes puntiagudos.
—¿Y eso no es suficiente para acabar con unas cuantas naves insignificantes?
Doxin abrió y cerró velozmente sus ojillos porcinos como si no hubiera tomado en consideración esa posibilidad.
—Eh... Sí, señor... Sí, desde luego que es suficiente. Preparados para disparar.
—Cuando quiera, líder de división —dijo Sivron.
Doxin se apresuró a volverse hacia el intercomunicador y ordenó a los artilleros que hicieran fuego. El increíble haz luminoso volvió a emerger del prototipo pasados unos segundos: los chorros láser laterales convergieron en un punto focal y se unieron formando un incontenible ariete láser que se deslizó por el perímetro exterior de la masa de cazas que volvía a aproximarse, convirtiendo en vapor un viejo burlador de bloqueos que iba a la vanguardia del ala izquierda. Otra nave fue dañada por la onda expansiva del rayo, pero las fuerzas atacantes se desplegaron y desaparecieron dentro de la superestructura como parásitos, volviendo a hacer fuego con todo su armamento.
—¿Ha visto eso? —preguntó Doxin con obvio placer—. ¡Le hemos dado a una!
—Hurra —dijo secamente Golanda desde su asiento, y en su voz no había ni rastro de entusiasmo—. Ahora ya sólo quedan unas cuarenta, y no podrás volver a disparar el superláser hasta dentro de quince minutos.
—Si se me permite hacer una sugerencia, director... —dijo el capitán de las tropas de asalto—. Hemos probado con éxito el láser del prototipo, pero seguir aquí durante más tiempo carece de objeto. Permitir que esta arma magnífica sufra daños innecesarios sería una auténtica locura. Deberíamos proteger la
Estrella de la Muerte
para así poder entregarla intacta a las autoridades imperiales.
—¿Y qué sugiere que hagamos, capitán? —preguntó Tol Sivron mientras hundía sus largas garras en los brazos del sillón.
—Deberíamos retirarnos al cúmulo de las Fauces. Dudo que esas naves tan pequeñas vayan a seguirnos hasta allí. Nuestra capacidad de maniobra no es muy grande, pero podemos llegar a alcanzar una velocidad considerable. Le hago notar que no es necesario que recorramos todo el trayecto de regreso hasta la Instalación de las Fauces, y que nos bastaría con llegar al otro extremo del cúmulo para poder encontrar un buen escondite. —El capitán hizo una pausa—. Cuando estemos allí, dispondrán de todo el tiempo necesario para celebrar una larga reunión y decidir qué deben hacer —añadió hablando más despacio—. Entonces podrán... Bueno, si lo desean podrán analizar y comentar toda la situación mediante un comité.
El rostro de Tol Sivron se iluminó.
—Excelente idea, capitán —dijo—. Ocúpese de dar las órdenes necesarias, y salgamos de aquí lo más deprisa posible. El capitán de las tropas de asalto introdujo un nuevo curso en los ordenadores de navegación del prototipo. La gigantesca estructura abierta de la esfera giró sobre su eje e inició una rápida aceleración, alejándose de Kessel y avanzando con una cierta torpeza, pero adquiriendo más y más velocidad a cada momento que pasaba y empezando a dejar atrás a la abigarrada masa de naves que había estado atacándola.
Han Solo se frotó los ojos después de que el destello cegador del tercer disparo de la
Estrella de la Muerte
se hubiera disipado y vio nubes de chispitas y colores distorsionados.
—Ese rayo pasó demasiado cerca para mi gusto —dijo—. El borde del haz rozó nuestros escudos delanteros y los ha dejado fritos.
El viejo burlador de bloqueos de Shana había quedado destruido, y algunas naves habían iniciado las maniobras de retirada.
—Tenemos que reagruparnos —dijo la voz de Kithra por el sistema de comunicaciones.
—Pues yo creo que lo que deberíamos hacer es largarnos de aquí inmediatamente —dijo Han.
—¡Mira! —exclamó Lando al ver que la estructura esférica de la
Estrella de la Muerte
giraba sobre su eje y empezaba a acelerar alejándose de Kessel—. Hemos conseguido hacerles huir.
—De momento —dijo Mara—, pero quizá se limiten a retirarse el tiempo suficiente para recargar su núcleo de energía y poder volver a atacar.
—Kessel no estará a salvo mientras esa cosa continúe acechando en el espacio —dijo Lando—. Tenemos que entrar ahí, Han... Hay que llevar el
Halcón
hasta el núcleo de energía de esa
Estrella de la Muerte
.
—¿Es que te has vuelto loco, Lando? —preguntó Han alzando la voz—. Te recuerdo que estás hablando de mi nave.