Campeones de la Fuerza (37 page)

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Authors: Kevin J. Anderson

BOOK: Campeones de la Fuerza
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—Eh, no lo discuto —replicó Lando mientras alzaba las manos hacia el techo—, pero no será la primera vez que me meto en una
Estrella de la Muerte
. Supongo que no lo has olvidado, ¿verdad?

—Esto me huele cada vez peor —gruñó Han, y lanzó una mirada de soslayo a Mara Jade—. Pero tienes razón, claro. No podemos limitarnos a salir huyendo. Si el prototipo cae en manos de la armada imperial, podría causar montones de destrucción de los que no quiero ser responsable. Bien, vamos a meternos ahí...

Han conectó los aceleradores del
Halcón
y Mara empezó a dar órdenes a su flota.

—Atención todas las naves —dijo—. Retroceded. Vamos a entrar en la
Estrella de la Muerte
..., solos.

El
Halcón
empezó a avanzar velozmente por el laberinto de pesadilla de las vigas suspendidas, los sistemas de ventilación y refrigeración, los conductos de energía y las subestaciones que formaban la estructura interna del prototipo de la
Estrella de la Muerte
. Los espacios abiertos estaban surcados por pasarelas que hacían pensar en otras tantas telarañas.

El
Halcón
siguió internándose en aquel laberinto de túneles, avanzando hacia las profundidades de la
Estrella de la Muerte
mientras la estructura general se iba haciendo más densa y más complicada a su alrededor. Han hacía girar la nave a la derecha y a la izquierda para meterla por los angostos pasajes.

Una construcción de dimensiones colosales se desprendió repentinamente de sus puntos de sujeción delante de ellos y empezó a caer por el centro de un gigantesco pasillo vacío, desalojada de su sitio por el ataque de los contrabandistas y la repentina oscilación creada por el movimiento del prototipo. La estructura se precipitó hacia el suelo dando tumbos en silencio a través del vacío del espacio, descendiendo lentamente justo en la trayectoria que estaba siguiendo el
Halcón
.

—¡Cuidado! —gritó Lando.

Han presionó los botones de disparo, enviando un haz convergente de sus cañones láser que desintegró la estructura que caía. La gran masa de soportes y vigas quedó convertida en una nube de gases incandescentes y vapores metálicos que se expandió rápidamente y se disipó en el vacío. Lando se reclinó en su asiento y cerró los ojos mientras dejaba escapar un suspiro tembloroso.

El
Halcón
siguió avanzando, y sus tres pasajeros sufrieron oscilaciones y sacudidas. Fragmentos metálicos de grandes dimensiones chocaban con los escudos deflectores y rebotaban en ellos saliendo despedidos. Las chispas empezaron a brotar de los paneles de control, y el humo surgió de los paneles motrices instalados debajo de las planchas del suelo.

—¡Tenemos averías! —chilló Lando.

Han estaba haciendo esfuerzos desesperados para recobrar el control de la nave.

—Aguantará... —dijo, y por su tono casi parecía estar rezando.

La
Estrella de la Muerte
tembló y salió disparada hacia delante cuando sus enormes motores sublumínicos de crucero se encendieron de repente. Han intentó igualar la nueva velocidad del prototipo trazando una espiral para acercarse un poco más al núcleo de energía. El
Halcón
se bamboleó locamente de un lado a otro, respondiendo a duras penas a los intentos de maniobrarlo que estaba haciendo Han.

Dejaron atrás vigas de dimensiones titánicas que circundaban el núcleo de energía y se encontraron en un gigantesco recinto cerrado, una especie de cámara esférica que contenía las dos relucientes secciones cónicas del núcleo de energía. Llamas verdes y azules chisporroteaban en el vacío, saltando de un contacto a otro mientras los reactores iban elevando el nivel de energía y recargaban el arma para que pudiese volver a hacer fuego.

—Para que luego hablen de esas pesadillas que se repiten cada noche... —dijo Lando—. ¡Y yo que no quería volver a ver nada parecido a esto en toda mi vida!

—Bueno, supongo que hemos tenido mucha suerte —dijo Han mientras echaba un vistazo a los informes de daños—. Hay que hacer un montón de reparaciones —añadió apretando los dientes—. No es el momento más adecuado para que los motores nos dejen tirados, desde luego.

La
Estrella de la Muerte
volvió a girar sobre su eje, cambiando de curso y acelerando nuevamente con sus unidades de propulsión ecuatorial. Han logró esquivar por los pelos una viga en forma de arco que salió disparada hacia ellos para aplastarles. Su maniobra hizo que el
Halcón
virase y volviera a avanzar lentamente hacia la superestructura que mantenía sujeto el núcleo del reactor.

—He de echar un vistazo a esos motores —dijo Han—, pero no puedo hacer nada mientras la
Estrella de la Muerte
se esté moviendo y bamboleando de esta manera. Tendremos que ponernos lo más cómodos posible y aguantar el viaje.

—¿Ponernos cómodos? —preguntó Mara con expresión asombrada.

—Para llegar al final del trayecto más o menos enteros —replicó Han obsequiándola con una sonrisa torcida—. Ya hice esto en una ocasión para escapar cuando estaba siendo perseguido por los imperiales. Es un truquito que he incorporado al
Halcón
... Yo mismo lo instalé, ¿sabes? —Han fue llevando la nave en un curso paralelo a una de las gruesas vigas—. Es mi garra de descenso. La utilicé para sujetarme al casco de un Destructor Estelar, y después me alejé envuelto en la basura cuando la flota entró en el hiperespacio.

El
Halcón
se agarró con un «clang» metálico. El inmenso cilindro del núcleo de energía ardía en el vacío directamente debajo de ellos, esparciendo su luz mortífera en todas direcciones.

—Bien, de momento aquí estamos a salvo —dijo Han—. Pero si planean volver a meterse en el cúmulo de agujeros negros, quizá tengamos un viaje bastante movidito.

33

Compartir el pequeño recinto de la cabina de pilotaje del
Triturador de Soles
con Kyp Durron hizo que Luke sintiera cómo el joven se iba acercando mentalmente a él mientras viajaban hacia el cúmulo de agujeros negros.

Kyp estaba superando poco a poco su miedo a los poderes Jedi y la preocupación que le inspiraba el potencial para usarlos mal que presentía en su interior. Después de la epifanía que había vivido en el templo de Exar Kun, Kyp se había vuelto más fuerte y había salido de allí siendo capaz de aceptar el desafío. Si era capaz de enfrentarse a aquella última prueba, Luke por fin podría estar seguro de que Kyp había atravesado las llamas de su ordalía y que había sido tentado por fuerzas tan temibles y poderosas como aquellas que él mismo Luke había soportado en el pasado.

Luke sonrió mientras recordaba cómo Leia se había puesto del lado de Kyp durante la reunión del Consejo, y cómo había defendido con uñas y dientes la oportunidad de redimirse que Luke le había ofrecido. Leia había expuesto la petición de su hermano durante su primera sesión como líder de la Nueva República, y después de la conmoción general producida por sus palabras había razonado, seducido o avergonzado a todos los miembros del Consejo hasta conseguir que accedieran a la solicitud de Luke.

Leia había salido de aquella reunión que duró horas a mediados de un soleado día de Coruscant. Kyp y Luke, que habían estado esperándola en una de las cafeterías de los niveles superiores del enorme complejo del Palacio Imperial, se habían dedicado a sorber bebidas calientes y probar las delicadezas culinarias procedentes de cien planetas que habían jurado lealtad a la Nueva República. Leia había indicado a sus dos guardaespaldas que se hicieran a un lado, y había entrado corriendo en el salón para reunirse con ellos mientras otros burócratas y funcionarios de los escalafones inferiores se levantaban de sus asientos al reconocer a su nueva Jefe de Estado, Leia ignoró toda la atención de que estaba siendo objeto.

Su rostro estaba lleno de cansancio y un poco sombrío, pero Leia no podía ocultar su sonrisa de satisfacción y la chispa de alegría que brillaba en sus grandes ojos.

—Podéis disponer del
Triturador de Soles
—había dicho—. Será mejor que os lo llevéis antes de que algún miembro del Consejo decida que he triunfado con demasiada facilidad y presente una moción para reabrir la discusión.

Después Leia se había vuelto hacia Kyp y se había puesto muy seria.

—Me estoy jugando todo el futuro de mi administración por ti, Kyp.

—No te decepcionaré —le había prometido Kyp, sin bajar la cabeza y sosteniéndole la mirada.

Luke no había necesitado recurrir a sus poderes Jedi para percibir la decisión que animaba al joven.

Habían despegado de Coruscant y habían entrado en el hiperespacio siguiendo un curso directo hacia el cúmulo de las Fauces y las proximidades de Kessel.

Comieron raciones y compartieron un silencio relajado y libre de tensiones. Cuando hubieron terminado, Kyp se sumió en un profundo trance de rejuvenecimiento, una forma de hibernación bastante parecida a la muerte que Luke enseñaba a todos sus estudiantes. El joven Jedi despertó cuando apenas había transcurrido una hora, pareciendo mucho más descansado y lleno de energías que antes.

Durante el trayecto Kyp había compartido con él los recuerdos más queridos que guardaba de Deyer, su mundo natal. Le habló con voz entrecortada y melancólica de su hermano Zeth. Luke le escuchó con callada comprensión, y Kyp por fin dejó en libertad toda la pena que había estado reprimiendo y derramó lágrimas purificadoras, permitiéndose disfrutar finalmente de la libertad que le había concedido la visión del espíritu de su hermano que había tenido dentro del templo de obsidiana.

—Yoda también me obligó a pasar por una prueba —le dijo Luke después—. Tuve que entrar en una caverna de los pantanos de Dagobah, donde me enfrenté con una visión de Darth Vader. La ataqué y le derroté..., sólo para descubrir que estaba luchando conmigo mismo. No conseguí superar mi prueba, pero tú sí lo conseguiste.

Luke clavó la mirada en los oscuros ojos de Kyp.

—No te prometo que vaya a resultar fácil, Kyp, pero las recompensas de tus esfuerzos serán muy grandes y toda la galaxia se beneficiará de ellas.

Kyp desvió la mirada como si se sintiera incómodo o avergonzado, y se dedicó a estudiar los controles de pilotaje del
Triturador de Soles
.

—Preparados para salir del hiperespacio —dijo—. ¿Te has puesto el arnés de seguridad?

Luke asintió con una leve sonrisa. El hiperespacio parecía retorcerse y distorsionarse a su alrededor debido a su proximidad al cúmulo de agujeros negros.

Kyp volvió la vista hacia el cronómetro y se concentró mientras los números se iban sucediendo rápidamente.

—Tres, dos, uno...

Soltó las palancas, y de repente la cortina borrosa se apartó de su visor y el espacio real apareció con una nitidez cristalina a su alrededor.

Luke ya podía ver el lejano nudo gaseoso de las Fauces, pero en ese mismo instante sintió un doloroso tirón en sus entrañas, como si algo anduviera terriblemente mal.

—¿Qué le ha ocurrido a Kessel? —preguntó Kyp.

Luke vio que la forma de Kessel, mucho más cercana y un poco distorsionada, estaba medio oculta por una nube de restos que se iba expandiendo poco a poco.

—La luna guarnición... —murmuró Kyp—. Ha desaparecido.

—Hemos sido detectados —dijo Luke—. Varias naves se aproximan a nosotros.

Percibió la ira y la consternación de los pilotos de las naves de ataque, y vio cómo aceleraban y convergían sobre el
Triturador de Soles
.

El altavoz zumbó de repente y emitió una voz de mujer seca y decidida.

—Aquí Kithra de la guardia de Mistryl, representando a la Alianza de Contrabandistas. Identifíquense y expliquen por qué han venido al sistema de Kessel.

—Aquí Luke Skywalker —dijo Luke, intentando reprimir una sonrisa confiada—. Venimos en nombre de la Nueva República. Se nos ha encomendado la misión de destruir el
Triturador de Soles
, y teníamos la esperanza de que podríamos volver a Coruscant en una de sus naves. Mara Jade nos dio permiso para venir mediante una transmisión subespacial ayer mismo.

—La comandante Jade no se encuentra aquí en estos momentos —dijo Kithra—, pero me notificó que vendrían. Pero como puede ver, hemos sido atacados hace poco.

—Explíqueme cuál es su situación actual —dijo Luke—. ¿Dónde está Mara? ¿Se encuentra bien? ¿Y qué hay de Han Solo?

Kyp dejó que sus ojos se entrecerraran y desplegó las redes de la Fuerza en un sondeo mental. Permaneció inmóvil durante unos momentos, y después volvió bruscamente la cabeza hacia la izquierda, allí donde se agitaba la masa remolineante de las Fauces.

—Han está allí... Ha ido en esa dirección.

La voz de Kithra volvió a surgir del sistema de comunicaciones.

—Fuimos atacados por un prototipo de la
Estrella de la Muerte
—explicó mientras las naves de los contrabandistas se agrupaban a su alrededor formando un contingente de protección—. Sospechamos que huía de la fuerza de ocupación de la Nueva República que entró en el cúmulo hace poco.

—Wedge y Chewie también están dentro de las Fauces —dijo Luke volviéndose hacia Kyp.

—¿Qué ha sido de Han? —preguntó Kyp en un tono de voz cada vez más preocupado y apremiante, inclinándose sobre el comunicador.

—Nuestras naves atacaron el prototipo y causaron unos cuantos daños externos de poca importancia, pero Han Solo metió el
Halcón Milenario
en la superestructura. La comandante Jade nos ordenó que nos retiráramos sin seguirles. La
Estrella de la Muerte
se alejó hacia las Fauces, y el
Halcón
se fue con ella. Iban a tratar de sabotear su núcleo de energía, pero no hemos sabido nada de ellos desde entonces.

—¿Cuánto hace de eso?

—Sólo un par de horas —respondió Kithra—. Hemos estado examinando nuestras opciones.

Luke volvió la mirada hacia Kyp, y sus ojos se encontraron y compartieron una preocupación común.

—No tenemos ninguna opción —dijo Luke. Kyp asintió.

—Tenemos que ayudar a Han.

—Sí —dijo Luke tragando saliva con un visible esfuerzo—. Bien, vayamos hacia las Fauces.

Encontrar una ruta segura a través del laberinto de pozos gravitatorios demostró no ser una tarea demasiado difícil para dos Jedi.

Luke y Kyp trabajaron en estrecha colaboración y pilotaron el
Triturador de Soles
en equipo, reforzándose mutuamente su capacidad de percepción el uno al otro como si fuesen dos ordenadores de navegación conectados.

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