El Desfiladero de la Absolucion (81 page)

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Authors: Alastair Reynolds

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El Desfiladero de la Absolucion
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Observando la batalla desde la cápsula, Escorpio recordó algo que Clavain le había dicho más de una vez, cuando habían contemplado algún enfrentamiento lejano: la guerra es hermosa cuando tienes la suerte de no estar involucrado en ella. Era todo ruido y furia, color y movimiento, un asalto masivo a los sentidos. Era bravuconería y teatralidad, algo que te cortaba la respiración. Era emocionante y romántica cuando eras un mero espectador. Pero Escorpio se recordó que ellos sí que estaban involucrados. Aunque no fuesen partícipes del enfrentamiento alrededor de Ararat, su propio destino dependía seriamente de su resultado final. Y en gran medida, él era responsable de ello. Remontoire le había pedido que le entregase todas las armas caché, y él se había negado. Por eso, Remontoire no podría garantizar que la maniobra de protección tuviese éxito.

La consola emitió una musiquilla que significaba que una frecuencia específica de radiación gravitacional acababa de barrer la
Nostalgia por el Infinito
.

—Ya está —dijo Vasko en voz baja y seria—. Esa era la última de las armas caché, suponiendo que no hayamos perdido la cuenta.

—Se supone que no tenía que usarlas todas tan pronto —dijo Khouri. Estaba sentada con él en la cápsula con Aura acunada en sus brazos—. Creo que algo ha salido mal.

—Esperemos a ver qué pasa —dijo Escorpio—. Remontoire puede haber cambiado de plan si ha visto una estrategia mejor.

Observaron un rayo de algo que sangraba luz de forma ostensible a ambos lados, de forma que era evidente incluso en el vacío. Se elevaba con elegante lentitud por el escenario de la batalla. Había algo obsceno y que recordaba a una lengua en su forma de expandirse, acercándose a un objetivo inhibidor invisible desde tan lejos. Escorpio no quería pensar en lo brillante que el rayo habría sido a corta distancia, ya que era visible para ellos sin ningún aumento óptico ni de intensidad. Había apagado todas las luces de la cápsula y había atenuado los controles de navegación para tener la mejor vista del enfrentamiento. Se habían activado pantallas protectoras contra el deslumbramiento y la radiación de los motores.

La cápsula dio una sacudida: algo se había soltado de la nave. Escorpio había aprendido a no estremecerse cuando pasaban estas cosas. Esperó a que la cápsula se reorientase y eligiese un lugar para acoplarse con el parsimonioso cuidado de una tarántula, siguiendo los dictados de un antiguo algoritmo antichoque.

Khouri miró por una de las portillas, asomando a Aura, aunque los ojos de la niña seguían cerrados.

—Esta parte de la nave es muy extraña —dijo—, no se parece al resto. ¿Quién provocaría esto, el Capitán o el mar?

—Creo que el mar —respondió Escorpio—, aunque no sé si los malabaristas tendrán algo que ver o no. Había toda una rica ecología bajo los malabaristas, igual que en cualquier planeta acuático.

—¿Por qué susurras? —preguntó Vasko—. ¿Puede oírnos aquí dentro?

—Susurro porque es bonito y extraño —dijo Escorpio—; además, resulta que me duele la cabeza. Es un problema de cerdos. Nuestros cráneos son un poco pequeños para nuestros cerebros y con la edad va a peor. Nuestros nervios ópticos son comprimidos y nos quedamos ciegos, suponiendo que la degeneración macular no lo haya logrado antes. —Sonrió en la oscuridad—. Bonita vista, ¿verdad?

—Solo era una pregunta.

—No has contestado a su pregunta —dijo Khouri—. ¿Puede oírnos aquí dentro?

—¿John? —Escorpio se encogió de hombros—. No sé, pero yo le daría el beneficio de la duda, sería lo más educado, ¿no?

—No pensaba que te importasen los buenos modales —dijo Khouri.

—Estoy trabajando en ello. Aura soltó un gorgoteo.

La cápsula afianzó las patas acercándose más al casco con un delicado choque metálico entre las superficies. Colgaba suspendida bajo la parte inferior plana de la nave, donde la
Nostalgia por el Infinito
había estado reposando en el fondo marino de Ararat. A su alrededor, con tenues sombras color pastel, había extrañas formaciones parecidas al coral. Había estructuras de color verde grisáceo tan grandes como barcos, bosques de retorcidos dedos o candelabros de piedra. Las prominencias se habían desarrollado durante los veintitrés años de inmersión, formando un encantador jardín de roca como contrapunto a las brutales transformaciones sufridas por el casco por la propia plaga del capitán y su proceso de remodelación continuo. Habían resistido intactas a pesar del arrastre de la nave por parte de los malabaristas hacia aguas más profundas y habían sobrevivido tanto al despegue en Ararat como al consiguiente ataque de los lobos. Sin duda, John Brannigan podría haberlo eliminado, al igual que había remodelado las extremidades inferiores de la nave para permitir que aterrizase en Ararat. La nave al completo era una exteriorización de su psique, una construcción cincelada por la culpabilidad, el horror y las ansias por lograr la absolución.

Pero no había signos de más transformaciones en esta zona. Quizás, reflexionó Escorpio, al capitán le convenía llevar estas verrugas y costras de vida marina muerta, igual que a Escorpio le compensaba tener la cicatriz en el hombro, en el lugar de donde se había borrado el tatuaje del escorpión. Si eliminase los rastros de esa cicatriz, estaría borrando parte de lo que le convertía en lo que era. A su vez, Ararat había cambiado al Capitán. Escorpio estaba seguro de ello y de que el Capitán lo percibía así. Pero ¿en qué habría cambiado exactamente? Muy pronto llegaría el momento de poner a prueba al Capitán.

Escorpio ya había dado los pasos necesarios para ello. Tenía un puñado de polvo de color rojo brillante en su bolsillo.

Vasko se revolvió, haciendo crujir la tapicería.

—Sí, puede que compense ser educado con él —dijo—. Después de todo, no se hace nada aquí sin su consentimiento, todos lo sabemos.

—Hablas como si hubiera un conflicto de intereses —dijo Escorpio sin dejar de mirar de reojo el rayo del arma caché, que describía un reluciente arañazo rodeando el campo de batalla. El arañazo estaba alcanzando su fin, avanzando palmo a palmo por el espacio. Donde había estado el arma solo quedaba un borrón diluido de materia moribunda. El arma era de un solo uso, un único disparo.

—¿Crees que no lo habrá? —preguntó Vasko.

—Soy optimista, creo que todos llegaremos a un acuerdo.

—Ganaste la batalla sobre las armas caché —dijo Vasko—. Remontoire accedió, y también la nave, aunque eso no me sorprende: la nave se sentía más segura con las armas que sin ellas. Pero aún no sabemos si fue lo más acertado. ¿Qué pasará la próxima vez?

—¿La próxima? No veo ninguna disputa en el horizonte —dijo Escorpio. Pero no era verdad. Y ahora que Remontoire y Antoinette se habían ido, se sentía más aislado. Remontoire y los últimos combinados se habían ido hacía ya un día, llevándose a los sirvientes, las máquinas y las últimas armas, según lo acordado. A cambio habían dejado las fábricas funcionando y una gran cantidad de objetos brillantes que Escorpio había visto ensamblar. Remontoire les había explicado que las armas y mecanismos solo se habían probado de forma limitada. Antes de poder ser usadas requerían una meticulosa calibración siguiendo una serie de instrucciones que los técnicos combinados les habían dejado. Los técnicos no podían quedarse a bordo y terminar las calibraciones ellos mismos, ya que si esperaban más, sus pequeñas naves no serían capaces de regresar hasta el grupo principal en la batalla cercana a Ararat. Incluso con los sistemas supresores de la inercia, seguían estando terriblemente sometidos a las exigencias de las reservas de combustible y los márgenes delta-v. La física seguía siendo importante. No era su propia supervivencia lo que les preocupaba, sino su utilidad al Nido Madre, y por eso se habían marchado llevándose con ellos al único hombre que Escorpio creía capaz de oponerse a Aura si las circunstancias lo requerían. Dejándole a él solo, pensó.

—Vislumbro al menos una disputa en un futuro cercano —dijo Vasko.

—Ilústrame.

—Tendremos que decidir a dónde ir, si bien a Hela o regresar a Yellowstone. Todos sabemos tú opinión al respecto.

—¿Ahora hablas de «nosotros»?

—Estás en minoría, Escorp. Es simplemente una constatación de los hechos.

—No tiene por qué haber una confrontación —dijo Khouri. Su voz era grave y tranquilizadora—. Lo que Vasko quiere decir es que la mayoría de los notables creen que Aura posee información privilegiada y que lo que nos diga debe ser tomado en serio.

—Eso no significa que tenga razón. No quiere decir que encontraremos nada útil cuando lleguemos a Hela —argumentó Escorpio.

—Tiene que haber algo en ese sistema —dijo Vasko—. Las desapariciones… deben de significar algo.

—Significan psicosis colectiva —dijo Escorpio—. Significan que la gente ve cosas cuando está desesperada. ¿Crees que hay algo útil en ese planeta? Vale, ve allí a averiguarlo y explícame por qué no les sirvió de nada a los nativos.

—Se llamaban scuttlers —dijo Vasko.

—Me da igual cómo cono se llamaran, se extinguieron.

¿No te dice eso algo? ¿No crees que si hubiera algo útil en ese sistema ya lo habrían empleado para seguir vivos?

—Quizás no sea algo que se pueda usar a la ligera —dijo Vasko.

—Estupendo, ¿y quieres que vayamos allí y que averigüemos qué es eso que tanto miedo les dio usar a pesar de que la alternativa era la extinción? Adelante, y no te olvides de mandarme una postal, estaré a veinte años luz de distancia.

—¿Tienes miedo, Escorpio? —preguntó Vasko.

—No, no tengo miedo —respondió con una tranquilidad que incluso a él mismo le sorprendió—. Solo estoy siendo prudente, no es lo mismo. Lo entenderás algún día.

—Vasko solo quería decir que no podemos especular con lo que les pasó realmente si no vamos allí —dijo Khouri—. Ahora mismo no sabemos casi nada sobre Hela o los scuttlers. Las iglesias no admiten a equipos ortodoxos de científicos en los yacimientos. Los ultras no entrometen sus narices porque sacan pingües beneficios exportando inútiles reliquias scuttlers, pero necesitamos saber más.

—Más —dijo Aura, y luego se rió.

—Si ella sabe que tenemos que ir allí, ¿por qué no nos dice el motivo? —dijo Escorpio señalando con la cabeza a la vaga forma de un bebé envuelta en gris lechoso—. La información debe de estar ahí dentro, ¿no?

—Ella no lo sabe —dijo Khouri.

—¿Quieres decir que no nos lo dirá todavía, o que nunca lo sabrá?

—Ninguna de las dos cosas, Escorp. Quiero decir que aún no le ha sido desvelado.

—No entiendo.

—Te conté lo que dijo Valensin. Cada día mira a Aura y cada día sale con una conjetura diferente acerca de su estado de desarrollo. Si fuese una niña normal, no habría nacido todavía, no hablaría, ni siquiera respiraría. Algunos días es como si tuviese las habilidades mentales de un niño de tres años, otros, de apenas uno. Sus estructuras cerebrales se forman y desbaratan como nubes, Escorp. Está cambiando incluso mientras estamos aquí sentados. Su cabeza es como un horno. Teniendo todo esto en cuenta, ¿de verdad te sorprende que no nos diga exactamente por qué tenemos que ir a Hela? Es como si le preguntases a un niño por qué necesita comer. Te dirá que tiene hambre, pero nada más.

—¿A qué te refieres con lo de desvelar?

—Quiero decir que todo está ahí dentro —dijo—, todas las respuestas, o al menos todo lo que necesitamos saber para llegar hasta ellas. Pero está codificado, empaquetado demasiado bien como para que el cerebro de un bebé lo desenvuelva, incluso por el de uno de dos o tres años. No empezará a comprender esos recuerdos hasta que sea mayor.

—Tú eres mayor —dijo—. Tú puedes ver dentro de su mente y desentrañarlos.

—No funciona así. Solo veo lo que ella comprende. Lo que capto de ella, la mayoría del tiempo, es la visión de un niño de las cosas: simples, cristalinas y brillantes. Solo con colores primarios. —En la penumbra, Escorpio vio el destello de su sonrisa—. Deberías ver lo brillantes que son los colores para un niño.

—No distingo muy bien los colores, la verdad.

—¿Podrías dejar de recordarnos cada cinco minutos que eres un cerdo? —le preguntó Khouri—. Estaría muy bien si todo no nos condujese siempre a lo mismo.

—Es culpa mía, lo siento si te ofende. —Oyó que Khouri suspiraba.

—Lo único que digo, Escorp, es que no podremos saber la importancia de Hela a menos que vayamos allí. Y habrá que hacerlo con cuidado, sin irrumpir allí disparando nuestras armas. Tenemos que averiguar lo que necesitamos sin tener que pedirlo, debemos estar dispuestos a arrebatárselo si fuese necesario y asegurarnos de que lo hacemos bien a la primera. Pero antes de todo eso, tenemos que llegar hasta allí.

—¿Y qué pasa si ir allí es lo peor que podemos hacer?

¿Qué pasa si todo esto es una trampa para facilitarles el trabajo a los inhibidores?

—Aura trabaja para nosotros, Escorp, no para ellos.

—Eso no es más que una suposición —dijo.

—Es mi hija, ¿no crees que tengo alguna idea acerca de sus intenciones?

Vasko los interrumpió, tocando el hombro de Escorpio.

—Creo que deberías ver esto —dijo.

Escorpio miró hacia la batalla, viendo inmediatamente a lo que se refería Vasko. No era nada bueno. El rayo del arma caché se estaba desviando de su trayectoria original, como un rayo de luz al entrar en el agua. No había rastro de nada en el punto donde el rayo cambiaba de dirección, pero no había que echarle mucha imaginación para concluir que habría algún tipo de foco oculto de energía enemiga que lo desviaba. No quedaban más armas con las que apuntar y disparar, lo único que se podía hacer ahora era sentarse y observar lo que pasaba con el rayo desviado. De alguna forma, Escorpio supo que no se adentraría en el espacio interestelar, perdiendo intensidad de forma inofensiva desapareciendo en la noche. Así no era como el enemigo hacía las cosas.

No tuvieron que esperar mucho. Visto en aumento, el rayo pasó rozando la luna más cercana a Ararat, dejando un surco a lo largo de cientos de kilómetros de corteza y surgiendo al otro lado. La luna comenzó a deshacerse como un rompecabezas roto. Entrañas de rocas al rojo vivo manaban de la herida con lentitud onírica. Era como una fotografía a intervalos de la apertura al alba de una flor roja como la sangre.

—Eso es terrible —dijo Khouri.

—¿Aún piensas que las cosas van según lo planeado? —preguntó Vasko.

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